Una escuela con un aula en ruinas. Una biblioteca a la que no se puede pasar porque el techo está por derrumbarse. Niños que van sin comer y no aprenden, porque tienen hambre. Una maestra bilingüe que vive en un cuartucho, con una cama hecha con cuatro mesas y con un techo de lámina galvanizada sostenido por unas piedras para evitar que se lo lleve el viento. Es una maestra rural con 20 años de experiencia en lidiar con la miseria… es una entregada profesora mexicana.
Nochixtlán, Oaxaca, 14 de
julio (SinEmbargo).– Adelaida Alavés Cruz enseña a su grupo multigrado en la
escuela bilingüe Adolfo López Mateos la pirámide alimenticia. Los lácteos, los
cárnicos y las legumbres. En las paredes del aula hay dibujos: una chuleta, un
litro de leche. Hay cartulinas que hablan de las propiedades de las vitaminas y
minerales, pero los niños que ahí estudian van sin desayunar o con una tortilla
con sal en el estómago.
Unos, dice Adelaida, llevan
una bolsita de plástico con una tortilla de trigo para el recreo, con salsa.
Otros nada. Y la maestra, para poder explicar por completo la pirámide
alimenticia, lleva desde Nochixtlán algunas muestras de alimentos para que los
conozcan. En ocasiones sólo envolturas.
La escuela no está en la
cabecera del municipio. Es un pequeño plantel compuesto por tres aulas ubicado
a 35 kilómetros de terracería [hora y media de camino] de Nochixtlán en Llano
del Sabino Apazco, una comunidad indígena mixteca, en donde los niños hablan
primero su lengua y después el español.
“Trabajo con otro compañero.
Atiendo tres grados: cuarto, quinto y sexto. Las condiciones de la escuela y de
la comunidad son precarias, tengo niños que caminan de sus casas para llegar
hasta una hora. Esté lloviendo o haga calor. Hay niños que llegan sin desayunar
y otros que tomaron cafecito con un taco, un huevo o sopa”, dice Adelaida.
La comunidad está compuesta
por unas cuantas familias, pero a la escuela llegan también niños de preescolar
desde puntos aledaños, pequeños asentamientos sin electricidad. En total hay 42
alumnos, la mayoría de primaria.
El material didáctico es
escaso y la escuela sólo tiene dos computadoras viejas y obsoletas de segunda
mano, donadas por el municipio. Las aulas tienen vidrios rotos por donde se
cuela el viento helado del invierno y ventanas que se cierran con ganchos de
ropa.
No hay una dirección como tal,
pues está ocupada como dormitorio de la maestra, debido a que el lugar
destinado para los maestros son unos cuartos de adobe a punto de derrumbarse.
Adelaida acondicionó una de
las aulas para guardar materiales: papel china, resistoles, colores, lápices,
algunos juguetes didácticos y papelería. Ahí llena sus actas y hace las juntas
con los padres de familia.
Las aulas equipadas para la
clase tienen pupitres despostillados y en las paredes hay cuadros sinópticos y
varias cartulinas sobre distintos tópicos hechas por los alumnos.
“El Gobierno federal nos
habla de calidad de educación y estoy consciente de que debe haber, pero cuando
realmente tengamos las condiciones. En las condiciones que llegan los niños es
muy difícil lograr la calidad que dice el Gobierno. Nos quieren someter a un
examen como si fuéramos todos iguales, evaluación a los alumnos y docentes,
infraestructura y todo”, comenta la maestra.
En la primaria hay una
biblioteca a la que no se puede entrar, pues el techo está a punto de caerse. A
un lado hay un salón derrumbando que alguna vez fue un aula. Los alumnos tienen
prohibido acercarse por ahí. Podrían sufrir un accidente.
***
Los niños que toman clases con la
maestra Adelaida aprenden lento: lo que ellos necesitan primero es comer, dice
la profesora con 20 años de experiencia. Foto: Cri Rodríguez
Los niños de Adelaida comen
dos veces al día. En la mañana antes de irse a la escuela y por la tarde, entre
las cinco y las seis.
