“Acepto con resignación el camino que me ha deparado el destino y si
Dios me ha puesto en este camino, debo seguir”, dijo la esposa de Pancho Arellano 20 años atrás, luego de que fue raptada por el capo. Ella y sus hijos fueron testigos del crimen.
Fue una operación criminalmente impecable. Un sicario vestido de
payaso, un disparo en la cabeza y dos al cuerpo. La muerte de Francisco
Rafael Arellano Félix fue instantánea. El cuerpo del hermano mayor de la
dinastía que conformó el cártel de los Arellano Félix (CAF), quedó
tirado en medio de sillas y mesas en un salón de fiestas de las villas
Ocean House del hotel Marbella, en el corredor turístico de Cabo San
Lucas-San José del Cabo.
Iban a ser las ocho de la noche cuando la Policía Ministerial del
Estado de Baja California Sur recibió el reporte de que en ese lugar se
habían efectuado disparos con el resultado de una persona muerta.
Elementos de la Suprocuraduría de Investigaciones Especiales se
trasladaron al hotel para proceder a los trabajos periciales y minutos
después la noticia se difundió por todo el país.
Cuando la policía llegó al lugar del crimen, muchos de los invitados
ya se habían ido, espantados por el suceso, pero también por el lío
público que representaba su presencia allí, pues unos eran destacados
deportistas y otros miembros de la farándula.
Estuvieron esa noche y al momento del crimen, según notas
periodísticas, Omar Chávez, hijo del legendario Julio César Chávez y
ahijado del capo asesinado. Al día siguiente Omar pelearía con el
veterano Joachim Alcine en el auditorio municipal de Cabo San Lucas.
También estaba en la fiesta, dijeron algunos diarios, el futbolista
retirado Jared Borgetti y el ex vocalista de la banda El Recodo,
compadre de Jared, Luis Antonio López, el Mimoso.
Y hasta se habló de la presencia en la fiesta del alcalde de Los
Cabos, Antonio Agúndez Montaño, cosa que él negó y que la Procuraduría
de Justicia, con el pretexto de la secrecía que deben guardar las
investigaciones, ha mantenido en silencio.
“Se escucharon los disparos y de volada salió de la fiesta el
alcalde”, expresó un policía municipal que participó en los operativos y
que solicitó el anonimato, según publicó el diario Excélsior.
Al ser abordado por los medios para confirmar la información, el edil
solo se limitó a responder “sin cometarios, sin comentarios”, al tiempo
que apresuraba el paso hacia su vehículo.
Era una reunión familiar, a la que invitaron a algunos amigos. Según
las primeras informaciones sobre el contexto del crimen, la señora Rocío
Lizárraga, esposa de Francisco Arellano desde 1990, había rentado el
lugar para hacer una fiesta. El cuerpo fue identificado por uno de los
hijos de Pancho Arellano, como se le conoció en Mazatlán, donde
pasó muchos años de su vida en medio de negocios relacionados con el box
y el espectáculo y bajo el estigma de pertenecer a una familia de
narcos.
Familia narca
Junto con sus hermanos Benjamín y Eduardo, Francisco Rafael Arellano
había empezado a delinquir en los años setenta, traficando ropa, vinos y
cigarrillos de los Estados Unidos, para venderlos en Culiacán. Nada
comparado con lo que harían después, cuando se trasladaron a vivir a
Tijuana, donde se involucraron con el narcotráfico a gran escala.
Estuvieron un tiempo en Guadalajara y luego se fueron a vivir a la
ciudad fronteriza, donde se coordinaban con Rafael Caro Quintero para el
traslado de cargamentos de mariguana de esa ciudad hacia los Estados
Unidos, muchas veces utilizando los tráileres tomateros de los
productores sinaloenses. De Estados Unidos a México, los Arellano
organizaban el producto de las ganancias, ya sea a través de los mismos
camiones de carga o por la vía aérea.
No eran todavía un cártel cuando Francisco Arellano se trasladó a
Mazatlán para cambiar de aires. Había estado varios años en una cárcel
del Distrito Federal y seis meses en un penal de Tijuana. Cuando recobró
su libertad se trasladó a Mazatlán.
La organización de los hermanos Arellano Félix creció en la década de
los ochenta pero todavía sin considerarse un cártel, lo cual vendría
después, tras la aprehensión, en abril de 1989, del Padrino, Miguel Félix Gallardo.
Pancho Arellano llegó a Mazatlán en 1981 y en 1984 fundó el
legendario Frankie Oh!, por la Avenida del Mar, un centro de
espectáculos bastante ostentoso para la época. Ya era conocido en el
mundo de la farándula, pero a partir de este hecho su nombre empezó a
consolidarse en la clase media mazatleca y en el medio turístico, a tal
grado que fue nombrado alguna vez “empresario del año”.
