Tiene
razón el Presidente Enrique Peña Nieto cuando dice que la desilusión de los
ciudadanos lleva a la emergencia de demagogos y autócratas. En su discurso en
la 71 Asamblea General de las Naciones Unidas, Peña Nieto admitió que muchas
sociedades se encuentran insatisfechas con su condición actual, que aleja a la
gente de sus autoridades, genera desconfianza en las instituciones y acentúa la
incertidumbre sobre el futuro. Problema de México, problema del mundo. Sabe el
Presidente que los cuestionamientos a su Gobierno no son los mismos que reciben
otros líderes, y que en la crisis de autoridad, la promesa maniquea de llegar
al paraíso, permea en las sociedades que buscan en la geometría extrema de la
izquierda y la derecha, la utopía.
Peña
Nieto se refirió a la última encuesta de Latinobarómetro, la ONG con sede en
Chile que desde hace 21 años mide la percepciones que sobre la democracia tiene
la región. México no está peor que Brasil y Chile, las dos grandes naciones que
más han sufrido regresiones (22 y 11 por ciento respectivamente en el conjunto
de sus ciudadanos), pero está estancado: 52 por ciento apoyan la democracia
contra 48 por ciento que no la quieren. “La encuesta de Latinobarómetro refleja
un claro deterioro en el respaldo ciudadano a la democracia”, dijo Peña Nieto.
“Esto es sumamente grave. Ante este desafío, el mundo no puede caer en la
trampa de la demagogia, ni del autoritarismo”.
El
Presidente nos ha acostumbrado a que lee tarjetas de sus asesores referencias o
datos de cuyo contexto y antecedentes no tiene mucha idea. La pregunta si lo
mismo fue con el discurso en Naciones Unidas, o si analizó los datos de
Latinoabarómetro es importante para saber el fondo de su razonamiento. La ONG
registró por primera vez que la desilusión con la democracia combinó dos
variables que no se habían empatado, las bajas perspectivas económicas de la
región, con las altas demandas de los ciudadanos hacia los gobiernos. Sus datos
muestran que la tendencia a la baja en la aceptación de la democracia -que es
una forma de organización social con derechos y obligaciones de los ciudadanos-
se dio tras la crisis financiera mundial en 2009. Desde 2010, la caída ha sido
sistemática.
Este
es el contexto al que se refería Peña Nieto. El discurso que apela a los pobres
y a las clases medias inconformes y deprimidas económicamente, que escuchan el
canto de la sirena de los demagogos. Lo vivieron en Europa Central tras el
colapso de la Unión Soviética, donde los demagogos de extrema derecha arrasaron
al comunismo.
La
decepción con esa nueva forma de Gobierno y de vida produjo regresiones que
tampoco dieron resultados positivos.
Hoy,
la extrema derecha avanza en Europa, como en América del Sur. En Estados Unidos
los extremos se juntaron en los reclamos expuestos por el republicano Donald
Trump y el demócrata Bernie Sanders. En el Reino Unido, la salida de la Unión
Europea impulsada por la sociedad menos educada y conservadora, es el último
ejemplo de cómo en las urnas se cambia el destino de una nación. Pero la
economía no es lo único que ha modificado el pensamiento latinoamericano.
Latinobarómetro
dijo que la evidencia en los 18 países latinoamericanos a los que estudia,
“refleja que, tal como funcionan las democracias en esta región, no han producido
demócratas, al menos en la proporción que se requeriría para que el indicador
del apoyo a este régimen político mejore. Es decir, el recambio
intergeneracional no aumenta el apoyo a la democracia”. En otras palabras, las
democracias latinoamericanas no producen demócratas. Esa conclusión se refleja
en la pérdida de confianza en las instituciones y en la falta de credibilidad
de los políticos, ante lo cual las tentaciones hacia un demagogo y autócrata
-como en Europa Central- se vuelven muy apetitosas para los electorados.
Las
nuevas tecnologías, registró Latinonarómetro y sugirió Peña Nieto, han
modificado la comunicación política, hoy transversal, dinámica e intensa, y
además de añadir presiones a los gobiernos y a sus líderes. La crítica es
exponencial y la demanda es creciente. “No son los vaivenes ideológicos los que
motivan más a los ciudadanos, sino más bien la alta demanda de mayores grados
de igualdad y libertad traducida en garantías cívicas y políticas, así como
garantías sociales”, dice Latinobarómetro, que entre sus grandes observaciones
está que entre más transparente sea una sociedad y mayor la lucha contra la
corrupción, mayor el apoyo a la democracia. La fórmula es clara.
Peña
Nieto ofreció en su discurso más apertura, más transparencia y mejor rendición
de cuentas de su parte y del Gobierno, para enfrentar el desafío que tiene
enfrente.
Paradójicamente,
la lucha contra la corrupción y la transparencia no son dos de las variables
donde esté mejor calificado, sino todo lo contrario. Corrupción, complicidades
y conflictos de interés han manchado su administración, que busca afanosamente
cómo ocultar lo más que pueda de los mexicanos. Aún así, dijo el Presidente que
es necesario “comunicarnos para difundir los logros, para reconocer y explicar
los desaciertos, pero, sobre todo, para definir juntos la ruta hacia delante”.
¿Prepara
un cambio de actitud y rumbo? ¿Anticipó una rectificación? ¿Habló con la verdad
o volvió a utilizar la retórica que tanto le ha afectado? No lo sabemos
todavía, pero planteó un objetivo que no tardará mucho en demostrar si volvió a
la vacuidad del discurso, o escuchó a millones de mexicanos que eso le demandan
y hará algo al respecto.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter:
@rivapa
(NOROESTE/
ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 22/09/2016 | 04:07 AM)
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