viernes, 4 de noviembre de 2011

LA HISTORIA DE PANCHO VALIENTE

Aquel 5 de febrero de 1979, en la clínica 20 del IMSS, María del Rosario Valdez Rocha, dio a luz a un niño de grandes ojos negros, tez morena, a quien días después registraron con el nombre de Francisco. Su padre, Evaristo Covarrubias, originario de Totatichi, Jalisco, había llegado a Tijuana junto a su esposa a probar fortuna como lo hacen millones de compatriotas de diversos estados de la República.

Francisco pasó su niñez en la colonia Jardín, realizó sus estudios elementales en la Primaria Insurgentes de 1810, pero cuando se inscribía en la Secundaria Técnica Estatal Número Tres de la colonia Infonavit, también empezaba su tragedia: su madre, María del Rosario, fallecía de un repentino paro respiratorio; Francisco contaba en ese entonces con 13 años de edad.

 Al poco tiempo también su padre partió al viaje sin retorno, don Evaristo no soportó la desdicha de haber perdido a su mujer y dejó a Francisco y sus hermanos en la temprana orfandad.

 Tales desgracias, a su corta edad, quizá provocaron en Francisco un cambio radical en su carácter; de niño juguetón, bromista, sonriente, se convierte en un niño taciturno, serio y poco sociable.

Aunque practicaba muy poco el deporte, Francisco ha sido de complexión robusta, y fortaleza física.

La seriedad de Francisco, el cuerpo alto y atlético que lucía, despertaron admiración en algunas chicas de su edad, y para poder cumplir con los compromisos de noviazgo, Francisco tuvo necesidad de trabajar hasta dobles turnos para invitar a sus prometidas al cine, restaurantes, paseos, etc., compromisos que conlleva una relación de noviazgo.

Francisco laboró como guardia de seguridad en varias empresas como tienda Ley, Calimax, Dorians. Las compañías de seguridad que lo contrataron siempre, lo consideraban un empleado eficaz y muy confiable. Nuestro buen amigo Francisco entra a la madurez ya con empleos más sólidos e inicia los preparativos para un futuro enlace matrimonial.

Los ahorros monetarios eran de vital importancia, su sueño era contar con una casa propia, casarse y procrear un par de chiquillos y proporcionarles una vida plena como la que en su niñez le habían otorgado sus padres a los que recordaba constantemente, ya que los valores que recibió de ellos lo habían hecho salir adelante en su vida cotidiana.

Hasta que un fatídico día del mes de marzo del 2008, Francisco Covarrubias Valdez, nombre completo de nuestro asociado y amigo, presenta una serie de problemas de salud, mareos, dolores intensos de cabeza, vómitos, calambres en piernas y manos, al grado de que sus dedos se engarrotaban, sus manos se cerraban y no había manera de poderlas abrir; sus hermanos y los médicos que lo atendieron en primera instancia no podían entender qué tipo de problema de salud presentaba Francisco.

Una serie de estudios de laboratorio y la atención de un médico nefrólogo dan con el problema: insuficiencia renal crónica (IRC), o sea que los riñones de Francisco habían dejado de funcionar y las toxinas que el cuerpo debería de desechar vía orina, estaban afectando peligrosamente los otros órganos del cuerpo, como hígado, páncreas, pulmones, corazón, cerebro, por la sangre contaminada que llegaba a esas partes de su cuerpo.

Francisco nos explica que nunca antes de esos momentos había experimentado algún tipo de enfermedad, muy pocos catarros, nulos resfríos, o enfermedades mayores.

Su niñez, adolescencia, juventud y parte de su madurez la había pasado con una salud envidiable, por eso les extrañó a él y sus hermanos el que se le presentara a Francisco la temible IRC, y por ello ignoraban, como es el caso de muchas personas que al igual que Francisco reciben la fatal noticia cuando ya no hay medicamento alguno, ni tratamiento sustantivo que pueda lograr que los riñones del enfermo renal se recuperen, quedando pocas alternativas para lograr sobrevivir: hemodializarse, diálisis peritoneal, o el trasplante de riñón.

Después de más de dos años de estarse hemodializando, Francisco por su enfermedad trabajó muy irregularmente, las jornadas se fueron reduciendo; además, las largas sesiones de hemodiálisis cada tercer día le reducían su tiempo productivo.

