En
aquellos años, los previos a la primera fuga, Joaquín “El Chapo” Guzmán
gobernaba la cárcel de máxima de seguridad de Puente Grande. Pero resolvió irse
en 2001 por su inminente extradición a Estados Unidos. El rumor inundaba la
prisión. Así fue que decidió irse a pocos días de iniciada la primera
presidencia panista. Lo hizo de un reclusorio situado en Jalisco, en ese
momento también gobernado por Acción Nacional (PAN).
La
versión aceptada y documentada de su anterior fuga habla de un escape dentro de
un carrito de lavandería. La siguiente historia la detalla. Muestra la cercanía
que altos funcionarios de la administración de Vicente Fox tuvieron con ese
escape.
Ahora,
Guzmán Loera se ha vuelto a fugar de una prisión situada en el Estado de
México, la entidad del Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, y del
Presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores, Eruviel Ávila. Y ha
vuelto huir en medio de las presiones de Washington para que se le entregara al
capo.
Documentos
del gobierno de Estados Unidos difundidos hoy por la agencia AP indican que la
DEA tuvo información de inteligencia sobre al menos dos intentos previos para
ayudar al narcotraficante a escapar. Uno fue en marzo de 2014, a un mes de su
captura en Mazatlán, México. El otro fue en julio de ese año: la misma
investigación reveló que el hijo de Guzmán había enviado un equipo de abogados
y personal de contrainteligencia militar para diseñar un plan.
HASTA QUE, FINALMENTE, “EL CHAPO” LO
LOGRÓ…
“El
Chapo’” se fugó en 2001 cuando se decía que sería extraditado. Foto:
Cuartoscuro
“El
Chapo’” se fugó en 2001 cuando se decía que sería extraditado. Foto:
Cuartoscuro
Ciudad
de México, 13 de julio (SinEmbargo).- Existe un sobrenombre menos conocido,
pero no por esto sin relevancia para comprender a Joaquín “El Chapo” Guzmán. Es
la referencia con que una cárcel de alta seguridad —de alguna manera la debía
clasificar el gobierno federal— estuvo al servicio de un narcotraficante que
logró su ascenso después de dejar el penal. Ahí, con tono reverencial,
custodios, subcomandantes y comandantes evitaban referir al capo en ciernes en
función de su estatura, “El Chapo”, sino de su ubicación —en todos los sentidos
que esto significa—: El Señor del Tres.
El
santo y seña de vida, lujos y fuga se encuentran en el toca penal 421/2006
resuelto por el Cuarto Tribunal Unitario de Circuito y la causa penal
16/2001-1, emprendida por el Juzgado Cuarto de Distrito de Procesos Penales en
el Distrito Federal contra Leonardo Beltrán Santana, director de Puente Grande
al momento del escape de “ El Chapo” en enero de 2001.
Joaquín
vivía en el módulo III del Reclusorio Federal. Estaba confinado a la celda 307,
pero esto era un simple decir. Guzmán Loera paseaba con absoluta libertad por
las áreas II y IV de la prisión. Este privilegio era gozado sólo por otros dos
reos, Héctor, El Güero, Palma Salazar y Arturo Martínez Herrera, El Texas.
En
ese tiempo, 2001, la población de Puente Grande oscilaba entre los 500 y 600
reos. Los tres barones de Sinaloa podían hacer lo que quisieran. Algunos
empleados declararon que, nueve de cada 10, vivía bajo la nómina de los tres
narcos sinaloenses, a quienes la autoridad decidió mantenerlos juntos y siempre
comunicados. ¿De qué otra manera sino con reuniones de trabajo se levanta y
sostiene un reino de coca, heroína y marihuana?
El
cheque alcanzaba a todos los segundos comandantes de zonas de las tres
compañías, incluidos los destacados en los Centros de Control.
“A
los subcomandantes nos tocaban 9 mil pesos a cada uno”, dijo ante la autoridad
Armando Ramírez Mejía. A los comandantes de compañía correspondían 30 mil pesos
mensuales para cada uno. A los adjuntos de la subdirección les repartían 45 mil
pesos para cada uno y a los observadores, personal de tipo técnico, 6 mil pesos
para cada uno. “De lo anterior estaba enterado el licenciado Leonardo Beltrán
Santana, director de Puente Grande y a él le tocaban alrededor de 50 mil pesos
mensuales.”
Los
oficiales en prevención recibían 250 pesos por guardia cumplida. A cada
elemento del puesto de control correspondían, también al día, 2 mil pesos. El
esquema de pagos estaba tan embalado que el día de paga estaba calendarizado.
“El Chapo” pagaba los días 15 de cada mes, El Güero los días 25 y El Texas los
días 28.
