martes, 30 de abril de 2013

"MAÑANA ¿SÍ VOY A COMER?

En la Colonia Ampliación 20 de Noviembre, a unos minutos de la playa, vive una de las familias más pobres de la zona: Heriberta y sus nueve nietos
 
Sheila Arias/ 30-04-2013
MAZATLÁN. En la Colonia Ampliación 20 de Noviembre, a unos minutos de la playa, vive una de las familias más pobres de la zona: Heriberta y sus nueve nietos.

Ellos enfrentan la pobreza en todas sus dimenciones. Con 64 años padece diabetes, artritris y ceguera. Sus nietos, de entre los 3 y 12 años, dependen por completo de ella.

Su caso es conocido en otras colonias, en el Banco de Alimentos de Mazatlán aparece como la más necesitada. Su vida ha pasado de una tragedia a una lucha constante por vivir.

En casa de Heriberta no se come carne, no hay leche, no hay pan; en la comida a cada niño le tocan tres tortillas, a veces una.

"Casi diario comen lo mismo, arroz cocido con frijolitos, a veces puro arroz. No piden, mis niños ya saben que no hay", dice Heriberta, como puede, aguanta el llanto, pero lo contagia.

Su voz es noble como de una abuela.

"Éste, Fernandito, es el más tragón. Ayer me dijo 'mamita ¿hoy no voy a cenar? Y le dije 'no mi amor, hoy no papi'. Se dio la vuelta y me dijo 'pero mañana ¿si voy a comer?, yo le respondí, 'sí mi amor, mañana sí vas a comer mucho'", recuerda.

Fernando tiene 4 años, su mamá lo abandonó a los 10 días de nacido.

Heriberta tuvo seis hijos, a uno lo asesinaron hace cuatro años, otros la olvidaron. A seis nietos se los dejaron sus padres, a tres los cuida mientras su hija trabaja, la única que le ayuda a pagar agua y luz.

Es mediodía en casa de Heriberta, los niños llegan de la escuela, se cambian el uniforme porque no hay jabón para lavar. Su ropa evidencia la pobreza. Violeta, la única niña, usa una blusa con siete agujeros en la espalda, los zapatos de tres niños están a punto de romperse. Manuel, de 10 años, deja ver su camiseta rota del lado derecho, desgarrada de tan vieja.

"Hoy desayunaron su arroz y frijoles, van a comer lo mismo, si queda, cenan eso", dice la mujer.

Y a pesar de su pobreza, los niños no pierden su chispa. Ellos juegan, quieren salir en la foto.

"Yo quiero ser paramédico", interrumpe Alexander, de 5 años.

"Yo marino o bombero", dice Fernando.

"Yo, nada, no sé si pueda estudiar", dice Violeta, seria, como triste.

Los niños han ido pocas veces al mar, no conocen el cine y no tienen juguetes. Así es la vida de ellos, entre el hambre y el olvido.

 (NOROESTE/ Sheila Arias/ 30-04-2013)

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