martes, 21 de agosto de 2018

AMOR Y ODIO 
EN LAS VEGAS (I)


Esta es la historia de un incipiente romance, pero no de esos que empiezan con un encuentro casual y termina con un “vivieron felices”

Trevor Aaronson | The Intercept
Todo inició en el otoño de 2012. Emile Bouari cenaba con su novia, una modelo de fitness llamada Kim Milko, en un restaurante lujoso de Las Vegas. Su relación se había tejido de manera tumultuosa, con infidelidades y desacuerdos. Milko quería matrimonio, pero Bouari, quien se había separado entonces de su segunda esposa, no era bueno para los compromisos. Para él, ir con el juez para firmar el acta de matrimonio significaba tener que regresar para firmar el divorcio si su relación no duraba.

Bouari y Milko se habían separado varias veces. En una de ellas, Milko flirteó con un abogado local y exfiscal federal llamado Paul Padda, quien tenía una reputación en la ciudad de ser un soltero exitoso y disponible. Padda era alto, con su pelo negro azabache que brillaba engominado. Él y Milko se habían visto en grupos de amigos y luego se juntaron un par de veces solos. Una vez para almorzar y otra para unos tragos, dijo Milko. Su contacto físico se había limitado a unos besos y algunos toqueteos afectuosos, afirmó. Pero cuando se reconcilió con Bouari le dijo a Padda que su flirteo tendría que terminar. En el otoño de 2012 ya habían pasado varias semanas desde que Milko y Padda se habían visto.

Lo que sucedió a continuación esa noche de otoño en Las Vegas es nebuloso.

En entrevistas por separado con The Intercept, Bouari y Milko dijeron que Padda llegó a su mesa. Señalando con su dedo a Bouari le dijo: “Me tiré a tu mujer y a ella le encantó”, coincidieron Bouari y Milko. Milko dijo que ella sospechaba que Padda quería crear un conflicto con Bouari al decir que habían tenido sexo, cuando la verdad es que no.

Padda dice que estas declaraciones son sólo un invento fantasioso de dos personas que le guardan rencor. Él niega haber tenido una relación así con Milko y asegura que ese incidente en el restaurante nunca ocurrió.

De cualquier forma, se creó una enemistad entre Bouari y Padda. Las frases difamatorias sobre Padda pronto aparecieron en un sitio web llamado Ripoff Report. En los comentarios, publicados de forma anónima, se describe a Padda como “un total depravado” y un “abogado pésimo” quien ha sido “defensor de pedófilos”. En enero de 2014 Padda presentó una demanda por difamación por esos comentarios, primero acusando a “Juan N.” y luego contra Bouari y Milko tras haber recibido los registros que requirió por parte del proveedor de servicio de internet de la pareja.

A los tres meses de que Padda presentó su demanda, un informante del FBI con un dispositivo de escucha se presentó en una clínica de pérdida de peso que Boauri manejaba en Las Vegas. Se trató de una de las primeras acciones de una investigación del FBI llamada Operación Bo-Tox. El operativo era coordinado por el agente especial del FBI Charles Ro, a quien Padda dijo conocer por su “relación profesional”. Padda no pudo decir de qué habló, si es que lo hizo, con Ro en torno al caso Bouari al citar “procedimientos criminales en curso”.

Mont E. Tanner, el abogado de Bouari, diría luego en la corte que había una importante historia previa al operativo del FBI. “Este caso se originó como una especie de triángulo amoroso entre (Bouari), la coacusada Kim Milko y el exfiscal federal adjunto Paul Pradda”, dijo Tanner durante una audiencia de detención. Padda dijo que eso era un sinsentido.

Por casi dos años, como parte de la Operación Bo-Tox, un agente encubierto del FBI y un informante siguieron a escondidas a Bouari con la idea de exponer lo que el FBI sospechaba: una red de dueños de pequeños negocios listos para lavar dinero. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, el FBI sólo pudo echar el guante a Bouari, Milko y un amigo de ellos, quienes en conjunto lavaron 590 mil dólares y cobraron 52 mil 900 en comisiones.

Los cuestionamientos en torno al caso Bouari no son en torno a si él y su novia lavaron dinero, lo cual es claro que sí, sino por qué el FBI se enfocó en ese par de operadores de baja monta desde el primer momento.