“En
un principio fuimos advertidos de que si no tomábamos el dinero mejor
renunciáramos, por lo que accedí a recibir ese dinero para conservar mi
trabajo. Además, sabía que todos recibían dinero. Nos hacían llegar el dinero a
través del interno Jaime Valencia Fontes, secretario particular de Joaquín
Guzmán Loera, quien nos entregaba el dinero los días 15 de cada mes”, explicó
un funcionario de la cárcel.
La
vida, obra y fuga de Guzmán Loera están contenidos en el expediente 16/01
abierto por el Juzgado Cuarto de Distrito en Procesos Penales Federales con
sede en la Ciudad de México.
***
¿Cómo
sobrevivía “El Chapo” en la cárcel? ¿Dónde nacía el río de dinero que le permitía
ser la autoridad real en una cárcel presentada como de máxima seguridad?
Vale
la pena echar un vistazo a otro expediente, el registrado con el número
80/2008-II instruido por el mismo juzgado. Ese proceso penal, seguido por un
asunto de lavado de dinero contra agentes financieros de los Beltrán Leyva,
parientes, compadres y ahora enemigos de “El Chapo”, contó con el testimonio de
un informante protegido identificado como Julio, quien conoció a los
narcotraficantes desde que eran muchachos en la estructura de Ernesto Fonseca,
Rafael Caro Quintero y Miguel Ángel Félix Gallardo.
“El
Chapo”, en particular, trabajaba a las órdenes de Juan José Esparragoza Moreno,
El Azul, en los años previos al asesinato del agente de la DEA, Enrique
Camarena. El homicidio, ocurrido en 1985 en Guadalajara, desató un vendaval que
llevó a prisión a los jefes. Fue la primera oportunidad de Guzmán y los
hermanos Beltrán Leyva de ascender y supieron aprovecharla.
La
de “El Chapo” es verdaderamente la
historia de un hombre venido desde abajo. Nació, pasó la infancia y atravesó
algún pedazo de la primaria en La Tuna, un caserío del municipio de
Badiraguato, Sinaloa, donde desde principios del siglo pasado se descubrió la
aptitud de su suelo para la siembra de marihuana y de sus hombres para
convertirla en heroína y venderla en Estados Unidos. Ahí mismo nacieron los
Beltrán Leyva. Juntos entendieron que el poder se mostraba con los cuernos de
chivo, las cadenas de oro, los anillos copados de diamantes.
La
sociedad entre los parientes se fortaleció por un acuerdo compartido con un
contacto que los llevó a hacer negocios de cocaína con el capo colombiano Pablo
Escobar. El acuerdo consistió inicialmente en recibir en México toda la coca
que los colombianos fueran capaces de enviar. Los mexicanos prosperaron con la
introducción del alcaloide a Estados Unidos con la innovación de construir
túneles transfronterizos, principalmente en Sonora. También habían desarrollado
la capacidad de comprar a cuanto funcionario público se les pusiera enfrente.
Fueron
los Beltrán Leyva quienes, según Julio, dieron batalla a los hermanos Arellano
Félix cuando estos intentaron asesinar sin éxito a “El Chapo” en el aeropuerto
de Guadalajara, lo que terminó con el cardenal Juan Jesús Posadas muerto y
media policía mexicana y centroamericana detrás de Joaquín Guzmán Loera.
“El
Chapo” subía por una escalera con un peldaño roto y cayó preso en 1993. El
testigo protegido Julio fungió como enlace entre los Beltrán Leyva y su
pariente y socio encarcelado a quien llevaba siempre un claro mensaje de
lealtad: la organización operaba con las instrucciones que “El Chapo” girara.
La sociedad mantenía la fortaleza y experiencia del Ismael, El Mayo, Zambada,
El Azul Esparragoza e Ignacio Coronel, quien ponía a la organización un general
que compró en Acapulco para el arribo de lanchas rápidas.
Entre
los boyantes años de 1993 y 2000, los hermanos Beltrán Leyva resolvieron una
deuda de “El Chapo” con los narcos colombianos por 18 millones de dólares. Y “a
mediados de 1995 Héctor y Arturo Beltrán Leyva le dieron a ‘El Chapo’ 200 kilos
de cocaína para que se ayudara con gastos personales y familiares. Pero la
cocaína fue decomisada en Los Ángeles.”
Otro
negocio compartido y mal acabado fue un flete de 11 toneladas de coca interceptada
en San Fernando, Tamaulipas. La organización en su conjunto absorbía las
pérdidas, pero, y esto era más abundante, repartía las ganancias.
Y
éstas llegaban hasta Puente Grande en un arroyo lo suficientemente caudaloso
como para que “El Chapo” comprara la prisión en que estaba preso.
