Trabajadores
agrícolas inmigrantes de Jamaica en un viñedo de Tregunno Family Farms en la
región de Niágara en el sur de Ontario Credit Aaron Vincent Elkaim para The New
York Times
SUMMERLAND,
Canadá — Desesperado por mantener económicamente a su familia, Hilario Mendoza
aprovechó sin titubeos la oportunidad de salir de México para ir a trabajar en
la recolección de cerezas en una granja de Columbia Británica, en Canadá.
Sin
embargo, las condiciones climáticas resultaron tan adversas que en muchas
ocasiones solo trabajaba tres horas por día, mucho menos de las 40 horas por
semana prometidas en el programa canadiense para trabajadores extranjeros
temporales. Cuando no podía ir al campo, esperaba en condiciones de
hacinamiento con otros 34 trabajadores en una pequeña casa, donde las camas se
mojaban porque había goteras.
Después
de meses de quejarse sin obtener resultados, inesperadamente lo enviaron de
regreso a México.
“Nos
abandonaron”, comentó Mendoza acerca de su experiencia durante 2014 en la
granja. “En México hay mucha más gente lista para trabajar en Canadá, así que
nadie protege nuestros derechos”.
El
programa de trabajadores agrícolas estacionales de Canadá se diseñó para
resolver una escasez crónica de mano de obra mediante la contratación de
inmigrantes de México y de otros once países del Caribe interesados en trabajar
hasta por ocho meses al año.
Sin
embargo, algunos críticos señalan que el programa casi no cuenta con
supervisión y coloca a los trabajadores en una situación vulnerable ya que los
patrones pueden explotarlos, en muchos casos no reciben las prestaciones
laborales que les corresponden conforme a la legislación canadiense y corren el
riesgo de que los deporten si se quejan por las condiciones de trabajo.
“Este
programa es una especie de segregación racial”, advirtió Chris Ramsaroop,
integrante de Justicia for Migrant Workers (Justicia para los Trabajadores
Migrantes), una organización con sede en Ontario que se dedica a defender los
derechos de los trabajadores.
“Los
trabajadores inmigrantes trabajan y viven conforme a derechos legales distintos
de los que tienen los canadienses”, agregó Ramsaroop. “La mera existencia de
los programas de trabajadores extranjeros temporales permite al gobierno
canadiense negar libertades y protecciones básicas con base en la situación
migratoria”.
Hilario
García Mendoza, de 42 años, a la izquierda, originario de México, cena después
de una jornada laboral de 11 horas en los viñedos cercanos en Summerland,
Columbia Británica. Credit Ruth Fremson/The New York Times
El
programa de trabajadores agrícolas es parte de una iniciativa más amplia que
también permite el ingreso de trabajadores extranjeros temporales para otras
industrias, como el procesamiento de pescado y los servicios de salud en el
hogar. Aunque Canadá ha reducido el número total de trabajadores extranjeros
temporales desde 2014, el programa para trabajadores agrícolas va en aumento,
pues de acuerdo con las cifras del gobierno, se aprobaron visas para más de
34.000 trabajadores en 2016, en comparación con los 25.000 que las recibieron
en 2011.
Josh
Bueckert, un vocero del departamento federal que supervisa el programa, señaló
en un correo electrónico que los trabajadores están al “amparo de los mismos
derechos y protecciones que los ciudadanos canadienses”.
El
departamento tiene disponible una línea telefónica de denuncia y un sitio web,
según indicó, en los que es posible denunciar de manera anónima supuestos casos
de fraude o abuso, aunque ninguna de las dos opciones se ofrece en español, el
único idioma que hablan muchos de los trabajadores agrícolas.
Desde
abril de 2014, el departamento ha recibido más de 5000 denuncias, de las cuales
más de 640 han conducido a alguna inspección o se han turnado a otros
funcionarios, subrayó Bueckert.
Sin
embargo, un informe que preparó en mayo el interventor general de Cuentas de
Canadá reveló que las actividades del gobierno federal para supervisar el
programa de trabajadores extranjeros temporales son mínimas, ya que durante el
ejercicio de 2016 solo se realizaron 13 de las 173 inspecciones planeadas.
Ninguna de las inspecciones realizadas incluyó entrevistas con los trabajadores
extranjeros temporales, según indicó el informe.
Miles
de patrones están registrados en el programa de trabajadores extranjeros
temporales; no obstante, solo se ha reportado que ocho incurrieron en
incumplimientos, y solo uno de ellos por violaciones laborales.
Algunos
grupos de defensa de los trabajadores señalan que la dependencia del gobierno
federal encargada de las actividades de supervisión sufre limitaciones debido a
que es responsabilidad de cada provincia y territorio cumplir con las normas
laborales, de salud y seguridad en el lugar de trabajo aplicables a estos
trabajadores, además de que las protecciones no son uniformes. Sin embargo, la
mayoría de las provincias ni siquiera tiene datos básicos, como el nombre de
los trabajadores extranjeros temporales que trabajan ahí, el nombre de su
patrón o su ubicación.