Padda jugó un papel relevante en el operativo del FBI. El agente encubierto y el informante intentaron repetidamente persuadir a un Boauri enfurecido por la demanda en su contra, que pusiera precio a la cabeza de Padda.

Este caso, sin embargo, se trata de algo más que un pleito con un abogado local. La Operación Bo-Tox es una señal de la creciente disposición del FBI de recurrir a operativos con tácticas agresivas, diseñadas primero para utilizarse en contra de criminales violentos y redes sofisticadas del crimen organizado, para apuntar a potenciales delincuentes de cuello blanco, incluyendo aquellos como Bouari, de quienes no se sabía que cometían delitos notorios sino hasta que el FBI montó una celada complicada para facilitar sus crímenes.

Bouari nació en Austria, siendo su padre un libanés cristiano y su madre una austriaca judía. Habla árabe y un poco de hebreo y, gracias a su educación en un internado en Europa, también habla alemán, francés e inglés.

Él llegó a EU en la década de 1990 para estudiar en la Universidad de Boston, donde obtuvo una maestría en relaciones internacionales en 1996. Luego tuvo varios empleos en ventas y se casó, se separó y se divorció. Tras los ataques del 9/11, Bouari, ya soltero, se enroló en el Ejército de EU. “Quería ir a darles su merecido”, dijo de los atacantes de Al-Qaeda. Se sometió a un entrenamiento básico en 2003 y pasó tres años en el Ejército, en una ruta rápida a la ciudadanía estadounidense bajo una orden ejecutiva que firmó en 2002 el entonces presidente George W. Bush, que premiaba a los no ciudadanos que sirvieron en las fuerzas armadas tras el 9/11.

El último destacamento de Bouari en el Ejército fue en Las Vegas, donde se quedó a radicar tras darse de baja. Ahí conoció a su segunda esposa, Carol Ann Chaney, con quien montó un negocio para ayudar a la gente a perder peso. Él y Chaney, quien declinó responder a unas preguntas para este artículo, operaban una cadena de clínicas de pérdida de peso en todo EU, de la que vendieron franquicias a emprendedores.

Los clientes recibían planes de dieta de 500 calorías diarias, así como inyecciones de vitamina B12 y de gonadoprona coriónica humana (HCG, por sus siglas en inglés), una hormona que producen las mujeres embarazadas y que Bouari y su equipo ofrecían como una panacea que podía ayudar a sus clientes a adelgazar rápido sin deterioro muscular. La HCG no ha sido aprobada para la pérdida de peso por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EU (FDA) y la llamada dieta HCG, tan promovida por los negocios dedicados a la pérdida de peso en este país, es un tratamiento controvertido cuya eficacia no tiene el respaldo de la investigación médica.

“Es una teoría que no ha sido comprobada”, dijo Hossein Farsad, un doctor que trabajó en las clínicas de Bouari en Florida, en relación a los beneficios de las inyecciones de HCG al tiempo que el paciente se somete a una privación de calorías. “Ellos me daban un papel en el que decía que el régimen era: una dieta baja en calorías, inyecciones de HGC y de B12… todo era negocio”.

La industria de la pérdida de peso en EU opera en el área gris entre los servicios médicos legítimos y la charlatanería que llega a promocionar aceites de víbora y Bouari hacía poco por atajar las nociones comunes de que se trata de una industria tramposa. En agosto de 2013, seis franquicias de varios estados demandaron a Bouari, Chaney y sus empresas. Reclamando, entre otras cosas, que la pareja les proporcionó cifras falsas de ingresos y mintió sobre la propiedad de marcas registradas y técnicas de su propiedad. (Los demandantes ganaron 6.7 millones de dólares en un juicio por incumplimiento en contra de una de las empresas de Bouari en enero de 2016.) A Bouari también lo acusó un ex empleado en Miami por sueldos no pagos en un juicio que, a fin de cuentas se sobreseyó. Asimismo, enfrenta un juicio civil en Las Vegas por una deuda de más de 17 mil dólares con una empresa de impresión y mercadotecnia. También le debe al fisco de EU por impuestos atrasados.

Bouari era un empresario sin escrúpulos, acusado por estafar a la gente y por dejar un rastro de cuentas sin pagar. Sin embargo, era necesario un informante del FBI con una práctica similar de negocios turbios para que se viera forzado a lavar dinero.

