La reunión en Hamburgo entre
los presidentes Enrique Peña Nieto y Donald Trump se dará en medio de un
frenesí en la relación bilateral que lleva tres semanas, y que tendrá su
estación más importante este viernes, cuando Peña Nieto y su equipo entren a un
túnel de 30 minutos para un diálogo con Trump, con quien hablar es como tener
una conversación con un sordo que tiene proclividad al asesinato. Es decir, la
interlocución está llena de incertidumbres, pero no por la preparación del
encuentro y la acotación de la temática, como será en esa ciudad alemana donde
se celebrará la cumbre del G-20, sino por lo poco predecible de su
comportamiento y lo mercurial en sus emociones.
Esta reunión ha sido
protegida con algodones. Hace dos semanas se programó la visita a México del
Secretario de Seguridad Interna, John Kelly, quien llegó a México acompañado
por el director de la CIA, Mike Pompeo. El enfoque de seguridad y de tareas de
inteligencia era evidente, pero el diseño de la visita sugiere un énfasis
distinto. Ausentes por completo en los dos primeros días del viaje de Kelly y
Pompeo fueron sus contrapartes y enlaces institucionales, el Secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el director del CISEN, Eugenio Imaz,
enfatizando la desconfianza en Washington con esa ala del equipo de Peña Nieto,
y el interés por articular la relación bilateral con otras caras, encabezados
por el Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, y los jefes de las
Fuerzas Armadas, el Secretario de la Defensa, General Salvador Cienfuegos, y el
de la Marina, Almirante Vidal Soberón.
Kelly, de acuerdo con
diplomáticos estadounidenses, planteó en Los Pinos los temas que Trump pretende
abordar con Peña Nieto, la seguridad regional que integre a Centroamérica,
migración y tráfico de armas, junto con el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte, que no vio directamente el Secretario. No habrá sorpresas en
Hamburgo, fue el mensaje de Kelly a Peña Nieto, pero los mexicanos no están
seguros. En una plática con periodistas que acompañaron al Presidente en el
viaje a Europa, Videgaray dijo que esperaban que la conversación con Trump
fuera en términos de cordialidad y respeto, que es hasta ahora el mayor déficit
en la relación bilateral.
Trump no es el gobierno de
Estados Unidos, que en las áreas que conciernen a la relación con México, están
trabajando con otro ritmo, tono e interés. Se vio en la preparación de la
reunión entre los dos presidentes, que originalmente había anticipado el
director del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, H.R. McMaster,
sería tipo pull aside, como definen las reuniones de pasillo, rápidas y sin
mucho contenido, preparadas más para relaciones públicas. En menos de una
semana, Relaciones Exteriores y el Departamento de Estado elevaron el nivel de
la reunión, a una de trabajo, de 30 minutos -no de 10- y con la participación
de secretarios y colaboradores. La fotografía que iba a ser la joya del
encuentro, tomó densidad.
El temario de la reunión no
podía ser extenso y se terminó de afinar durante la mañana del miércoles, antes
de que llegaran Kelly y Pompeo a México. Los temas son los obvios, pero lo
importante es lo que no se abordará, según lo acordado por los equipos: el muro
fronterizo, que se ha convertido en la metáfora de la desastrosa relación entre
Peña Nieto y Trump. Temáticamente será una reunión dentro de las líneas
convencionales de este tipo de encuentros, pero políticamente, lo que no se ve,
es lo relevante: el cuidado con el que el gabinete de Trump quiere llevar la
relación con México. ¿Será la plática tan tersa, como se ha negociado? Si la
visita de Trump a Los Pinos en agosto del año pasado se puede tomar como
referencia, será una conversación cordial y respetuosa, como espera Videgaray.
La inquietud es sobre lo que puede venir después.
Tras aquella reunión en Los
Pinos, Trump rompió los acuerdos tomados y habló contra México y los mexicanos.
Ya como Presidente, habló por teléfono con Peña Nieto y se comprometió una vez
más a no hablar públicamente de aquellos temas donde claramente había
diferencias insalvables, pero volvió a destrozar lo pactado días después.
Kelly, el Secretario de Trump quien se ha encargado, quizás inopinadamente, de
reparar los daños que provoca su Presidente y colocar bálsamo en las heridas a
los mexicanos, ha tenido que trabajar horas extras para evitar un mayor
alejamiento entre los dos países. Junto con el Secretario de Estado, Rex
Tillerson, ha ido construyendo la agenda bilateral cuidando que la Casa Blanca
y sus supremacistas no la dinamiten.
El tipo de reunión en
Hamburgo, iniciativa de ese sector integracionista del gobierno de Trump,
volvió a enviar un mensaje de que las relaciones bilaterales tienen un diálogo
ininterrumpido, aunque a veces tenga sus sobresaltos. En papel, los mexicanos
están preparados. La próxima semana, para dar un seguimiento a los asuntos
mexicanos, Videgaray estará en el Capitolio hablando con diputados y senadores
sobre comercio y seguridad, cerrando estas tres semanas de frenesí. Todo está
calculado y planeado por las dos cancillerías para que las cosas resulten de
acuerdo con la partitura que escribieron. Pero con Trump nada es seguro ni
cierto, pues su palabra cambia al ritmo de su temperamento. Lo único es que los
mexicanos ya saben que así es, y no va a cambiar. Estarán preparados para
evitar un nuevo naufragio. Es lo menos que se espera de ellos.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ Estrictamente Personal/
Raymundo Riva Palacio/ 07/07/2017 | 04:00 AM)
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