martes, 25 de octubre de 2011

RAZONES

Jorge Fernández Menéndez.

La realidad es terca y las frases vacías de los dirigentes partidarios que han tratado de explicar el fracaso de la elección interna del PRD no pueden ocultar el evidente deterioro de ese partido.

Mientras los dirigentes se acusan mutuamente y al mismo tiempo responsabilizan, no a sus propias tribus, crudamente enfrentadas entre sí, de la anulación de los comicios internos, sino al Tribunal Electoral por haberlos obligado a realizar una elección que estaban obligados a convocar por sus estatutos, la percepción afuera es que la ruptura interna es prácticamente inevitable.

 Y, mientras tanto, los electores se alejan cada vez más de un partido que no puede garantizar ni siquiera su propia gobernabilidad. En Michoacán, salvo que ocurra algo muy extraño, el candidato perredista, Silvano Aureoles, está cada vez más fuera de la competencia del próximo 13 de noviembre.

En el Distrito Federal, la encuesta publicada ayer por Reforma confirma lo que ya comenzaban a mostrar otros estudios: que la priista Beatriz Paredes ya superó a cualquier candidato que le ponga el PRD (el mejor posicionado por ese partido, según ese estudio, sería el procurador Miguel Mancera) y si no hay acuerdos internos en el perredismo (que en ningún lugar está tan dividido como en la capital del país), la tendencia seguirá agudizándose, entre otras razones porque Beatriz está decidida a ir sumando para su causa a muchos hombres y mujeres que provengan de la izquierda.

En el ámbito nacional, la situación es similar, la encuesta publicada ayer por Ulises Beltrán y Asociados para Excélsior, no sólo muestra que el PRI sigue oscilando en 50% de los votos con Enrique Peña como candidato, sino que el PRD no levanta de su promedio histórico de 16% y que, para colmo, las preferencias entre López Obrador y Ebrard son prácticamente las mismas (salvo entre quienes se identifican como militantes del PRD, que prefieren al tabasqueño).

Un viejo dicho de la izquierda decía que "somos pocos, pero sectarios". Y ello parece repetirse cada vez más: el caudal del perredismo disminuye cotidianamente y eso, en lugar de llevarlos a la reflexión y a tratar de ampliar horizontes, convierte a sus tribus y corrientes en cada vez más excluyentes, buscando ocupar los espacios, cada vez menores, que quedan en el partido y en las posiciones legislativas.

Si llegara a cuajar la reforma (que ya no se podría aplicar a esta elección) de reducir el número de plurinominales, la representación del PRD (y del PT y Convergencia, ahora Movimiento Ciudadano) sería realmente ínfima.

El problema es más grave porque no se trata de una crisis coyuntural.

Es verdad que en 2010 el perredismo sacó buenos resultados en alianza con el PAN en Oaxaca, Sinaloa y Puebla, pero en ninguno de esos tres estados hubiera podido ser competitivo yendo solo.

En las entidades donde lo ha hecho, los resultados, siempre desde 2009 hasta ahora (y con la sola excepción de los comicios de Guerrero, donde se benefició de una ruptura del PRI), han sido muy malos: la elección del Estado de México es paradigmática en ese sentido y demuestra que el tema va más allá de Ebrard o López Obrador, pero ha habido otras mucho peores, como la de Coahuila.

Lo increíble es que eso no se perciba en el partido. En 2012 no tendrán más alianzas que con el PT y Movimiento Ciudadano, y eso si es que no terminan yendo Marcelo Ebrard y López Obrador cada uno por su lado.

Y mientras López Obrador quiere aparecer como más tolerante y abierto pero no lo consigue porque su base es particularmente dura, Ebrard sabe que su partido necesita un candidato ubicado mucho más en el centro, pero su base de militantes no le alcanza.

La consigna de "somos pocos, pero sectarios" se sigue imponiendo.
Y si las cosas siguen así, la elección de 2012 será cada vez más bipartidista.

En ese sentido, la encuesta de Ulises Beltrán tiene dos confirmaciones interesantes: primera, que el PAN tiene 27% de aceptación, lo cual quiere decir que conserva su base electoral tradicional, que es de alrededor de 30%, lo que lo deja en un rango competitivo y, segunda, que las preferencias por Josefina Vázquez Mota, tanto dentro como fuera de su partido, son altísimas respecto a Santiago Creel y Ernesto Cordero.

Pero, así y todo, Peña Nieto casi doblaría en votos al PAN en este momento. Y si alguien en el panismo cree que esa desventaja se podrá remontar a partir de marzo próximo se equivoca. Peña no es López Obrador y no va a cometer los mismos errores de éste en 2006.

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