El
viernes pasado el periódico The New York Times publicó en su primera plana que
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos exigió una investigación sobre
la violación sexual de 11 mujeres durante las protestas contra la construcción
del aeropuerto internacional en San Miguel de Atenco hace una década que, según
el diario, podría tener como objetivo al Presidente Enrique Peña Nieto, quien
en ese entonces era Gobernador del Estado de México, donde se encuentra el
municipio. Lo más relevante de esa información sin embargo, no fue lo brutal
–el calificativo sí se aplica- de la acusación, descrita con detalle en el
tercer párrafo del texto, sino la forma como la presentó el Times: a una
columna en la parte superior izquierda, sobre el doblez del diario -que es lo
que más se lee en un periódico-, con los hechos de la investigación junto a una
fotografía a tres columnas y media plana de alto con la imagen de una de las
mujeres atacadas por la policía mexiquense, con un tratamiento que usan sus
editores normalmente para portafolios fotográficos. En interiores, desplegado a
dos páginas, las fotografías de las 10 mujeres restantes afectadas.
La
publicación de tan contundente información, que forma parte de una larga
investigación de la CNDH sobre los abusos del desalojo en Atenco ordenado por
el entonces Gobernador Peña Nieto, coincidió con el viaje del Presidente Peña
Nieto a Naciones Unidas, donde lo más notorio fue la falta de brillo. Peña
Nieto acudió a la apertura de la 71 Asamblea General y participó en calidad de
co-presidente, en un panel sobre migración y refugiados. Recibió un premio al
“Estadista” por su trabajo en la integración de Norteamérica de la Foreign
Policy Association, que omitió el recipiente del reconocimiento en su portal, y
se reunió en privado con Aung San Suu Kyi, Consejera de Estado –no presidenta-
de Myanmar, con quien las relaciones bilaterales son prácticamente
inexistentes. Nadie más.
En
México, circuló en las élites políticas que el Times había declinado una
propuesta de entrevistar a Peña Nieto porque no querían que siguiera dañando a
la candidata demócrata a la Presidencia, Hillary Clinton –a quien el diario
endosó el sábado, por cierto-, pero un funcionario negó esa versión. Lo que el
periódico rechazó fue una carta de seis páginas del subsecretario de
Gobernación, Roberto Campa, para refutar la información del viernes, y
redujeron su alegato a 15 palabras incorporadas en la información. La visita
del Presidente a Nueva York tenía como un doble objetivo el participar en
Naciones Unidas y recibir un premio - tratado clandestinamente por quienes lo
otorgaron-, y buscar hablar con Clinton, quien ignoró la peticiones de un
encuentro. La Cancillería mexicana no encontró receptividad para que Peña Nieto
tuviera entrevistas bilaterales con alguno de los más de 100 líderes que se
encontraban en Nueva York, ni los esfuerzos de la Secretaría de Hacienda para
que tuviera reuniones con inversionistas fructificaron.
“Hace
dos años la Cancillería no podía encontrar más espacios en la agenda para
acomodar a todas las personas que querían hablar con el Presidente”, recordó
una fuente cercana a esos procesos. “Hoy, nadie quiere hablar con él”. Hace dos
años era el Mexico’s Moment, como lo definió el mismo Peña Nieto en un artículo
bajo su firma en el semanario británico The Economist en noviembre de 2012,
pero ahora, en palabras de “Bello”, el columnista Michael Reid que escribe bajo
ese seudónimo semanalmente sobre temas latinoamericanos, el haber recibido a
Donald Trump en Los Pinos y hacerlo ver “presidenciable”, si resulta que ayudó
al republicano a ser electo, “muchos mexicanos no lo perdonarán a él o a su
partido, y tampoco muchos del resto del mundo”. El nombre del juego de Peña
Nieto en la política doméstica e internacional, ciertamente, está enmarcada,
matizada y manchada hoy en por la visita de Trump a México, que le provocó una
pérdida de credibilidad 300 por ciento más grande de lo que le produjo la
revelación de su casa blanca, de acuerdo con mediciones privadas, y un repudio
generalizado que, de acuerdo con personas con acceso a información palaciega,
cuando regresaba de la reunión del G-20 en China, escasa una semana después de
abrirle Los Pinos al republicano, dijo a sus cercanos, en un lenguaje que en
privado no es algo inusual en él en esas circunstancias: “Creo que sí la
cagamos”.
Este
es un eufemismo del nos equivocamos totalmente, que matizó la semana pasada en
un rápido road show por la radio para intentar un control de daños por lo que
seguramente, en función del impacto, es el error más grave en su vida pública,
al decir que no habían ponderado la reacción social a esa visita. No parece, por
su fraseo reciente, que termine de asimilar el costo que le provocó esa
aventurada iniciativa. El mismo día en que Trump llegaba a México, se dio un
encuentro de técnicos de la FAO con el gobierno colombiano en Bogotá, y cuando
presentaron uno a uno a los integrantes del equipo de la organización y le tocó
al Presidente Juan Manuel Santos saludar a un funcionario mexicano, le preguntó
a bocajarro: “¿Qué hace Trump en México?”. ¿Qué hizo? Fue el suicido político
de un Presidente que apostó muy alto y que vivirá el aforismo de su sexenio:
cuando se apuesta mucho, se gana mucho o se pierde mucho. No se necesita
reflexionar nada para ver lo que le sucedió.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter:
@rivapa
(NOROESTE/
ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 26/09/2016 | 12:04 AM)
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