Nueva York– Muchos
mexicanos podrían haberse mostrado incrédulos de que en verdad era él. Que ese
hombre regordete con el bigote parecido al de Súper Mario siendo escoltado
rumbo a un helicóptero por un marino enmascarado fuera ‘El Chapo’ Guzmán, el
más buscado y elusivo narcotraficante en el mundo.
Pero sí era él.
Guzmán fue arrestado en la mañana del sábado en un hotel-condominio en
Mazatlán, Sinaloa, el estado mexicano que es el centro global de las
operaciones del narcotráfico dirigidas por El Chapo. Más difícil de creer, fue
el hecho de que fue capturado con prontitud y sin que hubiera un enfrentamiento
a tiros.
El gobierno del
presidente Enrique Peña Nieto tiene un triunfo que celebrar, pero también debe
enfrentar el enorme reto que trae consigo el haber puesto bajo custodia a
alguien tan poderoso. Nadie sabe qué nuevo tipo de violencia pueda llegar a
emerger tras la decapitación de una red criminal de múltiples billones de
dólares que se extiende desde las montañas rurales en México hasta los centros
en Chicago y otras ciudades estadounidenses. Aunque Guzmán se mantenía distante
del control cotidiano de su vasta operación, muchos están seguros que los
tentáculos de su imperio harán que le crezca otra cabeza y continúe operando
como siempre lo ha hecho. Hay bandas que están compitiendo por ocupar ese
puesto, como los Zetas, conocidos por su insana violencia y por haber expandido
sus acciones criminales incursionando en el tráfico de personas y la extorsión.
Hay otros grupos escindidos del narco, y la desconocida red de influencias
entre el gobierno y otras empresas se tendrá que ajustar a esta nueva realidad.
Hay dudas, también,
que apuntan a que el gobierno mexicano no podrá mantener a Guzmán tras las
rejas; ya se había escapado con anterioridad de una prisión de máxima
seguridad, y ha demostrado tener la habilidad de dirigir sus asuntos desde dentro
de las paredes de la prisión. Ya existe presión para extraditar a Guzmán a
Estados Unidos, donde enfrenta múltiples cargos por narcotráfico.
Ningún mexicano
olvidará las guerras del narco que conllevaron a la muerte de decenas de miles
de personas, convirtiendo a Ciudad Juárez, justo al sur de El Paso, en una de
las ciudades más violentas en el mundo. La confianza de los mexicanos en su
gobierno, seguridad y el apego a la ley, no se restaurará de la noche a la
mañana.
Aunque Guzmán ha
sido celebrado, perversamente, por músicos que han cantado sobre su brutal
reinado, hay ciertamente una especie de alivio de que ahora se encuentre bajo
custodia. Su arresto contradice las tristes aseveraciones de los cínicos que
dijeron que la corrupción era tanta que Guzmán nunca iba a ser capturado. Tal
como fue reportado por Damien Cave en el New York Times, el arresto fue posible
por los duros esfuerzos de la marina mexicana y un pequeño grupo de agentes
estadounidenses de la Administración Anti-Drogas (DEA) y del Servicio de los
Marshals de Estados Unidos. México y Estados Unidos no deben bajar la guardia
para atrapar a los capos de la droga y llevarlos ante la justicia, inclusive
cuando la batalla se torne más violenta, más difusa y más difícil.
No se deben hacer
las ilusiones que un solo arresto significa que la misión está cumplida. Fue
Estados Unidos quien suministró la insaciable demanda por las drogas de Guzmán,
junto con el dinero y las armas. La responsabilidad por la continua tragedia
que dio origen a criminales como Guzmán recae sobre ambos lados de nuestra
frontera.
(EL
DIARIO,EDICION JUAREZ/ NY Times | 2014-02-25 | 13:18)
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