Foto: Isaac Esquivel/Cuartoscuro.com
Uno de los temas en los que
menos propuestas hizo Andrés Manuel López Obrador durante su campaña, fue el de
la seguridad. Cómo reducir —ya no acabar, eso es imposible— la violencia, cómo
abatir los homicidios, que en los últimos tres sexenios se dispararon, cómo
mermar el poder de los cárteles de la droga, generadores de la mayor parte del
problema, cómo combatir la desaparición de personas, los feminicidios, los
crímenes contra periodistas, la extorsión, el cobro de piso, el robo de
combustible, el secuestro…
En diciembre pasado, durante
una gira por Guerrero, AMLO dijo que, con el fin de pacificar al país, no
descartaría ninguna medida, incluso la amnistía para los líderes de los
cárteles de la droga. Lo dijo en un pueblo llamado Quechultenango, bastión de
Los Ardillos, uno de los grupos criminales más violentos del país.
A partir de ahí, por lo
polémica de la propuesta, López Obrador recibió cientos de críticas y la verdad
nunca tuvo una respuesta sólida y coherente. Y hasta la fecha. Dijo aquella vez
que la amnistía solo se otorgaría con el apoyo de las víctimas. Y que para ello
convocaría “a un diálogo para que se otorgue amnistía, siempre y cuando se
cuente con el apoyo de los familiares de las víctimas… No descartamos el
perdón…”
De ahí nacieron los foros por
la pacificación. El problema es que dichos foros solo están sirviendo para
confirmar que, en materia de seguridad, Andrés Manuel no tiene idea de hacia
dónde ir. No quiere más violencia, claro —¿Y quién sí?, pues apenas los
gringos—, eso está muy bien, pero no puede lograr este deseo levantando la
mano, haciendo la “V” de la victoria y diciendo “amor y paz”.
Y si el propósito de los
foros era convencer a las víctimas de otorgar el perdón a sus verdugos, estos
eventos están siendo un fracaso, pues más bien se antojan como escobazos a un
panal. La gente está muy agraviada, muy enojada, harta de la impunidad y con
mucho dolor a cuestas. Y en esas condiciones nunca se logrará que alguien
otorgue el perdón a quién violó y asesinó a una jovencita, o levantó y asesinó
a un muchacho, y menos a quien levantó y desapareció a su hijo o esposo, porque
lo que quiere ese alguien es que su hijo o esposo aparezca con vida.
Y en ese caos que conforman
el dolor, la impunidad, la impotencia y el extravío y complicidad gubernamental
—que incluye al gobierno que se va y al que viene también—, pedir perdón para
los victimarios es un escobazo más, el más fuerte e incomprensible. Los foros
han estado llenos de lugares comunes y ni las víctimas ni los organizadores han
planteado nada nuevo. Para las víctimas es catarsis, reclamo, exigencia de
justicia; para los organizadores la retórica de siempre, con argumentos falaces
como ese de que “el próximo gobierno va a recibir una seguridad en ruinas”,
como si eso no lo supiéramos.
Esto último lo dijo Alfonso
Durazo, próximo secretario de Seguridad Pública y dijo también que la situación
es tan compleja que el país tendrá paz hasta 2024… cuando ellos ya vayan a
salir del gobierno. También que la Guardia Nacional —una de las concretas
promesas de campaña de López Obrador en materia de seguridad— no será creada
porque requeriría de muchos arreglos legales y que por ahora no conviene. En
una asamblea de Morena en Xalapa, Veracruz, en marzo de 2017, AMLO propuso
crear una guardia nacional con el fin de acabar con la tortura y las masacres y
que se deje de utilizar al Ejército o a la Armada “para reprimir al pueblo”. Y
lo repitió en algunas entrevistas que le hicieron. Pero ahora resulta que no se
puede. Y por consecuencia, que se seguirá utilizando al Ejército y a la Marina,
con la diferencia, se supone, que ahora no van a “reprimir al pueblo”.
En resumen, López Obrador
parece que tiene claras muchas cosas en materia de combate a la corrupción, de
políticas de austeridad, incluso en materia económica, aunque algunas de sus
propuestas parezcan inviables. Pero en seguridad, en narcotráfico, en cómo
bajar los índices de violencia, todo indica que no tiene idea. Y que
preocupante, porque es uno de las cosas que más le duelen a México.
BOLA Y CADENA
LA SEMANA PASADA SE HIZO EL ANUNCIO de que los gobierno norteamericano y de México
conformarían un grupo especial con la participación de las agencias de
seguridad de los dos países, para combatir el narcotráfico. No es casual que lo
anuncien ahora que va a cambiar el gobierno en México y que Andrés Manuel esté
promoviendo la amnistía para los líderes de los cárteles de la droga con el fin
de “pacificar” al país. Tienen décadas trabajando juntos y puede afirmarse que
los grandes golpes a las cabezas del narco en México han sido producto de un
trabajo conjunto. Así que esto tiene que verse como un elemento de presión de
los gringos al nuevo gobierno.
SENTIDO CONTRARIO
EN ESTE CONTEXTO SE DA el incremento de la recompensa que ofrece la PGR por
información que permita la captura de Nemesio Oceguera, el Mencho, líder del
Cártel de Jalisco Nueva Generación, que creció como ninguno en el sexenio de
Enrique Peña Nieto. Desde hace meses las huestes del Mencho están siendo
hostigadas por el gobierno federal y parece que es propósito del gobierno que
se va entregar su cabeza a los gringos y al mismo tiempo abrirle al camino a
AMLO para un nuevo acuerdo para administrar el narcotráfico, muy probablemente
con los de Sinaloa.
HUMO NEGRO
OTRA COSA QUE DIJO DURAZO ES QUE ahora ya no irán sobre las cabezas del narcotráfico,
sino por su dinero. Sería un cambio de estrategia muy interesante. Pero no lo
harán. Están de por medio miles y miles de empleos, puntales de la economía
como los servicios, la industria inmobiliaria, el transporte, cadenas
hoteleras, restauranteras, giros negros, casas de cambio… ahí está el dinero. Y
lo saben bien ellos y los gringos.
Columna publicada el 19 de agosto de
2018 en la edición 812 del semanario Ríodoce
(RIODOCE/ ISMAEL BOJÓRQUEZ /21 AGOSTO, 2018)
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