Ildefonso Cipriano Green Ceseña
Cuauhtémoc
Morgan
Pocos personajes
han tenido una influencia determinante en la historia de Los Cabos, como
Ildefonso Cipriano Green Ceseña, a quien con categoría de héroe conocemos por su
méritos en la afrenta al invasor norteamericano William Walker en octubre de
1853. También en la defensa de la Constitución de 1857 en territorio
sudcaliforniano, al lado de Manuel Márquez de León, Mauricio Castro y Pablo
Gastelum.
Asimismo por su
participación en junio de 1866 en la expulsión de Pedro M. Navarrete, gobernador
que cometió varios abusos contra la población.
Muy
mentado fue además el lance en que le quitó la vida a Ramón Valdés en San José
del Cabo en octubre de 1875 en un duelo a tiros. Valdés había sembrado el terror
en el sur de la entidad con plagios y extorsiones y sólo Ildefonso Green pudo
poner punto final a esa era de incertidumbre.
Y todavía en 1915,
a los 85 años de edad, tuvo fuerzas para pelear a favor de los
constitucionalistas expulsando a los villistas al territorio norte.
Fueron
muchos los acontecimientos que influenciaron a Green en su niñez y juventud,
donde forjó su carácter y arrojada valentía al observar y sentir en carne propia
la injusticia.
Hoy
sabemos que fue una figura notable la que sembró en el joven Ildefonso Cipriano
Green Ceseña el ideal de defender a los oprimidos y a los débiles. Este
personaje fue Joaquín Murrieta, conocido también como “El Zorro” o “El
Patrio”.
Existe
en el archivo histórico “Pablo L. Martínez” un documento único que desentraña
aspectos pocos conocidos del notable héroe cabeño Ildefonso Cipriano Green
Ceseña. Se trata de una biografía escrita de puño y letra por su hijo mayor
Otilio Green Álvarez quien logró obtener los valiosos testimonios de su padre en
el ocaso de su existencia.
Ildefonso Cipriano Green Ceseña nació en Cabo San Lucas el 23 de
enero de 1830. Hijo de un migrante sueco y madre nativa de San José del
Cabo.
El
destino hizo que desde muy pequeño, Green enfrentara situaciones de peligro de
las que salió airoso. A temprana edad
quedó huérfano de su padre y en 1835 cursaba su primaria en San José Viejo
cuando repentinamente ocurre un fuerte sismo. Los
niños corrieron pero el pequeño Ildefonso en esa atmósfera de caos observa a la
distancia cómo un enorme peñasco se desprendía del picacho de la Sierra de San
Lázaro. Nunca imaginaría
que a través de esa sierra emprendería 20 años después la ruta a sus memorables
batallas.
Para
1844 Ildefonso Green emigra con su familia a la ciudad de San José en la Alta
California, cerca del puerto de San Francisco. Su madre María de Jesús Ceseña
Ojeda había contraído segundas nupcias con Salvador Castro. Ahí le tocó conocer
el ambiente anti mexicano que comenzaba a gestarse pues ya el gobierno
norteamericano planeaba desde la oscuridad su embestida contra nuestro país en
la que le arrebató más de la mitad de su territorio.
Para
1847 en plena guerra México – Estados Unidos, un amigo de la familia y oficial
de la marina norteamericana invita al joven Ildefonso Green a seguir estudiando
y preparándose en la ciudad de Nueva York, invitación que fue aceptada de manera
gustosa.
Se embarcan en San
Francisco en esta travesía de seis meses para rodear América por Cabo de Hornos.
Después de varios días de navegación arriban a Los Cabos y hacen una parada en
Puerto Palmilla donde Green, de apenas 17 años de edad pide permiso para
desembarcar, pues en la travesía se enteró de que el ejército norteamericano
había tomado la península.
Impresionado por los acontecimientos, baja de la embarcación para
conocer el estado en que se encontraban sus familiares. En el panteón de San
José del Cabo observa las tumbas de los combatientes que recién habían caído
enfrentando a los extranjeros. Discretamente aborda de nuevo la nave.
Al
arribar a Mazatlán, Ildefonso fue testigo de cómo desembarcaron a oficiales
norteamericanos heridos por las milicias cabeñas. Guardó para sí un
sentimiento de orgullo, pues fue en el sur de la península donde se presentaron
los combates más sangrientos en la defensa de nuestro territorio durante todo el
conflicto, epopeya encabezada por el teniente Manuel Mijares.
