Desde el miércoles 25 de abril está recluido en la misma prisión donde su
patrocinador y ex jefe, Jorge Hank Rhon, estuvo cautivo en 2011.
Luego de
retirarlo del penal de Puente Grande, Jalisco, la Secretaría de Seguridad
Pública de Baja California trajo a Antonio Vera Palestina para que cumpla su
sentencia de 25 años por el asesinato de Héctor “El Gato” Félix Miranda,
ocurrido el 20 de abril de 1988.
Adela Navarro Bello/ Isaí Tonatiuh Lara Bermúdez
Durante 17 años, Antonio Vera Palestina purgó su sentencia por el asesinato
de Héctor Félix Miranda en el penal de máxima seguridad de Puente Grande,
Jalisco.
Hasta allá lo enviaron un abril de 1995, luego que había hecho un ilícito y
delictivo poderío en la Penitencia de La Mesa en Tijuana, a base de terror,
amenazas y presiones hacia otros internos y personas en el exterior.
Motines y el homicidio del entonces director de la Penitenciaría, Alberto
Duarte Castillo, el 8 de marzo de 1995, culminaron con el traslado del peligroso
reo a Jalisco.
Jefe de seguridad de Jorge Hank Rhon al momento del asesinato del periodista
y co-director de ZETA ocurrido el 20 de abril de 1988, ahora
Vera Palestina está recluido en la prisión de mediana seguridad de “El
Hongo”.
El sentenciado asesino de “El Gato” Félix sigue guardando similitudes con su
padrino y empleador Jorge Hank Rhon: ahora ocupa una celda en la cárcel donde el
derrotado candidato del Partido Revolucionario Institucional al gobierno del
estado, estuvo recluido durante diez días por el delito de acopio de armas,
cuando fue detenido por elementos del Ejército Mexicano el 4 de junio de
2011.
En 1991, Antonio Vera Palestina fue sentenciado en el Juzgado Segundo de lo
Penal en Tijuana, Baja California a 25 años de prisión, condena que le fue
ratificada el mismo año por la Tercera Sala del Tribunal Superior de Justicia
del Estado, la cual ha sido obligado a cumplir a pesar de los múltiples amparos
que ha solicitado para obtener una pre-libertad, aduciendo buena conducta,
integración a la sociedad y la Ley que imperaba al momento del crimen que
concedía ese beneficio a asesinos, violadores y secuestradores.
Los esfuerzos judiciales para salir de prisión han sido en vano. La Dirección
Estatal de Ejecución de Sentencias de Baja California ha analizado los
diferentes estudios de conducta que se le practicaron al reo en Puente Grande,
Jalisco, y la recomendación no ha variado: Vera Palestina sigue catalogado como
un reo de alta peligrosidad y no está apto para reintegrarse a la sociedad,
luego que ha manifestado conductas delictivas y propensión al abuso del
poder.
La tercera semana de abril de 2012, en una limpia de reos comunes de
prisiones federales, Antonio Vera Palestina fue trasladado de Puente Grande,
Jalisco, al penal de Ciudad Juárez, Chihuahua.
De ello no fue debidamente
notificada la Secretaría de Seguridad Pública de Baja California, entidad
responsable del preso y del cumplimiento de la sentencia.
Tampoco la SSPE fue
debidamente informada de la demanda de juicio de amparo promovida por Vera
Palestina el 18 de abril, para impedir su traslado a una prisión de Baja
California.
En estas condiciones, el traslado del peligroso reo se desarrolló sin
contratiempos, en sigilo y con un aparato de seguridad de elementos de la
Policía Estatal Preventiva (PEP) para evitar fuga de información o una operación
de rescate sobre el sentenciado asesino.
Así, a 24 años del asesinato de Héctor Félix Miranda, su homicida material
regresa a Baja California, a la misma cárcel donde estuvo recluido el principal
sospechoso de la autoría intelectual.
Crónica de un traslado en silencio
Al mediodía del 25 de abril de 2012, el homicida de Héctor Félix Miranda
había aterrizado en el Aeropuerto Internacional de Tijuana. En segundos fue
subido a una camioneta tipo panel de la custodia penitenciaria del Estado.
A la salida del aeropuerto, los agentes estatales hicieron chillar torretas y
se abrieron camino en el tráfico de Otay. Tomaron el Bulevar Universidad y
atravesaron la zona industrial sin hacer un solo alto. Eran cuando menos nueve
patrullas de la PEP al frente y atrás del vehículo que transportaba al recién
llegado del penal de Ciudad Juárez.
Con la carretera de cuota Tijuana-Tecate despejada de automovilistas, el
convoy del traslado aceleró la marcha. A lo largo de la pequeña carretera que
comunica al Centro de Readaptación Social con la carretera libre a Mexicali,
había más puestos de inspección de policías penitenciarios con armas largas y
con suspicacias; cuando menos tres quisquillosos retenes improvisados se
pusieron en alerta.
“De aquí ya no se pasa”, fue la orden de un uniformado de la Estatal, a
reportero y fotógrafo de ZETA. Insistencia, por una parte.
