Medellín— Los
vínculos históricos entre los cárteles mexicanos y las organizaciones
criminales de Medellín viven tiempos de recomposición. La embestida de las autoridades
colombianas contra las grandes estructuras mafiosas de la segunda ciudad más
importante de Colombia –cuna del desaparecido Cártel de Medellín, de Pablo
Escobar Gaviria– ha mermado el abastecimiento de cocaína a sus socios
mexicanos. Éstos buscan reactivar la producción y garantizar sus fuentes de
suministro; para ello han decidido fortalecer a bandas emergentes locales.
“Los cárteles
mexicanos ya no tienen, como hasta hace poco, una cabeza con la qué negociar en
Medellín. Hay una pérdida de cohesión del crimen organizado en la ciudad por
los golpes que hemos dado y por la captura de los capos que controlaban el
negocio. Creemos que el Cártel de Sinaloa está buscando contactos y relaciones
de negocios que le permitan aumentar los cargamentos”, explica a Proceso el
jefe del subcomando operacional de la Policía Metropolitana de Medellín, José
David Garzón.
La captura en agosto
de 2012 de Ericson Vargas Cardona, Sebastián, jefe de La Oficina de Envigado,
provocó que los cárteles mexicanos perdieran a su principal contacto en
Medellín.
Un centro de
negocios estratégico para el narco internacional por su pujante economía y por
ser el epicentro de una amplia región rural en la que confluyen los cultivos
ilícitos de hoja de coca, los laboratorios para procesar la droga y las vías de
salida hacia el Golfo de Urabá, en el Caribe.
Fuentes de
inteligencia de la Policía Nacional de Colombia (PNC) señalan que el Cártel de
Sinaloa ha establecido relaciones de negocios con bandas emergentes de
Medellín, a las cuales financia y arma a cambio de cocaína.
Las fuentes indican
que se han encontrado en Medellín más de 100 fusiles de alto poder, que forman
parte de la fallida operación “Rápido y Furioso”, organizada por la Agencia de
Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos (ATF). Se trata de rifles que Estados
Unidos filtró al Cártel de Sinaloa con el objetivo de rastrearlos. “Rápido y
Furioso” fracasó y las bandas mexicanas transfirieron una pequeña parte del
arsenal a sus socios colombianos.
El año anterior,
durante la captura de Sebastián en una finca cercana a Medellín, la policía
encontró 56 fusiles, nueve subametralladoras y 13 pistolas, que en su mayoría
pertenecían a “Rápido y Furioso”, según certificaron peritos de la ATF.
El general de la
Policía colombiana Luis Eduardo Martínez, actual director administrativo de la
institución y quien fue comandante de la Policía de Medellín entre 2009 y 2011,
recuerda: “En Medellín encontramos muchas pistolas five-seven que provenían del
Cártel de Sinaloa y eran usadas por los sicarios de La Oficina de Envigado y
los jefes de los principales combos (pandillas) de la ciudad”.
Esas escuadras de
fabricación belga –calibre 5.7 milímetros– son ligeras, de gran precisión por
su bajo retroceso y de alto poder. Son capaces de traspasar chalecos antibalas
de clase III, los usados por la policía. En México y en Colombia las llaman
“matapolicías”.
Con la caída de
Sebastián –quien según informes de la Policía colombiana mantenía más vínculos
con Los Zetas que con el Cártel de Sinaloa– se formó una confederación de
estructuras criminales que las autoridades denominan Organizaciones
Delincuenciales Integradas al Narcotráfico (ODIN). Este grupo lanzó una guerra
contra Los Urabeños, la ahora principal mafia trasnacional del narcotráfico en
Colombia, que ante la ausencia de un liderazgo consolidado intentó controlar la
plaza. Desde julio pasado está vigente una tregua.
En medio de ese
proceso de reconfiguración criminal la Policía detectó que las estructuras
locales que operan en las zonas populares de Medellín obtuvieron independencia
y una mayor participación en la extorsión, el comercio de mercancías bajo
coerción, el microtráfico y el tráfico internacional de drogas.
“Con las
organizaciones criminales emergentes, el Cártel de Sinaloa busca asegurar los
suministros de cocaína que se han venido a pique, sobre todo en Medellín y en
la región de Antioquia (departamento del que aquella ciudad es capital), por la
atomización de La Oficina (de Envigado)”, indica a Proceso un analista de
inteligencia de la PNC quien pide el anonimato.
FIESTA EN EL BARRIO
En la zona La
Mansión de la Comuna 8 de Medellín opera un grupo de combos llamado El Morro de
Chispas. Hace unos meses los habitantes de ese barrio comenzaron a hablar de la
presencia de “dos mexicanos de Sinaloa”. Las organizaciones comunitarias
tomaron nota. Un integrante de El Morro les confirmó que los forasteros “eran del
Cártel de Sinaloa”.
“Eso fue a
principios de año. Los mexicanos estuvieron varios días por aquí, casi dos
semanas. Cuando se fueron hicieron una rumba grande para todo el barrio.
Contrataron artistas de reguetón, cerraron calles, pusieron tarima, compraron
licor, comida y los repartieron entre la gente. Todo el barrio comenta todavía
esa rumba”, dice Luis, un habitante del sector.