Trabajadores
agrícolas inmigrantes de México en unos invernaderos de la región de Hamilton
en el sur de Ontario, Canadá Credit Aaron Vincent Elkaim para The New York
Times
Este
mes, el gobierno de Columbia Británica anunció que planea recopilar este tipo de
datos y elaborar un registro que ayude a proteger a los trabajadores de
patrones abusivos.
Los
activistas defensores de los trabajadores también han destacado otros problemas
que existen en el sistema. El consulado del país de origen es el encargado de proporcionarle
a cada trabajador cualquier tipo de ayuda que requiera. Sin embargo, de acuerdo
con los grupos activistas, cuando surgen controversias los funcionarios muchas
veces apoyan a los patrones para evitar que contraten a trabajadores más
sumisos de otros países.
En
2014, la Junta de Relaciones Laborales de Columbia Británica resolvió que el
gobierno mexicano había interferido de manera indebida al instruir que se
impidiera la inclusión en el programa de un trabajador mexicano porque los
funcionarios consulares sospechaban que era sindicalista.
Félix
Martínez, un exfuncionario del consulado mexicano, testificó en defensa del
trabajador en ese caso. Declaró en una entrevista que el consulado sentía
“terror” ante la posibilidad de molestar a los patrones.
“La
prioridad era mantener contentos a los patrones para que siguieran solicitando
trabajadores mexicanos”, dijo Martínez, quien abandonó el consulado en 2011 y
ahora trabaja para un sindicato en Canadá.
El
Consulado General de México en Vancouver no respondió en ninguna de las muchas
ocasiones que solicitamos una entrevista.
Martínez
declaró haber visto a trabajadores extranjeros expuestos a pesticidas tóxicos,
hospedados en chozas de metal y forzados a utilizar un arroyo como única fuente
de agua potable. Explicó que la mayoría de los trabajadores se callan para no
arriesgarse a que los envíen de nuevo a su patria, donde viven en la pobreza.
“Tienen
que elegir entre esta situación o morir de hambre”, dijo.
Algunos
trabajadores mexicanos afirmaron que cada año antes de su viaje hacia Canadá,
los funcionarios mexicanos les advierten que no causen problemas.
Érika
Zavala, de 32 años, una trabajadora estacional proveniente de México, quita
hierbas de las filas de plantas en la granja donde ella trabaja cerca de
Cawston, Columbia Británica. Credit Ruth Fremson/The New York Times
“Siempre
nos dicen: ‘Van a Canadá a trabajar, no a causar problemas’”, comentó Érika
Zavala, una madre soltera de 32 años de edad, cuando la entrevistamos en su
tráiler en una granja de zanahorias orgánicas en Columbia Británica. Trabaja
ahí desde 2014.
En
la granja, deshierba el campo a gatas durante diez horas cada día, por un
sueldo aproximado de ocho dólares por hora. El tráiler que comparte con otra
mexicana no tiene agua caliente. Otros años, había dormido en un viejo tráiler
destartalado e infestado de roedores, cuya puerta solo podía cerrarse desde
afuera.
Aunque
obtiene menos dinero de lo que ganaba en empleos anteriores en Canadá, Zavala
dijo que nunca se queja porque teme que la excluyan del programa.
Para
otros, sin embargo, el programa ha sido todo un éxito.
Julio
Meneses, de 40 años de edad, ha viajado desde México para trabajar desde hace
16 temporadas en Beverly Greenhouses, una granja de pepinos de Ontario en
expansión. Ahora es supervisor y gana unos 15.000 dólares por la temporada de
ocho meses, lo que le ha permitido pagar la colegiatura de su hijo en dos de
las más prestigiosas universidades de México.
Según
comentó, una vez que su hijo concluya sus estudios se quedará en México. “Por
ahora, estoy construyendo para el futuro”, concluyó.
Armando
Farfin, un trabajador agrícola inmigrante de México, en Beverly Greenhouses en
el sur de Ontario Credit Aaron Vincent Elkaim para The New York Times
Los
patrones canadienses citan este tipo de historias de éxito y no admiten ninguna
insinuación de que el programa explota a los trabajadores.
“No
van a trabajar bien si no están a gusto”, comentó Phil Tregunno, de 62 años,
quien pertenece a la cuarta generación de una familia de horticultores de
Niagara-on-the-Lake, Ontario, y ha contratado a 120 empleados extranjeros en lo
que va del año.
Paulina
Villegas colaboró con este reportaje desde Ciudad de México.
(THE NEW YORK TIME EN ESPAÑOL/ DAN
LEVIN/ 14 DE AGOSTO DE 2017)
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