Negación, por la otra; se perdieron unos segundos. Había poco tiempo antes de
que comenzara el proceso de ingreso de Vera Palestina al penal de Baja
California.
Finalmente se dio paso. Hubo que librar un par de retenes más. “¿A quién
trajeron? No sabemos, no nos han dicho nada” fue la pregunta de un custodio
penitenciario parapetado en uno de los retenes con el reportero al momento de
pasar. La duda del oficial demostró lo secreto y lo espontáneo de la traslación
del ex jefe de escoltas de Jorge Hank.
Dispersas las patrullas sobre la calle y a los alrededores de la zona, cuatro
de ellas incluyendo la panel donde iba Antonio Vera Palestina, ingresaron la
primera puerta de metal. Cruzaron la segunda. Ahí la oportunidad para presenciar
y fotografiar al preso que fue juzgado por el asesinato del co-fundador de
ZETA, un hombre transformado -al menos físicamente- por los
años en prisión.
Antes de descender a Vera, custodios se taparon los rostros. Encapuchados y
con las armas largas esperaron a recibir la orden. El lugar donde bajaron al
preso es un cajón de aproximadamente 10 metros de largo y otro tanto de alto,
delimitado por dos puertas que dan acceso al penal, una enfrente y otra atrás.
La seguridad es máxima.
La puerta trasera de la camioneta tipo van fue abierta con llave.
Fue necesario abrir una más con candado, ésa era de metal perforada con unos
cuantos respiraderos. “¡Abajo!”, le gritó un uniformado a Vera, sacudiendo la
mano como señal.
A pesar de la poca estatura del reo, éste tuvo que agacharse para caminar
dentro y bajar del transporte que lo trajo desde Tijuana. Con cuidado, despacio,
bajó una pierna y luego de un brinco quedó de pie.
Y ahí, con los ojos un tanto
molestos por la luz del sol, estaba un rostro que no se había retratado en más
de 17 años; una cara prácticamente desconocida por los bajacalifornianos.
La
mirada de un asesino condenado cuando menos por tres años más a vivir en
reclusión.
Dos agentes lo sujetaron. A su derecha uno le tomó con fuerza el bíceps y el
antebrazo, a su izquierda otro custodio le tomó la nuca.
Esposado de las manos,
Antonio Vera Palestina abrió el compás de sus piernas y comenzó a mirar a todas
las personas, como intentando reconocer caras, personas, lugares. Sin mucha
expresión clavó mirada en los únicos sin armas.
El ex empleado de Hank vestía un pantalón rompe vientos gris, el mismo color
para la camisa y calzado deportivo color negro. A diferencia de aquellos
retratos viejos que ZETA registró en los momentos de su
reclusión en Baja California, ya no es un hombre joven.
En aquellas imágenes de
los 90s, el asesino de “El Gato” cubría su cabeza con un sombrero vaquero; hoy,
lo que le cubre la cabeza son las canas del envejecimiento.
Un tanto robustecido por la quietud de la prisión, Vera es un hombre fuerte,
se ve completo. Lució limpio, rasurado; a pesar de la informalidad de sus ropas,
llegó fajado y con sus canas acomodadas.
Después de posar para un solo lente, el recluso fue introducido a la cárcel
del estado. Fue puesto en “observación”. La orden fue aislarlo durante un tiempo
determinado para que los oficiales de la penitenciaría analicen su
comportamiento.
Pero antes todos los protocolos de ingreso, la revisión
corporal, las reglas, la nueva ropa.
Agentes que lo acompañaron desde Ciudad Juárez, confiaron a este reportero
que Antonio Vera Palestina no comunicó dolencia ni expresó estado de ánimo en su
traslado, no pidió agua, comida, ni un favor, nada. Un simple movimiento de un
preso.
“No comentó una palabra”, apuntó quien lo escoltó durante más de tres horas.
Fue, entonces, un silencio largo… quizá no tanto como los muchos que ha tenido
tras las celdas durante 22 años de los 25 a los que fue sentenciado por el
asesinato de Héctor Félix Miranda.
Así regresó a Baja California el asesino del periodista, el mismo que en la
campaña de 2007, Jorge Hank Rhon dijo que le daría trabajo en caso de ganar la
elección a gobernador, y que quedaría en libertad.
Un recluso indisciplinado
Uno de los múltiples motivos por los que el convicto Antonio Vera Palestina
no fue recomendado para el otorgamiento de algún beneficio de libertad
anticipada, fue el hecho de que, durante la ejecución de su sentencia en el
penal federal de máxima seguridad de Puente Grande, no observó buena conducta,
siendo sancionado en diversas ocasiones.
El Consejo Técnico Interdisciplinario del Centro Federal de Readaptación
Social Número 2 “Occidente”, tuvo conocimiento de berrinches y actos de
desobediencia de Vera Palestina, desde su ingreso hasta los últimos meses de
internamiento en esa prisión; situación que ameritó su traslado al área de
Tratamientos Especiales por las siguientes razones:
Faltar al respeto a personal de cocina.
