Aurelio Nuño es una hechura
original de Enrique Jackson, quien hace más de una década lo introdujo
formalmente en la política como su asesor en la Cámara de Diputados. Egresado
de la Universidad Iberoamericana, sus viejos enlaces en esa institución lo
colocaron en el camino del ex Presidente Carlos Salinas, quien vio sus
atributos y se lo recomendó a quien ya estaba trabajando en la construcción de
la candidatura presidencial del entonces Gobernador Enrique Peña Nieto. Luis
Videgaray, a quien mandó Peña Nieto a presidir la Comisión de Presupuesto de la
Cámara de Diputados en 2009 para que después, amarrados los dineros para los
gobernadores amigos que ayudarían en la campaña de 2012, se regresara a Toluca
a dirigir la campaña presidencial, lo incorporó a su equipo. A Nuño lo ayudaron
las circunstancias, con el respaldo, por supuesto, de sus promotores.
Cuando se armaba el equipo
presidencial, una mala lectura de Peña Nieto sobre las aspiraciones del
entonces Embajador en el Reino Unido, Eduardo Medina Mora, lo llevó a nombrarlo
Embajador en Estados Unidos, y no Secretario de Relaciones Exteriores, que era
lo que realmente deseaba. En el reacomodo, Peña Nieto nombró a José Antonio
Meade en la Cancillería, en lugar del cargo en el que se pensó originalmente,
Jefe de la Oficina de la Presidencia. Un leal a Peña Nieto, Francisco Guzmán,
fue hecho a un lado por Videgaray, quien armó prácticamente todo el Gabinete, y
colocó en la segunda oficina más importante de Los Pinos a su hombre, Aurelio
Nuño.
Nuño ha sido una persona muy
importante para Peña Nieto, quien le entregó la llave de su oficina y le delegó
una responsabilidad sobre las decisiones de su gobierno como ningún otro
funcionario en ese cargo había tenido. Muy poderosos personajes pasaron por la
segunda oficina más fuerte en Los Pinos, pero las decisiones finales siempre
las tomaba el Presidente en turno, a veces muy en contra de lo que les
aconsejaban. Peña Nieto fue diferente y Nuño se convirtió en una voz
determinante. Tres de ellas han marcado su Presidencia:
1.- Le aseguró que había
negociado con Los Chuchos que el PRD respaldaría la Reforma Energética, si el
Presidente presentaba la reforma fiscal perredista. Así lo hizo. Obligó al
Secretario de Hacienda a cambiar la reforma fiscal que buscaba aumentar la
recaudación a través del IVA, a costa de la alianza electoral con los
empresarios. El PRD, como era lógico suponer, no votó la Reforma Energética.
2. Cuando desaparecieron los
normalistas de Ayotzinapa en Iguala, Nuño consideró que, por estar involucrada
la policía municipal, era un tema local donde no debía involucrarse el
Presidente. La ausencia de Peña Nieto durante más de dos semanas le generó
críticas y presiones que lo obligaron a intervenir, con casi un mes de retraso.
Como una acción de alto impacto mediático, Nuño organizó que el Presidente
recibiera en Los Pinos a los padres de los normalistas, a sus abogados y
apoyos, con lo cual se explica el momento en que un crimen local, pasó a ser
considerado “un crimen de Estado”.
3. La respuesta al escándalo
de la Casa Blanca la manejó Nuño con la ortodoxia del manual de crisis: quien
estaba en el centro de la polémica debía ser quien explicara las cosas. Soslayó
dos cosas: que esa persona, Angélica Rivera, era la esposa del Presidente -con
lo que se transfería el rol protagonista del escándalo-, y que al ser una
actriz profesional, utilizar un video para transmitir el mensaje, se iba a
interpretar como una actuación.
Pese a esos costos, Peña
Nieto le mantuvo los poderes extraordinarios, quizás por una creciente
dependencia intelectual y emocional de Nuño, a quien en agosto de 2015 empujó a
la calle para que comenzara a crecer. Lo nombró Secretario de Educación, para
que llevara a cabo la Reforma Educativa que en la campaña preparó y redactó
junto con su amanuense en aquél entonces, el líder del PRI, Enrique Ochoa. En
ese momento, se puede argumentar, lo hizo su delfín.
El 26 de mayo de 2016, se
publicó en este espacio: “En una monarquía, como evoca la restauración del PRI
de la era de Enrique Peña Nieto, el sucesor del Presidente tendrá que ser
Aurelio Nuño, su Secretario de Educación. En una monarquía priista, el
Presidente no hereda a su hermano -Carlos Salinas pasó por encima de Manuel
Camacho, y José López Portillo sobre Javier García Paniagua, en los casos más
claros de los últimos 40 años-, sino a su hijo. Nuño es adoptado porque
incursionó en la política como asesor del diputado Enrique Jackson hace más de
una década, y recibió del actual Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, su
impulsó definitivo. Inteligente, Nuño voló por méritos propios, y después de
observarlo durante tres años, Peña Nieto decidió que era tiempo que saliera a
la arena pública, desde donde construye su candidatura”.
Nuño se convirtió en una
figura polémica por su discurso policial y despectivo contra miles de maestros,
con lo cual generó tensiones innecesarias. En 2016 se le cruzó el Secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien no sólo lo desplazó de las
negociaciones políticas educativas, sino que lo hizo con avasallamiento. Las
aspiraciones presidenciales de Nuño parecían liquidadas. Pero no fue así.
Aquellas acciones de Osorio Chong contra él, provocaron el primer enfriamiento
de su relación con el Presidente, algo muy significativo en lo que representa
Nuño para Peña Nieto, posiblemente hoy, con quien, como suele decir, esté
engañando con la verdad para 2018.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ Raymundo Riva
Palacio/ 11/07/2017 | 01:00 AM)
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