domingo, 13 de octubre de 2013

EL PRIMO INCÓMODO

Raymundo Riva Palacio

Francisco Santos llegó el verano de 1991 a la Universidad de Harvard como una de las pocas personas que, por causas extraordinarias, era recibida por la Fundación Nieman, que tiene uno de los programas más privilegiados en esa institución, diseñado para periodistas que cada año son votados por un selecto panel de jueces. Santos no había tenido que formar parte de las centenares de candidaturas que se presentan anualmente a la Fundación. Lo recibieron -prácticamente lo buscaron-, porque en esos momentos Santos parecía necesitar un santuario para recuperar la paz interna.

Tenía unas cuantas semanas de haber sido liberado por Pablo Escobar, jefe del poderosísimo Cártel de Medellín, quien lo mandó secuestrar en septiembre de 1990 y lo tuvo ocho meses en cautiverio y encadenado a una cama. Santos, a quien se conoce como “Pacho”, es miembro de una de las familias de mayor historia y abolengo de Colombia. Eduardo, su tío abuelo fue presidente, Juan Manuel, su primero hermano, es el actual mandatario. Él mismo fue durante ocho años vicepresidente de Álvaro Uribe, a quien conoció en Harvard, y que ahora ha comenzado a caminar rumbo a las elecciones presidenciales en su país en mayo próximo.

Santos estuvo en México esta semana, donde participó en un foro internacional, y se le vio como en aquellos años de Harvard, alegre, activo, dinámico, lleno de ideas e ideales, sin frustraciones ni resentimientos pese a que había estado en la antesala de la muerte. En 2012, como director de la radio colombiana RCN, entrevistó a John Jairo Velázquez, apodado “Popeye”, mano derecha de Escobar y quien reconoció haber participado en “alrededor de 3 mil asesinatos”, que le dijo como saludo: “Estoy viendo a un fantasma”. Sorprendido, Santos preguntó por qué le decía eso. “Porque cuando lo secuestramos, usted estaba en un 99.9% muerto”.

Eso también pensaba él cuando en el automóvil donde lo llevaban tapado de los ojos, le dijeron que Escobar era quien lo había mandado secuestrar. Sabía que había tocado los extremos. En aquél entonces era el jefe de redacción del periódico de su familia, “El Tiempo”, que por generaciones ha sido el medio más importante de Colombia, y escribía una columna permanentemente crítica del narcotráfico. Su primo Enrique, que dirigía el periódico, le pedía que tuviera cuidado, según recuerda en un libro-entrevista de reciente aparición, “Rebelde sin Causa”. Ahí ubica dos textos, sobre los asesinatos del candidato presidencial Luis Carlos Galán en 1989, y del director de “El Espectador”, Guillermo Cano, en 1986 como el origen y las razones del secuestro. “Siempre fui una persona que me la jugué”, dice en el libro. “Me la jugué por la decencia, me la jugué por la justicia, me la jugué por el ser humano”.

Durante todo el cautiverio, su familia y el ex presidente César Turbay Ayala hablaron con el entonces presidente colombiano César Gaviria sobre su liberación. Era una persona demasiado prominente para negociar –en la lógica de que los Estados no pactan con criminales-, por lo que, aceptaron todos, no lo harían con Escobar. Ni cedieron, ni pagaron. “Pacho” Santos entendió, menciona en el libro, que la institucionalidad debía estar por encima del dolor personal y familiar. “Se desprendieron de sus hijos (Turbay vivió una situación similar en 1991 con su hija Diana, que murió durante un secuestro) por algo que era más importante para ellos dos: Colombia”, recuerda. “Yo lo asumí igual. En el único mensaje que escribí, le expresé al presidente Gaviria que pese a mi sufrimiento y el de mi familia, la ley no se negociaba”.

Santos nunca escribió de su secuestro. La crónica de él, paradigmático en la historia colombiana, y de otros más que padecieron la violencia del narcotráfico, quedó registrada en un libro de Gabriel García Márquez, “Noticia de un Secuestro”. Sin embargo, aunque no lo dice abiertamente, en la razón fundamental que lo llevó a él y a su familia pensar en la posibilidad de que no saldría con vida de aquél momento, se encuentra la fuerza de ir por la Presidencia colombiana, justamente contra su primo hermano, con quien ha subido la ruta de la confrontación.

La campaña ha hecho mención de todos los militares, policías y ciudadanos muertos por las FARC y de la descomposición social en todos estos años. El Presidente, embarcado totalmente en el proceso, no ha logrado avanzar prácticamente nada, pero se encuentra aparentemente en un punto sin retorno. “Es hora de las decisiones”, dijo durante su reciente discurso en la Asamblea General de la ONU, “porque la paciencia de los colombianos tiene límite”.

La lucha entre los primos está declarada. El Presidente, dijo su primo en una reciente entrevista con El País, “no tiene carácter, ni lealtad, ni convicciones”. El ex vicepresidente recuerda que antes de las elecciones presidenciales, le dijo a Uribe que su primo lo iba a traicionar al segundo día. “Pero me equivoqué”, dijo en la misma entrevista. “Lo traicionó al primer día”. El Presidente no se ha quedado callado. Su primo, declaró recientemente, “tiene sida en el alma”, porque se ha dejado llevar por resentimiento y odio. “Imagínese usted este país manejado por ‘Pacho’ Santos”, dijo el Presidente.

Esa es una posibilidad. El desgaste del Presidente por la negociación con las FARC es una de las principales variables. La canciller colombiana María Ángela Holguín, dijo recientemente que el Presidente ha apostado todo su capital político en ese proceso que es más importante que la reelección. La hora de las definiciones para el futuro colombiano, se acerca en esta extraño, peculiar e inédito proceso de la lucha de primos cuya división en el seno familiar es un claro microcosmos de Colombia.

(ZOCALO/  Columna de Raymundo Riva Palacio/ 13 de Octubre 2013)

No hay comentarios:

Publicar un comentario