En
marzo de 2011, la Policía Federal detuvo a Víctor Manuel Félix Félix, “El
Señor”, consuegro y compadre del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Foto: Cuartoscuro
***
El
Señor del Tres mantuvo dos amoríos con cierta formalidad en Puente Grande. Uno,
quizá con mayor trascendencia, fue con Zulema Hernández Ramírez, una de las
cuatro mujeres presas en Puente Grande y quien visitaba la estancia 307 a
voluntad de su ocupante. El otro amorío fue con una empleada del área del
comedor, Ives Eréndira Moreno Arriola, de quien “El Chapo” se interesó en
cuanto la vio y pidió que la llevaran con él. Al poco tiempo, el
narcotraficante decidió que la mujer dejara de trabajar en la cárcel a donde
ella volvía con la frecuencia que Guzmán exigiera.
Una
tarde, Ives salió de la prisión. Se encontró de frente con su exjefe, el
director de la cárcel, Leonardo Beltrán Santana. El hombre delgado y canoso
esbozó una sonrisa. Ella sintió la alusión sexual de la mirada y se sonrojó,
aunque el funcionario no dijera nada. Sólo la miró a los ojos y sonrió.
Ya
en el trayecto, “El Chapo” habló por teléfono a Ives. Se comunicó nuevamente a
las 10 de la noche. La mujer ya estaba en su casa e intranquila. Guzmán Loera
bombardeó con llamadas telefónicas. Finalmente dio en el clavo del consuelo.
—El
director Beltrán está enterado de todo. Se le dan de 40 mil a 50 mil pesos cada
mes. Algunos pagos se le hacen en dólares. No te preocupes, todo está
controlado.
En
realidad, había más mujeres, pero no eran internas ni trabajadoras. Los custodios
y los narcotraficantes las llamaban “mujeres sin rostro”, prostitutas que
accedían a las crujías a libre demanda de los clientes.
Declaró
uno de los custodios:
“Tenían
el control absoluto de los módulos tres y cuatro y a estas personas en especial
se les permitía transitar con más libertad en los pasillos al grado que se
visitaban entre ellos mismos [...] Se les permitía andar libremente sin ninguna
restricción a todas horas en su dormitorio, lo que para los demás no estaba
permitido.
“Eran
demasiado exigentes y cuando ellos disponían que querían que se les permitiera
acceso a mujeres para tener visita conyugal, esto ocurría muy frecuentemente,
incluso estos internos en ocasiones disponían que las visitas femeninas las
tuvieran en la estancia donde se encontraban sus celdas y sacaban a los demás
internos y los reacomodaban durante el tiempo que ellos disponían. En ocasiones
se quedaban en el pasillo del módulo, cuando esto ocurría los tres internos
ordenaban o mandaban a tres o cuatro internos que trabajaban para ellos para
que les arreglaran o acondicionaran sus celdas poniendo cortinas, perfumando el
área y las cobijas las ponían como alfombra, las visitas femeninas se quedaban
tres días con los internos en sus estancias.”
Las
reuniones de trabajo o las confidencias acostumbraban hacerlas en un cuartito
al que se tenía acceso a través del Centro de Control donde se encontraba una
litera y varios casilleros. Los tres narcos cerraban la puerta y nadie debía
interrumpir la junta.
El
regreso a prisión. Foto distribuida por el Gobierno de México
***
La
última Navidad en Puente Grande debía ser una gran fiesta. Todos debían estar:
cada preso, cada comandante, el director… Los preparativos comenzaron semanas
atrás.
El
24 de diciembre José Luis de la Cruz, El Chucky, guardia de Seguridad Externa,
quedó asignado en el retén A, el punto de ingreso general al centro federal. La
orden, en teoría, era impedir el ingreso de quien fuera. Le instruyeron
atravesar una camioneta para bloquear el ingreso y el egreso. Había rumores de
fuga.
Se
decía que los capos estaban bien atentos a los recientes cambios a las leyes en
materia de extradición y del arribo de Vicente Fox a la presidencia, abierto
simpatizante del gobierno de Estados Unidos al que no dudaría en entregarlos.
Es difícil afirmar que “El Chapo” supiera con certeza su inminente entrega a
Washington, pero sin duda se sabía en el radar de la DEA y del interés de las
cortes norteamericanas por juzgarlo.
Declaró
el guardia Francisco Javier Camberos Rivera: “Se favoreció la evasión del
interno en atención a la relación de amistad que tenía con él, ante el temor
que tenía éste de ser trasladado a los
Estados Unidos, así como aprovechando la confianza que sus compañeros del
CEFERESO le tenían.”
