LAS
RASTREADORAS. Solas en su soledad.
Como
era previsible, al final del sexenio la violencia se disparó en Sinaloa. Los 7
mil 320 hombres y mujeres asesinados, contando hasta lo que va de este
septiembre negro, ilustran por sí mismos el fracaso de una administración que
se dijo del cambio y, al mismo tiempo, del reinado de las armas criminales.
No
lo es todo. A esta cantidad hay que sumarle los 1 mil 831 personas
desaparecidas en el mismo periodo, según los números oficiales del Registro
Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas.
Esta
es la cifra más alta de desaparecidos si las cuentas se sacan por sexenio.
Igual que la de los homicidios, porque nunca una administración estatal había
acumulado tantos crímenes.
Hablamos
de datos oficiales. Los expertos dicen que por cada denuncia de desaparecidos
hay tres o cuatro más que quedan sin registro porque denunciar en un país o en
una entidad donde los delitos no se castigan y más bien se protege a los
delincuentes, puede ser mortal. La madre, el hijo, el hermano, la esposa o el
esposo, entonces, prefieren tragarse el dolor y la rabia antes que ponerse en
riesgo. Un ejemplo dramático, desafiante, desgarrador, es el de Sandra Luz
Hernández, asesinada en mayo de 2014 mientras buscaba a su hijo, desaparecido
dos años antes.
Los
desaparecidos serán una de las más siniestras herencias del sexenio que se va
en Sinaloa. Los muertos ahí están, con nombre, apellido y tumba. Pero de los
desaparecidos solo hay incertidumbre y eso es peor. Si se juntaran los familiares
directos de cada uno de ellos, podrían sumar muchas más personas que las que
estuvieron en la explanada del palacio de gobierno la noche del 15 de
septiembre escuchando a los Tigres del norte cantando El Jefe de jefes.
La
procuraduría de justicia creó un área especial para la búsqueda de
desaparecidos y a los únicos que encuentran son, o los muertos que brotan de
alguna fosa clandestina o a las muchachitas que se fueron con el novio. Y los
restos que se encuentran no es su mérito, sino el de un grupo de mujeres que se
han dado a la tarea heroica de buscar a sus familiares con dos convicciones
incuestionables: una, que ya están muertos y, dos, que van a encontrar sus
restos. Por eso su divisa: “te buscaré hasta encontrarte”.
Todo
indica que el trabajo de “Las rastreadoras” seguirá dando esos frutos amargos
pero esperanzadores para los familiares de los desaparecidos. Siguen cavando
zonas de Ahome y continúan encontrando osamentas, pero ya se vinieron a la
región del valle de San Lorenzo, donde debe haber cientos de enterrados en
fosas clandestinas. Muchos, la mayoría de los reportes de desaparecidos son de
Culiacán. 597 casos registrados en el presente sexenio.
Pero
de muy poco les servirán las maquinitas que les regaló el gobernador para que
rastreen huesos, como una broma macabra. De hecho no han encontrado restos con
la ayuda de estos aparatos. Sin embargo, el día que encuentren un cementerio
secreto en la región de Quilá, ocuparán trascabos para sacar restos, porque con
estas máquinas fueron enterrados.
Nadie
debe olvidar la práctica de Manuel Torres Félix, el Ondeado, uno de los
operadores del cártel de Sinaloa en la región, de torturar, matar y enterrar a
sus enemigos con la ayuda de máquinas pesadas. Era tan conocida su saña que
hasta en corridos quedó plasmada.
BOLA Y CADENA
LAS
HISTORIAS SE CUENTAN POR CIENTOS, por miles. Nada ni nadie detiene este
sacrificio maldito. Evaristo es un joven que acudía de noche en noche a la
esquina de su barrio. Puros jóvenes, salvo aquel hombre que se acercaba de vez
en vez a platicar con ellos. Llegaba en una camioneta y traía consigo un Cuerno
de chivo. Sus padres se enteraron y le dijeron que no lo querían de nuevo en
esas reuniones de “amigos”. Dejó de ir. Con el tiempo se fue enterando. Primero
mataron a uno, luego que desapareció otro. Y otro. Había en la bolita dos
hermanos que al rato vendían droga. Un día uno de ellos atropelló con su viejo
auto a un motociclista. Aparte lo regañó. El de la moto hizo una llamada y el
muchacho llamó a su hermano que llegó en unos minutos. Un grupo armado llegó
por ellos y nunca más los volvieron a ver. Tampoco se supo más del hombre de la
camioneta que llegaba a platicar con ellos.
SENTIDO CONTRARIO
EL
PROBLEMA NO SE RESUELVE CON que el Ejército instale en Huixiopa, Badiraguato,
un destacamento militar, como lo ha anunciado el general Moisés Melo García,
coordinador estatal de seguridad. Lo sabe de sobra él, que llegó a ser jefe de
la Tercera Región Militar. En esa parte de la sierra hay cientos de hombres
armados en guerra y ésta no se acabará con que vaya un grupo de soldados a
bañar caballos y hacer paseos vespertinos por los alrededores en labores de
“disuasión”. Los hombres se moverán un poco y las armas también. Y el problema
seguirá. Los pobladores de Huixiopa regresarán a sus casas, pero entonces los
desplazados brotarán de otros pueblos… y así, como en el cuento de nunca
acabar, porque en este país los problemas no se resuelven de fondo.
HUMO NEGRO
HACE
TRES AÑOS ESTUVE en Isla Negra, Chile, donde yacen los restos del poeta Pablo
Neruda. Estaba frente a su tumba cuando llegó un joven de preparatoria y vi que
casi rezaba. Me llamó mucho la atención. Habían pasado 40 años de su muerte y
parecía que el autor de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada
apenas había partido. “Se siente el alma del poeta”, me dijo emocionado y
entonces comprendí por qué Neruda es el poeta más venerado de América Latina en
su historia. Un año después exhumaron sus restos para ver si lo habían
envenenado. Los misterios siguen ahí, como su poesía. El viernes pasado se
cumplieron 43 años de su muerte y de aquel golpe militar (11 de septiembre)
encabezado por Augusto Pinochet que cimbró al mundo occidental.
(RIODOCE/
COLUMNA “ALTARES Y SÓTANOS” DE ISMAEL BOJÓRQUEZ/ 25 SEPTIEMBRE, 2016)
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