 En varias ocasiones fue detenido por las autoridades municipales porque lo consideraban un delincuente, ya que la propia enfermedad también le cambió el semblante, se volvió de un color gris opaco y su altivez al caminar, se convirtió en un movimiento lento, sin incluir que su visión se fue reduciendo y para colmo la fístula colocada dentro de su brazo para poder hemodializarse, lo convertían en un tipo sospechosos de ser un vicioso en potencia.

Decenas de veces fue detenido y por ello no podía cumplir cabalmente con los trabajos que a duras penas conseguía. La familia de Francisco, después de meses sufragando los gastos de hemodiálisis, ya no resistió más, o comían, pagaban luz, teléfonos, agua, renta, colegiaturas, etc., o pagaban alrededor de cuatro mil pesos semanales de las hemodiálisis de Francisco.

Con todo el dolor de lo que esto significa se decidió darle prioridad a sus gastos cotidianos y se acordó que solamente le apoyarían después de cubrir los compromisos personales de cada familia.

Francisco se resignó a tal hecho y cuatro meses después de haberse tomado tan amarga decisión y de hemodializarse irregularmente, escuchó en la radio una entrevista que le hacía el conductor Marco Antonio Blásquez al suscrito, donde informábamos los apoyos que brindaba la asociación Tiromet a los enfermos renales: orientación, agilización en trámites burocráticos, citas médicas, gestiones para hemodializarse gratuitamente y actividades a nuestro alcance.

Francisco acudió a una de nuestras asambleas, y fue ahí donde nos platicó su viacrucis; alguien por ahí le preguntó, …Pancho, ¿cada qué tanto tiempo te hemodializas? Pancho contestó: “cada diez o doce días”. ¿Por qué? La respuesta fue: “porque no hay dinero”.

Otro asociado y coordinador de Tiromet en Rosarito participó: ¿…y no te sientes mal? “Sí, pero me aguanto”, fue la respuesta final. Entonces aquí tenemos a “Pancho el valiente”, respondió con un aplauso y alegría que nos hizo a todos admirar a Pancho “el valiente”.

Después de que Tiromet analizó el caso de Pancho Valiente, nos dimos cuenta que, por motivos de carecer de seguro social vigente, porque aunque estaba inscrito como derechohabiente, hacía tiempo que no cotizaba por falta de empleo estable, Pancho había acudido en múltiples ocasiones al Hospital General de Tijuana y aunque estaba inscrito en el Seguro Popular, en dicho hospital lo rechazaban constantemente aduciendo que ni el hospital ni el Seguro Popular atendían la IRC, ya que no estaba dentro de su cuadro de enfermedades; prácticamente a Pancho lo regresaban tal como llegaba, con síntomas como vómitos, calambres, mareos, dolores de cabeza, etc., en pocas ocasiones lo estabilizaban un poco, pero siempre lo regresaban para que él buscara la solución.

Ante tal indiferencia, falta de humanidad de las autoridades del Hospital General de Tijuana, Tiromet inicia una serie de acciones enviando misivas al C. Gobernador del Estado, al Congreso local, a la Secretaría de Gobierno estatal, al propio Secretario de Salud, al mismo director del hospital de Tijuana.

Fueron decenas de escritos, suplicando, exigiendo y denunciando los atropellos a la dignidad que como ser humano Francisco Covarrubias como otros enfermos renales se merecían, rechazos, promesas incumplidas, campañas negras en contra de la asociación y múltiples acciones más, fue lo que recibió Tiromet por casi dos años, hasta que a finales de este mes, creemos que por el anuncio de la llegada del Secretario de Salud federal, José Ángel Córdoba Villalobos, a un foro de trasplante de órganos que se llevaría a cabo en esta ciudad, por fin, Pancho Valiente fue atendido en el nosocomio local.

En estos momentos nuestro amigo Pancho está en un programa de hemodiálisis subrogado por el hospital general, está en un protocolo de trasplante, esperando entrar en una lista de espera para ser trasplantado cuando se encuentre con un donador que sea compatible con su tipo de sangre. Ahora a nuestro Pancho Valiente se le nota la felicidad en su rostro, ahora ya tiene una esperanza de vida.

Alejandro Vizcarra Estrada
Tijuana, B.C.

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