En un acto
espectacular celebrado en el país y en el mundo, el gobierno mexicano detiene
al capo más poderoso y más buscado. ¿Qué cárcel podrá hospedarlo sin que vuelva
a escapar? ¿Será hora de extraditarlo?
Al amanecer del
sábado se estaba escribiendo historia en la lucha contra el narcotráfico en
México.
El capo más buscado
en el mundo, una leyenda de escapismo que ubicaban en distintos lugares del
mundo sin resultados de captura, finalmente cayó, perplejo, dicen, en un
operativo sin mayor violencia en una modesta torre de departamentos de
Mazatlán, Sinaloa. Nada en relación con los millones que ha acumulado.
El jefe del Cártel
de Sinaloa, un hombre de corta estatura y largos alcances, Joaquín “El Chapo”
Guzmán, regresaba a las órdenes de la justicia mexicana.
Las horas pasaron
lentas esperando la confirmación oficial, la mexicana, desde que a las 9:00
horas –tres después de la captura– la agencia de noticias AP trasmitiera la noticia en voz de un
funcionario norteamericano no identificado.
“Es una gran noticia
si se extradita”, decía más tarde otra fuente del mismo país en el que el capo
enfrenta también muchas acusaciones. Si no hay extradición, en apariencia sería
una noticia más.
Finalmente, poco
después de las 13:00 horas, el presidente Enrique Peña Nieto confirmó los
hechos por Twitter y felicitó a todas las instancias oficiales involucradas en
uno de los mayores golpes al narcotráfico, o al menos el mayor de su sexenio.
Al filo de las 14:00
horas aparecen los funcionarios en el hangar de la Marina en el AICM y Jesús
Murillo Karam, procurador de la República, da un mensaje de menos de cinco
minutos para narrar los pormenores del operativo “impecable”, frente a las
playas del Pacífico.
Mientras los medios
agrupados frente a Murillo sentían que no faltaba nada por decir, aparece “El
Chapo” custodiado por los hombres de la Marina Mexicana.
Hasta los
uniformados marinos prepararon sus cámaras de potentes lentes para capturar la
mejor foto. Él, solo dirigió la mirada una vez a los presentes y se captó la
mejor toma: la mirada inteligente de uno de los narcotraficantes más poderosos
del mundo quedó grabada. Después bajó la vista hasta que subió al helicóptero
que lo llevó al penal del Altiplano, en el Estado de México.
A partir de
entonces, apenas el sábado por la tarde, empezaron las anécdotas de la captura,
de los famosos túneles que conducen al drenaje de Culiacán, y del operativo en
donde, relata Murillo y después otros participantes del operativo a los medios,
se tuvo la suficiente paciencia para esperar el momento en que no hubiera
peligro de desatar la violencia, las balaceras, las muertes y el riesgo de
eliminar a “El Chapo”, quien tiene mucho por decir de los pormenores,
cómplices, operativos, métodos y entretelones del narcotráfico.
Lo que viene, dicen
que es predecible. También era predecible la captura, y sorprende.
Pacientemente la justicia esperó a que pasaran los dos sexenios de protección.
Ahora el delincuente
tendrá que, al menos, completar la condena que dejó pendiente con su fuga de
Puente Grande, en 2001. Terminó la
evasión y empieza otra historia.
(INDIGO/ STAFF / LUNES 24 DE FEBRERO DE 2014)
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