Poco después de la
partida de los mexicanos, la organización El Morro de Chispas comenzó a exhibir
más poder. De las pistolas pasaron a los fusiles, adquirieron vehículos “de
alta gama” y camionetas cuatro por cuatro, y consolidaron su poder territorial.
“En el barrio, el que tenga fusiles va por el poder o tiene el poder”, resume
Luis.
El Morro de Chispas
comenzó a ampliar sus actividades de microtráfico de drogas y extorsión, lo que
generó un enfrentamiento con el combo La Roja, que opera en el vecino barrio
Villahermosa. El Morro, con sus nuevos pertrechos de guerra, ganó la partida.
Luis dice que ahora se sabe que están transportando pasta de coca de Perú y
Bolivia para procesarla en el oriente antioqueño y abastecer a sus socios
mexicanos.
Para la Policía ese
episodio puede ser un indicativo de las nuevas relaciones entre las
organizaciones delictivas de Medellín y los cárteles mexicanos de la droga. “Es
lógico que busquen financiar a estas bandas emergentes. Tienen que venir hasta
acá para hacer sus contactos y garantizar sus cargamentos”, indica el analista
de inteligencia consultado.
La atomización de
las organizaciones delictivas de Medellín provoca también la disgregación del
negocio. “Ya no hay una sola transacción para asegurar los embarques, sino
varias en forma simultánea. El negocio es más complicado. Tiene que venir más
gente de México, por eso puede estar habiendo más reuniones para buscar nuevos
socios y suplir a los que tenían y han ido cayendo. Eso es algo de lo que
estamos pendientes”, detalla.
A finales del año
anterior, un grupo de organizaciones no gubernamentales mexicanas debió aplazar
un viaje a Medellín (para conocer experiencias exitosas de prevención del
delito) debido a que los organizadores de la visita les advirtieron que
integrantes del Cártel de Sinaloa se encontraban en la ciudad y podía ser
riesgosa su asistencia. La visita se realizó después, pero sólo duró un día y
se llevó a cabo con extremas medidas de seguridad.
HERMANOS DE SANGRE
Desde el surgimiento
del Cártel de Medellín a finales de los setenta, las organizaciones delictivas
de esa ciudad han tenido una estrecha relación con los cárteles mexicanos.
Pablo Escobar
Gaviria, quien llegó a manejar más de la mitad de los embarques de cocaína a
Estados Unidos, estableció alianzas con el Cártel de Guadalajara y el Cártel de
Juárez cuando las autoridades de Estados Unidos comenzaron a cerrar las rutas
del Caribe.
El general retirado
de la policía colombiana Luis Enrique Montenegro, quien asesoró el sexenio
pasado a la desaparecida Secretaría de Seguridad Pública mexicana, señala que
el Cártel de Medellín –en cuyo desmantelamiento participó– tuvo como socios a
Miguel Ángel Félix Gallardo, detenido en 1989, y a Amado Carrillo Fuentes, “El
Señor de los Cielos”, quien murió durante una cirugía plástica en 1997.
“Lo que ocurre es
que en la medida en que en Colombia se han ido desmantelando todos los
cárteles, los narcotraficantes mexicanos han buscado alianzas con
organizaciones cada vez más pequeñas. El crimen es dinámico y ha tenido una
evolución. Desde que dimos de baja a Escobar (hace dos décadas) las
organizaciones colombianas se han fragmentado. El Cártel de Medellín dio paso a
una organización más pequeña, como La Oficina de Envigado, y los cárteles
mexicanos se han ido adaptando a esta situación.”
Garzón considera que
La Oficina, cuyos jefes figuraron entre los principales socios de los cárteles
mexicanos la última década, “es hoy casi inexistente porque perdió cohesión
estructural y línea de mando”. Explica que el gran capo de ese cártel, Diego
Murillo, Don Berna, dominó esa estructura la década pasada, hasta 2008, cuando
fue extraditado a Estados Unidos.
Don Berna forjó
vínculos con Los Zetas y los cárteles del Golfo y Sinaloa, según la PNC. Sus
sucesores, Maximiliano Bonilla Valenciano y Sebastián, fueron capturados en
noviembre de 2011 y en agosto de 2012, respectivamente, y La Oficina quedó
acéfala. Ambos fueron extraditados a Estados Unidos.
Durante los reinados
de Valenciano y de Sebastián, la Policía Metropolitana de Medellín recopiló
informes de inteligencia que daban cuenta de varias reuniones de negocios entre
narcotraficantes mexicanos y colombianos en lujosas fincas de los alrededores
de la ciudad, todas con gran despliegue de seguridad. Algunas terminaban en
fiestas con alcohol, drogas y prostitutas.
Un reporte indica
que un traficante de nivel medio señaló que el hijo de un narcotraficante
mexicano “de Sinaloa” pasó en 2011 unos días de vacaciones en la ciudad rodeado
de escoltas de La Oficina, aunque no lo identificó por su nombre. Dijo que varias
noches acudió en compañía de hermosas jóvenes paisas (antioqueñas) a las
discotecas de moda en la ciudad, donde “se amanecía”.
