miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL GOBIERNO DE SINALOA TIENE MIEDO


Alejandro Sicairos   

Fue el 22 de agosto de 2010 cuando Mario López Valdez, entrevistado durante la Reunión Nacional de Autoridades Locales del Partido de la Revolución Democrática, dijo que “no tardan en que puedan matar a un gobernador”.

Desde entonces el miedo ya había perturbado a los políticos y la función pública en Sinaloa hasta llegar a un episodio estremecedor con el hecho violento que el pasado lunes puso en riesgo la vida del alcalde de Mazatlán, Alejandro Higuera Osuna.

Es aquí, exactamente, cuando el gobierno de Malova debiera congelar la imagen para analizar el último cuadro de la secuencia de eventos violentos vivida en los días recientes:

ni aún en sus vehículos blindados ni con las aparatosas escoltas los funcionarios de primer nivel escapan a los ataques del crimen organizado, no se diga la gente que en el desamparo total se halla entre el fuego cruzado de los sicarios del narcotráfico.

Llegó el momento de que el gobernador cambie de discurso y, de ser posible, también de mentalidad. Al ser derrotada la estrategia oficial de imbuir confianza negando las masacres y la psicosis del terror que han tomado como rehén a ciudadanos y autoridades, lo que sigue es la aceptación de la realidad como punto de inflexión para detonar un acuerdo general —enérgico y sin comparsas— por la seguridad pública.

La matanza ocurrida el viernes 4 de noviembre en una cancha de volibol de la colonia Pemex, en Culiacán, echó abajo la arenga inútil de los 500 o 20 por ciento menos homicidios este año y vuelve imprescindible que la oratoria malovista deje de ser el dedo que intenta tapar a las centenas de muertos que ahuyentan a los turistas e inmovilizan a los sinaloenses.

En campaña, para ilustrar sobre la orfandad en que el Gobierno tenía a la población diezmada por la delincuencia organizada, López Valdez usaba fotografías de madres llorando sobre el cadáver de sus hijos, sustentando la promesa de que ello no volvería a ser así. La verdad es que tal escena trágica sigue repitiéndose a diario con la diferencia de que la propaganda gubernamental ahora trata de matizarla.

Sin embargo, habría que agregar otras representaciones bárbaras a la sicopatía que igual hace presa al Gobierno como al gobernado. El alcalde Alejandro Higuera, en medio de un retén instalado por un grupo armado en la autopista Culiacán-Mazatlán, ilustra cómo las células criminales ponen de rodillas a las instituciones y rebasan, entiéndase ya, al aparato constitucionalmente erigido para salvaguardar la vida y el patrimonio de los ciudadanos.

Nadie en su sano juicio esperaría a que las cosas pasen a mayores para iniciar la toma de medidas extraordinarias tendientes a recuperar tranquilidad y legalidad. El pacto social contra la violencia extrema tendría que iniciar con un gobernador plantado en la obligación de exigirle a quien sea que, como sea, ponga en orden al estado mientras el aparato local policiaco y de procuración de justicia deje de simular megaoperativos o indagatorias que acaban siendo cortina de humo para que el hampa actúe a sus anchas.

Llegó el momento de que Malova tome por los cuernos al toro de la delincuencia y con una determinación genuina le inspire confianza a la sociedad para que se una a la gran cruzada por la seguridad pública. La ciudadanía no se levanta de la postración que le impone el horror porque no siente que el gobernante esté al frente de una voluntad auténtica por atacar a los esbirros del narco que se sienten dueños de todo.

Días después de que López Valdez advirtiera el riesgo de que puedan matar a un gobernador, en Sinaloa fue asesinado el entonces secretario de Turismo, Antonio Ibarra Salgado. Antes mataron al candidato del PRI al gobierno de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, en un mensaje que los políticos supieron descifrar muy bien. Una vez que Malova asumió el poder le asesinaron a Luis Pérez Hernández, su operador político y prospecto a presidir la Secretaría de Seguridad Pública y la tarde del 15 de junio de 2011 el titular de la SSP, Francisco Córdova Celaya, libró una celada que un comando del narco le tendió cerca de Guasave, muriendo en el lugar diez de sus escoltas y un civil.

¿Alguien quiere más razones para reconocer la magnitud de la amenaza bestial que se cierne sobre Sinaloa? Qué terrible sería que el gobierno acorazado de Malova se convierta en otra víctima de la violencia dominante.

Re-verso

Por el miedo que sentía,
debió preguntar Higuera,
como lo haría cualquiera:
¿dónde está la Policía?

Dos de adorno

A menos que el gobernador tenga firmado con ellos un contrato que les garantice la permanencia en el cargo a pesar de las ineficacia, los tan anunciados cambios en el gabinete tendrían que empezar por el procurador Marco Antonio Higuera Gómez y el secretario de Seguridad Pública, Francisco Córdova Celaya, dos piezas en el ajedrez malovista tumbadas por el alto número de homicidios y la impunidad. O bien, que sigan en los cargos con las repercusiones ya conocidas.

Admitir el caos

Aunque eso no revive a las víctimas de la violencia, al menos el alcalde de Culiacán, Héctor Melesio Cuen Ojeda, ya aceptó que la acción del crimen organizado rebasa la capacidad que el Gobierno tiene para combatirlo. Se nota cuando sus policías son los primeros que corren cuando los malandrines llegan.

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