Asesinato de soldados, un reto criminal a la autoridad
Precavida, la sociedad auto saboteó su libertad de libre tránsito
nocturno este fin de semana, para evitar quedar atrapada en el fuego
cruzado de las ejecuciones, o en algún operativo de caza delincuentes,
tras el doble asesinato de dos militares al surponiente de esta ciudad.
El lunes pasado, el teniente Ranferi Beltrán Arellano y el soldado
Enrique Atondo Valenzuela recibieron más de 30 balazos calibre 2.23
milímetros (AR-15) cuando viajaban en una camioneta Lincon Mark color
blanco, con placas VC-94223 de Sinaloa, asignadas al 89 Batallón de
Infantería.
La camioneta doble cabina fue encontrada estacionada correctamente en
la esquina de Antonio Flores y Níspero, en el fraccionamiento
Tulipanes, al surponiente de la ciudad. Tenía los dos cristales
laterales estallados y la carrocería agujerada por las balas. El sitio
era una trampa. Con una sola entrada y una salida. Oscuro como cueva de
lobo. Deshabitado como el desierto. Rodeado de cultivos y más allá, a
espaldas del ejido Benito Juárez, siembras de maíz.
Residentes del sector narraron que la noche del crimen se escucharon
los balazos. “Una lluvia de truenos en pocos segundos que parecieron
minutos”. Luego el motor de un auto o camioneta alejándose, seguido de
minutos de silencio. Un cuarto de hora después llegaron las primeras
patrullas. Continuó un movimiento intenso, que terminó cuando alguien
colocó una veladora de San Judas Tadeo encendida en el lugar del doble
crimen de los soldados. Cuatro días después la veladora aún está
prendida.
Tras el crimen, los militares salieron de nuevo a las calles. A veces
solos, en ocasiones con policías preventivos. Todos encapuchados.
Hay preguntas que nadie responde. La autoridad calla. Los militares
también. Nadie explica el origen de la doble ejecución. Se especula que
eran miembros de inteligencia militar, que fueron traicionados por sus
soplones y que fueron masacrados por encabezar las detenciones de
segundones en el Cártel de Guasave. Pero es un misterio que continúa
hasta hoy.
En respuesta, aumentaron los recorridos militares y la búsqueda
aleatoria policial para encontrar a quien o quienes paguen por el doble
crimen militar.
Al día siguiente, el martes, ubicaron una casa de seguridad de
narcomenudistas en el fraccionamiento Scally, al poniente de la ciudad.
Es la esquina de Genaro Estrada y Río Culiacán. Son detenidos Ángel
Eduardo Salazar Hernández, José Manuel Burgos Pesera, Carlos Saúl Burgos
Caperes y Manuel Ángel Castro Mendoza. Tenían 110 dosis de Cristal con peso de 27 gramos; 30 porciones de polvo blanco, al parecer cocaína, cuyo peso fue de 22 gramos, siete dosis de Cristal
con peso de 160 gramos, seis dosis de mariguana, una báscula gramera y
ocho celulares y radios. Resguardaban el lugar con una pistola calibre
.9 milímetros.
A estos detenidos se les señaló como sospechosos del doble asesinato
de los militares, pero se ejercitó acción penal por narcomenudeo. Nadie
sabe si declararon en torno al doble asesinato de los soldados. Los
operativos de búsqueda de sospechosos han continuado, pero han sido
infructuosos.
Los autos transitan con rapidez. Los cruceros conflictivos se vacían
en cuestión de minutos. Y sólo patrullas se observan en recorridos de
rutina.
El miedo subconsciente a quedar atrapado en una ejecución del narco, en una balacera o en medio de un operativo de encapuchados está presente, y el auto sabotaje a la libertad es la consecuencia.
En el colectivo humano se mantiene la percepción de la impunidad con
que actúan los grupos delictivos. Lo confirman transeúntes entrevistados
que se niegan a dar el nombre o a decir el sector que habitan.
En tanto el gobierno municipal se esfuerza por aparentar que la
situación urbana está bajo control; al igual que los índices delictivos,
pocos lo creen. La mayoría duda. Por eso las calles se vacían.
El alcalde Arturo Duarte García afirma que la ciudad y el municipio
no son inseguros, puesto que los índices delictivos son bajos, pero
aceptó que la percepción ciudadana es contraria a los resultados. Tan lo
es que las calles están solas.
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