EN LOS CABOS DESCUBREN LOS
RESTOS DEL
MISIONERO NICOLAS TAMARAL
Uno de los hallazgos
antropológicos más importantes
Encuentran también el sitio
original de la misión de San José del Cabo Añuití
Por Cuauhtémoc Morgan
Una visita poco común recibió el obispo de La Paz, Miguel Ángel Alba Díaz, en
agosto de 2007. En sus oficinas lo aguardaba una persona que buscaba
entrevistarse con él.
Amable, como siempre ha sido, el obispo cuestiona a este personaje, quien es
devoto católico, sobre el motivo de su visita.
─Padre, hemos descubierto los restos del misionero Nicolás Tamaral, están
sepultados en San José Viejo junto con sus objetos personales.
El obispo guardó silencio ante tan sorpresiva aseveración y puso atención a
su interlocutor, quien narró paso a paso la forma en que ha sido descubierto el
sitio original de la misión de San José del Cabo Añuití tan llena de historia.
Además en dos excavaciones, fueron hallados los efectos personales del sacerdote
jesuita asesinado el 3 de octubre de 1734 en una rebelión de la tribu pericú,
suceso que causó en esa época un gran impacto por la importancia de la obra de
evangelizadora que emprendió la iglesia católica en la antigua California.
Luego de evaluar por varios minutos la trascendencia de este hallazgo, el
obispo solicitó al visitante guardar respeto y discreción por el sagrado lugar y
esperar un mejor momento para ahondar en las investigaciones, dada la
importancia antropológica e histórica que implica este hallazgo fortuito.
PROTOMÁRTIRES DEL
CRISTINISMO
La difícil obra evangelizadora iniciada en las Californias a partir del
arribo de los misioneros jesuitas a Loreto en 1697, estuvo plagada de
sufrimientos de todo tipo, debido a las carencias y a la gran dificultad que
significó cambiar el estilo de vida de los habitantes originales de esta
desértica región.
La difusión del cristianismo y la conversión de los nativos, fue realizada
por decenas de misioneros que fundaron poblaciones y rancherías a lo largo de la
península y que fueron los primeros asentamientos humanos permanentes.
Dos de
estos valerosos misioneros fueron Lorenzo Carranco, originario de Cholula,
Puebla y Nicolás Tamaral, europeo sevillano.
El primero se estableció en la
misión de Santiago y el segundo, fundó la misión de San José del Cabo Añuití en
1730, cuyo sitio original estuvo en lo que hoy conocemos como el poblado La
Playa.
Cambiar el modo de vida de los Californios, fue una labor difícil de realizar
para los sacerdotes católicos. Y es que los nativos eran nómadas, y polígamos.
Por eso fue muy complicados asentarlos en los sitios misionales y hacerles
entender que debían matrimoniarse con una sola mujer. Además ellos amaban su
libertad y solo estaban acostumbrados a trabajar en épocas determinadas.
La influencia de los misioneros sobre las tribus, provocó el celo de los
“guamas” o cabecillas de los grupos Californios, quienes fomentaron la
animadversión de sus congéneres hacia los extranjeros que los hacían cambiar su
modo de vida.
De hecho, el misionero jesuita Juan Jacobo Baegert en su libro “Noticias de
la Península Americana de California”, describe al pueblo Pericú como “sumamente
altanero, inquieto e inaguantable”. En ese marco ocurre una rebelión, un
levantamiento diferente a los que antes se habían enfrentado los sacerdotes.
En el sur del estado en 1734 los indios pericúes Boton y Chicori, alborotaban
al pueblo secreta y sigilosamente. El objetivo de esta conspiración, según
describe Baegert era: “matar a los misioneros, destruir todo rasgo o indicio de
la religión cristiana que apenas hace unos diez años la habían abrazado y volver
a vivir como antes, sin temor ni oposición, en plena libertad”.
Así las cosas, un grupo importante de indígenas se reúnen el 2 de octubre de
1734 y se trasladan a la misión de Santiago donde asesinan a flechazos, pedradas
y garrotazos al sacerdote jesuita Lorenzo Carranco.
Fue este un asesinato cruel,
realizado con mucho odio y rencor a tal grado que un niño californio que ayudaba
al padre en la misión lloraba en el lugar de los hechos, pero fue tomado de sus
pies y estrellado contra las paredes la misión hasta causarle la muerte.
Un día después el grupo de pericúes se trasladó a la misión de San José del
Cabo Añuití, donde acaba de oficiar la santa misa el padre Nicolás Tamaral.
El
sacerdote ya se encontraba en la casa de descanso a un costado de la misión
hasta donde entran los rebelados, lo derriban y lo arrastran hacia afuera.
Ahí
el misionero fue atacado con flechas y ya moribundo uno de los alzados lo
apuñala “con un cuchillo largo”, según describe Baegert. Junto con Nicolás
Tamaral fue destruida también la misión de San José del Cabo Añuití que quedó en
el abandono.
De eso forma, Lorenzo Carranco y Nicolás Tamaral se convierten en los
protomártires del cristianismo en Las Californias y son un triste recuerdo en la
difícil evangelización de esta tierra.
EL DESCUBRIMIENTO
Tuvieron que transcurrir 220 años para que los restos de esta misión fueran
descubiertos. Los actuales moradores del lugar solicitaron al reportero mantener
en secreto el sitio de la misión, así como las identidades de quienes se han
involucrado en los hallazgos, “hasta que la iglesia católica determine lo
conducente”.
