Imágenes del desalojo de normalistas de Ayotzinapa el pasado
12 de diciembreFoto Lenin Ocampo
Arturo Cano/ La Jornada
Chilpancingo, Gro., 15 de diciembre. Sí,
pueden subir, dice el muchacho que se identifica con un seudónimo curioso. El
autobús está repleto de jóvenes entre 18 y 23 años. Ninguno de ellos estudia en
Ayotzinapa.
Entre el martes y el miércoles hicieron las 18 horas que separan las
capitales de Chiapas y Guerrero para venir a acompañar a sus colegas de
Ayotzi, como le dicen todos a la Escuela Normal Rural Raúl Isidro
Burgos.
Y aquí van, recién bañados, casi todos con tenis, pantalones de
mezclilla, playeras y mochilas escolares, rumbo a una nueva protesta cuyos
detalles, camino a la ciudad, ellos mismos desconocen.
Las baladas cursis que acompañan el viaje de los normalistas de Mactumatzá,
Chiapas, chocan con la aguerrida imagen de los miembros de la Federación de
Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) que, pese a la reducción de
escuelas y matrículas, sigue mandando en las normales rurales.
Igual que los dirigentes, los jóvenes del camión no dan sus nombres, pero
cuentan de sus vidas sin problemas. Casi todos son hijos de campesinos. Uno es
de Chilón. Hizo examen también para Chapingo, pero luego de sacar cuentas su
familia decidió que la universidad agraria estaba fuera de su alcance. Y vive en
las cercanías de Tuxtla Gutiérrez, donde comparte casa con tres compañeros,
arreglándose con los 2 mil pesos de beca.
Su compañero de asiento pregunta cuántos grupos indígenas hay en Guerrero y
luego dice con un dejo de orgullo:
Yo soy zoque. Quería ser abogado y soñaba con estudiar en Villahermosa. Pero no pudo a pesar de su 9 de promedio en el bachillerato (el muchacho del asiento trasero se empeña en anotar que él obtuvo 9.3).
–¿Vieron que la lucha de Ayotzinapa ya tiene el apoyo de Elba Esther
Gordillo?
–Pues un día dijo que quería desparecernos, ¿y ahora nos apoya? Esos son
puros intereses políticos –dice el zoque.
Hace media hora dejaron atrás Ayotzinapa, donde aún hay parcela, invernadero,
crianza de animales, y donde se imparte las licenciaturas de educación primaria,
educación física y primaria con enfoque intercultural.
La escuela tiene sólo 520 alumnos –Mactumatzá, apenas 240–, pero cada año los
muchachos se empeñan en mostrar que son dignos herederos de sus aguerridos
antecesores de la FECSM y se lanzan a las calles, a veces con piedras y
cerillos, como dicen los pies de fotos que los denuestan en la red.
–¿Tienen plaza al egresar?
–No, no tenemos –dicen los de Mactumatzá, a quienes 2003 les cerraron el
internado.
–¿Y cómo les va en los exámenes para ganar las plazas?
–Nada mal, de la generación pasada ganaron plazas 59 de 60.
El autobús llega hasta la sede del gobierno estatal. Los muchachos bajan y
bloquean sin estridencia todas las salidas. Antes de que lleguen a las
laterales, algunos empleados alcanzan a salir rodando por el suelo, porque los
policías –esta vez desarmados– no abren más las rejas.
Decenas de ciudadanos que acudieron a hacer trámites se quejan.
Dejen salir por lo menos a las mujeres y los niños;
yo tengo que amamantar;
los apoyo, pero estas no son formas. Los jóvenes se sostienen ahí, sin mucha policía a la vista.
A 30 pasos está estacionada por un rato la patrulla HB-01-135 de la policía
estatal. Cuatro agentes con armas largas.
Si no son delincuentes, ¿por qué se tapan las caras?, pregunta uno de ellos.
Pasa una señora y les dice:
Vayan a desalojarlos, pero no les vayan a disparar.
No, señora, nosotros somos del estado, eso fue la federal.
El gobernador mata a un herido y su gobierno lo desmiente.
La bandera de Ángel Aguirre para llegar a la gubernatura fue la
experiencia. ¡Y cómo no! ¿Cuándo se tiene un candidato que ya haya ocupado el
cargo?
Pero frente a la crisis por el asesinato de los dos jóvenes estudiantes –tres
heridos y dos decenas de detenidos además– el experimentado Aguirre no ha hecho
sino despeñarse (¿o empeñarse porque es lo de hoy?) en un yerro tras otro.
