domingo, 22 de abril de 2012

LOS "PECADOS" DE LA NUEVA"BEATA" MEXICANA

María Inés Teresa con el papa Juan Pablo II.

La fundadora de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, recién beatificada, tiene graves antecedentes de discriminación y malos tratos contra integrantes de su congregación.



María Inés Teresa con el papa Juan Pablo II. Fotos: Especial


Un grupo de ex religiosas de la Congregación de Misioneras Clarisas enviaron al Vaticano un expediente completo para evitar la beatificación de la madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Denuncian que ésta cometió “faltas graves de virtudes” por las que no merece estar en los altares. Entre las faltas documentadas se encuentran que presionó y abandonó a tres religiosas que dedicaron su vida a la congregación, lo que las orilló a suicidarse.

María Inés Teresa, quien en 1940 manifestó su interés por crear la congregación y que en junio de 1951 obtuvo la aprobación definitiva de la Sede Apostólica, recibió la asesoría espiritual del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel Degollado, quien en ocasiones le ayudó a tramitar documentos ante la Santa Sede.

El expediente integrado por las ex religiosas fue ignorado por la Congregación para la Causa de los Santos, que inició el proceso de beatificación de la religiosa mexicana en 1992; en 2009 la declaró venerable, y el 27 de junio del 2011 anunció que sería beatificada.

María Teresa Esquivel, quien fue secretaria general y directora de novicias, entre otros cargos, durante los 20 años que estuvo en la congregación, actualmente tiene más de 80 años. 

Desde 1993 entregó al Vaticano los testimonios de quienes habían sufrido “las heridas y traumas” de la acciones ejercidas por la madre María Inés, y advirtió que los trabajos del proceso de beatificación no se estaban realizando “rectamente”.

En el documento, en poder de M Semanal, se establece que sólo se menciona “algo de la parte oscura” de su vida, la que se divide en cuatro puntos de faltas de virtudes: carencia de caridad y justicia; ambición de lo material, poder y fama; falsedad e incumplimiento de compromisos contraídos, y pérdida de la espiritualidad primera. 

Además reconoce que “todos somos pecadores”, pero aclara que “no por eso merecemos el honor de los altares y mucho menos podemos ser presentados como ejemplo a seguir”.

Al ofrecer detalles, el documento expone que en la falta de caridad y justicia realizó actos de discriminación en contra de las personas de descendencia indígena, a las que por sus características no quería en su congregación; si las aceptaba, las tenía como empleadas domésticas y no dejaba que las vieran.

Narra que, a la llegada de la hermana Cleotilde García a Cuernavaca, al verla por la ventana la beata le comentó a quien la llevó (la hermana Aída):

 “¿Para qué me trajiste a ese espantajo? ¡Está horrible!”, debido a que era morena y con facciones toscas. A sus expresiones se le respondió “Sí, madrecita, pero antes de que la regrese, oígala cantar”. Y Cleotilde fue aceptada sólo por su magnífica voz de soprano, pero nunca se le dieron estudios y se le colocaba atrás del coro para que no se le viera, pese a que era solista.

En una población de Michoacán o Oaxaca, una comunidad construyó una escuela y el padre del lugar le solicitó que fueran hermanas a dar clases. Al conocer el lugar, negó el servicio y dijo que de ahí “sólo saldrían vocaciones de inditas pata rajada”.

Sin embargo, cuando llegaban vocaciones de familias ricas y sin tener estudios, las aceptaba inmediatamente, aunque fueran feas, vulgares o morenas.

La madre María Inés cometió abuso de autoridad porque, sin consultar a su directiva, tomaba decisiones; no respetaba los nombramientos del Capítulo General y hacía cambios intempestivos sin avisar a Roma. 

“Fácilmente mandaba en virtud de la Santa Obediencia” que inculcaba.

Los cambios generalmente los realizaba con las hermanas que consideraba incómodas por haberle criticado alguna de sus actitudes. 

Además, en contra de ellas utilizaba los métodos de marginación total o parcial, las enviaba a lugares lejanos en penitencia, y en otras ocasiones las castigaba públicamente para que fueran ejemplo: las encerraba en una celda y las mantenía incomunicadas.

En otras ocasiones, “difamaba y calumniaba” a las religiosas, a quienes sacaba de la congregación con sus familiares; algunos de éstos después ya no las aceptaban en sus casas, como sucedió con Engracia García, a quien antes de llegar a su hogar habló con su papá, y cuando llegó, la corrió y nunca le volvió hablar.

María Inés denuncia en el documento que en el último año que estuvo con las clarisas en 1967 fue difamada:

 “Se corrió la voz de que estaba enferma de la mente… e insinuó que era lesbiana”. 

Lo más lamentable, indica la religiosa en el texto, es “el alto grado de depresión que llevó al suicidio a tres hermanas: Rosalía García Echeverría, Socorro Obregón y Consuelo Mendoza”.

García Echeverría, quien era huérfana y había estado en el internado de las trinitarias, trabajó como secretaria y chofer casi siempre en la Universidad Femenina de Puebla. 

En 1967, mientras estaba en la obra de Los Ángeles, California, la hicieron dimitir; sin familia a la cual acudir, se administró una sobredosis de pastillas.

Socorro Obregón Baranda, quien ocupó cargos importantes con las clarisas, al tener diferencias con la fundadora tuvo que dimitir. Solicitó que le permitieran reintegrarse aunque iniciara de nuevo, y entonces se le envió a una de las casas de Italia; terminada su primera etapa, se le regresó a México y se le informó que ya no sería aceptada. 

Su familia tampoco la recibió y buscó refugiarse con Cristina Torres, ex misionera en Japón; pero a ésta sus papás no le autorizaron que estuviera en su casa. 