El expediente del caso del FBI en contra de Bouari, en poder de The Intercept, sugiere que, de entrada, los agentes federales no tenían una evidencia sólida que él cometía algún delito. El FBI argumentó que sólo había escuchado rumores estrafalarios. De acuerdo con el expediente del FBI, la primera ex esposa de Bouari le dijo a los agentes federales, en septiembre y octubre de 2001, que Bouari pertenecía a una milicia cristiana y que había asesinado a 17 personas por 300 dólares. Asimismo, lo involucró en fraude con tarjetas de crédito y en pornografía infantil, de acuerdo con información que el FBI atribuyó a su ex mujer, a quien no se nombra en el archivo.

Sin embargo, la primera ex esposa de Bouari cuenta una historia diferente. La mujer, quien solicitó el anonimato, confirmó que ella habló con el FBI sobre Bouari cuando los agentes se le acercaron luego de los ataques del 9/11. Les constó sobre Bouari y su matrimonio, pero dice que nunca les dijo nada de que él había asesinado a alguien o que estuviera involucrado en fraudes con tarjetas de crédito, pornografía infantil u otros crímenes. “Ellos inventaron toda esa información”, nos contó. “Todo es falso”.

El expediente del FBI sobre Bouari se salta al 6 de marzo de 2014, cuando Michel Benamar, un hombre marroquí de baja estatura, pelo gris y barriga prominente, se presentó en la oficina del FBI en Las Vegas. De labia fácil y presuntuoso, Benamar se encontraba en un profundo hoyo financiero. Tenía enfrente una demanda civil por 2.8 millones de dólares en Alabama por no pagar préstamos relacionados con un negocio de máquinas tragamonedas en Egipto, además de estar pagando 645 dólares al mes en restitución de 11 mil 412 dólares por girar cuatro cheques sin fondos a los casinos, cargos por los cuales lo arrestaron por intentar darse a la fuga al abordar un avión a París siete meses atrás.

Ro, el agente especial del FBI, fue asignado a hablar con Benamar, de acuerdo al expediente. Benamar contó a Ro y a un detective de la Policía Metropolitana de Las Vegas que se encontraba presente, que él había acudido a la clínica de control de peso de Bouari y que le preguntó en torno a hacer una inversión. Bouari le dijo que “él estaba dispuesto a lavar dinero para sus inversionistas”, declaró Benamar al FBI, de acuerdo con el reporte que Ro redactó tras el encuentro. Benamar también aseguró que Bouari había birlado 1 millón de dólares a un socio de negocios, pero no podía decir el nombre de la persona a quien habría esquilmado.

Aunque los agentes no pudieron corroborar las declaraciones de Benamar, los supervisores de la oficina del FBI en Las Vegas dieron la luz verde a la Operación Bo-Tox, un operativo encubierto cuyo nombre era una referencia a la toxina que se escribe sin guión y que se usa como para reducir las arrugas. En el expediente del FBI se describe a la Operación Bo-Tox como una investigación sobre “operaciones criminales del Medio Oriente”, a pesar de que los negocios y los supuestos delitos de Bouari no tenían relación con el Medio Oriente más allá de sus raíces familiares en el Líbano. Como parte de la Operación Bo-Tox, el FBI reclutó a Benamar para el programa de informantes del buró, una red de más de 15 mil informantes registrados. El plan del FBI era que Benamar le presentara a Bouari a un agente encubierto del FBI que se hiciera pasar por un empresario de dudosa reputación en búsqueda de un socio discreto para lavar dinero.

Los operativos encubiertos, en los que un agente o un informante propician que presuntos criminales cometan delitos, son parte fundamental de las investigaciones del FBI. Los últimos 15 años, el FBI se ha dedicado a realizar operativos en contra de presuntos terroristas en su intento por dar con simpatizantes peligrosos de Al-Qaeda o EI (ISIS) antes de que cometan actos violentos en EU. En muchos de estos casos, las tácticas del FBI, como estimular o facilitar armas falsas, llevan a cuestionar si estos agentes están creando terroristas para luego atraparlos. El FBI también realiza operativos en una amplia variedad de crímenes serios, como los del narco, asesinatos a sueldo, los cometidos por la Mafia o las pandillas

