lunes, 16 de diciembre de 2013

NI LAS MIGAJAS...TODO PARA LOS "CUATES" DE "MALOVA

Ni las migajas
El “gobierno del cambio” reparte la obra pública entre cuates y propicia la quiebra de constructoras

Para Fermín Peraza Nevárez todo empezó con este sexenio: de haber realizado obras de entre 5 y 7 millones de pesos, pasó a nada. Por eso vendió maquinaria y equipo y despidió al personal de planta que tenía la empresa constructora Kalufe.

“Al paso que vamos, todos vamos a terminar siendo arrendadores, destajistas y obreros de la construcción”, advirtió, con la amargura del paso de saliva en su rostro.

Ahora, el empresario cambió de giro y en busca de su salvación económica y la de su familia, abrió un restaurante de pescados y mariscos, por la salida a Culiacancito, casi frente al acceso al fraccionamiento La Conquista.

“Todo empezó mal desde este sexenio. Ya no andaban bien las cosas en el gobierno de Jesús Aguilar Padilla. Pero en este las cosas han ido de mal en peor: hay poca obra y la que hay se la reparte un grupo muy pequeño cercano al Gobierno. Siempre hay preferencias y grupos favorecidos, pero antes sobraba algo para repartir. Ahora ni eso”, lamentó.

Los empresarios fuertes, que integran grupos económicamente poderosos, son favorecidos por las autoridades municipales y estatales, y los constructores pequeños quedan relegados.

—¿Y quiénes son estos empresarios privilegiados?

—Prefiero no dar nombres. Son los que hicieron compromisos de campaña con el gobernador y otros tienen contactos o los beneficia el Gobierno por intereses económicos.

Recordar es volver a sufrir

Fermín voltea hacia atrás, sin temor a convertirse en estatua de sal. Recuerda que construyó uno de los parques industriales en el puerto de Mazatlán, que su empresa Kalufe inició en 1991 y que ahora está en receso obligado —eufemismo de extinción—, que edificó aulas escolares en Culiacán y centros de salud en diferentes regiones de la entidad.

Veinte años, alrededor de cinco empleos de planta y cerca de 20 cuando estaban realizando una obra. De eso poco queda: acaso muros, ruidos sordos de maquinaria, pisos que nadie ve, y aulas, consultorios, bodegas que arropan una fría nostalgia de inactividad.

La CMIC, aval del Gobierno

La Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, aseguró, está para fungir como aval de las autoridades en turno, en lugar de defender a sus agremiados.

“Las dirigencias actual y anterior de la Cámara están definitivamente para avalar las declaraciones del gobierno en turno y usaron palabras para no molestar a las autoridades, para llevarse bien con ellas. Y ellos obviamente están agarrando obra”, manifestó.

Datos de la CMIC indican que en el 2011, cuando había una expectativa generada por el “gobierno del cambio”, alcanzó alrededor de 610 afiliados, luego de haber sumado 370 en el 2010. Los empresarios de este sector saben de sobra que para acceder a licitaciones y concursos y recibir contratos para obras gubernamentales, tienen que estar afiliados a este organismo.

“En el 2011 iniciamos un nuevo periodo en la Gobierno del Estado y con un partido diferente al que venía gobernando, quizás las esperanzas eran muchas o tal vez, demasiados compromisos y expectativas en el área de infraestructura, lo cierto es que en la Cámara el incremento fue de casi el doble en afiliación y el mismo fenómeno se dio en las otras delegaciones en el estado”, dijo un ex directivo del gremio.

Pero las cifras se vinieron abajo. Versiones del interior de la Cámara sostienen que la expectativa “del cambio” y de obtener obra durante la administración de Mario López Valdez, se vino abajo. Poco a poco, los constructores se dieron cuenta de los privilegios otorgados a los empresarios —muchos de ellos nuevos en la industria de la construcción— del norte del estado, específicamente de Los Mochis, municipio de Ahome. Además, fue un muy reducido grupo el favorecido con la obra.

“Pocos, muy pocos, acapararon. Es más, no acapararon. Es más bien la voracidad. Así están actuando, con una voracidad que no se había visto en otros gobiernos, pues antes se preocupaban por repartir parte del total de las obras. Sí, ellos acaparaban, pero también repartían, había juego. Ahora no: todo, todo, todo es de ellos, los cercanos al gobernador y a esos empresarios y políticos”, dijo un empresario del ramo, cercano a la dirigencia de la CMIC en Culiacán.