Cuando llueve, llegan
empapados y con los pies mojados. La maestra debe interrumpir la clase, pues
los alumnos tienen los pies fríos y no se pueden concentrar en la clase.
Entonces empiezan a jugar, para que sus cuerpos generen energía y puedan
concluir con la jornada.
“Hay veces que está lloviendo
y llegan todos mojados, empapados, llenos de lodo sus piececitos y me dicen:
‘maestra no aguanto, tengo mucho frío’, y como afuera la escuela no tiene
techo, dentro del aula tengo que hacer actividades para que su cuerpo genere
energía”, dice Adelaida.
Un niño con hambre, explica
la maestra, difícilmente puede apropiarse de conocimientos o rendir lo que debe
en el salón de clases. El alumno antes de poner atención a lo que se escribe en
el pizarrón, o a la exposición del maestro, piensa en comer.
Verónica Jacobo Gaytán,
presidenta del Comité de padres y madre de tres niños, dos de ellos estudian
quinto y sexto grado en la escuela de la comunidad, dice que sus hijos
desayunan antes de irse a la escuela y vuelven a comer al caer la tarde.
“A veces les traigo un
taquito a la escuela para que aguanten para la tarde. En la noche cenan un café
o un atole”, dice. La mujer invierte 500 pesos a la semana para alimentarse
ella, su esposo y sus tres hijos.
Jacobo explica que la
comunidad siembra para autoconsumo trigo, maíz, frijol, chícharo y habas. Los
niños trabajan la yunta para ayudar a su familia. Es una comunidad de
migrantes.
“No hay empleo, uno siembra
para comer. Hay muchos que se van al norte a trabajar. La mayoría de las
señoras estamos en la casa y los esposos en
Oaxaca o en el norte. El norte, así le dicen”, explica.
Las familias del Llano del
Sabino han solicitado en varias ocasiones al municipio una barda para la
escuela. Ha sido inútil. Los niños apenas tienen aulas viejas y unos baños que
apenas funcionan.
La situación de la comunidad
empeoró durante los últimos días, pues los alimentos que llegan desde
Nochixtlán se encarecieron por los bloqueos.
Antes compraban cinco panes
por 10 pesos, pero ahora por el mismo precio, sólo se llevan cuatro. La carne
de res subió de 80 a 120 pesos el kilogramo, mientras que el queso pasó de 20 a
25 pesos. Lo mismo sucedió con el chile verde, el refresco y algunas
hortalizas.
Sin embargo los padres y
madres de la comunidad apoyan a los maestros en su movimiento, dice.
“La maestra significa mucho,
porque nos ha apoyado con nuestros hijos. Siempre está al pendiente si ocurre
algo feo, de inmediato platica con nosotros. Las clases que se están perdiendo,
se van a reponer, ellos ya acordaron eso con los padres y estamos de acuerdo”,
afirma.
Adelaida gana 4 mil 500 pesos
a la quincena. Gasta 700 en ir a la ciudad de Oaxaca los fines de semana y 500
pesos en materiales para que los niños que no tiene dinero para comprar, puedan
trabajar y hacer sus tareas.
***
Adelaida vive el cuarto que era la
dirección de la escuela de Llano del Sabino Apazco. Foto: Cri Rodríguez,
SinEmbargo
La maestra vive en la
comunidad durante la semana en un cuarto azul que era la dirección de la
escuela primaria donde da clase. Lleva seis ciclos escolares y la profesora que
estaba asignada antes que ella, vivía en un cuarto de adobe que está a punto de
caerse.
Por eso, la dirección es el
dormitorio de Adelaida. Aunque está en mejores condiciones que el cuarto viejo
de adobe, el lugar no es para nada acogedor.
La profesora vive ahí con su
hija de cuatro años. Duerme sobre cuatro mesas, con una colchoneta sobrepuesta,
porque no tiene cama. El techo es de lámina galvanizada y está agujerado. Para
que no le caiga agua, Adelaida colocó un hule que pende de unas vigas de madera
apolillada que sostienen la lámina. Eso impide además que durante el invierno
el frío les queme la cara.
