lunes, 30 de abril de 2012

VERA PALESTINA EN "EL HONGO" CUMPLIRÁ SENTENCIA DE 25 AÑOS

Fue trasladado de Ciudad Juárez a Tijuana

Desde el miércoles 25 de abril está recluido en la misma prisión donde su patrocinador y ex jefe, Jorge Hank Rhon, estuvo cautivo en 2011. 

Luego de retirarlo del penal de Puente Grande, Jalisco, la Secretaría de Seguridad Pública de Baja California trajo a Antonio Vera Palestina para que cumpla su sentencia de 25 años por el asesinato de Héctor “El Gato” Félix Miranda, ocurrido el 20 de abril de 1988.

Adela Navarro Bello/ Isaí Tonatiuh Lara Bermúdez
Durante 17 años, Antonio Vera Palestina purgó su sentencia por el asesinato de Héctor Félix Miranda en el penal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco.

Hasta allá lo enviaron un abril de 1995, luego que había hecho un ilícito y delictivo poderío en la Penitencia de La Mesa en Tijuana, a base de terror, amenazas y presiones hacia otros internos y personas en el exterior.

Motines y el homicidio del entonces director de la Penitenciaría, Alberto Duarte Castillo, el 8 de marzo de 1995, culminaron con el traslado del peligroso reo a Jalisco.

Jefe de seguridad de Jorge Hank Rhon al momento del asesinato del periodista y co-director de ZETA ocurrido el 20 de abril de 1988, ahora Vera Palestina está recluido en la prisión de mediana seguridad de “El Hongo”.

El sentenciado asesino de “El Gato” Félix sigue guardando similitudes con su padrino y empleador Jorge Hank Rhon: ahora ocupa una celda en la cárcel donde el derrotado candidato del Partido Revolucionario Institucional al gobierno del estado, estuvo recluido durante diez días por el delito de acopio de armas, cuando fue detenido por elementos del Ejército Mexicano el 4 de junio de 2011.

En 1991, Antonio Vera Palestina fue sentenciado en el Juzgado Segundo de lo Penal en Tijuana, Baja California a 25 años de prisión, condena que le fue ratificada el mismo año por la Tercera Sala del Tribunal Superior de Justicia del Estado, la cual ha sido obligado a cumplir a pesar de los múltiples amparos que ha solicitado para obtener una pre-libertad, aduciendo buena conducta, integración a la sociedad y la Ley que imperaba al momento del crimen que concedía ese beneficio a asesinos, violadores y secuestradores.

Los esfuerzos judiciales para salir de prisión han sido en vano. La Dirección Estatal de Ejecución de Sentencias de Baja California ha analizado los diferentes estudios de conducta que se le practicaron al reo en Puente Grande, Jalisco, y la recomendación no ha variado: Vera Palestina sigue catalogado como un reo de alta peligrosidad y no está apto para reintegrarse a la sociedad, luego que ha manifestado conductas delictivas y propensión al abuso del poder.

La tercera semana de abril de 2012, en una limpia de reos comunes de prisiones federales, Antonio Vera Palestina fue trasladado de Puente Grande, Jalisco, al penal de Ciudad Juárez, Chihuahua. 

De ello no fue debidamente notificada la Secretaría de Seguridad Pública de Baja California, entidad responsable del preso y del cumplimiento de la sentencia. 

Tampoco la SSPE fue debidamente informada de la demanda de juicio de amparo promovida por Vera Palestina el 18 de abril, para impedir su traslado a una prisión de Baja California.

En estas condiciones, el traslado del peligroso reo se desarrolló sin contratiempos, en sigilo y con un aparato de seguridad de elementos de la Policía Estatal Preventiva (PEP) para evitar fuga de información o una operación de rescate sobre el sentenciado asesino.

Así, a 24 años del asesinato de Héctor Félix Miranda, su homicida material regresa a Baja California, a la misma cárcel donde estuvo recluido el principal sospechoso de la autoría intelectual.

Crónica de un traslado en silencio
Al mediodía del 25 de abril de 2012, el homicida de Héctor Félix Miranda había aterrizado en el Aeropuerto Internacional de Tijuana. En segundos fue subido a una camioneta tipo panel de la custodia penitenciaria del Estado.

A la salida del aeropuerto, los agentes estatales hicieron chillar torretas y se abrieron camino en el tráfico de Otay. Tomaron el Bulevar Universidad y atravesaron la zona industrial sin hacer un solo alto. Eran cuando menos nueve patrullas de la PEP al frente y atrás del vehículo que transportaba al recién llegado del penal de Ciudad Juárez.

Con la carretera de cuota Tijuana-Tecate despejada de automovilistas, el convoy del traslado aceleró la marcha. A lo largo de la pequeña carretera que comunica al Centro de Readaptación Social con la carretera libre a Mexicali, había más puestos de inspección de policías penitenciarios con armas largas y con suspicacias; cuando menos tres quisquillosos retenes improvisados se pusieron en alerta.

