El “gobierno del cambio” reparte la obra pública entre cuates y propicia la quiebra de constructoras
Para Fermín Peraza Nevárez todo empezó con este sexenio: de haber
realizado obras de entre 5 y 7 millones de pesos, pasó a nada. Por eso
vendió maquinaria y equipo y despidió al personal de planta que tenía la
empresa constructora Kalufe.
“Al paso que vamos, todos vamos a terminar siendo arrendadores,
destajistas y obreros de la construcción”, advirtió, con la amargura del
paso de saliva en su rostro.
Ahora, el empresario cambió de giro y en busca de su salvación
económica y la de su familia, abrió un restaurante de pescados y
mariscos, por la salida a Culiacancito, casi frente al acceso al
fraccionamiento La Conquista.
“Todo empezó mal desde este sexenio. Ya no andaban bien las cosas en
el gobierno de Jesús Aguilar Padilla. Pero en este las cosas han ido de
mal en peor: hay poca obra y la que hay se la reparte un grupo muy
pequeño cercano al Gobierno. Siempre hay preferencias y grupos
favorecidos, pero antes sobraba algo para repartir. Ahora ni eso”,
lamentó.
Los empresarios fuertes, que integran grupos económicamente
poderosos, son favorecidos por las autoridades municipales y estatales, y
los constructores pequeños quedan relegados.
—¿Y quiénes son estos empresarios privilegiados?
—Prefiero no dar nombres. Son los que hicieron compromisos de campaña
con el gobernador y otros tienen contactos o los beneficia el Gobierno
por intereses económicos.
Recordar es volver a sufrir
Fermín voltea hacia atrás, sin temor a convertirse en estatua de sal.
Recuerda que construyó uno de los parques industriales en el puerto de
Mazatlán, que su empresa Kalufe inició en 1991 y que ahora está en
receso obligado —eufemismo de extinción—, que edificó aulas escolares en
Culiacán y centros de salud en diferentes regiones de la entidad.
Veinte años, alrededor de cinco empleos de planta y cerca de 20
cuando estaban realizando una obra. De eso poco queda: acaso muros,
ruidos sordos de maquinaria, pisos que nadie ve, y aulas, consultorios,
bodegas que arropan una fría nostalgia de inactividad.
La CMIC, aval del Gobierno
La Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, aseguró, está
para fungir como aval de las autoridades en turno, en lugar de defender a
sus agremiados.
“Las dirigencias actual y anterior de la Cámara están definitivamente
para avalar las declaraciones del gobierno en turno y usaron palabras
para no molestar a las autoridades, para llevarse bien con ellas. Y
ellos obviamente están agarrando obra”, manifestó.
Datos de la CMIC indican que en el 2011, cuando había una expectativa
generada por el “gobierno del cambio”, alcanzó alrededor de 610
afiliados, luego de haber sumado 370 en el 2010. Los empresarios de este
sector saben de sobra que para acceder a licitaciones y concursos y
recibir contratos para obras gubernamentales, tienen que estar afiliados
a este organismo.
“En el 2011 iniciamos un nuevo periodo en la Gobierno del Estado y
con un partido diferente al que venía gobernando, quizás las esperanzas
eran muchas o tal vez, demasiados compromisos y expectativas en el área
de infraestructura, lo cierto es que en la Cámara el incremento fue de
casi el doble en afiliación y el mismo fenómeno se dio en las otras
delegaciones en el estado”, dijo un ex directivo del gremio.
Pero las cifras se vinieron abajo. Versiones del interior de la
Cámara sostienen que la expectativa “del cambio” y de obtener obra
durante la administración de Mario López Valdez, se vino abajo. Poco a
poco, los constructores se dieron cuenta de los privilegios otorgados a
los empresarios —muchos de ellos nuevos en la industria de la
construcción— del norte del estado, específicamente de Los Mochis,
municipio de Ahome. Además, fue un muy reducido grupo el favorecido con
la obra.
“Pocos, muy pocos, acapararon. Es más, no acapararon. Es más bien la
voracidad. Así están actuando, con una voracidad que no se había visto
en otros gobiernos, pues antes se preocupaban por repartir parte del
total de las obras. Sí, ellos acaparaban, pero también repartían, había
juego. Ahora no: todo, todo, todo es de ellos, los cercanos al
gobernador y a esos empresarios y políticos”, dijo un empresario del
ramo, cercano a la dirigencia de la CMIC en Culiacán.
La Cámara sumó 500 afiliados en 2012 y la caída fue mucho peor en
este año, pues a diciembre la cifra de constructores agremiados pasó a
430, nivel muy cercano a los 370 socios que tuvo este organismo en el
2009 y que es de los peores de los últimos años del sector.
