miércoles, 4 de septiembre de 2013

MENSAJES DEL INFORME

 Raymundo Riva Palacio 

La política también se compone de símbolos. En la vieja Unión Soviética, los kremlinólogos podrían detectar cómo iba subiendo un dirigente a las más altas jerarquías por la posición en la cual lo iban colocando en el presídium central en la Plaza Roja durante los viejos desfiles militares para conmemorar la Revolución de Octubre. En el viejo México, uno de sus políticos más refinados, Jesús Reyes Heroles, con sólo colocarse ante o delante de su escritorio, recibir sentado sobre su mesa de trabajo o en su sala, decía sin palabras cuánto tiempo iba a dar a su interlocutor.

Jacques Chirac gustaba de utilizar los fondos azules durante su campaña presidencial en Francia para contrarrestar su vejez con la frescura del color, y Felipe González utilizó el verde en su campaña por la reelección en España, por ser el color de la esperanza.

Los símbolos son instrumentos de comunicación en sociedad, como define el estudio de la semiótica, y los utilizan de manera regular los políticos para transmitir mensajes. Los símbolos están ligados a la sicología de la imaginación”, escribió el reconocido político español conservador Miguel Herrero de Miñón, en un ensayo que publicó en 2006. “La eficacia del símbolo pende, en gran medida, de la oportunidad de su utilización”, precisó. Pero los símbolos, enfatizó, no son eternos, sino que su temporalidad supone tanto su enriquecimiento como su erosión. Es decir, el impacto depende de un tiempo y espacio determinado para causar el efecto buscado.

El Primer Informe de Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto estuvo cargado de este tipo de símbolos, interpretados a partir de la disposición con la que fueron colocados los invitados al evento que, en sí mismo, produjo el primer mensaje: el escenario de emergencia se tendió sobre la explanada Francisco I. Madero, un héroe nacional del que se había apropiado el PAN y que ayer, de manera sutil, fue arrancado del patrimonio azul para convertirlo en una imagen para todos.

El siguiente mensaje se dio en el presídium, dividido en dos gradas de honor; una era para el gabinete y la otra para los gobernadores. En el lado del gabinete, en la última fila se colocó al único subsecretario invitado a ese pódium: Luis Enrique Miranda, subsecretario de Gobernación. En esa misma fila, pero lo más cercano posible al atril desde donde el Presidente pronunció su discurso, se designó el lugar del gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, uno de las dos personas –la otra fue el Gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila–, a quien ex profeso caminó Peña Nieto para saludar de mano.

La ubicación de ambos no fue fortuita. El diseño de dónde se sentaba cada uno de los 600 invitados corrió a cargo de Erwin Lino, secretario particular del Presidente, y una de las personas más cercanas a Peña Nieto desde el Estado de México. La semiótica del momento del Informe tiene como contexto la exitosa negociación que realizó Miranda, de la mano del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, con la CNTE, al acordar la madrugada del domingo el adéndum a la reforma educativa que inició la desmovilización de maestros en la Ciudad de México, y el desastre de la política económica, cuyo capítulo fue pasado con rapidez durante el discurso y recibió el silencio más notorio del evento. Ni un aplauso para el rubro de la economía, con el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, en la primera fila de los secretarios con un gesto adusto, en contraste con una mano cálida para Carstens, ex secretario de Hacienda de Felipe Calderón, tecnócrata como su sucesor, y reconocido en el mundo por la forma como manejó las finanzas de México cuando las del mundo se licuaban junto con los bancos de Estados Unidos.

Las señales de quién recibía el calor presidencial y quién no, también estuvo a espaldas de todos los invitados, en las gradas últimas, donde ubicaron a los subsecretarios. Invitados en las primeras filas, los de Gobernación, Relaciones Exteriores y Comunicaciones. De último momento retiraron la invitación a los de Educación. Invitados pero en la última fila –en gayola dirían, si fuera cine–, todos los subsecretarios de Hacienda y el procurador fiscal. Asistieron, pero a los ojos de los observadores, arrinconados en una congeladora.

La semiótica de la celebración del Primer Informe de Gobierno en Los Pinos, ¿tiene algún significado posterior? No necesariamente. Nadie puede afirmar, a partir de lo que se vio, que un secretario de Estado va para afuera del gabinete, o que otros funcionarios van en ascendencia. En tiempo y espacio, significa, en la lectura de los símbolos, lo que mandó decir el Presidente, quiénes estaban el 2 de diciembre entre sus principales afectos y con quiénes está molesto. Todo esto, cuando menos, por ahora.

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