En una estrecha
calle de la colonia Hidalgo, la oscura madrugada ocultaba una escenario que
parecía como sacado de una película de terror.
Un hombre había sido
asesinado y su cuerpo descuartizado. La cabeza estaba en una bolsa de plástico
negro.
Los brazos y las
piernas en otro paquete, mientras que el torso todavía con un calzoncillo
blanco, sólo cubierto con una especie de sábana.
Cuatro gendarmes
vigilaban que nadie pasara el acordonamiento amarillo, ese que delimita la
escena del crimen.
Agentes de la
Policía Ministerial comenzaron a llegar, algunos con el rostro cubierto.
Peritos
criminalísticos se encargaron de documentar el macabro hallazgo.
Mientras se
descuidaron un poco para instalar un juego de luces, un perro intentó comer los
restos humanos.
Y entonces
reaccionaron de inmediato para espantarlo. Después un gato se mostraba con la
misma intención.
El cadáver
descuartizado lo dejaron sobre la calle Argentina, muy a la orilla de la
banqueta entre la Tepeyac y Pedro S. Varela.
“¡Creo que está
frente a mi casa!”, exclamó un habitante del sector cuando un policía le
impidió seguir más allá del cordón amarillo.
Después un agente
estatal se acercó con este hombre de unos 25 ó 30 años para decirle, espérese
un rato más.
Eran ya las dos y
media de esta madrugada. La persona se retiró un poco y permaneció sentada en
una banqueta.
Ahí esperó a que las
autoridades terminaran de aplicar sus técnicas periciales.
Mientras los
reporteros captaban con sus cámaras el cuerpo desmembrado, un agente
ministerial ordena a otro de sus compañeros: “ ¡Meta la unidad!”.
Y al instante, el
policía estatal sube a su camioneta para acercar el vehículo hasta dejarlo
frente a la víctima que apareció hecha pedazos.
Con ello trata de
que no salga a la luz pública esta nueva obra del espectro del crimen
organizado.
(El Diario / Staff
/2013-10-25 | 06:56)
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