PARÁCUARO, Mich.
(proceso.com.mx).- La “putacera” como le dicen al enfrentamiento los
autodefensas, duró hora y media el sábado 4 cuando tomaron el pueblo.
Los Caballeros Templarios los enfrentaron con todo e incluso el jefe de
ellos, conocido como El Banano, sacó una bazuca o bastón chino pero ya no alcanzó a usarlo porque fue abatido de inmediato.
Acostado sobre una cama desvencijada, Mario recuerda bien todo y sus
ojos claros se enrojecen cuando se le meten en su memoria las imágenes
de su esposa y sobrina ejecutadas por Los Templarios porque no quisieron
revelar dónde estaba colaborando con los grupos de autodefensa
ciudadana.
Su esposa tenía 17 años y estaba embarazada. Su sobrina era también
adolescente pero el calor de Tierra Caliente la hizo mujer mucho antes.
Las dos fueron torturadas y luego colgadas en la entrada del pueblo en
el municipio de Los Reyes hace medio año. Desde entonces su rencor hacia
Los Templarios ha crecido y lo saca cada vez que hay una “putacera”.
“Este cabrón no tiene miedo, estábamos ahí tirándoles con todo y se
ponía en medio de la calle. No dejaba de tirarles y por más que le
gritaba no me hacía caso hasta que lo jalé. Pero más tardaba en meterlo
detrás de una camioneta y luego luego se salía y empezaba a tirar bala
otra vez”, dice su compañero que está a un lado.
Mario –pide que así le llamen–, se ríe por un momento recordando la
batalla que hubo con los Templarios que defendían Parácuaro al mando de El Banano y El Chocorrol
que fueron abatidos.
Según los autodefensas, ahí murieron por lo menos
10 Templarios y ellos tuvieron algunos heridos. Pero ni el gobierno
federal ni el estatal dieron un reporte de lo que ahí ocurrió.
“Yo no voy a parar hasta acabar con estos asesinos. A mi esposa la
torturaron, le metieron un balazo en la cabeza, tenía seis meses de
embarazo y eso no les importó. A mi sobrina también la torturaron y la
quemaron. Querían que les dijera dónde estaba yo ayudando a los
autodefensas y como no sabían, las mataron”.
Mario, con apenas unos años de educación básica, trabajaba de
recolector de limones, pero ahora es uno de los autodefensas más
aguerridos. “Está loco”, dice su compañero.
El joven de apenas 20 años ríe por algunos momentos y luego suelta su
rabia. “Un pinche puntero (informante) les dijo dónde estaba mi
familia. Si lo encuentro lo mato”, espeta mientras toca su rifle cuerno
de chivo del que no se separa ni para dormir.
“Nosotros si agarramos a un puntero no lo matamos, lo entregamos al
pueblo y ellos deciden qué hacer”, explica el amigo de Mario. Pero el
joven jornalero ataja a su compañero.
“Todo se paga en esta vida. Ese pinche halcón que dijo dónde estaba
mi familia me lo voy a encontrar. Ojalá llegue pronto ese día”, dice
Mario como si estuviera pensando en voz alta.
Su compañero se calla mientras acomoda y también su rifle de asalto
con el que, dice, mató a un templario en medio de la “putacera” que duró
media hora en la calles de Parácuaro.
/19 de enero de 2014)
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