lunes, 24 de febrero de 2014

RETORNA AUTOTOQUE DE QUEDA EN LOS MOCHIS


Los Mochis. Militares acribillados.
Asesinato de soldados, un reto criminal a la autoridad 

Precavida, la sociedad auto saboteó su libertad de libre tránsito nocturno este fin de semana, para evitar quedar atrapada en el fuego cruzado de las ejecuciones, o en algún operativo de caza delincuentes, tras el doble asesinato de dos militares al surponiente de esta ciudad.

El lunes pasado, el teniente Ranferi Beltrán Arellano y el soldado Enrique Atondo Valenzuela recibieron más de 30 balazos calibre 2.23 milímetros (AR-15) cuando viajaban en una camioneta Lincon Mark color blanco, con placas VC-94223 de Sinaloa, asignadas al 89 Batallón de Infantería.

La camioneta doble cabina fue encontrada estacionada correctamente en la esquina de Antonio Flores y Níspero, en el fraccionamiento Tulipanes, al surponiente de la ciudad. Tenía los dos cristales laterales estallados y la carrocería  agujerada por las balas. El sitio era una trampa. Con una sola entrada y una salida. Oscuro como cueva de lobo. Deshabitado como el desierto. Rodeado de cultivos y más allá, a espaldas del ejido Benito Juárez, siembras de maíz.

Residentes del sector narraron que la noche del crimen se escucharon los balazos. “Una lluvia de truenos en pocos segundos que parecieron minutos”. Luego el motor de un auto o camioneta alejándose, seguido de minutos de silencio. Un cuarto de hora después llegaron las primeras patrullas. Continuó un movimiento intenso, que terminó cuando alguien colocó una veladora de San Judas Tadeo encendida en el lugar del doble crimen de los soldados. Cuatro días después la veladora aún está prendida.

Tras el crimen, los militares salieron de nuevo a las calles. A veces solos, en ocasiones con policías preventivos. Todos encapuchados.

Hay preguntas que nadie responde. La autoridad calla. Los militares también. Nadie explica el origen de la doble ejecución. Se especula que eran miembros de inteligencia militar, que fueron traicionados por sus soplones y que fueron masacrados por encabezar las detenciones de segundones en el Cártel de Guasave. Pero es un misterio que continúa hasta hoy.

En respuesta, aumentaron los recorridos militares y la búsqueda aleatoria policial para encontrar a quien o quienes paguen por el doble crimen militar.

Al día siguiente, el martes, ubicaron una casa de seguridad de narcomenudistas en el fraccionamiento Scally, al poniente de la ciudad. Es la esquina de Genaro Estrada y Río Culiacán. Son detenidos Ángel Eduardo Salazar Hernández, José Manuel Burgos Pesera, Carlos Saúl Burgos Caperes y Manuel Ángel Castro Mendoza. Tenían 110 dosis de Cristal con peso de 27 gramos; 30 porciones de polvo blanco, al parecer cocaína, cuyo peso fue de 22 gramos, siete dosis de Cristal con peso de 160 gramos, seis dosis de mariguana, una báscula gramera y ocho celulares y radios. Resguardaban el lugar con una pistola calibre .9 milímetros.

A estos detenidos se les señaló como sospechosos del doble asesinato de los militares, pero se ejercitó acción penal por narcomenudeo. Nadie sabe si declararon en torno al doble asesinato de los soldados. Los operativos de búsqueda de sospechosos han continuado, pero han sido infructuosos.

Los autos transitan con rapidez. Los cruceros conflictivos se vacían en cuestión de minutos. Y sólo patrullas se observan en recorridos de rutina.

El miedo subconsciente a quedar atrapado en una ejecución del narco, en una balacera o en medio de un operativo de encapuchados está presente, y el auto sabotaje a la libertad es la consecuencia.

En el colectivo humano se mantiene la percepción de la impunidad con que actúan los grupos delictivos. Lo confirman transeúntes entrevistados que se niegan a dar el nombre o a decir el sector que habitan.

En tanto el gobierno municipal se esfuerza por aparentar que la situación urbana está bajo control; al igual que los índices delictivos, pocos lo creen. La mayoría duda. Por eso las calles se vacían.

El alcalde Arturo Duarte García afirma que la ciudad y el municipio no son inseguros, puesto que los índices delictivos son bajos, pero aceptó que la percepción ciudadana es contraria a los resultados. Tan lo es que las calles están solas.

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