Era narco, la gente lo sabía, las autoridades lo sabían, había sido
detenido en los Estados Unidos por vender 250 gramos de cocaína a un
agente encubierto y puesto en libertad condicional, pero se fugó a
México y vivía en Mazatlán como si nada debiera.
Más de diez años se pasó Pancho Arellano en el puerto, donde
cultivó relaciones con el mundo empresarial, deportivo y artístico.
Amigo y compadre de Julio César Chávez, pues era padrino de Omar Chávez,
hijo de Amalia Carrasco, juntos vivieron el escándalo de la reina del
carnaval 1990 que el capo secuestró para luego casarse con ella.
Se la había presentado el campeón y un encuentro o dos bastaron para
que Francisco Rafael Arellano Félix decidiera que esa mujer debía ser la
madre de sus hijos.
Nada de eso lo inmutó. Se la robó meses después de que asumió el reinado y ella tuvo que dejar el trono para hacer una familia. Pancho siguió su vida, aparentemente normal a pesar del affaire,
hasta que llegó el mayo sísmico de 1993 para los hermanos Arellano
Félix, cuando mataron en el Aeropuerto de Guadalajara al cardenal Juan
Jesús Posadas Ocampo.
El Gobierno federal desató una cacería contra la organización, que se
había ya consolidado como cártel, con ramificaciones importantes en
Sinaloa, Jalisco, Ciudad de México y varias regiones de la Unión
Americana, principalmente en el sur de California.
Francisco Arellano fue el primero en caer. Fue capturado por
elementos de la PGR el 4 de diciembre de 1993, en Tijuana. Tras cumplir
una condena de diez años en el penal del Altiplano, en el Estado de
México, fue extraditado a Estados Unidos, donde se le liberó en 2008 y
se le deportó por Texas a Ciudad Juárez. Desde entonces no se sabía
mucho de él.
Dos meses antes de que lo mataran estuvo en un restaurante del Centro
Histórico de Mazatlán, cenando y tomando con un conocido personaje de
la farándula: Julio Preciado.
Fue en el Bar-Pizzería La Mona, cuando un joven mazatleco disfrutaba
con unos amigos una suculenta pizza de chorizo con queso bajada con unas
ambarinas, vio al cantante sinaloense Julio Preciado conviviendo con un
hombre maduro del que de mesa en mesa corrió la voz que era Francisco
Arellano Félix.
Como el joven pertenecía a otra generación y aunque estaba consciente
de que dichos apellidos tenían un tufo a narcotráfico, quiso saber de
quién se trataba.
Pretextando que la cerveza ya le había “aflojado la próstata”, dijo a
sus amigos que iba al mingitorio. Desde ahí habló por teléfono a su
papá a quien le preguntó quién era Francisco Arellano Félix.
“Francisco Arellano Félix es el dueño de la hoy en ruinas, discoteca
‘Narki ¡Oh!’, oh, perdón, del ‘Frankie ¡Oh!’”, le respondió su padre,
quien intrigado cuestionó: “¿Por qué me lo preguntas?”.
“Porque aquí en
el bar está un hombre con ese nombre departiendo con Julio Preciado”,
reviró el joven.
“¡Salte a la chingada de allí porque les van a pegar una rafagueada!”, le ordenó su padre.
El último viaje
Francisco Arellano Félix, fue cremado en una de las funerarias más antiguas de la ciudad.
Los deudos lo transbordaron del ferry en medio de un operativo de la
Policía Federal, que discretamente patrulló los 15 kilómetros de la
carretera Los Mochis-Topolobampo.
El convoy se trasladó hasta el horno crematorio, ubicado a la salida poniente de la ciudad. Durante algunas horas esperó.
Retornó al puerto de Topolobampo el domingo, al filo de las 21:00 horas.
El convoy llegó hasta la popa del tercio posterior del buque y lo
abordó, sin detenerse, incluso, sin que los fusileros de la Armada de
México se lo impidieran.
Ninguna autoridad local fue notificada de la cremación de Francisco
Rafael Arellano Félix, pues era un destino que la familia eligió, dijo
una fuente interna de la Subdirección de Información.
La consigna de Rocío
Desde el escándalo de 1990 y su desenlace, cuando fue raptada por
Francisco Arellano, la vida de la reina inconclusa, Rocío del Carmen
Lizárraga, pasó un estado de intimidad que rayó en la clandestinidad,
hasta este 18 de octubre.
Fue ella quien contrató las instalaciones para la fiesta donde
matarían a su esposo sin saber que sería la última fiesta del mayor de
los hermanos Arellano Félix, que antes de la violencia demente que se
desató en México entre los cárteles de la droga, fueron considerados los
narcos más sanguinarios en la historia del narcotráfico.