Hoy se rodea de varios funcionarios de su gobierno con vieja militancia
perredista para hacer profesión de fe amarilla:
“Se los digo de frente a mis
compañeros secretarios, como militantes del PRD, no voy a rehusar ninguna
responsabilidad, no tengo nada de qué avergonzarme; lo dije ayer y lo repito: no
puede haber este tipo de contradicciones entre un gobierno que se esmera por ser
fundamentalmente humano, por ser un gobierno que verdaderamente ayude a los más
necesitados… no puede ir en contra con otro tipo de acciones”.
Pues bien, en un acto de entrega de viviendas, Aguirre asegura que también
irá a fondo en la investigación de la muerte de Gonzalo Miguel Rivas, empleado
de una gasolinera, quien resultó con graves quemaduras en un tercio de su cuerpo
en los hechos del día de la Guadalupana.
No podemos admitir actos tan bárbaros, tan salvajes de quien los haya hecho, si hay autores intelectuales tendrán que ser sancionados, si hay a autores materiales tendrán que ser castigados también, dice el gobernador, y su oficina reparte una versión de sus palabras.
Horas más tarde, su vocero, atribuye el desliz a la agencia Notimex, aunque
se trata de la segunda ocasión, en dos días, que Aguirre anuncia el
fallecimiento de la misma persona.
¿Está mal informado o se trata de la estrategia que incluyó sembrar un
cuerno de chivo al estudiante Gerardo Torres Pérez?
El costeño quiere que se olvide que su gobierno aseguró que sus policías no
iban armados y que también buscó culpar a la Policía Federal.
Aquí se cuenta que el gobernador es dado a la fiesta y la burbuja, y
que es muy posible que el 12 de diciembre las órdenes estuviesen, como en otras
ocasiones, en manos de su secretario de Gobierno, Humberto Salgado.
Lo único claro es que al gobernador deben gustarle las cabezas de gacetillas
locales:
Tengo la conciencia tranquila: Aguirre; o
Trifulca de ayotzinapos y policías.
Porque el gobernador remata, antes de pedir
una oración:
Algunos medios, principalmente los nacionales pueden mentir en torno a estos hechos, y como dice alguien sabio: Dios pondrá las cosas en su lugar.
Quizá este domingo, cuando el gobernador participe en el Paseo del Pendón
–una procesión católica que ningún político se pierde y que recorre 6 kilómetros
en esta ciudad– las cosas hallen su lugar… si los ayotzinapos no se
aparecen.
División amarilla
Ángel Aguirre, informan los colegas locales, es el único gobernador
de Guerrero que ha visitado Ayotzi. Lo hizo apenas el 26 de septiembre
pasado. Los muchachos que hoy demandan su renuncia se vistieron para la ocasión
–la escolta de la bandera trajeada, la banda de guerra con golpes de gala y
bonetes– y el gobernador repartió abrazos tras la entrega de un tractor y un
autobús.
Los muchachos abrazados son los que hoy exigen castigo a los asesinos, que
anuncian la ruptura del diálogo con el gobierno estatal y una marcha este
viernes, en la que serán acompañados por sus condiscípulos de otras normales y
por un gran número de organizaciones sociales guerrerenses.
De los perredistas, unos irán y otros no; el asunto los divide.
En estos días, por ejemplo, Carlos Reyes, dirigente estatal del PRD, declara
que su partido
no reprime, aunque aquí los memoriosos reporteros locales recuerdan que en 2007, luego de un violento desalojo de los ayotzinapos, Reyes los recibía con esta frase:
Se merecen eso y más.
Voy a estudiar en Ayotzinapa
Las historias de los chiapanecos del autobús suenan parecidas a las
de Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús, los muchachos
asesinados el día de Guadalupe.
Gabriel era de Tixtla, cerca de la normal, y se
alquilaba de peón los fines de semana para ayudar a su familia que habita en una
casa con paredes de ladrillos sin cemento, donde sólo hay un cuartito con piso
firme.
Ahí fue velado, sin que sus dos hermanos migrantes, que viven en Atlanta,
pudieran despedirlo.
Ahí lloró su hermano menor Francisco, quien el martes del
sepelio le dijo a la reportera Margena de la O:
Yo quiero ser como él. Voy a estudiar en Ayotzinapa.
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