Entonces
sería fin de la fiesta. De las mujeres “sin rostro.” De los intensos amoríos
por teléfono y mensajería del celular. Del gobierno de un cártel.
De
la Cruz vislumbró, desde el puesto de vigilancia, la llegada de un convoy de
camionetas. Algunos guardias cortaron cartucho y se aferraron a los fusiles.
Pero no, la noche del 24 de diciembre de 2000 era noche de paz.
El
custodio se acercó a los vehículos de donde salían voces conocidas. Asomó la
cara y encontró detrás del volante al Pelos, como libres y presos llamaban a un
guardia de la tercera compañía.
—Tengo
la instrucción de dejarlos pasar —sonrió El Pelos.
La
camioneta estaba repleta de familiares del Güero Palma. Las otras camionetas
con personas eran conducidas por tres comandantes. Detrás, en la caravana,
venían los mariachis y 500 litros de tequila. La música de trompetas y los
gritos en falsete retumbaron por los corredores. El director de la prisión
estaba ahí.
La
fiesta fue tan buena que a su lado quedaron pequeñas las celebraciones por los
cumpleaños de “El Chapo” y El Güero
Palma que, nostálgicos de Sinaloa, ordenaron que la cárcel se llenara de
cerveza y camarones.
Sí,
el 2000 había sido un gran año para todos, pero era hora de poner fin a la
fiesta en Puente Grande.
***
De
la fuga se hablaba con tanta claridad que entre los comandantes advertían a los
guardias que pronto se iría Guzmán Loera y que necesitaría guaruras en Jalisco,
Colima, Nayarit y Sinaloa. El sueldo sería de 12 mil 500 pesos.
La
pachanga ocurría con el sistema de seguridad en condiciones poco menos que
herrumbrosas, física y administrativamente. Declararía un guardia: “Desde hace
dos años las puertas han presentado fallas. Las chapas se descomponen, primero
se arreglan las de las estancias clasificadas como riesgo y después las demás;
es común que se pongan botes de plástico para que no se cierren las puertas,
pero ignora quien haya dado la autorización para que permanecieran abiertas;
los radios se encuentran muy deteriorados.”
La
vigilancia estaba tan intervenida por los narcotraficantes que ellos
instruyeron el borrado de las cintas con las imágenes obtenidas por las cámaras
de seguridad durante la Navidad.
No
podía durar mucho más.
La
presión sobre “El Chapo” se incrementó porque tres custodios se quejaron de la
política de privilegios y, para pronto, que la verdadera autoridad en esa
cárcel era Joaquín Guzmán. Intervino la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos cuyo titular de entonces, José Luis Soberanes, telefoneó directamente
al recién estrenado Secretario de Seguridad Pública, Alejandro Gertz Manero.
Los
días 16 y 17 de enero se hicieron visitas por las irregularidades denunciadas.
Las instalaciones fueron visitadas por personal de la CNDH y de Enrique Pérez
Rodríguez, director general de Prevención y Readaptación Social. Enterado de la
situación, Gertz ordenó a uno de sus subsecretarios, Jorge Tello Peón, revisar
personalmente la situación.
Tello
Peón tenía doble relevancia porque había dirigido el Centro de Investigación y
Seguridad Nacional y había participado en esa condición como parte del sistema
que logró el arresto de “El Chapo” , poco menos de ocho años atrás.
Los
enviados del gobierno federal llegaron a las 12.55 pm del 19 de enero. Los
cuatro visitantes se entrevistaron con Beltrán Santana. Le informaron del
conocimiento en el DF del relajamiento de las medidas de seguridad y
establecieron la siguiente ruta de intervención en Puente Grande:
1.
Que a partir de esa fecha, por la noche, personal de la Dirección General de
Prevención y Readaptación Social, se incorporara a las áreas de Dirección del
CEFERESO, a fin de observar que a los procedimientos (de acceso de visitas,
disciplina, técnico) contenidos en los manuales de procedimientos se les diera
cumplimiento.
2.
Se dispuso de manera preventiva, a partir de esa fecha, la reubicación, en
áreas de mayor seguridad, de los internos Joaquín Guzmán Loera, Jesús Palma
Salazar y de Arturo Martínez Herrera.
3.
El lunes 22 de enero, la totalidad de las áreas técnicas del CEFERESO quedaría
a cargo de la Coordinación de Inteligencia de la Policía Federal Preventiva.
4.
El mismo día se llevaría a cabo una reunión entre la Coordinación de
Inteligencia de la PFP y la Dirección General de Prevención y Readaptación
Social para actualizar la información técnica que se disponía y evaluar los
cursos de acción necesarios.
5.
Se programaría, de acuerdo a la disponibilidad del personal de la PFP, un
operativo de revisión en el CEFERESO.
6.
