Iban en un camión blindado.
Era de la compañía transportadora de valores Proval. Casi igualitos a los
mexicanos de Panamericana. Tranquilos y realizando su acostumbrado recorrido,
chofer, contador y escolta. Ni siquiera lo esperaban. De repente tronaron
hartas balas contra el parabrisas. Más en la carrocería. Luego tupida descarga
a las llantas delanteras. Duraron mucho rodando, pero no tanto para ser
alcanzado el vehículo. Desde adentro, los guardias de seguridad en defensa
tirotearon. Hirieron a un asaltante. Pero otro maloso sacó una bazuca. Hincado,
con el tramo menor de un extremo del arma sobre el hombro, pacientemente
apuntó. Sin poder moverse, el camión blindado era un blanco fácil. No tenía
pierde.
Disparó. El proyectil pegó
contra el costado izquierdo del vehículo, entre la cabina y el motor. Abrió
gran hoyanco. No causó fuego, pero sí humareda. Por eso salieron todos tiznados
los tripulantes. El cuarteto de asaltantes los tiró al suelo. Algunos medio
heridos con esquirlas o pedazos de carrocería. Fueron desarmados y amarrados
rápidamente. Los bandoleros treparon al camión, sacaron y se llevaron ocho
maletas de cuero repletas de dinero. La policía no pudo evitarlo, menos
capturarlos. Esto sucedió en Honduras. Comunidad de Corralitos, después de
pasar la carretera Atlántida y Colón. La Prensa informó del asalto “a punta de
bazuca”. Fue una novedad.
Hay varios tipos de bazucas.
También les llaman lanza-granadas. Las hechas en Israel se conocen como
“súper”. Pueden usarse pecho a tierra con tripié. Tienen una mirada especial y
cierto artilugio para calcular distancia. La tradicional se echa al hombro en
su parte extrema más liviana y cortar. El resto debe detenerse con una mano y
otra utilizarla para apretar y disparar. A cada rato se dramatiza con bazucas
en las películas. Desde “Rambo” hasta “Platoon”, pasando por “Apocalipsis Now”,
“Band of Brothers”. En la vida real fueron muy usadas en las guerrillas
caribeñas, centro, sudamericanas, Medio Oriente, África y muchas ciudades o
países.
Mi compañero Raymundo Riva
Palacio escribió el día 11, en El Universal: “Informaciones policiales
preliminares apuntan a que el grupo militar de Los Zetas, vinculados a los
cárteles de El Golfo y Ciudad Juárez, cuentan con cuando menos, dos misiles del
tipo SAM-7, que supuestamente ya fueron decomisados durante operativos
recientes en Tamaulipas y Veracruz”. Esas líneas estremecieron hasta al
Presidente de la República. Se apresuró a rectificar: los narcos no tienen
misiles. Raymundo y Fox me hicieron recordar: el año pasado, mafiosos del
Cártel Arellano Félix abandonaron una bazuca. Martes 3 de enero para más señas.
Estaba en vacío clóset. Parte superior. Una de ocho recámaras. Segundo piso.
Colonia Río Escondido en Tijuana. En la misma casona y desperdigados tantos
paquetes hasta sumar casi una tonelada de marihuana. A unos cuantos metros de
la frontera con Estados Unidos. Ningún inquilino. Hasta ahora aparecen ni
localizaron a los dueños de la finca.
Indudablemente, los
narcotraficantes ocuparon la mansión para y cuánto tiempo quisieron.
Seguramente descargaron allí kilos y kilos de yerba. También cargaron
vehículos. Nunca debieron tener problemas. Seguramente conectados con agentes
federales, estatales o municipales. Por eso, cuando la policía se dirigía a la
casona, desaparecieron los ocupantes. Estoy seguro: les avisaron de las mismas
corporaciones. Ya es clásica la complicidad.
En los apuros de la
escapatoria pudieron dejar ametralladoras o pistolas. Pero me pareció
intencionalmente el abandono de la bazuca. Así como “…para que sepan”. La vi en
fotografía. Sin chiste en su diseño. Simplemente es como un tubo. Mide poco más
de un metro. Más ancha en la parte exterior de salida. El orificio de entrada
unas cinco pulgadas aproximadamente. No es tan pesada como los proyectiles que
usa. Nada más dispara uno y es necesario recargar. Debe acomodarse al hombro.
Apuntar como si fuera rifle. Pero es más certera. Es modelo AT14. Más poderosa
a la empuñadura por guerrilleros sudamericanos. Es igual a las utilizadas por
el ejército norteamericano en Bagdad. Con tanto poder como para abrirle boquete
a cualquier tanque de guerra. Un disparo bastará para desbaratar cualquier
vehículo blindado. Lo mismo de último modelo o camiones de valores. Ni el
equipado con la mejor protección soportaría sus descargas.
La bazuca no la tenían los
narcos como adorno ni para colección. Seguramente fue contrabandeada desde
Estados Unidos. Su descubrimiento merecido, nota de primera plana, sección
local del importante diario norteamericano The San Diego Union. Les interesó
más el arma que la droga. El hecho de compararla con la que usan en Bagdad,
obliga a suponer: era del Ejército el arma encontrada. La lógica indica que los
narcotraficantes tendrían planeado utilizarla en Tijuana. Tal vez contra algún
banco, cierta residencia, mafioso competidores en su auto, policías en patrulla
o particulares para secuestrarlos. O camiones transportadores de valores.
“La dejaron en el clóset
porque no están acostumbrados a cargar con esa clase de armas”, me dijo un
experto policía. Según él, esperaban les surtieran proyectiles. Porque de
tenerlos antes, con toda seguridad dispararían la bazuca. Pero sí fue claro el
investigador en considerar: “Si ya trajeron una y la abandonaron, no será
difícil que pronto veamos más”. Su temor es el uso. “Un disparo con esta arma
causará mucho daño. Si lo apuntan a un vehículo, morirán todos los pasajeros”.
También tanteó que el arma pudo haber sido un encargo de mafiosos en otro
Estado.
Tradicionalmente, los
narcotraficantes nunca habían usado esta clase de armas. Siempre ametralladoras
AK-47, “cuerno de chivo”. R-15, pistolas calibres .38 o .9 milímetros. Pocas
veces .45 y .22. Escopetas 12. También abren boquetes y destrozan humanidades.
Los explosivos y las bazucas, por lo menos en la frontera norte, no han sido
usados. Como sucede siempre: nunca se investigó o no se quiso informar sobre la
bazuca. Pero esto es una realidad. No llega a sospecha como los misiles en
manos de “Los Zetas”. Es un hecho.
Escrito tomado de la colección
“Dobleplana” de Jesús Blancornelas, publicado por última vez el 22 de febrero
de 2005.
(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA/ JESÚS BLANCORNELAS /LUNES, 27 AGOSTO, 2018
12:00 PM)
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