La Cámara sumó 500 afiliados en 2012 y la caída fue mucho peor en este año, pues a diciembre la cifra de constructores agremiados pasó a 430, nivel muy cercano a los 370 socios que tuvo este organismo en el 2009 y que es de los peores de los últimos años del sector.

Todos jodidos

“A los constructores nos hace falta concientizarnos. A todos, no solo a la Cámara o a sus dirigentes. Somos muy apáticos, no hay unión y el gremio no es fuerte, y a la hora que quieren arrancan pa’l monte. Nos hace falta mucho en ese sentido”, señaló.

Fermín Peraza aseguró que unos 20 constructores que conoce están en la ruina, a punto de quebrar sus negocios o en una recesión que huele a cierre definitivo de sus establecimientos.

“Son unos 20 esos que están jodidos, de esos con los que tengo trato, que conozco. Pero la verdad deben ser más, muchos más”.

En su caso, tuvo que vender una motoconformadora, una máquina compactadora, tres vehículos, un camión de volteo y dos viviendas. La retroexcavadora y la pipa no las vendió porque están descompuestas y no hay dinero para repararlas.

La razón, aseguró, es que unas cuantas manos concentran la derrama económica que genera esta industria y como no se reparte, no se refleja en empleos, inversiones, ganancias, salarios ni nuevos negocios. Manifestó que el Gobierno debería preocuparse en el impacto social que tiene la falta de opciones en la industria de la construcción, porque si todo sigue concentrado en unas cuantas manos, no crecerán ingresos de la población ni habrá empleos ni derrama económica.

“Es una tragedia para mí, porque todo lo que gané de 1991 a 2010 prácticamente se fue a pique en tres años. Tuve que pedir un préstamo para habilitar un local como restaurante y a ver si logro salir adelante con esto, porque no está tan fácil”.

José Luis Sevilla, secretario estatal de Desarrollo Urbano y Obras Públicas, negó que haya acaparamiento de la obra en unas cuantas manos y dijo que es imposible darle trabajo a los cientos de constructores afiliados a la CMIC.

Cuestionado sobre la lista de empresarios que han recibido obra, como la de los parques temáticos en Culiacán, Mazatlán y Ahome, dijo que no va a entregar información “para que me echen chingazos”.

Sevilla fue insistente en asegurar que los constructores que tienen obra son los que trabajan bien y con calidad. Señaló que muchos en el gremio son huevones, no quieren trabajar o solo quieren criticar.

El diezmo

Funcionarios públicos estatales y municipales cobran una comisión de al menos un 10 por ciento a los constructores, aunque hay casos en los que el cobro alcanza un 15 por ciento. A cambio, los empresarios reciben contratos como resultado de licitaciones que son una faramalla: antes de participar, todos saben a quién se le dará la obra pero acceden a hacer propuestas, porque en otro concurso podrían ser los favorecidos.

“Esta corrupción es una de las causas para que uno diga, al final, mejor no trabajo. Y es que te abaratan la obra, todo está muy caro y encima te cobran esta comisión, que no es otra cosa que una mochada al funcionario… a eso hay que agregar los pagos a destiempo. O sea que te truenan por todos lados”, advirtió Peraza.

El empresario, añadió, se la pasa financiando obras nuevas con recursos de obras que todavía no terminan, y concluyen endeudados y con pagos que salen mucho después de que se venzan los plazos establecidos en el contrato.

Señaló que durante esta administración estatal y municipal y en el gobierno de Jesús Vizcarra Calderón como alcalde de Culiacán, se otorgaron contratos millonarios a un solo grupo empresarial, quienes subcontrataban a industriales pequeños y abarataban costos.

“Pero nos pegaban una recia a los constructores pequeños, a los de abajo, porque nos daban obra al costo y entonces tronábamos porque no había ganancias. Por eso muchos tronaron cuando Vizcarra era presidente municipal, dejaron de trabajar porque los precios estaban muy castigados. Yo hice tres o cuatro obras y ya luego mejor ni le entré”, recordó.

La disyuntiva, sostuvo, era mantenerse en el negocio pero con pérdidas, aunque a muchos les hubiera salido mejor rentar el equipo y dejar de participar en este esquema de construcción de obras directamente.

Con esa tendencia que mantienen muchos empresarios del sector y que los tiene en condiciones de ruina y quiebre financiero, muchos terminarán, aseguró, como arrendadores o peor.

“A este paso, vamos a terminar siendo arrendadores o destajistas… lo repito. Incluso, podemos pasar a ser obreros de la construcción”, manifestó.

 (RIODOCE/ diciembre 15, 2013)

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