martes, 29 de enero de 2013

JÓVENES SECUESTRADORES EN TIJUANA,BAJA CALIFORNIA



—“¿Quieres ganarte una feria fácil?”, preguntó Brandon Sánchez.

“¿Haciendo qué?”, replicó el de nombre Cristian Santos.

La oferta era ser su cómplice en el secuestro de un joven de 16 años. Se lo propuso a principios de enero, un día en que ambos atendían un puesto de venta de zapatos tenis en un swap meet de Tijuana.

Brandon aseguró conocer a la víctima, era su amigo y vivía cerca de su casa. Dijo que su familia tenía mucho dinero, ya que siempre lo veía “manguereando” a bordo de un pick-up muy bonito, de modelo reciente.

No era la primera vez que Brandon, de 18 años de edad, le había ofrecido participar en el secuestro a su amigo, ya se lo había propuesto semanas antes. Cristian le aconsejó que “mejor se dejara de cosas y se pusiera a trabajar honestamente”. Pero la tentación fue muy grande y accedió.

“Me encontraba muy necesitado de dinero, tenía la intención de apoyar económicamente a mi familia y para continuar con mis estudios de nivel profesional”, justificó el joven de 19 años.

Ambos se reunieron el martes 15 de enero en casa de Brandon para planear el secuestro. Fue entonces cuando le reveló el nombre de la víctima, un muchacho de 16 años de edad que vive cerca de su casa. 

Para raptarlo con mayor facilidad, lo engañaría ofreciéndole salir a “fumar unos pipazos” de marihuana, lo citarían en el estacionamiento de un bar en la delegación La Mesa y lo amenazarían con una pistola de municiones que comprarían por 900 pesos en un mercado sobre ruedas cercano a su vivienda.

La idea era mantenerlo cautivo en una casa de la colonia Maclovio Rojas, propiedad de una tía de Cristian, que la había abandonado desde que decidieron regresarse a su lugar de origen. Como estaba casi vacía y vandalizada, antes del secuestro acudieron a tapar las ventanas con pedazos de madera.

A cambio de su libertad y de no hacerle daño, pedirían 150 mil dólares de rescate. “¿Tanto dinero?”, cuestionó Cristian. “Su familia tiene para pagar eso y más”, respondió Brandon.

Llegó el día esperado, jueves 17 de enero. Eran las 20:00 horas cuando la víctima llegó al punto de reunión a bordo del pick-up que tanto le envidiaban. Bajó del vehículo y, confiado, se acercó a los jóvenes, en ese momento Brandon sacó de su cintura el arma y con la mano derecha le apuntó a la cara, ordenándole que se hincara.

“No mames, Brandon ¿podemos hablar?”, le imploró la víctima, pero a cambio recibió un puñetazo en la cara. En esos momentos Cristian tomó un rollo de cinta adhesiva y ató sus muñecas. 

Entre ambos lo subieron a su auto y se dirigieron a la improvisada casa de seguridad. En el trayecto lo amordazaron, cubrieron sus ojos y oídos para que no viera a donde lo llevaban, ni escuchara sus conversaciones.

Una vez en su escondite, Cristian condujo el auto de la víctima a un sitio lejano para evitar ser descubiertos. Brandon cuidó del secuestrado toda la noche, su cómplice fue a casa de sus padres para que no sospecharan lo que estaban haciendo. Cuando regresó al otro día con agua y comida, se dio cuenta que estaba golpeado y tenía quemaduras de cigarro en el rostro. Le dieron de comer, pero no tenía hambre.

A casi un día de la privación de la libertad del menor, los inexpertos secuestradores aún no habían contactado a la familia para pedir el rescate. 

Pasaron las horas sin contratiempos hasta que la madrugada del sábado 19 de enero, Brandon sugirió amputarle un dedo al menor para mandarlo a su familia como muestra de que estaban decididos en hacerle daño si no pagaban 150 mil dólares.

Aproximadamente a las 3:00 horas, sujetaron a la víctima, le ataron las manos y colocaron una muñeca de trapo en su boca para que no se escucharan sus gritos. 

El sangrado fue tan abundante que intentaron detenerlo con un torniquete hechizo y “cauterizar”  la herida con fuego. Pero no sanó, así que Brandon lo llevó con un doctor cercano y no pudo hacer mucho por él; llamaron a una ambulancia, la cual llegó acompañada de una patrulla de la Policía Municipal.
 
Brandon fue detenido y confesó la participación de Cristian. Al poco tiempo la Policía llegó a su casa, cuando éste se preparaba el desayuno. Su corta e infructífera carrera delictiva había llegado a su fin.

(SEMANARIO ZETA/ enero 28, 2013 by ZETA Investigaciones)

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