¿Qué sentido puede tener que
un comando tome por asalto un restaurante a la medianoche, se lleve a un grupo de comensales y empleados, a
los que solo les quitaron celulares y luego a las horas los libere?
La lógica no corresponde al
de un asalto clásico que va por los bienes de un negocio y los de sus clientes,
que dicho de paso algunos tenían estacionados vehículos de alta gama.
Si no es esto, el asalto
suena más a intimidación al propietario de negocio gastronómico, que como
sabemos es del ex gobernador Juan Millán Lizárraga.
Este estatus de “ex” hasta
ahora quizá había blindado al restaurante y se consideraba el más seguro, al
menos, para la clase política sinaloense.
La pregunta es qué fue lo que
provocó que este restaurante emblemático se convirtiera en escenario de un
terror momentáneo.
No hay evidencia de que entre
los “levantados” se encuentre un personaje relevante más allá de Enrique Armit,
ex director de Registro Público del Estado, durante la gestión de Mario López
Valdez.
Tampoco que el móvil haya
sido el robo, pues no hay evidencia de que algo falte ni al negocio, ni a los
clientes secuestrados.
Menos, todavía, que haya sido
para dar una demostración de fuerza, cuando es notorio que estos comandos se
pasean libremente por las principales avenidas de la capital del estado.
Entonces, si no es ninguna de
estas posibilidades, qué podría haber animado esta afrenta a un político al que
se le reconoce mucho poder y que el politólogo Arturo Santamaría ha reconocido
haber sido el jefe máximo de la política sinaloense.
La afrenta evidentemente no
es empresarial, ni tampoco parece responder la antesala de una extorsión, como
las que ocurren a muchos empresarios sinaloenses, sino que siendo quien es,
necesariamente tendría que ser de naturaleza política.
La real o supuesta
confrontación política que existe entre el grupo malovista y el gobernador
Quirino Ordaz, más que por iniciativa propia, gracias a un interés geopolítico
en Los Pinos, podría ser la cuestión que se encuentra de fondo en esta
intimidación.
El reciente cónclave
político-empresarial que el empresario Joel Valenzuela organizó en su rancho
para festejar el cumpleaños del ex gobernador, contó con la presencia de un
selecto grupo de personas, entre ellas
Jesús Vizcarra, con quien Millán Lizárraga tuvo desencuentros políticos
luego de los comicios estatales de 2010, que terminaron llevando a Vizcarra a
una derrota estruendosa frente a Malova.
Bien, esa reunión de las
élites y factores reales de poder del estado, según trascendidos, tenía como
objetivo cerrar filas en torno al gobernador por la disputa abierta entre el
malovismo-gobernador-Presidencia de la República.
Esto que en condiciones
normales no pasaría de un comentario en las columnas políticas adquiere una
significación muy especial porque, según igual estas versiones, la Presidencia
de la República estaría valorando continuar con el ajuste de cuentas de ex
gobernadores que pudieran haber incurrido en actos de corrupción.
Ya están en la cárcel José
Jesús Reyna García, ex gobernador provisional de Michoacán; Guillermo Padrés,
ex gobernador de Sonora; Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz; Roberto
Borge, ex gobernador de Quintana Roo y estarían a la espera de ser llamados a
cuentas César Duarte, ex gobernador de Chihuahua y Mario López Valdez, ex
gobernador de Sinaloa.
Mario López Valdez siempre
reconoció que Juan Millán era su padrino político y por lo tanto se le vio como
parte de su equipo, incluso, éste pudo colocar en el gabinete a su hijo Juan
Ernesto como responsable del combate a la pobreza. Cierto que cuando termina un
gobierno los equipos políticos frecuentemente se disuelven, pero las
circunstancias podrían reclamar lealtad política.
Y eso, quizá activó los
resortes de un sector de beneficiarios del pasado gobierno y aunque la
decisión, si es que llega, viene desde el centro, los actores locales son los
que están a la vista y los poderes fácticos hacen sentir su presencia y
desagrado.
Entonces, lo sucedido en el
restaurante Mar and Sea de Culiacán, es muy probable que se inscriba en este
momento de confrontación entre ambos bandos y solo esperemos que esto no escale
porque estaríamos de nuevo viviendo un ciclo de violencia. Que nadie desea.
(RIODOCE/ ERNESTO HERNÁNDEZ
NORZAGARAY/ 3 JULIO, 2017)
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