“De aquí ya no se pasa”, fue la orden de un uniformado de la Estatal, a reportero y fotógrafo de ZETA. Insistencia, por una parte. Negación, por la otra; se perdieron unos segundos. Había poco tiempo antes de que comenzara el proceso de ingreso de Vera Palestina al penal de Baja California.

Finalmente se dio paso. Hubo que librar un par de retenes más. “¿A quién trajeron? No sabemos, no nos han dicho nada” fue la pregunta de un custodio penitenciario parapetado en uno de los retenes con el reportero al momento de pasar. La duda del oficial demostró lo secreto y lo espontáneo de la traslación del ex jefe de escoltas de Jorge Hank.

Dispersas las patrullas sobre la calle y a los alrededores de la zona, cuatro de ellas incluyendo la panel donde iba Antonio Vera Palestina, ingresaron la primera puerta de metal. Cruzaron la segunda. Ahí la oportunidad para presenciar y fotografiar al preso que fue juzgado por el asesinato del co-fundador de ZETA, un hombre transformado -al menos físicamente- por los años en prisión.

Antes de descender a Vera, custodios se taparon los rostros. Encapuchados y con las armas largas esperaron a recibir la orden. El lugar donde bajaron al preso es un cajón de aproximadamente 10 metros de largo y otro tanto de alto, delimitado por dos puertas que dan acceso al penal, una enfrente y otra atrás. La seguridad es máxima.

La puerta trasera de la camioneta tipo van fue abierta con llave. Fue necesario abrir una más con candado, ésa era de metal perforada con unos cuantos respiraderos. “¡Abajo!”, le gritó un uniformado a Vera, sacudiendo la mano como señal.

A pesar de la poca estatura del reo, éste tuvo que agacharse para caminar dentro y bajar del transporte que lo trajo desde Tijuana. Con cuidado, despacio, bajó una pierna y luego de un brinco quedó de pie. 

Y ahí, con los ojos un tanto molestos por la luz del sol, estaba un rostro que no se había retratado en más de 17 años; una cara prácticamente desconocida por los bajacalifornianos. 

La mirada de un asesino condenado cuando menos por tres años más a vivir en reclusión.

Dos agentes lo sujetaron. A su derecha uno le tomó con fuerza el bíceps y el antebrazo, a su izquierda otro custodio le tomó la nuca. 

Esposado de las manos, Antonio Vera Palestina abrió el compás de sus piernas y comenzó a mirar a todas las personas, como intentando reconocer caras, personas, lugares. Sin mucha expresión clavó mirada en los únicos sin armas.

El ex empleado de Hank vestía un pantalón rompe vientos gris, el mismo color para la camisa y calzado deportivo color negro. A diferencia de aquellos retratos viejos que ZETA registró en los momentos de su reclusión en Baja California, ya no es un hombre joven. 

En aquellas imágenes de los 90s, el asesino de “El Gato” cubría su cabeza con un sombrero vaquero; hoy, lo que le cubre la cabeza son las canas del envejecimiento.

Un tanto robustecido por la quietud de la prisión, Vera es un hombre fuerte, se ve completo. Lució limpio, rasurado; a pesar de la informalidad de sus ropas, llegó fajado y con sus canas acomodadas.

Después de posar para un solo lente, el recluso fue introducido a la cárcel del estado. Fue puesto en “observación”. La orden fue aislarlo durante un tiempo determinado para que los oficiales de la penitenciaría analicen su comportamiento. 

Pero antes todos los protocolos de ingreso, la revisión corporal, las reglas, la nueva ropa.

Agentes que lo acompañaron desde Ciudad Juárez, confiaron a este reportero que Antonio Vera Palestina no comunicó dolencia ni expresó estado de ánimo en su traslado, no pidió agua, comida, ni un favor, nada. Un simple movimiento de un preso.

“No comentó una palabra”, apuntó quien lo escoltó durante más de tres horas. Fue, entonces, un silencio largo… quizá no tanto como los muchos que ha tenido tras las celdas durante 22 años de los 25 a los que fue sentenciado por el asesinato de Héctor Félix Miranda.

Así regresó a Baja California el asesino del periodista, el mismo que en la campaña de 2007, Jorge Hank Rhon dijo que le daría trabajo en caso de ganar la elección a gobernador, y que quedaría en libertad.

Un recluso indisciplinado
 Uno de los múltiples motivos por los que el convicto Antonio Vera Palestina no fue recomendado para el otorgamiento de algún beneficio de libertad anticipada, fue el hecho de que, durante la ejecución de su sentencia en el penal federal de máxima seguridad de Puente Grande, no observó buena conducta, siendo sancionado en diversas ocasiones.

El Consejo Técnico Interdisciplinario del Centro Federal de Readaptación Social Número 2 “Occidente”, tuvo conocimiento de berrinches y actos de desobediencia de Vera Palestina, desde su ingreso hasta los últimos meses de internamiento en esa prisión; situación que ameritó su traslado al área de Tratamientos Especiales por las siguientes razones:

Faltar al respeto a personal de cocina. 
Sanción: 2 días; del 3 al 5 de enero de 1996.