Se proponía que el personal adscrito a las áreas del Centro de Control y
Archivo de Dirección, que actualmente dependen administrativamente del
CEFERESO, previa evaluación, pasen a formar parte de la PFP.
“El
acuerdo de mayor relevancia que se tomó fue [...] la reubicación en áreas de
mayor seguridad de los internos Joaquín Guzmán Loera, Jesús Palma Salazar y de
Arturo Martínez Herrera [...]”, declararía días después Tello Peón y aquí un
apunte: ¿por qué un hombre formado en la inteligencia de la seguridad nacional
abandonó el centro en las malas condiciones en que se encontraba reconociendo
además el riesgo institucional que representaban los narcotraficantes?
El
mismo día, “El Chapo”, El Güero y El Texas se encontraron en tres ocasiones en
la celda del segundo de ellos, en el pasillo segundo del módulo cuatro, según
el mismo guardia que le abrió la puerta a los otros dos para que fueran y
vinieran. Los dos primeros encuentros duraron aproximadamente 20 minutos. La
última charla ocurrió a las 6.20 pm y dilató alrededor de cinco minutos.
Las
reuniones de Leonardo Beltrán Santana eran frecuentes, pero nunca como ese día.
Durante el curso de la tarde, apenas salieron los funcionarios federales, el
director de la prisión acudió a los dormitorios. Pidió a uno de los comandantes
que reuniera al “El Chapo”, al Güero y al Texas y los llevara al área del
Centro de Observación y Clasificación, donde solía entrevistarse con ellos.
Escogió un cubículo de diagnóstico psicológico y habló con los tres hombres
desde las 3.15 de la tarde hasta las 4.20 pm. Cuarenta minutos después, un jefe
de seguridad de apellido Vizcaíno concentró nuevamente a los narcotraficantes
y, según trascendió entre el resto del personal, les informó que serían
trasladados a estancias de mayor seguridad. Los capos pidieron ir con dos
asistentes, pero eso no sería posible.
Un experto en túneles. Foto: Cuartoscuro
***
El
reo Jaime Leonardo Valencia Fontes, criado de mayor confianza de Guzmán Loera,
ordenó a los oficiales de la segunda compañía del módulo III traer un carrito
con utensilios de cocina.
Eran
las siete de la noche del 19 de enero de 2001. Los vigilantes obedecieron y se
trasladaron al área de lavandería. Pidieron un carrito y tomaron cobertores. Se
dirigieron a la cocina a la altura de una de las áreas de seguridad conocidas
como diamante, en este caso la V3. Llenaron el vehículo con comestibles y otros
objetos propios de la cocina que ocultaron bajo uno de los cobertores.
Volvieron
al módulo III nivel C. Se encontraron con Joaquín Guzmán Loera, Jaime Leobardo
Valencia Fontes, el custodio Salvador Hernández Quiroz y el empleado de
mantenimiento Francisco Javier Camberos Rivera, El Chito, quien ya tenía
consigo un carrito azul de lavandería similar al que había llevado los
custodios.
Se
dirigieron al cubículo técnico del mismo módulo y nivel, donde Jaime Leonardo
Valencia Fontes observó y tomó algunas de las cosas que iban en el carrito
llevado por los guardias a quienes instruyó para que hicieran un inventario de
la cocina.
A
las ocho de la noche, el custodio Francisco Javier Vásquez Cortés, El Vampiro,
encargado del servicio del diamante V7 observó al Chito empujando con esfuerzo
el carrito azul de lavandería.
“Ahí
iba ‘El Chapo’”, resolvió la investigación.
Salieron
del módulo III y avanzaron al diamante V6. Alcanzaron el diamante V4, donde no
tuvieron mayor problema para continuar adelante, pues, la puerta electrónica de
seguridad estaba descompuesta y abierta con un bote de basura atorado para
impedir su cierre. Diamante V2 y diamante V1. El Chito inició la recta final
hacia la aduana de vehículos. El guardia dispuesto, Miguel Leal Amador, nunca
había tenido comisión en esa posición. Su colocación esa noche había sido
ordenada el 16 de enero por Valencia Fontes, el valet de “El Chapo” . Algunas
versiones apuntan a que Leal hundió las manos en el carrito y desordenó las
sábanas y otras que ni esto. Lo cierto es que el vigilante nunca reparó en la
razón por la cual ese hombre salía con un carrito de lavandería.
A
las 8.40 de la noche, Leal Amador permitió salir al Chito por la puerta
principal de la aduana de vehículos. Atravesaron parte del estacionamiento de
funcionarios donde, junto a la puerta de malla ciclónica que da acceso al
aparcadero, el empleado abandonó el carrito que fue localizado a las nueve de
la noche por un comandante a quien no importó el objeto en ese sitio y sólo
ordenó su regreso a la lavandería.
