Cuarenta
y siete días sobrevivió Monte Alejandro Rubido como comisionado nacional de
Seguridad. El jueves pasado, como consecuencia directa de su responsabilidad en
la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán, fue destituido y relevado por el exzar
antisecuestros, Renato Sales. Sucedió también cuatro días después de que
declarara en calidad de testigo en la Subprocuraduría Especializada en
Investigación de Delincuencia Organizada. Su comparecencia ha sido mantenida en
secreto, pero su suspensión muestra al fin que las líneas de investigación por
la evasión del criminal más prominente del mundo, se enfoca en los que hasta
este lunes, habían estado blindados los aparatos de inteligencia civil.
La
salida de Rubido no va a ser la única. Fuentes federales anticipan que vendrán
más sustituciones en breve. Una que tiene que definirse es la de Ramón Pequeño,
quien era el jefe de Inteligencia de la Policía Federal, y responsable directo
de la seguridad en el Sistema Penitenciario Nacional, quien pese a ser
transferido por Rubido a la Policía Cibernética para protegerlo después de la
fuga de “El Chapo”, nunca asumió el cargo y se encuentra en el limbo
administrativo. Pequeño estaba bajo las órdenes de Enrique Galindo, comisionado
de la Policía Federal, pero no le reportaba a él sino a Rubido, su viejo
compañero del Cisen. Pequeño también fue a declarar a la SEIDO el martes
pasado, en calidad de testigo. Falta aún que se presente a declarar el director
del Cisen, Eugenio Imaz, corresponsable político, como Rubido, de la evasión de
Guzmán.
Los
aparatos de inteligencia eran el elefante en la sala de la evasión del 11 de
julio del penal de máxima seguridad del Altiplano. La línea de investigación
sobre ellos se suma a la que se lleva dentro de la búsqueda de responsables y
culpables en el sistema penitenciario. La procuradora general Arely Gómez
deslizó las dos vertientes la semana pasada durante su participación en la
reunión plenaria de senadores del PRI y el Partido Verde, al revelar que la
investigación tiene dos vertientes, la relacionada con los hechos ocurridos en
el interior del Penal, y la que se centra en lo ocurrido en el exterior del
Penal. Lo que omitió la procuradora, es que las dos están intrínsecamente
vinculadas.
El
punto de partida de cómo se entreveraron, fue la llegada de Manuel Mondragón
como comisionado nacional de Seguridad del gobierno entrante del presidente
Enrique Peña Nieto. Mondragón modificó procedimientos, métodos, eliminó la
autonomía de los policías custodios con los policías federales e incorporó como
autoridad suprema en materia de vigilancia en los penales de máxima seguridad
al área de Inteligencia de la Policía Federal. Cuando lo sustituyó Rubido el 25
de marzo del año pasado, no se dio un giro al relajamiento de los sistemas y
procesos.
Una
de las características perniciosas que instaló Mondragón y continuó Rubido, fue
cortar la comunicación que desde que se inició el nuevo sistema de penales de
máxima seguridad hace casi 25 años, el Cisen primero y la Secretaría de
Seguridad Pública después –que realizaban contrainteligencia en las cárceles a
través de escuchas–, aportaban sistemáticamente a los comisionados de
reclusorios de todo aquello que significara riesgos. De esa forma, por ejemplo,
información de inteligencia que les dieron frustró fugas como las del jefe del
Cártel del Golfo y Los Zetas, Osiel Cárdenas, y del secuestrador más famoso por
su crueldad, Daniel Arizmendi, apodado “El Mochaorejas”. A partir de sus
administraciones, el área de Inteligencia de la Policía Federal, que tenía un
módulo de videovigilancia dentro del Altiplano, dejó de aportar información a
los coordinadores de reclusorios.
Hasta
antes de ser recapturado “El Chapo” Guzmán en febrero del año pasado, el área
de Inteligencia de la Policía Federal tenía a 36 elementos en una oficina de
videomonitoreo dentro del Penal –Mondragón eliminó la vigilancia espejo desde
el búnker en la Comisión Nacional de Seguridad–, que operaban en turnos de 12.
Cuando reingresó el criminal, el Cisen instaló una pequeña oficina dentro del
Altiplano para monitorear permanentemente la celda del criminal. De esa manera,
un agente federal y dos miembros del Cisen, estaban viendo ininterrumpidamente
la celda de Guzmán. Su trabajo era detectar cualquier movimiento irregular del
interno, que motivara una supervisión física preventiva.
La
noche del 11 de julio en que se escapó Guzmán de su celda, casi a las 9 de la
noche, estaba vestido y caminaba de un lado a otro, como se pudo apreciar en el
video difundido por las autoridades. Varias veces se acercó a la regadera que
tenía una visión parcial y en más de una ocasión, incluso, se agachó. En un
momento se calzó sus tenis y regresó a la regadera. Se hincó y desapareció. Al
dar a conocer ese video, Rubido afirmó que hasta el momento en que se fugó, su
comportamiento era el “cotidiano y normal de un interno que pasa largas horas
dentro de su celda”. El comportamiento no era normal. A esa hora suelen estar
acostados o dormidos y “El Chapo”, gracias a todos los amparos que ganó, pasaba
la mayor parte de su tiempo en los locutorios con sus abogados.
Quienes
monitoreaban a Guzmán esa noche están detenidos. Personal del área de seguridad
del Altiplano también. Ésta es la parte de la investigación interna que
mencionó la procuradora Gómez. La externa se va construyendo. Los nexos entre
ambas, serán abordados en otro texto.
(ZOCALO/
COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL” DE
RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 31 DE AGOSTO
2015)
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