El año anterior la
Dirección de Investigación Criminal confiscó 116 bienes, entre inmuebles,
vehículos y títulos accionarios de los hermanos Cifuentes Villa, vinculados con
La Oficina y –según la Policía– con testaferros en Colombia del Chapo Guzmán.
Las propiedades
pertenecían a Alexander, Jorge Milton y Dolly Cifuentes Villa, herederos del
imperio de su hermano Francisco, a quien las autoridades colombianas
identifican como “ex piloto y hombre de confianza” de Escobar Gaviria. “Ellos
se ocuparon del lavado de activos para el Cártel de Sinaloa, con el cual
hicieron alianza”, señaló la PNC.
Garzón sostiene que
Medellín “ya no es segura para que los narcotraficantes mexicanos tengan
presencia. Es muy difícil que vengan a hacer presencia aquí grupos de
delincuentes extranjeros. Tenemos una policía muy efectiva en el área
metropolitana. No creo que un capo mexicano tenga interés en venir cuando se
sabe lo que estamos haciendo para contrarrestar la criminalidad.
“Lo que sí creo que
es que se están haciendo reuniones a otro nivel, más bajo, para buscar socios y
suplir esa falta de abastecimiento que ya estamos viendo. Con decirle que
muchos narcotraficantes mexicanos que han venido ni siquiera están asistiendo
personalmente a muchas reuniones, sino que buscan a un intermediario, con el
que se entienden.”
La presencia
periódica de enviados de los cárteles mexicanos de la droga en Medellín para
hacer negocios con grupos delictivos locales “es un fenómeno bastante
preocupante” para las autoridades de la ciudad, dice a Proceso el secretario de
Seguridad del municipio, Iván Darío Sánchez Hoyos. “Éste es un tema que debe
preocupar a toda Colombia”.
Existe además “una
gran relación de las FARC (las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia) con los cárteles mexicanos y, claro, nosotros estamos inmersos en un
proceso de paz (con ese grupo rebelde) pero sin tregua, sin cese de actividades
ilícitas, y Antioquia en general es un departamento que ha tenido una presencia
muy importante de grupos guerrilleros”.
SUMINISTRO A CUALQUIER COSTO
El politólogo
colombiano Gustavo Duncan, investigador de temas de narcotráfico y seguridad en
la Escuela de Administración, Finanzas y Tecnología de Medellín, considera que
los cárteles mexicanos de la droga sí han visto afectado el suministro de
cocaína colombiana y el nivel de pureza de la droga por la presión policiaca
contra las organizaciones locales, por lo cual “tienen que mandar a
supervisores y tienen, definitivamente, que pelear por el abastecimiento y por
la pureza de la droga.
“Para Los Zetas y el
Cártel de Sinaloa lo importante es que el abastecimiento esté garantizado y eso
lo aseguran con sus socios colombianos; pero eso no es producto de una
imposición violenta de los mexicanos en territorio colombiano, sino parte de
una transacción, de una negociación. Los grandes capos mexicanos mandan
intermediarios acá para buscar abastecimiento, no pistoleros a hacer la
guerra.”
Según el también
maestro en defensa y seguridad por la Universidad de Cranfield en el Reino
Unido, “no es que los mexicanos les ganaran a las mafias colombianas un
combate; fue simplemente que a éstos les cerraron la ruta por el Caribe, y si
tú eres narcotraficante colombiano el mejor negocio es colocar la droga en
México. Esto es lo que propicia más acercamientos entre las organizaciones
mexicanas y colombianas, y el Cártel de Sinaloa es el que ha sido históricamente
más fuerte en esas transacciones”.
Para los analistas
de la PNC, Medellín ha perdido peso como ruta estratégica de la droga por la
caída de los grandes capos de La Oficina, mientras que el sur –los
departamentos de Nariño, Cauca y Putumayo– y el nororiente han ganado
relevancia.
En general, Colombia
ha sufrido una drástica reducción de cultivos de hoja de coca, que pasaron de
99 mil hectáreas en 2007 a 48 mil en 2012, de acuerdo con la ONU.
En Antioquia los
cultivos pasaron en ese mismo lapso de 9 mil 926 a 2 mil 725. Las
organizaciones colombianas, sin embargo, son las que históricamente han
manejado esta industria en Sudamérica y parece difícil que sean desplazadas por
mafias de la droga de países vecinos. Sus relaciones con los cárteles mexicanos
son complementarias: unos abastecen, los otros distribuyen, y nada indica que
esa complementariedad económica vaya a variar en el corto plazo, en especial
por la capacidad financiera de los cárteles mexicanos.
Garzón plantea:
“¿Qué es lo que tiene el Cártel de Sinaloa en este momento? Lo que tuvo Pablo
Escobar en los noventa: el poder económico. Aunque no tiene el poder
territorial en Colombia, su capacidad financiera le permite hacer alianzas con
todos aquellos que tienen poder territorial aquí y que le garanticen el
abastecimiento de droga”.
(EL DIARIO,
EDICION JUAREZ/ Rafael Croda/Proceso | 2013-12-21 | 22:01)
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