Una
hora y media o una hora y 40 minutos antes, a las seis y media de la tarde, el
comandante de la compañía de Seguridad Interna del penal, Juan José Pérez Díaz,
llamó al comandante de Seguridad Externa, Gerardo Javier Díaz Navarro. Le
informó que ese día El Chito llegaría en minutos a la prisión para sacar un
horno de microondas y un extractor de jugos, objetos prohibidos. Se formalizó
el aviso con la notificación a otro comandante, también de Seguridad Externa,
José Manuel Santiago.
La
orden era no revisar de ninguna forma al Chito y que no se le anotara en el
formato de control de entradas y salidas. A las siete de la noche, El Chito
llegó en un vehículo al parecer marca Ford y color café. Una hora y media o una
hora con 40 minutos después, Santiago comunicó que El Chito abandonaría el
penal. El vehículo avanzaba a mayor velocidad de la permitida en el interior de
las instalaciones y nadie hizo nada por revisar el auto.
El
Chito arrancó fuera de la penitenciaría. “El Chapo” le sugirió continuar la
fuga por su cuenta, no volver. El empleado de la cárcel quedó reflexivo. El
capo dijo tener sed y pidió a su cómplice detenerse por agua en una tienda de
conveniencia en la noche de Guadalajara. El hombre sólo sabía obedecerle y así
hizo. Cuando regresó a su auto, “El Chapo” se había esfumado.
A
partir de entonces pocas cosas quedan claras.
La
periodista Anabel Tello describió en su libro “Los señores del narco” que el
asunto del carrito de la lavandería fue un montaje dispuesto por el gobierno federal
panista para liberar a su narco benefactor de la campaña presidencial. Agitado
el avispero por su fuga, “El Chapo” se habría fugado según esta versión no
documentada. Ninguna de las decenas de declaraciones del personal de seguridad,
algunas dispares entre sí y otras que asoman el franco conflicto entre las
autoridades penitenciarias, como la el propio Beltrán Santana con Tello Peón,
permite entrever esta posibilidad.
Lo
cierto es que la fiesta terminó en Puente Grande y la fiesta comenzó en todo
México. Fiesta, en la jerga carcelera, es un desmadre: asesinato, motín, fuga,
como la que hizo El Señor del Tres, el inquilino de la celda 307.
***
Más
de 70 empleados del penal fueron arrestados y cerca de 60 sometidos a proceso.
Entre los condenados estuvo Beltrán Santana.
Beltrán
Santa, exdirector de Puente Grande, se defendió. La lógica del condenado por
permitir la fuga de Guzmán Loera es de difícil resistencia:
“(El)
conocimiento de las irregularidades es desde luego irrelevante como medio para
consumar la fuga, pues, de ser eficaz como medio de consumación, debería
considerarse también como responsables penalmente de la evasión de Guzmán Loera
a Jorge Enrique Tello Peón, Enrique Pérez Rodríguez, Nicolás Suárez Valenzuela,
Humberto Martínez, José Luis Soberanes Fernández y Alejandro Gertz Manero,
pues, ellos también conocieron esas irregularidades en las mismas fechas que el
suscrito.”
Nada
pasó con estos funcionarios. Al contrario. Tello Peón mantuvo papeles
protagónicos en la lucha antinarcóticos emprendida por Felipe Calderón,
reiteradamente señalado de proteger al Cártel de Sinaloa. Enrique Pérez
Rodríguez fue asignado a las tareas de inteligencia de la Policía del DF
durante la administración de Marcelo Ebrard y ahora coordina la Policía
Judicial de Morelos con el nuevo gobernador perredista Graco Ramírez.
Morelos
es, desde hace años, cruce de varios de los caminos en los que se conduce el
narco.
***
Los
cárteles mexicanos operan en más de un millar de ciudades en todas las regiones
de Estados Unidos al menos desde 2008 y serán, principalmente el de Sinaloa,
imbatibles en los próximos años. Todo se desprende del informe confidencial “Ciudades
en las que las organizaciones mexicanas de tráfico de drogas operan dentro de
los Estados Unidos” y del que este medio posee copia.
El
diagnóstico es elaborado por el Centro de Inteligencia Nacional contra las
Drogas —National Drug Intelligence Center (NDIC)— y éste evalúa, “con gran
confianza”, que las organizaciones mexicanas operan al menos en 1 mil 286
ciudades en las nueve regiones divisorias de EU para efectos de la Fuerza de
Tarea y Aplicación Contra las Drogas del Crimen Organizado, otra multiagencia
de seguridad.