El techo de lámina está
sostenido por fuera, por piedras para evitar que el viento se lo lleve. Las
condiciones son precarias, pero la maestra dice que ha vivido en condiciones
peores durante sus 20 años de carrera.
Dos décadas de andar de
comunidad en comunidad. No en ciudades como Nochixtlán donde se puede encontrar
casi todo.
“Esta es una de las mejores
comunidades. Estuve en una comunidad donde no hay agua, no hay energía, no
había escuela… la fui a fundar. La mitad del salón era el espacio donde tenían
sus reuniones o cosas la autoridad, donde no había bancas, ellos con unas
tablas hicieron la banca para que los
niños pusieran sus cuadernos. En otra comunidad que está en la cima del cerro,
hay condiciones terribles. No había energía eléctrica y mi cama estaba a un
lado de donde daba las clases. No había pizarrón, con unos rotafolios les
enseñaba. Las condiciones eran pésimas”, relata.
En ese momento la maestra
Adelaida se quiebra y rompe en llanto. La única vez que se enjugó las lágrimas,
antes de eso, fue cuando habló de sus niños hambrientos. Se lleva las manos al
rostro y se cubre los ojos.
“Por eso me da mucho coraje
con el Gobierno cuando dice que pedimos mucho y no hay condiciones. Me duele
mucho, no es posible, no es justo que nosotros hemos dados nuestra vida en las
comunidades. Yo llevo 20 años, como para que de la noche a la mañana nos
quieran quitar nuestro trabajo donde ganamos una miseria, con 4,500 pesos a la
quincena es difícil vivir. Yo he tenido que viajar de comunidad en comunidad, abandonar
a mis hijos. En donde he podido llevarlos conmigo, han estudiado ahí”, explica.
Pero aún, en esas condiciones
paupérrimas, la maestra ha visto emerger de sus alumnos, hombres y mujeres
profesionistas.
Aún con hambre, dice, hay
niños que sobresalen. El método con el que aprenden es distinto al de las
ciudades y poco convencional. Los alumnos aprenden a partir de su comunidad e
investigan.
“Yo le compruebo al Gobierno
que lo que dice, que en Oaxaca no hay calidad educativa, no es cierto. Nos han
denigrado tanto. La Reforma Educativa no tiene nada de educativo, y nosotros de
educación bilingüe, hemos tratado de trabajar de una forma diferente, desde
muchos años y nos ha dado buenos resultados”, indica.
Adelaida estuvo becada en
2006 en California, Estados Unidos. Ahí dio clases de español durante un año y
pudo experimentar otras condiciones de trabajo: aulas equipadas. Papelerías
completas. Cafeterías para los maestros. Salas con decenas de computadoras para
los niños.
“Pero los niños están
mecanizados. Trabajan con métodos de enseñanza obsoletos; la forma en la que
trabajamos aquí es muy buena, los niños investigan. Van y hacen entrevistas y
elaboran sus reportes”, dice.
Adelaida recorre el camino de
terrecería que conecta a la comunidad con Nochixtlán. Es un camino de tierra
colorada serpenteante en medio de los cerros y barrancas.
Durante el camino, la maestra
recuerda que cuando inició, hace 20 años, su primer comunidad fue el Llano del
Sabino Apazco, pero sólo había veredas.
El camino sólo llegaba a unos
cuantos kilómetros de distancia de Nochixtlán y el resto había que ir a pie en
medio del monte. Cuando llovía, la tierra colorada y chiclosa, se le pegaba en
los zapatos.
“Lo que es el destino,
¿verdad? En esta comunidad empecé y ahora estoy de regreso. ¡Pero cómo ha
mejorado! Ahora hay camino, pueden entrar combis, transporte. Antes llovía y se
quedaba uno incomunicado”, recuerda.
(SIN EMBARGO.MX/ Shaila Rosagel/ julio
14, 2016 - 12:05 am)
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