Associated Press
Jerusalén– En las
vallas publicitarias, los autobuses y los pasillos del Parlamento se está
librando una batalla sobre el carácter de Israel, lo que plantea interrogantes
cada vez más urgentes sobre su futuro como una democracia.
Activistas
religiosos radicales y legisladores conservadores se consideran baluartes contra
los ataques a la fe y al país, tanto de sus rivales dentro de un Israel
multifacético como del mundo exterior.
Aunque la derecha nacionalista
incluye a muchos israelíes que no son religiosos y el campo religioso no es
exclusivamente nacionalista, la coincidencia es fuerte.
Ellos son vistos como
aliados políticos naturales y comparten un reclamo histórico: la sensación de
que las elites cosmopolitas de Israel _los tribunales, los medios de
comunicación e incluso el ejército_ deben sintonizarse con una población más
conservadora.
En su contra están los israelíes seculares, muchos de ellos
liberales y descendientes de europeos, el grupo que fundó el país y dominó
durante mucho tiempo sus asuntos, aunque ha visto disminuir su
mayoría.
Ellos están horrorizados ante el asalto a lo que consideran un
logro fundamental pero frágil:
Rodeado por dictaduras y teocracias, Israel es un
lugar de combativos reporteros y audaces grupos de derechos humanos, una tierra
donde las marchas del orgullo gay son comunes y donde no hace falta decir que la
Corte Suprema puede ser dirigida por una mujer e incluir a un destacado
árabe.
Los israelíes conservadores están tratando de forzar un cambio
como nunca antes.
Unicamente en la últimas dos semanas, los legisladores
nacionalistas han hecho avanzar proyectos de ley que podrían bloquear gran parte
de la financiación extranjera a grupos pacifistas críticos del gobierno,
facilitar a los políticos las demandas contra medios de comunicación por
difamación y dar a los políticos una mayor influencia sobre los nombramientos de
la Corte Suprema.
Antes de eso, estos parlamentarios de línea dura
aprobaron leyes que exigen a los inmigrantes no judíos rendir juramentos de
lealtad y castigan a los israelíes que abogan por boicotear los asentamientos
judíos.
``La derecha gobernante no entiende lo que es la democracia
liberal'', dijo Zeev Sternhell, destacado profesor e ícono de la izquierda que
fue herido en una ocasión por una bomba casera plantada en su casa.
``Para
ellos, significa que la mayoría hace lo que quiere. Quieren la mayoría que
tienen hoy en el Parlamento para cambiar la esencia de la sociedad en
Israel''.
Los legisladores señalan que están luchando contra una campaña
mundial para ``deslegitimar'' el derecho de Israel a existir.
Ellos aseguran que
la legislación relativa a los tribunales está diseñada para hacer más
transparente la selección de los jueces y condenar a la Corte Suprema de hoy
como una que era un terreno exclusivo en el que se perpetuaban las viejas elites
liberales.
Danny Danon, un legislador del gobernante Partido Likud, dijo
que la coalición de gobierno estaba promulgando cambios que su electorado apoya.
``Es posible que a la oposición (política) no le gusten los cambios, pero la
gente que nos eligió desea valores diferentes'', señaló Danon.
El primer
ministro Benjamin Netanyahu, quien creció y se educó en Estados Unidos, parece
debatirse entre un cierto malestar con la nueva dirección y el hecho de que es
promovida por su propio bando político.
Hace poco prometió que la
democracia de Israel no se vería perjudicada bajo su mandato.
``Mientras yo sea
primer ministro, Israel seguirá siendo una democracia fuerte, una democracia
ejemplar. Nadie va a decir a nadie qué pensar, qué escribir, qué investigar, que
transmitir'', dijo a legisladores del Likud.
Horas más tarde, sin
embargo, votó a favor de las enmiendas propuestas a la ley de difamación que el
Parlamento aprobó en la primera de tres votaciones requeridas.
En esa misma
sesión, el parlamento también le dio su aprobación preliminar a un proyecto de
ley que cambiaría la composición del panel asignado para elegir los magistrados
de la Corte Suprema, un proyecto de ley que los opositores consideran un intento
de inclinar la comisión a favor del gobierno.
Un asesor, sin embargo,
dijo que él se opone a un proyecto de ley que permitiría que el Parlamento vete
candidatos a la Corte Suprema.
Y durante el fin de semana anunció que se
opondría a un proyecto de ley que restringe las peticiones a la Corte Suprema de
Justicia por grupos privados.
Ese proyecto de ley fue rechazado por un comité
ministerial a fines de noviembre.
Los gobiernos extranjeros han sido
especialmente críticos de la legislación propuesta para limitar drásticamente la
financiación extranjera de las organizaciones no gubernamentales, una medida que
afectaría principalmente a los grupos pacifistas y que hasta ahora ha quedado en
suspenso.
Los partidarios del proyecto dicen que los gobiernos y
organizaciones europeos canalizan importantes fondos a grupos israelíes que
perjudican a Israel.
Estos grupos, por ejemplo, llaman a un boicot económico por
su tratamiento a los palestinos, o recogen testimonios sobre la presunta mala
conducta de los militares.
``El deber de una democracia es defenderse
contra aquellos que quieren hacerle daño'', ha dicho el ministro de Relaciones
Exteriores Avigdor Lieberman, un ultranacionalista.
La mentalidad de
políticos como Lieberman representa una evolución importante en la derecha
nacionalista de Israel, que en el pasado era respetuosa de las elites
judiciales, académicas e intelectuales del país, a pesar de su asociación
habitual con el bando político opositor más moderado.
Yair Sheleg, un
investigador en el Instituto de Democracia Israelí, dijo que el cambio se debe
en parte al ascenso del partido nacionalista Yisrael Beiteinu, de Lieberman, que
se apoya principalmente en los inmigrantes de la ex Unión Soviética, donde nació
el propio Lieberman.
``Ellos traen una visión del mundo en la que el régimen
tiene el derecho de usar la fuerza para influenciar o combatir a los
opositores'', dijo Sheleg.
Sheleg considera que la radicalización
religiosa surge de un sentimiento similar de marginalidad:
``Creo que la
intención es, 'nos callamos demasiado tiempo cuando la izquierda liberal dio
forma a las normas de la sociedad israelí. Ahora estamos exigiendo que también
nos escuchan a nosotros'''
A diferencia de muchas naciones occidentales,
en Israel no hay una separación formal entre estado y religión.
El país se
siente un estado democrático y judío, pero el término ``judío'' es ambiguo y no
se sabe si, en este contexto, alude a la religión o a un pueblo.
Casi una
sexta parte de los 6 millones de judíos de Israel son ultraortodoxos y hay
además una cantidad de agrupaciones judías diferentes.
Entre estos sectores
abundan las familias de siete hijos, si no más, por lo que se multiplican más
aceleradamente que el resto, y con ello las presionas para cambiar los valores
de la sociedad.
Su campaña más reciente busca prohibir a las mujeres
participar de la vida pública.
Si se salen con la suya, las mujeres no podrán ni
siquiera cantar en público, porque consideran que encienden las pasiones de los
hombres.
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