En
por lo menos 150 de estas ciudades, según el reporte fechado en 2010, la
actividad del narco mexicano estuvo vinculada con al menos una de sus
principales organizaciones. El emplazamiento es así:
• Cártel de Sinaloa: dirigido por
Joaquín Guzmán Loera, Juan José Esparragoza Moreno e Ismael Zambada García.
Provee drogas a sus células de distribución y a traficantes en al menos 75
ciudades, desde Honolulu, Hawaii, hasta Filadelfia, Pennsylvania.
• Los Zetas: los exmilitares suministran
cantidades al por mayor de drogas en 37 ciudades.
• Cártel del Golfo: abastece 37
ciudades.
• Beltrán Leyva: los hombres de Héctor
Beltrán Leyva suministran al menos 30 ciudades.
• Cártel de Juárez: liderado por Vicente
Carrillo Fuentes, hace negocios en al menos 33 ciudades.
• La Familia de Michoacán (no se hace
distinción de Los Caballeros Templarios de Michoacán): participa en al menos 27
ciudades.
•Cártel de Tijuana: liderado por los
restos de los Arellano Félix abastece 20 ciudades.
Así
lo expresa el gobierno estadunidense a través de su Evaluación Nacional sobre
la Amenaza de las Drogas —National Drug Threat Assessment, NDTA—
correspondiente a 2011, el último diagnóstico abierto de su clase:
De
los siete principales cárteles mexicanos imbuidos en el negocio de las drogas
en EU, “el Cártel de Sinaloa es el dominante y su extensa red de distribución
suministra drogas a todas las regiones de los Estados Unidos.”
Sinaloa
y las demás mafias han tomado el mercado existente y lo han extendido hacia
donde antes no estaba disponible. “Las principales organizaciones de México
seguirán dominando el tráfico de drogas al por mayor en los Estados Unidos en
el futuro inmediato y solidificarán aún más sus posiciones a través de la
colaboración con las pandillas estadunidenses.”
Otros
tipos de organizaciones y grupos están presentes de manera activa y próspera.
Por ejemplo, los grupos organizados de asiáticos, dominicanos, cubanos y
africanos amplían sus operaciones. Pero, de estos, sólo los grupos africanos
—algunos con supuestas simpatías por movimientos “terroristas” de oriente
medio— no están mencionados en los informes como colaboradores de los
mexicanos.
“El
Cártel de Sinaloa ha sofisticado y desarrollado redes de transporte y
distribución y cuenta con una extensa red de asociados para facilitar su
tráfico de operaciones en EU. Ya en 2004, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera tenía
la intención de monopolizar el comercio de drogas en Estados Unidos.”
La
revista Forbes ha insistido en que su fortuna supero los mil millones de
dólares, que es uno de los 100 hombres más influyentes del planeta, lo que
ningún político, incluido el Presidente de México es. Mil millones de dólares
serían poco si es correcto el dato de las autoridades estadunidenses que estima
el negocio de las drogas de los cárteles en México en alrededor de 30 mil
millones de dólares. Y sí es cierto que “El Chapo” es el primer empresario de
las sustancias prohibidas en Estados Unidos.
Pero
“El Chapo” no sólo hace negocios ilegales en Estados Unidos. También los hace
en México y ha prosperado con el creciente consumo interno. Y no sólo hace
negocios ilegales, también tiene intereses en varios sectores de la economía
formal: hotelería y turismo, agencias automotrices, bienes inmuebles…
***
Uno
de los cables publicados por Wikileaks sobre la administración de Felipe
Calderón durante el curso de ésta describe al secretario de la Defensa
Nacional, Galván, planteando su interés en establecer una colaboración “al más
alto nivel” con el gobierno de los Estados Unidos, particularmente respecto a
la captura de “objetivos de alto valor”, incluidos dos miembros de Los Beltrán
Leyva y Joaquín Guzmán Loera.
El
general mexicano detalló que la búsqueda de “El Chapo” funcionaba en tres
niveles. El primero consistía en establecer presencia física en su área de
operación con la intención de recabar información. Galván hablaba de la
existencia de 15 ó 20 sitios por los que el narcotraficante se movía, pero que
una extensa red compuesta por informantes y guardaespaldas dificultaban la
captura. El secretario de la Defensa informó que la segunda etapa consistiría
en el despliegue de tropas en la zona de tránsito del narcotraficante, lo que
no sólo se hizo en Sinaloa y Durango, sino en todo el país. La tercera fase de
la operación habría consistido en la captura con el éxito ya conocido.