Al ser rechazada, encontró una pistola y se quitó la vida.

La otra religiosa, Consuelo Mendoza, fue enviada a la misión de Japón. A su regreso salió del instituto y terminó su carrera de médico; en su casa se suicidó con un ritual japonés.

La madre María Inés (segunda de derecha a izquierda), con mujeres indígenas en México.
El documento, en poder del Vaticano, describe cómo la beata ambicionaba lo material: poder y fama, sólo para atender a las fundaciones privadas que ofrecían buenos sueldos y prestaciones. 

Y en los colegios que atendía colocaba a religiosas que aún no habían terminado la preparación, pero sólo hacía cuentas de cuánto se generaría con las colegiaturas, sin importarle la preparación académica.



La madre María Inés (segunda de derecha a izquierda), con mujeres indígenas en México.
PREPARÓ SU CANONIZACIÓN
A varias religiosas a las que les tuvo mucha confianza —se menciona en el documento—, les habló de su canonización. María Teresa Esquivel describe: “A mí me dijo que el proceso de canonización iba a ser lento, porque había escrito mucho, pero que siempre tenía cuidado de lo que escribía para que no se presentará después un tropiezo a causa de eso”.

Los escritos preparados eran de antes y después de la fundación de la congregación. También se menciona que perdió la espiritualidad primera franciscana y que fue notoria. 

Tan sólo en su persona cambió la clase de tela de su hábito de zarga a gabardina, el modelo del mismo; el anillo de plata por uno de oro, y los zuecos por sandalias.

Y pese a que actualmente hay una misión en África, ella se oponía porque no quería “vocaciones negras”. A la hermana Raquel Jiménez, quien le propuso abrir la misión de Sierra Leona, la regresó a México.
“HAY QUE DECIR LA VERDAD”
Gloria Sotelo, quien estuvo ocho años en la congregación, escribió y envió una carta al Vaticano sobre su caso. Actualmente, radica en Querétaro, y en entrevista con M Semanal señala que logró superar la frustración porque la fundadora la sacó de la congregación. 
“Sé que tuvo sus errores, y en esto hay conveniencia y política y todo. Pero siempre hay que decir la verdad”.
Gloria, quien mantiene contacto con algunas de las casi 300 hermanas que decidieron salirse de las clarisas por el trato de la fundadora, comenta que algunas ya fallecieron, otras se encuentran en asilos, varias se casaron y otro número de ellas aún son religiosas en obras diferentes, y que viven en Guerrero, Querétaro, Guanajuato y Chihuahua. Tan sólo una ya no es católica. 

“Cada una tiene su historia, cada una envió a Roma un documento, pero no obtuvieron respuesta”.

A sus más de 80 años de edad, Teresa Esquivel, quien vive actualmente en Anáhuac, Chihuahua y es cuidada por tres religiosas, sentenció: si se investiga y se obra con prudencia y fidelidad a Dios, María Inés Teresa “a santa no llega”.




El camino a los altares

La madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento (Manuelita de Jesús Arias Espinosa) nació en Ixtlán del Río, Nayarit, el siete de julio de 1904.

El siete de junio de 1929 ingresó al monasterio de las Clarisas Sacramentarias, que, a causa de la persecución religiosa en México, se encontraba en Los Ángeles, California; ahí recibió el nombre de María Inés del Santísimo Sacramento.

El 12 de mayo de 1945 colocó la primera piedra de la Casa Madre, en Cuernavaca, Morelos.

El 22 de junio de 1951 recibió la aprobación apostólica con el nombre de “Congregación de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento”, y la madre María Inés fue nombrada su primera superiora general.

Falleció el 22 de julio de 1981.

Su proceso de beatificación inició en 1992 en Cuernavaca, Morelos, y en Roma en 1993, y se cerró en 1996 en el Vicariato de Roma. Sus virtudes heroicas fueron reconocidas por el papa Benedicto XVI el tres de abril del 2009, y el milagro el 27 de junio del 2011; se aprobó que fuera beatificada el 21 de abril del 2012 en la Basílica de Guadalupe, y será conmemorada cada 22 de junio.

El milagro por el cual fue beatificada consistió en que el 17 de junio de 2001 Javier Carrillo Guzmán cayó a una alberca cuando tenía un año y tres meses. 

Sufrió asfixia, casi ahogamiento, y como consecuencia miocardiopatía hipóxico isquémica, más encefalopatía hipóxica difusa y estenosis subglótica.

Lo internaron en terapia intensiva pediátrica del hospital San Javier en Guadalajara y su situación se agravó.

Los familiares encomendaron el caso a la intercesión de la sierva de Dios, María Inés Teresa Arias, y siete días después el niño empezó a respirar por sí mismo.

El nueve de julio lo dieron de alta y está totalmente sano.


El sábado pasado se realizó en la Basílica de Guadalupe la ceremonia de beatificación de la fundadora de las clarisas, la cual presidió el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos.

(Redacción M Semanal)


1 comentario:

  1. Me quiero vomitar ahora si textual que poca madre, ojala tarde que temprano esta "pseudo beata" haya tenido lo que su actuar merece. Soy testigo del actuar de algunas de estas clarisas, clasistas y racistas y tuve el privilegio de conocer a la MADRE con mayúsculas SOCORRO OBREGON BARANDA entonces directora del Instituto Scifi Cd. de México Col. del Valle.
    Cuanta injusticia, Dios la haya perdonado y le haya dado el descanso eterno, a una madre que despues tanto sufrimiento si merecía ser beatificada, muy querida y admirada MISS SOCORRO, DESCANSE EN PAZ.

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