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El exgobernador afirma que solo los
gobiernos de coalición podrán dar estabilidad al ganador de las elecciones
presidenciales de 2018
Con más de 40 años como
militante del PRI, Manlio Fabio Beltrones (Villa de Juárez, Sonora, 1952) es
uno de los mayores conocedores de la arena política mexicana. En 2011 exploró
la posibilidad de optar a la presidencia, pero cedió ante el hoy mandatario,
Enrique Peña Nieto, para no fracturar al partido. Con las elecciones de julio
de 2018 en el horizonte, el expresidente del gobernante Partido Revolucionario
Institucional (PRI) es claro: “No pretendo la candidatura del 2018. Lo que
busco es aportar la forma de construir acuerdos para que mi país tenga una
nueva y eficaz gobernabilidad”. El hábil
operador político, que renunció a la dirigencia del partido tras el fiasco de
las elecciones de gobernadores en 2016, defiende los gobiernos de coalición,
una figura permitida por la Constitución desde hace tres años. Esto brindaría
al triunfador la posibilidad de formar un gobierno más estable tras una campaña
que se promete reñida y que tiene, de momento, como favorito al izquierdista
Andrés Manuel López Obrador (Morena). El PRI decidió en su asamblea de la
pasada semana abrirse a la posibilidad de presentar un candidato simpatizante
del partido. Todas las miradas apuntan ahora al actual secretario de Hacienda,
José Antonio Meade.
Pregunta. El PRI ha perdido casi cinco millones de
votos, gobernaciones importantes como Nuevo León o Veracruz. ¿Cómo recuperarán
poder?
Respuesta. No lo hemos
perdido aún. Lo que hay que conservar es seguir siendo el partido más votado.
Es importante un PRI que pueda mantener su discurso y la convicción de que lo
que ha hecho en los últimos años son reformas tan importantes que han cambiado
a México. No solo hay que conservarlas, hay que profundizarlas e ir a un segundo
tren de reformas si es necesario. Ese es el gran reto que tiene el PRI.
P. ¿Hay marcha atrás para que el secretario de
Hacienda, José Antonio Meade, sea el candidato presidencial del PRI?
R. No me atrevería a
descartar a nadie, pero esperaría que el proceso interno tenga la dosis
necesaria y fundamental de democracia. Eso es lo que a un candidato,
simpatizante o militante, le haría suficientemente fuerte en la competencia.
Esta no fue una asamblea de partido hecha exclusivamente para postular un
candidato, fue para abrir al PRI ante la sociedad pero conservando lo que
siempre he demandado: la identidad. Quien desde las simpatías aspire a la
candidatura está obligado a identificarse con el partido, no es simplemente que
se le apunte para ver si como un simple vehículo lo trasladamos a que sea
presidente de la República.
P. ¿Meade tiene esa identidad?
R. Tendrá, si quiere ser
candidato, que asumirla.
P. ¿Ha desaparecido el dedazo en el PRI?
R. Esa práctica es la que más
daño nos podría hacer.
P. Es decir, sigue vigente...
R. La posibilidad siempre
está. En el PRI tenemos una historia que cuando hay un presidente surgido de
las filas tiene una gran responsabilidad e influencia en el futuro de las
definiciones de las candidaturas. Es inocultable, lo hemos aceptado y hecho
público.
P. ¿Cómo pretenden conservar la unidad de aquí a las
elecciones?
R. Todavía hay quien piensa
que dentro del PRI la unidad se consigue a base de pura y total disciplina.
Nada más equivocado. Desde sus orígenes, por más fuerte que haya sido la
influencia de alguien sobre el partido, la unidad la hemos conseguido con los
acuerdos. Lo que me anima mucho, no solo con el PRI, sino con todas las
fuerzas, es que coincidamos en que el régimen político está agotado y que, si
bien es cierto que superamos el momento del partido hegemónico, en lo que
tenemos que avanzar ahora es en una presidencia compartida y no dividida. Para
eso están los gobiernos de coalición. Esos gobiernos de coalición nos enseñarán
que las elecciones ya no deben volver a ser una síntesis de que el que gana,
gana todo y el que pierde, pierde todo y se dedica a fastidiar al que gana, de
tal manera que todo se obstruye. En 2006 se realizaron unas de las elecciones
más traumáticas que hemos tenido. Felipe Calderón solo superó por medio punto
al candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador. Parecía que la crisis
constitucional estaba a la vuelta de la esquina porque no había instrumentos ni
herramientas para construir la nueva gobernabilidad a través de acuerdos que
pudiesen sumar a más de una fuerza para instalar un gobierno. Eso no nos puede
volver a ocurrir en 2018.
