El sentido común dice que los estragos hechos por el huracán Manuel
en algunos sectores de Culiacán deben tomarse como una primera llamada.
Desde que fueron creados los asentamientos Riberas del Tamazula y Valle
Alto, solo habían sufrido inundaciones leves producto de la pésima
planeación del drenaje pluvial, pero los desastres sufridos el 19 de
septiembre tuvieron que ver más bien con el uso que se le dio al suelo
en esas zonas, contra las advertencias de que eran “naturalmente”
inundables y que tarde o temprano pasaría lo que pasó.
Pero esto deben razonarlo las víctimas, no los victimarios. Por el
contrario, estos siguen actuando y hablando como si todo lo hubieran
hecho bien, poniendo siempre por delante la gran cantidad de agua que
traía el meteoro. Lo hacen para esconder su estulticia a la hora de
prevenir riesgos y también para ocultar sus complicidades y sus
omisiones.
El problema es qué van a hacer ahora los vecinos de esos lugares a
los que, en unas cuantas horas, la expectativa de un patrimonio seguro
se les quedó enterrada entre el agua y el lodo. Muchos ya están saliendo
de esos fraccionamientos, otros no pueden porque nadie les compra
aunque vendan a la mitad de lo que valían antes de Manuel y otros más esperarán a que el tiempo haga su trabajo y puedan vender, con un poco de olvido, en mejores condiciones.
En todos los casos, sin excepción, las inmobiliarias venden “seguridad patrimonial”, confort, “calidad de vida”, como anuncia Homex al ofrecer residencias y departamentos en Pontevedra, en Isla Musala, y hasta poder,
como anuncia en espectaculares Fincamex, al ofrecer sus casas en Valle
Alto.
Todos estos “valores” se derrumbaron el 19 de septiembre en esas
zonas y devaluarán las expectativas de negocios en cuanto desarrollo se
haga en los cauces de los ríos, por más bordos que se construyan y más
toneladas de lodo que se les extraiga.
Porque viene Óscar Lara, subdirector de la Conagua y dice que en 45
días inician los trabajos de desazolve de los ríos Tamazula, Humaya y
Culiacán.
Lara reconoce, por lo menos, que ese trabajo debió hacerse
antes y debiera estarse haciendo cada dos o tres años para evitar
desastres. Lo mismo dijo el alcalde Aarón Rivas, pero los dos fingen
estar convencidos de que con eso ya se acabaron los problemas.
Ellos son expertos en hacer dinero, no en planear obras hidráulicas.
La Isla Musala, desde donde se le mire —si es desde el bulevar Diego
Valadés, desde La Limita o desde La Campiña—, se encuentra en la parte
inferior de lo que fue el lecho histórico del río Tamazula, por no decir
que en un hoyo.
Y entonces siempre, como lo dijeron los que realmente
saben, desde hace una década, estará sujeta a que llegue un meteoro como
Manuel para que el río reclame lo que es suyo.
El sentido común
dice también que así como llegó este huracán categoría uno podría llegar
otro categoría dos o tres o cuatro y entonces las consecuencias serían
brutalmente mayores.
Y hay un elemento adicional que el más ordinario de
los mortales está tomando en cuenta: la presa Sanalona estaba a menos
del 50 por ciento antes de Manuel y eso aminoró la tragedia.
Dijo el exgobernador Jesús Aguilar Padilla, en su visita del jueves
pasado, que durante su administración sí se dragó el río Tamazula.
Y es
verdad, sí se dragó… del Puente Juárez, que conecta Las Quintas con
Ciudad Universitaria, hasta la Isla de Orabá. Lo que no dice es que las
inundaciones de Valle Alto tuvieron que ver con sus omisiones en el río
Culiacán, el cual debió rectificar porque se lo propusieron con estudios
de por medio.
Y con las anomalías en el dren Bacurimí, avaladas por
algún funcionario de la Conagua que ahora no quiere dar la cara. Y que
las inundaciones en La Campiña, Isla Musala y Riberas del Tamazula
tienen su origen en el juguetito urbano llamado Isla Musala, calificada
por los que la construyeron, Juan Millán, exgobernador; Francisco Javier
Rubio Pulido, secretario de Obras Públicas y Manuel Coronado Lepró,
director del Tres Ríos, como la punta del iceberg de la nueva fisionomía culichi.
Bola y cadena
DESDE SU ORIGEN, LA ISLA MUSALA se creó con la anuencia documentada
de la Conagua. Sin su autorización nunca se hubiera hecho. Así que la
lista de responsables es mucho más grande de lo que se cree.
Sentido contrario
HUBO, CUANDO SE CONSTRUYÓ la Isla, una visión miserable que despojó a
los pobladores de La Limita del río que les pertenecía. Construyeron el
canal que pasa por La Campiña y luego taponearon el paso del agua por
el cauce natural. Cuando Manuel llegó, hizo que el agua subiera a
niveles nunca vistos en ese poblado, con riesgos de inundaciones
también. Pero ahí están los jodidos, qué importa, pues.
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