A finales de mayo, tres meses después de que recorrió la Avenida del
Mar como soberana del carnaval de Mazatlán 1990, Rocío Lizárraga fue
raptada por Francisco Arellano, lo cual provocó un escándalo que impactó
en la opinión pública nacional.
El diario Noroeste dio la primicia y la noticia fue replicada
por la prensa nacional. La madre de la reina afirmó que no se había ido
por su voluntad, sino que había sido secuestrada.
El diario Ovaciones, en la Ciudad de México, publicó el 2 de junio a ocho columnas: Secuestraron a la reina del carnaval de Mazatlán.
El escándalo se hizo más fuerte porque Rocío del Carmen estaba
comprometida con Óscar Coppel, miembro de una de las familias más
poderosas de Mazatlán.
Una semana después del rapto, la madre de la reina, que alegaba que Pancho Arellano y su hija apenas se habían visto una o dos veces a partir de que Julio César Chávez los presentó, bajó la guardia:
“Solo Dios es el indicado, el único que pondrá las cosas en su
lugar”. Y dijo que “tanto Rocío del Carmen como Óscar, su prometido,
eran víctimas del destino”.
En un artículo de Arturo Santamaría publicado en Noroeste en 2008, escribió:
“Cuando el mitote ya se había apoderado de la afiebrada atención de
los mazatlecos, entre divertidos y angustiados por la suerte de la
soberana, Rocío del Carmen con el más propio de los estilos monárquicos,
les dijo el 13 de junio a sus súbditos mediante un “manifiesto real”
publicado en un cuarto de plana de Noroeste:
“Yo, Rocío del Carmen Lizárraga Lizárraga, reina del carnaval
internacional de Mazatlán 1990, me encuentro en estos momentos en esta
ciudad y puerto de Mazatlán.
“(…) No quiero juzgar, ni señalar al hombre que será el padre de mis
hijos, el que me dio su apellido y del que solamente he recibido
atenciones, pues nunca he recibido un mal trato de su parte.
“Acepto con resignación el camino que me ha deparado el destino y si Dios me ha puesto en este camino, debo seguir”.
Y siguió.
El CAF: 20 años de cacería
El declive del cártel de Tijuana o CAF empezó a mediados de los años
noventa, cuando la DEA, el FBI y el DOJ ofrecieron recompensas de hasta 5
millones de dólares a quien ofreciera información para lograr la
captura de cualquiera de los hermanos Arellano Félix.
Así fueron cayendo sus principales lugartenientes, entre ellos Jesús Labra Avilés, Ismael Higuera Guerrero el Mayel, Gilberto Higuera Guerrero y Manuel Aguirre Galindo. Pero ninguno de los hermanos Arellano Félix caía en manos de la justicia.
Hasta que el 10 de febrero del 2002, durante un tiroteo en Mazatlán,
Ramón Arellano, el más violento de los hermanos, cayó muerto durante un
enfrentamiento con un grupo de policías ministeriales que le habían
hecho el alto cuando bajaba de un auto compacto. A partir de ese
momento, todo cambió.
No pasó ni un mes después de la muerte de Ramón cuando, el 9 de marzo
de ese mismo año, Benjamín Alberto Arellano Félix, entonces cerebro del
cártel de los Arellano, cayó preso durante una redada en el estado de
Puebla.
Sin Ramón y sin Benjamín, el llamado cártel de Tijuana se tambaleó,
pero en pocos meses los hermanos restantes se reorganizaron y fue
entonces que Francisco Javier, el Tigrillo, tomó el control de la
organización para continuar operando el cártel, hasta que en agosto del
2006 fue arrestado por la Armada de Estados Unidos mientras navegaba en
aguas internacionales frente a California.
Fue cuando Eduardo, el Doctor, asumió el control de la
organización. Pero entonces tenía los días contados, porque apenas 26
meses después, el 25 de octubre del 2008, fue arrestado durante de un
enfrentamiento con elementos del Ejército mexicano en la colonia
Chapultepec de Tijuana.
El cártel de Tijuana desde entonces se ha desmoronado y actualmente
quien se cree tiene el control es Enedina Arellano Félix, junto con su
hijo, Fernando Sánchez, el Ingeniero.
El único que hasta ahora se ha salvado de la justicia gringa
es Francisco Rafael Arellano Félix, el mayor de los hermanos, ya que fue
liberado el 5 de marzo de 2008 de una cárcel de los Estados Unidos y
deportado por Ciudad Juárez.
Francisco Rafael Arellano, de 63 años, fue detenido en 1993 y
sentenciado a 11 años de cárcel por los delitos de posesión de armas de
uso exclusivo del Ejército y cohecho. El 16 de septiembre de 2006 fue
extraditado a Estados Unidos, donde se le sentenció por vender tres
kilos de cocaína a un agente encubierto de la DEA. Pero le consideraron
los años que había pasado en cárceles mexicanas y recobró su libertad.
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