P. ¿Qué riesgos hay de ello?
R. Muchísimos. Las encuestas
nos invitan a pensar que será una elección a tercios con resultados sumamente
cerrados. El 70% no votará por el candidato ganador. Debería sumarse a una
buena proporción de ellos al ejercicio de gobierno para poder avanzar. Si
queremos construir un camino para las reformas de segunda generación lo primero
que debemos tener es una elección limpia, un gobierno con legitimidad numérica
y un proyecto de país consensuado.
P. ¿En qué se diferencia su gobierno de coalición que
propone del famoso PRIAN, la alianza del PRI y el PAN que critica López
Obrador?
R. En mucho. Si algo le puede
hacer daño al PRI es desdoblarse hacia la derecha, como le sucedió al PRD, que
con sus alianzas electorales con sus opuestos se diluyó y fortaleció otra
opción, Morena. El PRI está obligado históricamente a desdoblarse hacia la
izquierda, como un partido progresista, no un grupo conservador. De ahí la
importancia de la postulación de un candidato. Si el candidato que resuelva el
PRI es de carácter conservador, no laico y gira a la derecha, el PRI perderá su
esencia.
R. Yo confío en que si va a
participar para ser seleccionado candidato esté planteando lo que es su
espíritu progresista. Porque también lo tiene. Lo conozco. Ha sido un
funcionario sumamente eficaz. Ahora le falta definir su propósito de carácter
político electoral.
P. Pero el PRI no pareció muy progresista en las
elecciones del Estado de México ni la manera de ganar de su candidato, Alfredo
del Mazo.
R. Habría que ver más al
gobernador Alfredo del Mazo que al candidato Del Mazo. Yo confío en su actitud progresista.
Cuando definimos a un partido que siempre ha estado al lado de los programas
sociales y de la búsqueda de justicia social no podemos cerrar los ojos ante lo
sucedido. En la ruta de transformar a México hemos dejado a un lado,
peligrosamente, el reto y la lucha contra la desigualdad. Eso es lo que yo
demando de alguien progresista en el futuro: crecimiento económico, educación
pública de calidad, empleos y beneficios mejor repartidos.
P. En ese escenario de presidencia compartida el
Congreso tendría una importancia tremenda, casi a la par con Los Pinos.
R. Como sucede en buena parte
del mundo, donde los presidencialismos han tenido que moderarse a través de la
fortaleza de otro poder. Un Gobierno presidencial con fortaleza del Congreso es
a lo que nos estamos acercando, así que tendríamos que hacer variar las reglas
del juego. La mejor manera de que esta dispersión del voto pueda agregarse es
con los Gobiernos de coalición, acordados entre distintas fuerzas políticas,
que puedan dar estabilidad política.
P. Existe un escenario factible: López Obrador gana
las elecciones, pero Morena no logra la mayoría en el Congreso, que queda en
manos del PRI y del PAN. ¿Va México a un sexenio de inmovilidad?
R. La hipótesis es aplicable
a cualquier partido, no solo a Morena. La parálisis está a la vuelta de la
esquina si no hay acuerdos. Aquellos triunfos electorales que se lograban con
un 50% de los votos o más se fueron, se acabaron y no van a regresar. Por eso
hay que pensar en cómo cambiar el régimen político. Debe haber una nueva
gobernabilidad en este país. Suprimir la importancia del Congreso sería lo más
necio que nos podría pasar. Pensar que se puede reinstalar una presidencia de
la república de un solo hombre y hegemónica sería un retroceso. Para avanzar
hay que acordar.
P. Más allá del impulso reformista, ¿qué balance hace
de la gestión de este sexenio de lo que se llamó el nuevo PRI?
R. En política y en la vida
es muy difícil caminar sin la combinación de la experiencia y las nuevas
generaciones. La experiencia es lo único que no se jubila. Tampoco es algo que
se consiga en el mercado. Al desideologizarse los partidos políticos se
convierten en un simple vehículo que transportan ambiciones de intereses,
ambiciones de carácter personal pero no en conjunto de un partido. Los partidos
políticos en México, como ha sucedido en otras partes, se han olvidado de su
principal tarea, que es garantizar buenos gobiernos. Hoy en día se dedican
exclusivamente a ganar elecciones, lo que les importa es ganar aunque después
no puedan gobernar. Mi tarea en estos años es tratar de convencerlos a todos,
pero en especial a mi partido, de que la población no está esperando una justa
electoral o una riña callejera, sino darle sentido a la democracia de que gana
quien más votos tiene, pero que ahí no se acaba la vida, sino que a partir de
ello se construyen los nuevos gobiernos. Nunca buscaré justificar los elementos
delictivos y de corrupción en la que han caído varios de los militantes de mi
partido ni tampoco creeré que simplemente con anunciar un sistema
anticorrupción va a acabar todo. Se necesita combatir la impunidad. Es la tarea
de este y otros gobiernos.