Los operativos del FBI no son exclusivos para el crimen organizado o violento. El buró depende cada vez más de operativos en investigaciones de criminales de cuello blanco también. Quizá el caso más famoso de este tipo es Abscam, una operación realizada a fines de los 70s y principio de los 80s en la que agentes del FBI se hicieron pasar por árabes adinerados interesados en sobornar funcionarios electos a cambio de favores políticos. El operativo resultó en condenas para 30 funcionarios, incluyendo seis congresistas y un senador. En ese tiempo, algunos miembros del Congreso criticaron las tácticas del FBI aplicadas en Abscam, acusando a los agentes de haber creado delitos de la nada. El representante Don Edwards, un demócrata de California, sostuvo audiencias en la Cámara para revisar la operación. “Los operativos y las estafas se deben organizar con gran cuidado y debe haber leyes o regulaciones estrictas para proteger los derechos de las personas”, dijo Edwards a la AP en 1982.

Pero las críticas no hicieron mella y los tribunales rechazaron los argumentos de que los acusados en Abscam habían sido engañados. Animados por su éxito, los agentes del FBI persiguieron a criminales de cuello blanco de manera más agresiva con sus operativos, apuntando a, por ejemplo, traficantes de computadoras robadas, corredores de la bolsa y vendedores de equipo médico, entre otros. Las operaciones encubiertas a menudo llevaban nombres códigos basados en el humor ramplón institucional. Operación Greylord (Lord Gris) era una referencia a las pelucas que los jueces británicos usan en las cortes y en la que atraparon por recibir sobornos a 17 jueces y docenas de funcionarios públicos en Chicago. Operación Wooden Nickel (Moneda de Madera), que reveló transacciones trucadas en los mercados de cambio de monedas extranjeras, era una referencia al viejo dicho estadounidense que alerta sobre los fraudes: “No agarres ninguna moneda de madera”.

Siguiendo el modelo Abscam, el FBI inicialmente aplicó operativos de cuello blanco para atrapar a funcionarios corruptos o maleantes con muchas víctimas. Pero en años recientes, el FBI utiliza cada vez más estas prácticas en contra de personas que no son funcionarios públicos o criminales conocidos involucrados en grupos más grandes. Como sucede con los operativos contra el terrorismo, el FBI comenzó a atacar estadounidenses que no hubieran tenido la oportunidad de cometer crímenes de no ser por instigación del buró.

Ejemplos recientes incluyen a un agente inmobiliario de California que lavó 550 mil dólares para un agente encubierto del FBI quien se hizo pasar por un narcotraficante; un abogado de Florida que lavó más de 141 mil dólares para un agente encubierto quien aseguró estar relacionado con ventas fraudulentas de acciones; y un tipo de NEvada que usó bitcoins para ayudar a un agente encubierto a lavar 14 mil 500 dólares que supuestamente obtuvo con la venta de aceite de hachís.

Es debatible, por lo menos, que el FBI hubiera convertido a Bouari en un objetivo dado que la única información que los agentes tenían sobre su intención de lavar dinero provenía de un informante que se presentó de manera voluntaria.

En ese tiempo, la oficina del FBI en Las Vegas trataba de establecer una reputación de héroe de capa y espada en sus agresivas tácticas de investigación que empujaba los límites, y a veces los violaba, de la protección constitucional. En 2014, por ejemplo, los agentes que investigaban a un corredor de apuestas en línea del Caesar’s Palace cortaron la conexión de internet del casino y luego se hicieron pasar por técnicos a fin de llegar a la oficina del hotel del corredor sin una orden, lo que llevó a un juez a desechar la evidencia que obtuvieron.

Luego del enfrentamiento armado entre agentes de la Oficina de Administración de Tierras de EU y el ranchero Cliven Bundy, el FBI en Las Vegas reunió un equipo falso de documentalistas para entrevistar a Bundy y sus simpatizantes para recolectar evidencias a escondidas. El juicio de Bundy fue anulado por el jurado y el Comité de Reporteros por la Libertad de Prensa (RCFP, por sus siglas en inglés) presentó una demanda en 2017 para obligar al Departamento de Justicia de EU a liberar los registros relacionados con la controvertida práctica del FBI de que sus agentes se hagan pasar como periodistas. Este litigio continúa en la actualidad. Los funcionarios en la sede del FBI en Las Vegas declinaron hacer comentarios para este artículo.

Traducido por Graciela González


(EJE CENTRAL/ TREVOR AARONSON | THE INTERCEPT/ 18 DE AGOSTO DE 2018)

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