Es en la población de San José Viejo donde se hizo este hallazgo a mediados
de los años 50 del siglo pasado. Al buscar sitios para extraer agua con
tecnología rudimentaria, los miembros de una familia realizaron varias
excavaciones en su propiedad. En una de estas excavaciones fue encontrada la
campana de la misión de San José. En otra de las excavaciones, fueron hallados
los restos del padre Nicolás Tamaral, su sotana y otros efectos personales y
objetos propios de la iglesia. El patriarca de la familia ordenó que todo esto
se enterrara de nuevo, que ya no se siguiera excavando más en la zona “porque yo
no deseo tener problemas con cosas de la iglesia”.
Su orden determinante fue obedecida y las cosas encontradas fueron colocadas
de nuevo en su lugar, sin embargo los dos sitios fueron señalados con
marcas.
Este reportero tuvo oportunidad de ir al sitio de la misión. “Aquí han venido
investigadores de otros países y nos preguntan sobre la misión, nosotros pues
les damos la poca información que tenemos porque no sabemos mucho de eso”, dice
una de las residentes que señala los cimientos de la iglesia sobre los cuales
ahora ha construido su vivienda.
Se trata de las bases de la nave principal sobre la que estaba asentada la
misión. En estos cimientos se pueden apreciar las ruinas sobre lo que fue una
construcción adyacente a la nave principal, que bien puede ser el sitio de
descanso del sacerdote. Me piden no tomar fotografías del lugar. Parte de la
vivienda se encuentra sobre estos restos arqueológicos.
En el fondo se pueden apreciar los dos sitios que fueron marcados y en los
que “nadie ha querido intervenir, las ordenes de mi abuelo fueron que las cosas
permanecieran tal cual y hasta el momento nadie ha movido nada, todo ha sido
secreto”.
Hoy, solo se espera la determinación del actual jerarca de la iglesia en
Baja California Sur para dar a conocer uno de los descubrimientos antropológicos
más importantes en los últimos años, y que pueden revelar más datos sobre la
obra de los misioneros y su convivencia con los nativos pericúes.
La muerte del misionero Nicolás Tamaral fue determinante en la evangelización
de las Californias. Es un triste recuerdo para la iglesia católica que lo
rememora de manera permanente con los mosaicos del frontispicio de la misión de
San José del Cabo, donde está plasmada la muerte del sacerdote.
La misión de San José del Cabo
Sitio original de la misión, alrededor de 1730. Dibujo del padre Tirsh.
Daños del ciclón en 1918. Misión de San José del Cabo.
Foto de la misión tomada en abril de 1957
Parque frente a la iglesia. Abril de 1957.
La misión de San José del Cabo en la actualidad. En su frontispicio, mosaicos representando la tragedia del Padre Tamaral.
La Misión de San José del Cabo, fue establecida por el Padre Nicolás Tamaral, en el mes de abril de 1730 después de haber consagrado a Dios las primicias de la misión en el bautismo de un crecido número de párvulos, celebrado el sábado de gloria del mismo año, después de haber aislado a muchos adultos entre catecúmenos, se puso a buscar un lugar más apropiado para la misión, porque aquel en que se había establecido al principio era muy caliente, muy abundante en moscos y otros insectos perniciosos, y debía ser también malsano por hallarse encerrado entre dos montes.
Hallado el lugar a dos leguas de mar, traslado la misión, edificó la iglesia y casa, consagro en dos poblaciones diversas tribus de salvajes sacadas de los bosques, y se dedicó con tanto celo a su conversión e instrucción, que en el primer año bautizó entre párvulos y adultos 1036, lo cual es tanto más admirable cuanto menos dispuesto estaban aquellos salvajes a abrazar el cristianismo.
“Es, dice, sumamente difícil reducirlos a que dejen el gran número de mujeres que tienen, porque entre ellos es muy numeroso el sexo femenino. Basta decir que los hombres más ordinarios tienen cuando menos dos o tres mujeres.
Este es el obstáculo más invencible tanto para los hombres como para las mujeres, para estas porque se ven repudiadas por sus maridos, no hallando quien las quiera, y para ellos, porque cuanto mayor es el número de sus mujeres, están mejor servidos y cada una procura llevar al marido lo mejor que encuentra para ganarle el afecto con preferencia a las otras. Es pues un milagro de la divina gracia conseguir que estos hombres perezosos y acostumbrados a una vida bestial, se resuelvan a contentarse con una sola mujer, a buscar los alimentos para sí mismos y para sus hijos y a tener una vida racional”.
La misión fue atacada en numerosas veces por los pericúes, quienes en cierta ocasión muy dolorosa mataron al Padre Tamaral en el año de 1734.
Y la misión fue abandonada en un lugar que se encontraba aproximadamente a 50 kilómetros al sur de la que corresponde a Santiago, cambiándose posteriormente a donde hoy se conoce como San José del Cabo. Del sitio cambiado, no existe ningún indicio físico en que poder basarnos y hacer una descripción.
De acuerdo al inventario de la misión que se levantó el 25 de junio de 1773 dice lo siguiente;
“Tiene esta misión, una iglesia de jacal, muy reducida y ruinosa; su adorno es un altar con un sagrario dorado muy viejo, una imagen de San José, de talla quebrada, con su Niño Jesús, ambos con la aureola de plata; la vara del santo es de latón y la flor de plata. La casa de los padres misioneros es de adobe y barro, con techo de jacal; tiene una salita y cuarto, bastante reducidos.
De esta misión original hoy no queda nada, solo dibujos de su existencia en aquellos años según el padre Ignacio Tirsch.
Información del gobierno del estado de Baja California Sur.
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