martes, 1 de noviembre de 2011

LA MUJER MAS FEA DEL MUNDO



En el siglo 19, la indígena sinaloense Julia Pastrana, "la mujer más fea del mundo", se hizo famosa en los circos y ferias de Estados Unidos, Canadá y Europa.

Tenía una voz melodiosa y bailaba con gracia, pero el vello grueso y negro que le cubría el cuerpo y su mandíbula simiesca hicieron a científicos como Darwin creer que en su 1.37 metros de estatura podía habitar el "eslabón perdido".

Julia Pastrana, la Indescriptible, llegó en 1857 a Londres precedida por el asombro que había despertado en las ferias de Estados Unidos y Canadá.

Arribó a Inglaterra junto a su empresario, y futuro marido, Theodore Lent. Para halagarlo, Pastrana se esforzaba en su papel de "monstruo".

Cantaba con voz de mezzo-soprano, tocaba la guitarra y se refería con ligereza a la veintena de pretendientes que había desairado en América.

De gira por Moscú, el 20 de marzo de 1860 dio a luz un niño que heredó su enfermedad y murió a las 35 horas de nacido; ella falleció cinco días después del parto.

El empresario hizo un espectáculo de su agonía. Cobró a los aristócratas rusos que rodearon su lecho y aseguraron oírle decir: "Muero feliz; sé que he sido amada por mí misma".

Lent ideó entonces una macabra forma de conservar su fuente de ingresos.

Autorizó que los cuerpos de Pastrana y de su hijo fueran embalsamados, y después los exhibió durante más de una década en los principales circos europeos.

Su explotación habría de prolongarse más de un siglo. Tras la muerte del empresario, su cuerpo pasó de un dueño a otro, hasta que en 1973 tuvo su última gran gira por Suecia.

Hoy, la vida de Pastrana podría considerarse una tragedia, reconoce uno de sus biógrafos, el noruego Lars O. Toverud, pero en el siglo 19 quienes nacían con deformaciones eran asesinados o condenados a morir en asilos.

 "De modo que Julia fue probablemente afortunada de conocer a gente como Lent, porque la alternativa hubiera sido mucho peor". Pastrana y su hijo fueron guardados en una caja por su último "propietario", el noruego Bjorn Lund, en una camioneta ubicada en un recinto ferial cercano a Oslo.

En 1979, la Policía recibió el aviso de que unos niños habían encontrado un brazo momificado en un basurero; al seguir la pista, dio con Pastrana, y sin notificar a Lund, llevaron al Instituto de Medicina Forense lo que quedaba de ella: el rostro apergaminado, casi sin pelo, y un cuerpo desnudo, en gran parte artificial, ya que al embalsamarla sus extremidades fueron rellenadas para que no se encogieran.

El 24 de abril de 1997, el periódico Dagbladet publicó que existía una "propietaria legítima" de Pastrana, avalada por la Asociación de Hospitales del Estado, una mujer noruega que deseaba enterrarla en México.

Un año antes, tras una serie de debates, el Ministerio de Educación, Investigación y Asuntos Eclesiásticos había establecido que el cuerpo de la indígena debía conservarse por razones de interés científico.

La mujer más fea del mundo pasó a formar parte de la Colección Schreiner del Departamento de Anatomía del Instituto de Ciencias Médicas Básicas de la Universidad de Oslo, junto con 8 mil esqueletos y restos óseos pertenecientes, la mayoría, a la época de los vikingos y la Edad Media.

La misteriosa mujer noruega no volvió a aparecer. Laura Anderson Barbata llegó a Oslo en julio de 2005 con una beca de la Office for Contemporary Art Norway (OCA) y comenzó a hacer preguntas.

"Quería entender por qué mantenían a Julia en una especie de limbo", cuenta la artista mexicana. "Ni era sujeto de investigación ni había sido enterrada".

Pastrana es considerado el primer caso reportado en la literatura médica de una combinación de hipertricosis generalizada congénita terminal con hiperplasia gingival.

Debido a este trastorno genético tenía el cuerpo cubierto de vello, largas patillas y barba, y una boca con encías hipertrofiadas que le daban aspecto de simio. Anderson Barbata logró en 2008 que el Comité Nacional de Ética para la Investigación de Restos Humanos abriera en Oslo un expediente sobre el caso de Pastrana.

Sus integrantes reconocieron que durante los 12 años que llevaba en la Colección ninguna institución científica había solicitado estudiar sus restos.

Per Holck, responsable de la Colección, confirmó el pasado viernes que hasta esta fecha no se ha realizado ningún estudio con el cuerpo de Pastrana.

"En teoría, es posible obtener tejido para realizar pruebas de ADN. Sin embargo, no está previsto todavía", dijo el antropólogo físico.

El Comité aseguró en 2008 que "si Julia Pastrana deseaba ser enterrada en México con una ceremonia católica", considerarían "seriamente" ese factor.

Ante la imposibilidad de hallar parientes de Pastrana, debido a que se desconoce su origen, Anderson Barbata confía en encontrar un acta de bautismo o de primera comunión que justifique la devolución del cuerpo por razones morales.

"Quiero que Julia regrese a casa físicamente, enterrarla, y también conceptualmente, en la memoria de la gente", dice la artista, quien prepara un espectáculo multidisciplinario sobre la vida de Pastrana.

"Hay muchas cosas de Julia que se desconocen y nunca se sabrán", dice Toverud, coautor con Christopher Hals Gylseth de Julia Pastrana.

The Tragic Story of the Victorian Ape Woman. Se ignora su lugar de origen, su infancia y quiénes pudieron ser sus parientes, pero existen testimonios de que fue bautizada.

 Las fuentes coinciden en que se crió como sirvienta en la casa del gobernador de Sinaloa Pedro Sánchez, pero no queda claro cómo llegó a Estados Unidos.

Jan Bondeson, otro de sus biógrafos, escribe que el norteamericano M. Rates la convenció para que se exhibiera por dinero, pero un artículo del historiador sinaloense Ricardo Mimiaga ofrece otra versión, hallada en las memorias de Ireneo Paz.

Mimiaga asegura que fue comprada por Francisco Sepúlveda, administrador de la Aduana Marítima de Mazatlán, y una vez que llegaron a Nueva York en 1854, su intérprete, el estadounidense Theodore Lent, la cortejó y convenció para que se casaran, asumiendo así el control de su vida.

 El Comité noruego, quien calificó en 2008 como "aceptable" el espacio donde es conservado el cuerpo, consideró también que el consentimiento es un requisito ético fundamental para la investigación en restos humanos.


Anderson Barbata recuerda que esto no se cumplió en el caso de Pastrana, quien continúa prisionera en Oslo, dice, como lo estuvo en vida y después de su muerte. -

No hay comentarios:

Publicar un comentario