P. Ha hablado de la necesidad de una segunda
generación de reformas. ¿Qué sectores modificarían?
R. Tienen base y sustento con
las transformaciones de primera generación de este siglo. No obstante, el mundo ha cambiado de cuando hicimos las
reformas en 2013 y 2014. El escenario era diferente. La segunda generación es
la adecuación de estas reformas al mundo actual. Cambió el mundo, hoy es más
hostil y complejo y nos cambió el vecino del norte y su lógica de convivencia.
Hay que adecuarse a ello. Eso es tener horizonte y rumbo. No lo descubro en
otros partidos políticos que lo único que logran balbucear es revertir las
reformas.
P. ¿Percibe que están en peligro las reformas?
R. El Pacto por México fue un
gobierno de coalición voluntarioso y no establecido en la Constitución. Por eso
es que fue efímero. Duró lo suficiente como para permitir las reformas, pero no
duró lo suficiente para asegurar la permanencia del gobierno de coalición que
se había pensado con el pacto. Las reformas que hicimos tienen un alto
contenido constitucional. Para poderlas revertir se necesita un número
suficiente de congresistas, mayor a las dos terceras partes. Yo creo que ningún
partido político llegará a eso por sí solo. Al no conseguir nadie aunque sea
una mayoría simple en el Congreso más obligación tiene de acordar un gobierno
de coalición.
P. ¿Cuánto puede pesar la baja popularidad de Peña
Nieto sobre el próximo candidato del PRI?
R. Citando a un buen amigo:
“El ejercicio del poder desgasta, pero más desgasta el no poder”. Creo que el
presidente ha sufrido el desgaste de poder hacer las cosas. Las reformas están
a la vista y el México diferente ahí está después de 12 años de ineptitud en
los que no se pudieron sacar las reformas necesarias. Si queremos ganar las
elecciones de 2018 lo peor que podemos hacer es negarnos a nosotros mismos y al
Gobierno que instalamos y que hizo posible las reformas. Aquel que quiera
quedarse en el pasado está en su libertad de hacerlo. Lo que más nos identifica
es la R de la Revolución y las reformas.
P. ¿Lo veremos en el Congreso en 2018?
R. Quiero compromisos con los
gobiernos de coalición que le den estabilidad y crecimiento a nuestro país con
justicia social. Habré de buscar el lugar desde donde mejor lo pueda hacer. Hay
quienes en sus obsesiones piensan que el único lugar para servir a México es la
presidencia de la república. Yo creo que hay muchos espacios en donde yo puedo
ser útil a mi país. Habré de definirlos después de que el PRI haga su proceso
de elección de candidato.
P. ¿Cuál sería?
R. No he definido si es en el
Congreso o fuera de él. A mí no me preocupa quién gane las elecciones. Eso lo
decidirá el mayor número de mexicanos con su voto. Lo que sí me preocuparía es
que no tuviéramos la herramienta y el instrumento para que gane quien gane
pueda gobernar y pueda gobernar mejor y con alta legitimidad.
P. ¿Estaría dispuesto a tender la mano a un eventual
presidente López Obrador?
R. La tarea política no es
tender la mano, sino poner sobre la mesa los instrumentos que garanticen los
acuerdos, pero no para Andrés Manuel, sino para cualquier otro que esté en la
competencia.
P. López Obrador lidera las preferencias. ¿Qué
diferencias respecto al de 2006 y 2012?
R. A la vista, ninguna. Me
parecería raro que no punteara en las encuestas después de 18 años en campaña.
Lo que sí me parece destacado es que no ha incrementado mucho su porcentaje de
votación de las de 2006 y 2012, donde la competencia fue entre dos.
P. ¿Se siente cómodo con una alianza con el Partido
Verde, Nueva Alianza y Encuentro Social, un partido muy de derechas?
R. Nadie sale sobrando en una
elección como la de 2018, que podría definirse a tercios. Las coaliciones
electorales me tienen sin preocupación alguna. Las pueden hacer hasta de la
manera contraria, ideológicamente hablando, o en combinaciones poco presentables.
Los partidos políticos se han convertido en más pragmáticos que ideológicos.
Eso no resulta completamente malo siempre y cuando no pierdan su identidad. El
pragmatismo sin idea es puro oportunismo. Es ahí donde comienzan a
descomponerse.
(VANGUARDIA/ EL PAÍS/ 21 AGO 2017)
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