Desde
la fuga de Guzmán Loera toda clase de cosas se han dicho y escrito. En meses
pasados lo dieron por muerto en Guatemala, donde lo detuvieran en 1993. Se
revelaron sus bodas con la Reina del café y la guayaba de un pueblo de Durango
con la presencia de políticos y el obispo de ese estado dijo claro y fuerte que
todo mundo sabía que “El Chapo” andaba por ahí sin mayor problema.
El
mito urbano construido alrededor de “El Chapo” incluye el pasaje que, siempre
con variaciones menores y los mismos lugares comunes, es el siguiente.
En
algún restaurante de Culiacán, Mazatlán, Los Mochis o cualquier otro lado,
repentinamente se cierran las puertas. Unos tipos que cumplen punto a punto con
el cliché del buchón recorren cada mesa ocupada del lugar y confiscan con
elegancia —si esta cabe entre una gorra beisbolera atiborrada de plásticos
brillantes y una botas vaqueras de piel de cocodrilo y pintadas de azul rey—
todos los teléfonos celulares de los parroquianos. Tras los matarifes, los
meseros compensan el secuestro con botellas de whisky Buchanans. “Cortesía del
señor Guzmán Loera.”
“El
Chapo” aparece y se dirige a un reservado privado, donde come comitiva.
Mientras el narcotraficante come nadie sale. Minutos después de que él lo hace
se devuelven los teléfonos y se presentan las cuentas de consumo cubiertas.
Los
juegos de alianzas y rivalidades están dados en las fracturas de los cárteles
mexicanos. La estrategia de persecución y aniquilamiento de los jefes del narco
ha polarizado grupos internos que se mantenían cohesionados bajo una figura
pero que, tras su captura o muerte, se enfrentan por el control de rutas y
mercados internos ya consolidados.
“El
Juego de Tronos” del narco mexicano coloca en el mapa al “Chapo” encabezando
una gran alianza que incluye al Cártel del Golfo, hecho impensable hace una
década; a Los Caballeros Templarios de Michoacán, y a grupos con menor
relevancia por el momento como el Cártel de Jalisco Nueva Generación o Los Mata
Zetas. El otro eje en la guerra, al menos por el momento, es liderado por Los
Zetas, los Beltrán Leyva, el Cártel de Juárez y el Cártel de Tijuana, estos
tres últimos en mayor o menor proceso de desintegración y en declive.
La
lucha por el monopolio del comercio ilegal de las drogas se ha traducido en 70
mil muertes sólo durante el sexenio de Felipe Calderón y de un número
indeterminado de desaparecidos. También en la expansión de narcotráfico hacia
las otras formas del crimen organizado, muchas lesivas de los ciudadanos que,
hasta la década de los 90, se podían considerar a salvo de las reyertas de los
barones de las drogas, ahora empresarios ellos y sus subalternos del secuestro,
la extorsión, el tráfico humano, la trata de mujeres y niñas con fines de
comercio sexual.
Los
generales del narco, pero también los capitanes y los simples cabos, han
corrompido extensamente autoridades ya no sólo policíacas, sino
administrativas, judiciales y legislativas.
Si
se le desprende a Guzmán Loera el halo romántico y cabrón con que se le hace
apología en narcocorridos, novelas y otros textos presentados como
periodísticos, ¿es justificado ver en “El Chapo” a un genocida? ¿Es Joaquín
Guzmán Loera corresponsable de la descomposición institucional y social del
país?
Si
se juzga por la acción del Estado mexicano, la respuesta es, definitivamente,
que no. “El Chapo” es el gran intocable, El Señor del Tres.
Y
éste es el corrido de su fuga, compuesto e interpretado por El As de la Sierra:
Se fugó “El Chapo” Guzmán
Dóriga dio la noticia
fue una noticia muy fuerte
para el gobierno ese día
ellos no se imaginaban
que “El Chapo” se fugaría.
Lo tenían procesado
en el penal Puente Grande
eran grandes los problemas
que “El Chapo” tenía pendientes
a fuerza estaba pagando hasta
que se enfadó el jefe.
Qué bonitas son las fugas
cuando no existe violencia
mi compa les gano limpio
grábenselo en la cabeza
si antes hubiera querido
él se les pela a la fuerza.
Muchos millones de verdes
los que ahí se repartieron
el director del penal
y 32 compañeros
se voltiaron los papeles
y ellos están prisioneros.
Dónde está “El Chapo” Guzmán
búsquenlo por todas partes
si tardaron pa sacarlo
van a tardar pa encerrarlo
tal vez muera mucha gente
si un día llegan a encontrarlo.
Adiós penal Puente Grande
para mí no fuiste cárcel
yo me sentía como en casa
más no pude acostumbrarme
adiós compa Güero Palma
afuera voy a esperarte.
(SIN
EMBARGO.MX/ HUMBERTO PADGETT JULIO 13, 2015 - 12:23H)
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