Todos jodidos
“A los constructores nos hace falta concientizarnos. A todos, no solo
a la Cámara o a sus dirigentes. Somos muy apáticos, no hay unión y el
gremio no es fuerte, y a la hora que quieren arrancan pa’l monte. Nos
hace falta mucho en ese sentido”, señaló.
Fermín Peraza aseguró que unos 20 constructores que conoce están en
la ruina, a punto de quebrar sus negocios o en una recesión que huele a
cierre definitivo de sus establecimientos.
“Son unos 20 esos que están jodidos, de esos con los que tengo trato, que conozco. Pero la verdad deben ser más, muchos más”.
En su caso, tuvo que vender una motoconformadora, una máquina
compactadora, tres vehículos, un camión de volteo y dos viviendas. La
retroexcavadora y la pipa no las vendió porque están descompuestas y no
hay dinero para repararlas.
La razón, aseguró, es que unas cuantas manos concentran la derrama
económica que genera esta industria y como no se reparte, no se refleja
en empleos, inversiones, ganancias, salarios ni nuevos negocios.
Manifestó que el Gobierno debería preocuparse en el impacto social que
tiene la falta de opciones en la industria de la construcción, porque si
todo sigue concentrado en unas cuantas manos, no crecerán ingresos de
la población ni habrá empleos ni derrama económica.
“Es una tragedia para mí, porque todo lo que gané de 1991 a 2010
prácticamente se fue a pique en tres años. Tuve que pedir un préstamo
para habilitar un local como restaurante y a ver si logro salir adelante
con esto, porque no está tan fácil”.
José Luis Sevilla, secretario estatal de Desarrollo Urbano y Obras
Públicas, negó que haya acaparamiento de la obra en unas cuantas manos y
dijo que es imposible darle trabajo a los cientos de constructores
afiliados a la CMIC.
Cuestionado sobre la lista de empresarios que han recibido obra, como
la de los parques temáticos en Culiacán, Mazatlán y Ahome, dijo que no
va a entregar información “para que me echen chingazos”.
Sevilla fue insistente en asegurar que los constructores que tienen
obra son los que trabajan bien y con calidad. Señaló que muchos en el
gremio son huevones, no quieren trabajar o solo quieren criticar.
El diezmo
Funcionarios públicos estatales y municipales cobran una comisión de
al menos un 10 por ciento a los constructores, aunque hay casos en los
que el cobro alcanza un 15 por ciento. A cambio, los empresarios reciben
contratos como resultado de licitaciones que son una faramalla:
antes de participar, todos saben a quién se le dará la obra pero acceden
a hacer propuestas, porque en otro concurso podrían ser los
favorecidos.
“Esta corrupción es una de las causas para que uno diga, al final,
mejor no trabajo. Y es que te abaratan la obra, todo está muy caro y
encima te cobran esta comisión, que no es otra cosa que una mochada al
funcionario… a eso hay que agregar los pagos a destiempo. O sea que te
truenan por todos lados”, advirtió Peraza.
El empresario, añadió, se la pasa financiando obras nuevas con
recursos de obras que todavía no terminan, y concluyen endeudados y con
pagos que salen mucho después de que se venzan los plazos establecidos
en el contrato.
Señaló que durante esta administración estatal y municipal y en el
gobierno de Jesús Vizcarra Calderón como alcalde de Culiacán, se
otorgaron contratos millonarios a un solo grupo empresarial, quienes
subcontrataban a industriales pequeños y abarataban costos.
“Pero nos pegaban una recia a los constructores pequeños, a los de
abajo, porque nos daban obra al costo y entonces tronábamos porque no
había ganancias. Por eso muchos tronaron cuando Vizcarra era presidente
municipal, dejaron de trabajar porque los precios estaban muy
castigados. Yo hice tres o cuatro obras y ya luego mejor ni le entré”,
recordó.
La disyuntiva, sostuvo, era mantenerse en el negocio pero con
pérdidas, aunque a muchos les hubiera salido mejor rentar el equipo y
dejar de participar en este esquema de construcción de obras
directamente.
Con esa tendencia que mantienen muchos empresarios del sector y que
los tiene en condiciones de ruina y quiebre financiero, muchos
terminarán, aseguró, como arrendadores o peor.
“A este paso, vamos a terminar siendo arrendadores o destajistas… lo
repito. Incluso, podemos pasar a ser obreros de la construcción”,
manifestó.
(RIODOCE/ Javier Valdez/ diciembre 15, 2013)
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