Nos dice el historiador
británico, Lawrence Stone, que algunas de las construcciones más gigantescas,
lo mismo que algunas de las obras de arte más espléndidas y extravagantes y
algunos de los rituales más complejos se han consagrado al entierro, al
alojamiento y al equipamiento de los muertos, como una preparación al viaje del
alma más allá de la tumba.
Ya por el año 50 mil A.C., el
hombre de Neanderthal enterraba a sus muertos con flores, y por el año 7 mil
A.C. florecía en Jericó un refinado culto a los antepasados.
Nos quedamos asombrados al
contemplar las pirámides de los faraones de Giza, el gigantesco montículo
funerario de Silbury Hill —la más grande estructura hecha por el hombre en
Europa—, la imponente tumba piramidal del alto sacerdote en las espesuras del
bosque chiapaneco en Palenque, las tumbas en forma de colmenas de Micenas y las
grandes tumbas megalíticas de múltiples cámaras en los largos montículos del
noroeste de Europa. En México son famosas las tumbas en las pirámides de los
mayas, Palenque, por ejemplo.
Nadie escapa de la muerte. El
día de los muertos es una festividad en todo el orbe que viene desde hace
muchos siglos, desde lo más profundo. Honrar a los muertos, a la muerte, a
nuestros muertos. Honrarlos es tenerlos presente, invocarlos. Vivirlos.
La 63 legislatura del
Congreso del Estado de Sinaloa celebró esta fecha del día de los muertos, que
en realidad es una fecha del día de la humanidad, con un altar construido con
las manos de los trabajadores del Congreso. Se recordó al periodista Javier
Valdez, al historiador Jorge Verdugo Quintero, a Carlos Niebla Camacho, al
artista Roberto Pérez Rubio y a otros periodistas, como recordamos a nuestros
muertos del 68, y a otros. Recordarlos es vivirlos, es vivir a todos nuestros
muertos.
Una cosa es la muerte
natural, y otra es la muerte impuesta, la muerte que trunca vidas y nos agravia
como sociedad. Javier sabe de qué hablamos. Nuestros muertos del 68 también lo
saben. Nos indigna esa muerte.
Para los pueblos originarios
la muerte no genera angustias. La muerte es un homenaje a la vida. Como lo
legara el poeta Mario Benedetti: La muerte es sólo un síntoma de que hubo vida.
No aceptamos la muerte
impuesta, la muerte violenta, no la aceptamos. Del recuerdo de los periodistas
muertos resulta una convocatoria para impulsar políticas por la libertad de
expresión y la plena vigencia de los Derechos Humanos.
No hay democracia sin la
verdad. La Legislatura 63 se compromete a crear una Ley para la Protección de
los Periodistas, y todo lo relativo a la libertad de expresión y la
dignificación de la vida y la profesión de mujeres y hombres dedicados a
informar. Desde la legislación se debe contribuir para dignificar la vida y los
quehaceres de los periodistas.
E-mail: riosrojo@hotmail.com
Twitter: @riosrojo
Artículo de opinión publicado el 4 de noviembre de
2018 en la edición 823 del semanario Ríodoce.
(RIODOCE/ JOSE ANTONIO
RIOS ROJO/6 NOVIEMBRE, 2018)
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