Faltar al respeto y amenazas a personal de seguridad. 
Sanción: 3 días; del 14 al 17 de noviembre de 2001.

Por indisciplina y no acatar indicaciones.
Sanción: 3 días; del 8 al 11 de diciembre de 2001.

Por indisciplina. 
Sanción: 4 días; del 24 al 28 de enero de 2004.

Por insultos al personal de seguridad. 
Sanción: 8 días; del 24 de octubre al 1 de noviembre de 2004.

Dañar o modificar el uniforme o ropería autorizada. Sanción: 8 días; del 14 al 22 de enero de 2007.

Antonio Vera Palestina también fue cambiado de módulo o reubicado varias veces. Unas por cuestiones administrativas relativas a un mejor funcionamiento del penal federal, y otras por conflictos del interno. A continuación, sus movimientos en Puente Grande:

17 de noviembre de 1999. Por ajustes en la distribución de internos.

1 de diciembre, 1999. 
Por estrategias en el tratamiento.

2 de diciembre, 2000. 
Por formación de grupos.

15 de marzo, 2000. 
Por estrategias en el tratamiento.

13 de marzo, 2001
Por corresponder a su categoría criminológica.

20 de junio, 2001. 
Por ajustes en la distribución de internos.

19 de diciembre, 2001. 
Por conflicto con compañeros de estancia.

24 de abril, 2002. 
Por ajustes en la distribución de internos.

19 de septiembre, 2002. 
Por ajustes en la distribución de internos.

30 de marzo, 2004. 
Por estrategias en su tratamiento.

30 de junio, 2004. 
Por ajustes en la distribución de internos.

26 de octubre, 2004. 
Por ajustes en la distribución de internos.

En diferentes dictámenes emitidos por el Consejo Técnico Interdisciplinario del Centro Federal de Readaptación Social (CEFERESO)  Número 2, con motivo de la promoción de amparos del preso para obtener beneficios de libertad anticipada, se estableció que su clasificación criminológica corresponde a la de “autor intelectual de alto riesgo, y por su perfil clínico, reúne las características de los internos albergados en los centros federales de máxima seguridad”.

Pese a las anteriores consideraciones, hace un par de semanas Antonio Vera Palestina fue favorecido por la autoridad federal, al excarcelarlo de este tipo de establecimientos adecuados al perfil del delincuente, para remitirlo a un penal de mediana seguridad como el de Ciudad Juárez, Chihuahua, de donde fue trasladado el miércoles 25 de abril, hacia Baja California.

Las conclusiones hechas en los dictámenes se sustentaron en estudios criminológicos (criminodiagnóstico), médicos, psicológicos (personalidad), de trabajo social (diagnóstico social), actividades educativas (pedagogía integral) y de actividades laborales (evaluación de aptitudes).

De dichos estudios se desprendió que el asesino material del periodista Héctor Félix Miranda “presenta un comportamiento antisocial en el adulto y rasgos de un trastorno narcisista de la personalidad, con rasgos de un trastorno paranoide de la personalidad y rasgos de un trastorno conversivo. Esto es, que el reo tiene una tendencia marcada por una gran necesidad de admiración con sentimientos de grandiosidad y una falta de empatía con las personas que lo rodean”.

Se remarca en el dictamen que el sentenciado demuestra con sus actos una tendencia alta a buscar el liderazgo: “Inicialmente de forma seductora, esto es regalándoles cosas a otros internos, por lo que ya ha recibido un ingreso al área de tratamientos especiales. Que una vez formado el grupo y establecido su status de líder, los hace respetar muy probablemente por medio de la fuerza y la intimidación”.

A través de sus acciones y actitudes pretenciosas, Vera Palestina busca que se le dé un trato especial y preferencial que a los demás, y al no recibirlo, “lo manifiesta con agresiones verbales, que lo han llevado a tener varios ingresos al área de tratamientos especiales”, insisten los documentos oficiales.

Los dictámenes concluyen que sirvieron para que en varias ocasiones el recluso no se saliera con la suya, de no cumplir la pena completa de 25 años de prisión a partir del 1 de mayo de 1990: “No presenta muestras reales de readaptación, no identifica la conflictiva relacionada con el delito, presenta un pronóstico desfavorable de reintegración social efectiva, por lo que no se recomienda para el otorgamiento de algún beneficio de libertad anticipada”.

Todo quedó en palabras y, aun plasmadas en papelería gubernamental, no impidieron que extraños intereses autorizaran el sigiloso traslado del criminal a un penal diferente al que corresponde su clasificación criminológica.

Con estos antecedentes de conductas inapropiadas y una vigente personalidad criminal, Antonio Vera Palestina se convirtió, el 25 de abril de 2012, en un preso más de la penitenciaría de mediana seguridad de “El Hongo” en Baja California.

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