Ya se sabe: Allí llegarán diariamente los mercaderes.
Siempre puntuales. Con su provisión justa para consumidores. Ni más ni menos. Y
el trato harto sabido: Todo es al chaz-chaz. Nada de fiado. Raros son
con esa ventaja.
Las “tienditas” nacieron más por necesidad que por ocurrencia.
Los vendedores andaban cargando antes su “mercancía” en la bolsa. De
preferencia se acercaban a escuelas primarias, secundarias, preparatorias,
universidades, discotecas o cantinas. Hasta cuando su presencia se convirtió en
una monserga descarada. Todo mundo les veía. Entonces sí fueron perseguidos por
la Policía, terminaban encarcelados. Por tratarse de un delito federal iban
derechito a la Procuraduría General de la República. Por eso los vendedores, más
que narcotraficantes, decidieron desparramarse. Ya no estar de fijo cerca de las
escuelas. Así nacieron las “tienditas”. Ahora pomposamente se les llama
“narcomenudeo”.
Individualmente no tienen tanta importancia. Si quisiera la
Policía, desaparecen a una y ya. Por eso agentes federales y estatales ni en
cuenta toman a “dueños”. Son calificados y se les conoce como “narcopoquiteros”.
Rara vez perseguidos. Ya se sabe. Están aquí, allá, o más allá y no valen la
pena. Pero ese desentendimiento ha sido mucho y grave. Se convirtieron en
“clientela” de los policías municipales”. Ni los molestan. Por eso en Tijuana
hay miles de “tienditas”.
En esos sitios desembocan más problemas. Casi todos los
consumidores son raterillos. Muchos entran en sitios particulares para llevarse
plancha o televisión. Las venden en cualquier miseria para comprarse una dosis.
Hay desde 50 hasta 200 pesos. Y muchas ocasiones, es increíble. Ese mini
comercio aborta en más ejecuciones comparadas con el verdadero narcotráfico. Se
matan por cualquier mirruña de droga o billetes. También son
competidores celosos hasta la tragedia. Y las “tienditas” al aire libre o en
cuarterías sirven también para el consumo. No hay policía ignorante de eso, como
tampoco vecinos. Aquí sí cabe la frase trillada de “secreto a gritos”.
Alguien tuvo la puntada de combatir las “tienditas” con publicidad.
“Ponle dedo al picadero” fue la cantaleta. Pero como dicen en los
ranchos, no sirvió ni para remedio. Cierto agente federal me comentó alguna
ocasión. No vale la pena perseguirlos. En las comandancias ya no quieren a tanto
viciosillo. Todo agente del Ministerio Público Federal les da la vuelta. Son
quitatiempo y no “producen”. Si llegan al Juzgado se emberrincha el
personal. Y cuando caen a la “Peni” son problema. Aparte de soportarlos
comprando droga, hay que mantenerlos. Pero lo más odiado por la Policía. Les
desagrada ser citados a los tribunales para declarar sobre algún detenido de
ésos. “¼ por poquiteros no valen la pena. Se gasta tiempo y vale más el papel de
expedientes”.
Por eso está creciendo el llamado “narcomenudeo”. No es
exacto que los cárteles se dediquen a eso. Ningún capo tiene interés en andar
vendiendo porciones de a 100 pesos. Están acostumbrados a negociar por toneladas
con pagos en dólares norteamericanos. La llamada cocaína distribuida en Tepito
es alterada. Causa más daño que el efecto de la original. Nada más como un
ejemplo. Si hace dos semanas capturaron a un mafioso con dos toneladas,
seguramente las convertiría en más de 10. Agregaría desde talco hasta cal con
algún medicamento que provoque adormecimiento en la lengua. Algo así como el
usado por los dentistas para inyectar las encías. La cocaína menos alterada se
distribuye en las discotecas concurridas por jóvenes pudientes.
Las “tienditas”–“picaderos” –“narcomenudeo” se
colaron de la frontera a todas las ciudades del país. No es una
novedad. Ya tienen años. Pero han crecido tanto hasta la preocupación foxista.
Me imagino que por eso encargó a sus colaboradores “un plan antinarcomenudeo”. Y
naturalmente, rápido, el Presidente recibió borradores, consejos y todo lo
acostumbrado. Opiniones no le faltaron.
Se la pusieron fácil al Presidente. Proponer al Congreso
modificar la Constitución. Cambiar la Ley de Salud y el Código Penal. Y entonces
sí, todos los gobiernos estatales y municipales tendrán una nueva obligación:
Enfrentarse al “narcomenudeo”. Sinceramente, la recomendación al señor
Presidente no tiene una base realista para solucionar el problema. Simplemente
es traspasar responsabilidad. No elimina el funcionamiento de “tienditas”. No
significa solución. Al contrario: Exhibe total desconocimiento del caso.
Los consejeros del señor Presidente de la República deberían
saber: No es posible, por experiencia, una coordinación policíaca en este país.
Los federales se creen lo máximo y desdeñan a sus inmediatos estatales. Unos y
otros a su vez no se pueden ver, y de paso menosprecian a cualquier policía
municipal. Aparte, traspasar las responsabilidades a las procuradurías estatales
significa mayor gasto y no tienen presupuesto. Y en caso de funcionar, se
traducirá en otro fuerte desembolso: Juzgados y cárceles. Por eso tiene mucha
razón el Gobernador de Nuevo León. Entrevistado por el diario Reforma,
aseguró que “…si la ley incluye algunos aspectos de colaboración o algunas
atribuciones que estén acompañadas con los recursos humanos y materiales para
hacer frente a esa responsabilidad, podría estar de acuerdo. Pero si no, no
deseo que eso se convierta en una carga para los municipios y los estados que
complique la gobernabilidad interna, y que pueda contaminar las estructuras de
por sí débiles de los cuerpos de seguridad a nivel local”.
El señor Procurador de Justicia del Estado de Hidalgo, Juan
Manuel Sepúlveda Fayad, fue más directo: Dijo estar de acuerdo con la
proposición presidencial siempre y cuando la Federación otorgue recursos
económicos a estados para enfrentar el “narcomenudeo”. Si eso sucede, la
iniciativa de Fox tendrá éxito. “¼de lo contrario representa un acto de
irresponsabilidad”.
Y en el mismo caso están los policías municipales. Por el
momento no veo cómo puedan enfrentarse a quienes están sobornando. Salvo sus
honrosas excepciones, esto provocaría más ejecuciones de guardianes. Así, el
“narcomenudeo” se dejó crecer. Ahora es muy difícil reducirlo y más todavía
acabarlo. No en poder ni en dinero, pero es un crucigrama tan difícil de
resolver como el verdadero crimen organizado. Todo eso lo deja ver una simple
operación aritmética. Si por cada “tiendita” hay 10 o más consumidores
constantemente robando, imagínese. En Tijuana existen casi tres mil. Súmele a
ésas todas las del país y la cifra es verdaderamente impresionante. El
“narcomenudeo” no se termina con un decreto.
Texto tomado de la colección Conversaciones Privadas, propiedad de Jesús
Blancornelas.
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