martes, 1 de noviembre de 2011

LAS CONFESIONES DE MARIO ALBERTO, UN ASESINO SIN MOTIVO APARENTE


   

Mario Alberto Coyotl Vidaña entra al locutorio del Juzgado Séptimo del Ramo Penal en silencio, la audiencia se retrasó demasiado. Ni siquiera tiene el rostro de un adulto, y su escaso bigote delata su edad: 19 años.

No sabe que minutos antes su padrastro había declarado en otra sala de audiencias, acusado de atentados al pudor y violencia intrafamiliar. Gabino Coyotl negó todos los cargos, en el Juzgado Sexto.

El juez le puso una fianza de 15 mil pesos por no considerarse grave esos delitos, pero no tenía dinero para cubrirla. 

Gabino no sabe, tal vez, que estos delitos crearon un “monstruo” que acabó con sus tres hijos y su ex esposa. Pero la ley dice que de lo que se le acusa no es grave.

Mario Alberto tampoco sabe el motivo por el que asesinó su familia, cuando su defensa le preguntó.

-Que diga mi defendido porqué motivo lo hizo.

-No sé porqué motivo lo hice, contestó.

Este martes Gabino y Mario Alberto rindieron su declaración preparatoria ante el juez. Coyotl Vidaña nada más ratificó su declaración que hizo en el Ministerio Público que hizo una vez que fue detenido.

La matanza

Aquel domingo, se leyó en el juzgado en el expediente procesal 237/2011, Mario Alberto iba ir a Eldorado a realizar un papeleo, pero el lugar estaba cerrado. Se encontró con dos amigos que lo invitaron a tomar cerveza.

Era temprano y la parranda matutina se alargó hasta la tarde, después de visitar el panteón previo al Día de Muertos.

Los dos amigos lo llevaron a su casa en el ejido San Manuel. Estuvieron bebiendo afuera del domicilio hasta que llegó la noche. Entonces se despidieron y él ingresó al inmueble.

Según los documentos, observó a su hermana Mariana lavando ropa y a sus dos hermanos entretenidos en los cuartos. Borracho y eufórico, se fue a la parte trasera de la casa y encendió un cigarro de mariguana.

Después tomó una pala y entró. Mariana y Geovanni estaban viendo la televisión en un cuarto. Con la herramienta en la mano, golpeó a su hermana y luego al hermano. No hubo gritos, sólo el sonido seco de los golpes en la carne.

Jonathan, el menor, estaba bañándose cuando Mario entró y lo mató. Enseguida abusó de Mariana y esperó.

Entrada la noche vio que un carro se estacionó afuera de la casa. Era su madre que llegaba del trabajo.

La dejó entrar para tomar una barra y golpearla fuertemente. Y bajó su pantalón y abusó sexualmente ya de su cuerpo inerte.

Ni siquiera ahora que escucha su propia declaración parpadea. Al contrario, parece asentir con lo que dice el actuario, con cada palabra que va llenando los oídos de los presentes en la sala de audiencias.

Después de tomarse su tiempo, tomó los cuerpos de sus familiares y los llevó al cuarto de María de los Ángeles Vidaña.

Los maniató y siguió fumando mariguana. Hasta la mañana siguiente se dio cuenta de la matanza que había hecho.

Entonces dijo que huyó a un predio cercano, al monte, en donde estuvo por días, sin ser visto, tomando agua de un dren para vivir, pensando en lo que había sucedido.

El miércoles la familia encontró los cuatro cuerpos y avisó a la Policía. Él emergió del infierno el jueves, cuando se fue a Eldorado con un amigo.

Les hablaron a sus primos y fueron por él. Ya para esas horas comenzó a contar la historia inventada para culpar a su padrastro.

El viernes estuvo presente en el funeral de su familia. No dijo más, sólo que el sábado llegaron los policías a interrogarlo.

 Contó el mismo cuento de que Gabino mató a su madre y hermanos porque sabía que estaba demandado.

Pero cayó en contradicciones y error tras error fue llevado hasta que confesó el multihomicidio. Él lo hizo y se dio tiempo aun para acomodar los cuerpos y amarrarlos.

En el juzgado, no tuvo que ampliar o desmentir las declaraciones que presentó el Ministerio Público.

Las aceptó tal y cual. No agregó más que la confirmación de que él firmó los documentos. Ni siquiera cuando le preguntaron el motivo de la masacre.

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