Continuó
la travesía rumbo a Chile y en este periplo el joven Green tuvo contacto con
otras culturas al tocar varios puertos como Buenos Aires, Rio de Janeiro, Panamá
y Cuba. Sin embargo en su paso por Florida, la nave fue sorprendida por fuertes
vientos huracanados. Tal vez por su juventud y osadía, el cabeño fue el único
que se atrevió a subir al mástil mayor para destrabar el averiado sistema de
poleas y arriar las velas. Green estuvo a punto de caer al mar, pues el
embravecido mar azotaba la embarcación. Ese pudo haber sido su final, si es que
no se aferra con fuerzas a uno de los cables de donde la tripulación,
seguramente sorprendida por su valentía, lo rescata sano y salvo.
Su contacto con
“El Zorro”
Ya instalado en
Nueva York, Ildefonso Green estudia el College hasta 1849 donde aprende a hablar
y escribir de manera fluida el idioma inglés. Retorna con su familia al recién
fundado estado de California, que ahora bajo la administración yanqui vivía la
llamada “fiebre del oro” y recibía a miles de inmigrantes del Este.
Por ser
bilingüe, no le costó conseguir pronto trabajo como empleado de un almacén
propiedad de norteamericanos. Ahí fue testigo de cómo cientos de aventureros
llegaban a cambiar pepitas de oro por mercancía diversa y alimentos.
También
fue testigo de las humillaciones que recibían de los anglosajones las familias
mexicanas que eran asesinadas y despojadas de sus tierras ante la pasividad de
las autoridades yanquis que ignoraron las obligaciones del tratado Guadalupe –
Hidalgo.
Para revertir estas
agresiones, grupos de mexicanos hicieron guerrillas en la clandestinidad contra
los norteamericanos. El más destacado de ellos fue Joaquín Murrieta, conocido
también como “El Zorro” o “El Patrio”.
Por su
trabajo, Ildefonso Green tuvo contacto con muchas personas. Es por eso que
establece relación con Salomón Pico (hijo del último gobernador mexicano de
California, Pio Pico). También conoció al temido alemán Jack “Three Finger” y
alguien a quien le tuvo mucho afecto, su tocayo Cipriano Castro, un
sudcaliforniano originario de Agua Caliente, cerca de Santiago. Ellos eran
integrantes de la gavilla del afamado y temido Joaquín Murrieta “El Zorro”, que
enfocó sus ataques a las propiedades de anglosajones norteamericanos a los que
consideraban “invasores”, pues desplazaron y asesinaron en forma abusiva a
familias mexicanas de muchas localidades.
A
Joaquín Murrieta se le conoció como “El Patrio”, pues su guerrilla reivindicaba
las vejaciones y atropellos contra indefensos mexicanos. Otilio Green afirma
en esta poco conocida biografía que su padre trató personalmente con estos
personajes.
Fue a través de
Cipriano Castro como Ildefonso Green se enteraba de las correrías en esta
guerrilla, así como de sus desventuras, hasta que fueron asesinados en julio de
1853 por un cuerpo armado conocido como los Rangers.
Una vez
que acabaron con Joaquín Murrieta, su cabeza fue exhibida en varias poblaciones
y los integrantes de su guerrilla se dispersaron.
Este personaje, que
fue conocido también como “El Robin Hood de El Dorado” y el entorno en que se
desarrollaron los acontecimientos en el naciente estado de California sin duda,
ejercieron una gran influencia en Ildefonso Green Ceseña.
Nace la leyenda
del Zorro
El cabeño y su
familia regresaron a su tierra natal alternando su residencia en Cabo San Lucas
y el rancho de Santa Gertrudis, en San José del Cabo.
Y es con la
incursión del aventurero norteamericano William Walker quien pretendió tomar
Baja California y declararla nueva república en octubre de 1853, cuando nuestro
héroe cabeño Ildefonso Green Ceseña se estrena como justiciero.
A partir de
entonces enfrentó con arrojo y valentía a los transgresores y alteradores del
orden. Así continuó a lo largo de su vida lo que le dio gran prestigio
histórico, como lo fue la conformación del ejército conocido como “Los rifleros
de Cabo San Lucas”, su apoyo al Plan de Ayutla y un sinfín de batallas. Así nace
la verdadera Leyenda del Zorro, nuestro zorro cabeño.
Nota: Basado en el ensayo de apuntes históricos de G. Kennedy
Morgan.
una de las mejores semblanzas que he leído, y no sólo por ser quizá o no pariente, estas son las historias que deben de ser publicadas para que todos los mexiquenses, aprendamos un poco de lo que vivieron nuestros antepasados. excelente saludos
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