martes, 29 de enero de 2013

PRIMERO LA BOTA, LUEGO LA AYUDA



Malova llega a un pueblo que la Policía reprimió

Luis Fernando Nájera
Campo Pesquero El Colorado.- El gobernador Mario López Valdez trasladó su circo y sus funcionarios élites a este campo pesquero, para tratar de ganar aceptación y legitimar su poder de aplastar la inconformidad social, repartiendo migajas del presupuesto, pero no justicia.

El alcalde de Ahome, Zenén Aarón Xóchihua Enciso, fue parafernalia y comparsa en el evento en donde se regalaron promesas al por mayor, pero cuya obra quedó destartalada justo antes de concluir la perorata.

Delatado por su propia lengua, la conciencia terminó por develar lo que él había ocultado, deliberadamente: la reconstrucción de la Escuela Primaria Matutina Melchor Ocampo y Guillermo Prieto Vespertina, dentro del Programa Cámbiame la Escuela, se había tomado 42 días antes, justo cuando el mismo Gobierno había acordado aplastar con la maquinaria bélica oficial la protesta y movilización pesquera para exigir la devolución con vida de su líder laboral, Victorino Solís Luna, reprobando la pasividad del Estado y reprobando a las corporaciones policiacas, a quienes consideran, desde entonces, parte de escuadrones de la muerte.

Si Pitágoras no mentía, la fecha manifestada por el gobernador fue el 13 de diciembre del 2012, que resulta ser el mismo día en que un pelotón de soldados y decenas de ministeriales reforzados por agentes municipales a bordo de patrullas blindadas y artilladas prácticamente sitiaron la comunidad para atrapar a un puñado de narcomenudistas, cuando en realidad era la respuesta oficial al repudio social que los pescadores manifestaron el uno de diciembre de ese año a los gobiernos estatal y municipal por la desaparición de su líder pesquero y laboral, Victorino Solís Luna, en un operativo policial encabezado por el director interino, Jesús Carrazco Ruiz.

De 29 años de edad, Solís Luna había sido privado de la libertad el 23 de noviembre del 2012 y un día después, el 24 de noviembre, su cadáver localizado en el panteón de El Colexio, Choix, con disparos y semiquemado.

Exactamente dos meses después del asesinato, del que los deudos y pescadores culpan a la policía de Mario López Valdez y de Zenén Aarón Xóchihua Enciso, y tras 42 días de represión, estos llegan ante la comunidad agraviada y extienden sus manos, en señal de conquista por la fuerza y con el presupuesto, de la voluntad social. Pero que por respuesta recibieron el silencio, la espalda, el puño cerrado con el dedo medio extendido de la diestra de centenares de pescadores que optaron por no presenciar la nueva afrenta oficial.

López Valdez, habría llegado al campo pesquero en un camión de pasajeros, acompañado de funcionarios, empresarios incondicionales y reporteros. Antes, el campo, de no más de siete mil habitantes, había sido asegurado por la Policía. Un triple anillo de seguridad protegía al gobernador, desde el aire y por tierra.

En las entrañas, en pleno ombligo de la comunidad, una romería de estudiantes, acarreados los adolescentes y jóvenes, y los niños forzados a asistir, llena la cancha. Los discursos salen de los alfiles oficiales: Reyna Guadalupe Valdez Castro, galardonada por oradora, Francisco Frías Castro, secretario de Educación, y el alcalde. Retóricos, y entre alabanzas, predican que el gobernador es el Mesías, y que ellos, los elegidos, los iluminados, no se equivocan.

La romería gana terreno, pues pocos saben para qué, porqué están ahí, y no comprenden lo que los tipos en el micrófono hablan. Para la mayoría de los asistentes, el día sin clases por la visita de Malova es lo mejor.

Ante la gritería infantil, le dejan la cancha lista a López Valdez, que se arranca con su refrita estrategia de contar su historia política, su inicio pobre. Le agrega el cariño que dice sentir por la gente, y el orgullo que le provocan. Habla, habla y habla. Se lanza lisonjas, vanaglorias, vivas, aleluyas, glorias, a sus programas de becas, aulas, uniformes, inglés que los pescadores pueden utilizar para vender jaibas y ceviche a los gringos que visiten el campo, cuando aquí el turismo es un alíen; su gobierno, el mejor; el presupuesto, el mayor de la historia; la obra humana, lo excepcional, pero nada de justicia, de aclarar el crimen en el que se involucra a la Policía y a los jefes que él mismo defiende.

Observa que los asistentes ya están cansados, y aprovecha el sopor para hablar lo medular: la inseguridad. Inicia con su inconformidad en contra de los haraganes y puchadores y desgobernados, al envenenamiento de niños, al asesinato de jóvenes y al robo de patrimonios, y ofrece: juntarnos para restablecer el orden y aplicar la ley, pero también los reprende: pónganse del lado de los buenos, no de los malos; coquetea con plazas para dos mil policías con sueldo mínimo semanal de tres mil 500 pesos. Por respuesta obtiene silencio.

Recuerda que aquí se vivió un periodo negro, que debe darle vuelta a la página; les echa en cara que ellos saben lo que pasa en El Colorado, y les pide no callar por miedo, por temor. Las miradas del juicio de reproche le son adversas.

Su discurso no prende, ni enciende al auditorio, y cambia la estrategia. Recurre a la promesa. Ofrece reconstruir la subestación eléctrica, obliga al alcalde a comprometer la cerca perimetral, y a 14 asistentes a regalar aires acondicionados para refrigerar la catorcena de aulas, computadoras. Promete bardear el estadio y ponerle pasto, entonces recibe aplausos. Satisfecho, se va.

Abajo, en la orilla, los pescadores no se sienten tocados ni aludidos por la visita del gobernador. Para ellos, lo ocurrido es mediocre, falso, ruin, pues quieren una sola cosa: castigo para los asesinos de Victorino Solís Luna, por cuya muerte se puso en predicamento la pujanza de un sector que estaba creciendo sin un solo peso aportado por el gobierno de Malova, sino por apoyo de programas federales.

Para ellos, los pescadores agraviados, el Gobierno miente en el caso que los indignó, que los airó, porque ahora quiere desacreditar al muerto.

“No era lo que dicen, quieren hacerlo malo, pero para nosotros no es así. Que sigan con sus mentiras, este pinche Gobierno”, dice un pescador que sabe que si es fotografiado o identificado, la Policía llegará por él, tarde o temprano, o cuando menos, le fabricarán delitos de narcomenudeo, que para eso son especialistas portando una capucha negra.

Juan de Dios Armenta, tesorero del Comisariado Ejidal de El Colorado, afirma que con o sin la visita del gobernador, Mario López Valdez, aquí se respira lo mismo: miedo e incredulidad.

(RIODOCE.COM.MX/ Luis Fernando Nájera   /Martes 29 de enero de 2013)

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