Sanción: 2 días; del
3 al 5 de enero de 1996.
Faltar al respeto y amenazas a personal de seguridad.
Sanción: 3 días; del 14 al 17 de noviembre de 2001.
Por indisciplina y no acatar indicaciones.
Sanción: 3 días;
del 8 al 11 de diciembre de 2001.
Por indisciplina.
Sanción: 4 días; del 24 al 28 de enero de
2004.
Por insultos al personal de seguridad.
Sanción: 8 días; del
24 de octubre al 1 de noviembre de 2004.
Dañar o modificar el uniforme o ropería autorizada. Sanción:
8 días; del 14 al 22 de enero de 2007.
Antonio Vera Palestina también fue cambiado de módulo o reubicado varias
veces. Unas por cuestiones administrativas relativas a un mejor funcionamiento
del penal federal, y otras por conflictos del interno. A continuación, sus
movimientos en Puente Grande:
17 de noviembre de 1999. Por ajustes en la distribución de
internos.
1 de diciembre, 1999.
Por estrategias en el tratamiento.
2 de diciembre, 2000.
Por formación de grupos.
15 de marzo, 2000.
Por estrategias en el tratamiento.
13 de marzo, 2001.
Por corresponder a su categoría
criminológica.
20 de junio, 2001.
Por ajustes en la distribución de
internos.
19 de diciembre, 2001.
Por conflicto con compañeros de
estancia.
24 de abril, 2002.
Por ajustes en la distribución de
internos.
19 de septiembre, 2002.
Por ajustes en la distribución de
internos.
30 de marzo, 2004.
Por estrategias en su tratamiento.
30 de junio, 2004.
Por ajustes en la distribución de
internos.
26 de octubre, 2004.
Por ajustes en la distribución de
internos.
En diferentes dictámenes emitidos por el Consejo Técnico Interdisciplinario
del Centro Federal de Readaptación Social (CEFERESO) Número 2, con motivo de la
promoción de amparos del preso para obtener beneficios de libertad anticipada,
se estableció que su clasificación criminológica corresponde a la de “autor
intelectual de alto riesgo, y por su perfil clínico, reúne las características
de los internos albergados en los centros federales de máxima seguridad”.
Pese a las anteriores consideraciones, hace un par de semanas Antonio Vera
Palestina fue favorecido por la autoridad federal, al excarcelarlo de este tipo
de establecimientos adecuados al perfil del delincuente, para remitirlo a un
penal de mediana seguridad como el de Ciudad Juárez, Chihuahua, de donde fue
trasladado el miércoles 25 de abril, hacia Baja California.
Las conclusiones hechas en los dictámenes se sustentaron en estudios
criminológicos (criminodiagnóstico), médicos, psicológicos (personalidad), de
trabajo social (diagnóstico social), actividades educativas (pedagogía integral)
y de actividades laborales (evaluación de aptitudes).
De dichos estudios se desprendió que el asesino material del periodista
Héctor Félix Miranda “presenta un comportamiento antisocial en el adulto y
rasgos de un trastorno narcisista de la personalidad, con rasgos de un trastorno
paranoide de la personalidad y rasgos de un trastorno conversivo. Esto es, que
el reo tiene una tendencia marcada por una gran necesidad de admiración con
sentimientos de grandiosidad y una falta de empatía con las personas que lo
rodean”.
Se remarca en el dictamen que el sentenciado demuestra con sus actos una
tendencia alta a buscar el liderazgo: “Inicialmente de forma seductora, esto es
regalándoles cosas a otros internos, por lo que ya ha recibido un ingreso al
área de tratamientos especiales. Que una vez formado el grupo y establecido su
status de líder, los hace respetar muy probablemente por medio de la fuerza y la
intimidación”.
A través de sus acciones y actitudes pretenciosas, Vera Palestina busca que
se le dé un trato especial y preferencial que a los demás, y al no recibirlo,
“lo manifiesta con agresiones verbales, que lo han llevado a tener varios
ingresos al área de tratamientos especiales”, insisten los documentos
oficiales.
Los dictámenes concluyen que sirvieron para que en varias ocasiones el
recluso no se saliera con la suya, de no cumplir la pena completa de 25 años de
prisión a partir del 1 de mayo de 1990: “No presenta muestras reales de
readaptación, no identifica la conflictiva relacionada con el delito, presenta
un pronóstico desfavorable de reintegración social efectiva, por lo que no se
recomienda para el otorgamiento de algún beneficio de libertad anticipada”.
Todo quedó en palabras y, aun plasmadas en papelería gubernamental, no
impidieron que extraños intereses autorizaran el sigiloso traslado del criminal
a un penal diferente al que corresponde su clasificación criminológica.
Con estos antecedentes de conductas inapropiadas y una vigente personalidad
criminal, Antonio Vera Palestina se convirtió, el 25 de abril de 2012, en un
preso más de la penitenciaría de mediana seguridad de “El Hongo” en Baja
California.
No hay comentarios:
Publicar un comentario