Maestros de la sección 22 de la CNTE daban lecciones muy peculiares sobre cómo tomar por las armas una alcaldía; dotaban a los jóvenes de fusiles sin balas y a quien no participara en los teatros o no aprendiera cantos rebeldes lo castigaban bajo el sol
Oaxaca.- San Lucas Quiaviní es un poblado indígena de 2 mil habitantes,
ubicado en la región de los Valles Centrales, a 50 kilómetros de Oaxaca.
Aquí, los maestros de la sección 22 de la CNTE daban a los alumnos de
secundaria lecciones muy peculiares: les enseñaban… técnicas
guerrilleras.
Los dotaban de fusiles de utilería hechos de madera y
metal, o rifles de verdad sin balas, para que los jóvenes ensayaran en
un cerro, en el zócalo, algo que no viene en los libros: cómo tomar por
las armas un palacio municipal o cómo enfrentar al Ejército si ingresaba
a su pueblo.
Estos son diálogos breves y rápidos con algunos de
ellos, una docena de chavos que cursan la secundaria y que por momentos
ponían cara de miedo ante la cámara de MILENIO…
—¿Qué hacían con
esos rifles? —se les pregunta una vez que extrajeron los fusiles de
utilería guardados en un rincón de su plantel.
—Teatros… —responde uno, espigado, con mirada risueña.
—¿Qué tipo de actuación?
—Guerrilleros. Matábamos a unos que son nuestros enemigos… —responde otro, serio, morenito, bajito.
—¿A soldados?
—Sí.
—¿Y se rebelaban contra alguien?
—Sí.
—¿Contra los soldados?
—Sí.
—¿Era para que aprendieran a ser guerrilleros?
—La verdad no sé. Tal vez… —repone el más alto entre ellos.
—¿Y hacían como que disparaban?
—Sí, con cohetes… Agarrábamos pintura y cuando echaban los cohetes echaban la pintura...
—¿Como sangre?
—Sí, como sangre para que creyeran que era de verdad…
—¿Y a ustedes les gustaba hacerlo?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque
aquí venimos a aprender, no a hacer eso. La verdad venimos a estudiar,
no a hacer teatros… —dice el más serio entre todos.
—¿Nunca agarraron fusiles de verdad? —preguntó el corresponsal en Oaxaca, Óscar Rodríguez.
—Sí.
—¿Les daban a veces fusiles de verdad? —repreguntaba este reportero.
—Sí. Fingíamos que disparábamos.
—¿Pero no disparaban?
—No…
A
quienes no querían participar en los teatros y simulacros rebeldes los
castigaban. O peor, los expulsaban. Y esa sanción era extensiva para las
mujeres. Cuenta una de ellas, morena, de ojos enormes, rostro muy
bello…
—Sí, me expulsaron porque no quería hacer la obra de teatro…
—¿De qué eran las obras de teatro, de guerrillas?
–Sí, de esas.
—¿Qué tenías que hacer?
—Pegarle a mis compañeros.
—¿Y ellos disparaban?
—Sí, ellos disparaban y fue ahí donde me expulsaron porque no quería hacer la obra…
—¿Para qué les enseñaban a hacer esto, qué les explicaban, para que fueran guerrilleros o qué?
—Sí, para que seamos guerrilleros. Eso fue lo que nos dijeron…
—¿Les gustaba?
—No, la verdad no nos gustaba.
—¿Por qué?
—Porque… no nos gustaba.
—¿Por la violencia?
—Por la violencia…
Los
padres de familia no estaban de acuerdo con estos ejercicios que les
imponían a sus hijos. La presidenta de la Asociación de Padres de
Familia, Rosaria Martínez, también dialoga…
—¿Qué les enseñaban a hacer?
—El
maestro les decía que si venía alguien a intervenir el pueblo, lo iban a
enfrentar con armas, con violencia. Quería tomar el Palacio, quería
gobernarlo…
—¿Era como si estuvieran entrenando para guerrilleros?
—Guerrilleros, ajá…
—¿Y no estaban de acuerdo?
—No estábamos de acuerdo…
El
himno nacional fue proscrito en la telesecundaria de Quiaviní. En su
lugar, los jóvenes tenían que aprenderse cantos rebeldes. Quien no se
los aprendía era castigado horas bajo el sol cargando un pupitre en la
cabeza. Una jovencita chaparrita, tímida, quien habla con un español que
no oculta su acento zapoteco, narra rodeada de otras compañeras…
—Uno
de mis compañeros lo cantó, no lo aprendió, y agarró una silla de esas
(señala pupitres de madera) y la puso en la cabeza en el sol y ahí
estábamos en el sol. Y nos dijo (el maestro) que lo tenía en la cabeza
para que así se aprendiera el himno.
—¿Así tenían que estar (castigados)?
—Sí.
Hasta que lo aprendía… —dice un chavo que muestra cómo tenía que cargar
la silla en la cabeza con los brazos extendidos hacia arriba.
Los
tutores se hartaron y desde hace dos meses echaron a los maestros. Aquí
dan clases profesores de la sección 59. Y ante la amenaza de la CNTE de
retomar las escuelas por la fuerza, los pobladores advierten que no lo
permitirán, cueste lo que cueste. Incluso, sus vidas…
—Que no
lleguen aquí con violencia, porque aquí no somos gente violenta; pero si
nos vienen a agredir, el pueblo también se va a levantar, no se va a
dejar. Yo le digo que yo me quedo con la 59 aunque me maten a piedrazos o a balazos, o como sea —concluye Rosaria.
Las muy peculiares materias y castigos que impartía la sección 22 en San Lucas Quiaviní…
(MILENIO/ 16 de Diciembre 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario