Esta es la historia de un incipiente
romance, pero no de esos que empiezan con un encuentro casual y termina con un
“vivieron felices”
Trevor Aaronson | The Intercept
Todo inició en el otoño de
2012. Emile Bouari cenaba con su novia, una modelo de fitness llamada Kim
Milko, en un restaurante lujoso de Las Vegas. Su relación se había tejido de
manera tumultuosa, con infidelidades y desacuerdos. Milko quería matrimonio, pero
Bouari, quien se había separado entonces de su segunda esposa, no era bueno
para los compromisos. Para él, ir con el juez para firmar el acta de matrimonio
significaba tener que regresar para firmar el divorcio si su relación no
duraba.
Bouari y Milko se habían
separado varias veces. En una de ellas, Milko flirteó con un abogado local y
exfiscal federal llamado Paul Padda, quien tenía una reputación en la ciudad de
ser un soltero exitoso y disponible. Padda era alto, con su pelo negro azabache
que brillaba engominado. Él y Milko se habían visto en grupos de amigos y luego
se juntaron un par de veces solos. Una vez para almorzar y otra para unos
tragos, dijo Milko. Su contacto físico se había limitado a unos besos y algunos
toqueteos afectuosos, afirmó. Pero cuando se reconcilió con Bouari le dijo a
Padda que su flirteo tendría que terminar. En el otoño de 2012 ya habían pasado
varias semanas desde que Milko y Padda se habían visto.
Lo que sucedió a continuación
esa noche de otoño en Las Vegas es nebuloso.
En entrevistas por separado
con The Intercept, Bouari y Milko dijeron que Padda llegó a su mesa. Señalando
con su dedo a Bouari le dijo: “Me tiré a tu mujer y a ella le encantó”,
coincidieron Bouari y Milko. Milko dijo que ella sospechaba que Padda quería
crear un conflicto con Bouari al decir que habían tenido sexo, cuando la verdad
es que no.
Padda dice que estas
declaraciones son sólo un invento fantasioso de dos personas que le guardan
rencor. Él niega haber tenido una relación así con Milko y asegura que ese
incidente en el restaurante nunca ocurrió.
De cualquier forma, se creó
una enemistad entre Bouari y Padda. Las frases difamatorias sobre Padda pronto
aparecieron en un sitio web llamado Ripoff Report. En los comentarios,
publicados de forma anónima, se describe a Padda como “un total depravado” y un
“abogado pésimo” quien ha sido “defensor de pedófilos”. En enero de 2014 Padda
presentó una demanda por difamación por esos comentarios, primero acusando a
“Juan N.” y luego contra Bouari y Milko tras haber recibido los registros que
requirió por parte del proveedor de servicio de internet de la pareja.
A los tres meses de que Padda
presentó su demanda, un informante del FBI con un dispositivo de escucha se
presentó en una clínica de pérdida de peso que Boauri manejaba en Las Vegas. Se
trató de una de las primeras acciones de una investigación del FBI llamada
Operación Bo-Tox. El operativo era coordinado por el agente especial del FBI
Charles Ro, a quien Padda dijo conocer por su “relación profesional”. Padda no
pudo decir de qué habló, si es que lo hizo, con Ro en torno al caso Bouari al
citar “procedimientos criminales en curso”.
Mont E. Tanner, el abogado de
Bouari, diría luego en la corte que había una importante historia previa al
operativo del FBI. “Este caso se originó como una especie de triángulo amoroso
entre (Bouari), la coacusada Kim Milko y el exfiscal federal adjunto Paul
Pradda”, dijo Tanner durante una audiencia de detención. Padda dijo que eso era
un sinsentido.
Por casi dos años, como parte
de la Operación Bo-Tox, un agente encubierto del FBI y un informante siguieron
a escondidas a Bouari con la idea de exponer lo que el FBI sospechaba: una red
de dueños de pequeños negocios listos para lavar dinero. Sin embargo, a pesar
de sus esfuerzos, el FBI sólo pudo echar el guante a Bouari, Milko y un amigo
de ellos, quienes en conjunto lavaron 590 mil dólares y cobraron 52 mil 900 en
comisiones.
Los cuestionamientos en torno
al caso Bouari no son en torno a si él y su novia lavaron dinero, lo cual es
claro que sí, sino por qué el FBI se enfocó en ese par de operadores de baja
monta desde el primer momento.
Padda jugó un papel relevante
en el operativo del FBI. El agente encubierto y el informante intentaron
repetidamente persuadir a un Boauri enfurecido por la demanda en su contra, que
pusiera precio a la cabeza de Padda.
Este caso, sin embargo, se
trata de algo más que un pleito con un abogado local. La Operación Bo-Tox es
una señal de la creciente disposición del FBI de recurrir a operativos con
tácticas agresivas, diseñadas primero para utilizarse en contra de criminales
violentos y redes sofisticadas del crimen organizado, para apuntar a
potenciales delincuentes de cuello blanco, incluyendo aquellos como Bouari, de
quienes no se sabía que cometían delitos notorios sino hasta que el FBI montó
una celada complicada para facilitar sus crímenes.
Bouari nació en Austria,
siendo su padre un libanés cristiano y su madre una austriaca judía. Habla
árabe y un poco de hebreo y, gracias a su educación en un internado en Europa,
también habla alemán, francés e inglés.
Él llegó a EU en la década de
1990 para estudiar en la Universidad de Boston, donde obtuvo una maestría en
relaciones internacionales en 1996. Luego tuvo varios empleos en ventas y se casó,
se separó y se divorció. Tras los ataques del 9/11, Bouari, ya soltero, se
enroló en el Ejército de EU. “Quería ir a darles su merecido”, dijo de los
atacantes de Al-Qaeda. Se sometió a un entrenamiento básico en 2003 y pasó tres
años en el Ejército, en una ruta rápida a la ciudadanía estadounidense bajo una
orden ejecutiva que firmó en 2002 el entonces presidente George W. Bush, que
premiaba a los no ciudadanos que sirvieron en las fuerzas armadas tras el 9/11.
El último destacamento de
Bouari en el Ejército fue en Las Vegas, donde se quedó a radicar tras darse de
baja. Ahí conoció a su segunda esposa, Carol Ann Chaney, con quien montó un
negocio para ayudar a la gente a perder peso. Él y Chaney, quien declinó responder
a unas preguntas para este artículo, operaban una cadena de clínicas de pérdida
de peso en todo EU, de la que vendieron franquicias a emprendedores.
Los clientes recibían planes
de dieta de 500 calorías diarias, así como inyecciones de vitamina B12 y de
gonadoprona coriónica humana (HCG, por sus siglas en inglés), una hormona que
producen las mujeres embarazadas y que Bouari y su equipo ofrecían como una
panacea que podía ayudar a sus clientes a adelgazar rápido sin deterioro
muscular. La HCG no ha sido aprobada para la pérdida de peso por la
Administración de Alimentos y Medicamentos de EU (FDA) y la llamada dieta HCG,
tan promovida por los negocios dedicados a la pérdida de peso en este país, es
un tratamiento controvertido cuya eficacia no tiene el respaldo de la
investigación médica.
“Es una teoría que no ha sido
comprobada”, dijo Hossein Farsad, un doctor que trabajó en las clínicas de
Bouari en Florida, en relación a los beneficios de las inyecciones de HCG al
tiempo que el paciente se somete a una privación de calorías. “Ellos me daban
un papel en el que decía que el régimen era: una dieta baja en calorías,
inyecciones de HGC y de B12… todo era negocio”.
La industria de la pérdida de
peso en EU opera en el área gris entre los servicios médicos legítimos y la
charlatanería que llega a promocionar aceites de víbora y Bouari hacía poco por
atajar las nociones comunes de que se trata de una industria tramposa. En
agosto de 2013, seis franquicias de varios estados demandaron a Bouari, Chaney
y sus empresas. Reclamando, entre otras cosas, que la pareja les proporcionó
cifras falsas de ingresos y mintió sobre la propiedad de marcas registradas y
técnicas de su propiedad. (Los demandantes ganaron 6.7 millones de dólares en
un juicio por incumplimiento en contra de una de las empresas de Bouari en
enero de 2016.) A Bouari también lo acusó un ex empleado en Miami por sueldos
no pagos en un juicio que, a fin de cuentas se sobreseyó. Asimismo, enfrenta un
juicio civil en Las Vegas por una deuda de más de 17 mil dólares con una
empresa de impresión y mercadotecnia. También le debe al fisco de EU por
impuestos atrasados.
Bouari era un empresario sin
escrúpulos, acusado por estafar a la gente y por dejar un rastro de cuentas sin
pagar. Sin embargo, era necesario un informante del FBI con una práctica
similar de negocios turbios para que se viera forzado a lavar dinero.
El expediente del caso del
FBI en contra de Bouari, en poder de The Intercept, sugiere que, de entrada,
los agentes federales no tenían una evidencia sólida que él cometía algún
delito. El FBI argumentó que sólo había escuchado rumores estrafalarios. De
acuerdo con el expediente del FBI, la primera ex esposa de Bouari le dijo a los
agentes federales, en septiembre y octubre de 2001, que Bouari pertenecía a una
milicia cristiana y que había asesinado a 17 personas por 300 dólares.
Asimismo, lo involucró en fraude con tarjetas de crédito y en pornografía
infantil, de acuerdo con información que el FBI atribuyó a su ex mujer, a quien
no se nombra en el archivo.
Sin embargo, la primera ex
esposa de Bouari cuenta una historia diferente. La mujer, quien solicitó el
anonimato, confirmó que ella habló con el FBI sobre Bouari cuando los agentes
se le acercaron luego de los ataques del 9/11. Les constó sobre Bouari y su
matrimonio, pero dice que nunca les dijo nada de que él había asesinado a
alguien o que estuviera involucrado en fraudes con tarjetas de crédito,
pornografía infantil u otros crímenes. “Ellos inventaron toda esa información”,
nos contó. “Todo es falso”.
El expediente del FBI sobre
Bouari se salta al 6 de marzo de 2014, cuando Michel Benamar, un hombre
marroquí de baja estatura, pelo gris y barriga prominente, se presentó en la
oficina del FBI en Las Vegas. De labia fácil y presuntuoso, Benamar se
encontraba en un profundo hoyo financiero. Tenía enfrente una demanda civil por
2.8 millones de dólares en Alabama por no pagar préstamos relacionados con un
negocio de máquinas tragamonedas en Egipto, además de estar pagando 645 dólares
al mes en restitución de 11 mil 412 dólares por girar cuatro cheques sin fondos
a los casinos, cargos por los cuales lo arrestaron por intentar darse a la fuga
al abordar un avión a París siete meses atrás.
Ro, el agente especial del
FBI, fue asignado a hablar con Benamar, de acuerdo al expediente. Benamar contó
a Ro y a un detective de la Policía Metropolitana de Las Vegas que se
encontraba presente, que él había acudido a la clínica de control de peso de
Bouari y que le preguntó en torno a hacer una inversión. Bouari le dijo que “él
estaba dispuesto a lavar dinero para sus inversionistas”, declaró Benamar al
FBI, de acuerdo con el reporte que Ro redactó tras el encuentro. Benamar
también aseguró que Bouari había birlado 1 millón de dólares a un socio de
negocios, pero no podía decir el nombre de la persona a quien habría
esquilmado.
Aunque los agentes no
pudieron corroborar las declaraciones de Benamar, los supervisores de la
oficina del FBI en Las Vegas dieron la luz verde a la Operación Bo-Tox, un
operativo encubierto cuyo nombre era una referencia a la toxina que se escribe
sin guión y que se usa como para reducir las arrugas. En el expediente del FBI
se describe a la Operación Bo-Tox como una investigación sobre “operaciones
criminales del Medio Oriente”, a pesar de que los negocios y los supuestos
delitos de Bouari no tenían relación con el Medio Oriente más allá de sus
raíces familiares en el Líbano. Como parte de la Operación Bo-Tox, el FBI
reclutó a Benamar para el programa de informantes del buró, una red de más de
15 mil informantes registrados. El plan del FBI era que Benamar le presentara a
Bouari a un agente encubierto del FBI que se hiciera pasar por un empresario de
dudosa reputación en búsqueda de un socio discreto para lavar dinero.
Los operativos encubiertos,
en los que un agente o un informante propician que presuntos criminales cometan
delitos, son parte fundamental de las investigaciones del FBI. Los últimos 15
años, el FBI se ha dedicado a realizar operativos en contra de presuntos
terroristas en su intento por dar con simpatizantes peligrosos de Al-Qaeda o EI
(ISIS) antes de que cometan actos violentos en EU. En muchos de estos casos,
las tácticas del FBI, como estimular o facilitar armas falsas, llevan a
cuestionar si estos agentes están creando terroristas para luego atraparlos. El
FBI también realiza operativos en una amplia variedad de crímenes serios, como
los del narco, asesinatos a sueldo, los cometidos por la Mafia o las pandillas
Los operativos del FBI no son
exclusivos para el crimen organizado o violento. El buró depende cada vez más
de operativos en investigaciones de criminales de cuello blanco también. Quizá
el caso más famoso de este tipo es Abscam, una operación realizada a fines de
los 70s y principio de los 80s en la que agentes del FBI se hicieron pasar por
árabes adinerados interesados en sobornar funcionarios electos a cambio de
favores políticos. El operativo resultó en condenas para 30 funcionarios,
incluyendo seis congresistas y un senador. En ese tiempo, algunos miembros del Congreso
criticaron las tácticas del FBI aplicadas en Abscam, acusando a los agentes de
haber creado delitos de la nada. El representante Don Edwards, un demócrata de
California, sostuvo audiencias en la Cámara para revisar la operación. “Los
operativos y las estafas se deben organizar con gran cuidado y debe haber leyes
o regulaciones estrictas para proteger los derechos de las personas”, dijo
Edwards a la AP en 1982.
Pero las críticas no hicieron
mella y los tribunales rechazaron los argumentos de que los acusados en Abscam
habían sido engañados. Animados por su éxito, los agentes del FBI persiguieron
a criminales de cuello blanco de manera más agresiva con sus operativos,
apuntando a, por ejemplo, traficantes de computadoras robadas, corredores de la
bolsa y vendedores de equipo médico, entre otros. Las operaciones encubiertas a
menudo llevaban nombres códigos basados en el humor ramplón institucional.
Operación Greylord (Lord Gris) era una referencia a las pelucas que los jueces
británicos usan en las cortes y en la que atraparon por recibir sobornos a 17
jueces y docenas de funcionarios públicos en Chicago. Operación Wooden Nickel
(Moneda de Madera), que reveló transacciones trucadas en los mercados de cambio
de monedas extranjeras, era una referencia al viejo dicho estadounidense que
alerta sobre los fraudes: “No agarres ninguna moneda de madera”.
Siguiendo el modelo Abscam,
el FBI inicialmente aplicó operativos de cuello blanco para atrapar a
funcionarios corruptos o maleantes con muchas víctimas. Pero en años recientes,
el FBI utiliza cada vez más estas prácticas en contra de personas que no son
funcionarios públicos o criminales conocidos involucrados en grupos más
grandes. Como sucede con los operativos contra el terrorismo, el FBI comenzó a
atacar estadounidenses que no hubieran tenido la oportunidad de cometer
crímenes de no ser por instigación del buró.
Ejemplos recientes incluyen a
un agente inmobiliario de California que lavó 550 mil dólares para un agente
encubierto del FBI quien se hizo pasar por un narcotraficante; un abogado de
Florida que lavó más de 141 mil dólares para un agente encubierto quien aseguró
estar relacionado con ventas fraudulentas de acciones; y un tipo de NEvada que
usó bitcoins para ayudar a un agente encubierto a lavar 14 mil 500 dólares que
supuestamente obtuvo con la venta de aceite de hachís.
Es debatible, por lo menos,
que el FBI hubiera convertido a Bouari en un objetivo dado que la única
información que los agentes tenían sobre su intención de lavar dinero provenía
de un informante que se presentó de manera voluntaria.
En ese tiempo, la oficina del
FBI en Las Vegas trataba de establecer una reputación de héroe de capa y espada
en sus agresivas tácticas de investigación que empujaba los límites, y a veces
los violaba, de la protección constitucional. En 2014, por ejemplo, los agentes
que investigaban a un corredor de apuestas en línea del Caesar’s Palace
cortaron la conexión de internet del casino y luego se hicieron pasar por
técnicos a fin de llegar a la oficina del hotel del corredor sin una orden, lo
que llevó a un juez a desechar la evidencia que obtuvieron.
Luego del enfrentamiento
armado entre agentes de la Oficina de Administración de Tierras de EU y el
ranchero Cliven Bundy, el FBI en Las Vegas reunió un equipo falso de
documentalistas para entrevistar a Bundy y sus simpatizantes para recolectar
evidencias a escondidas. El juicio de Bundy fue anulado por el jurado y el
Comité de Reporteros por la Libertad de Prensa (RCFP, por sus siglas en inglés)
presentó una demanda en 2017 para obligar al Departamento de Justicia de EU a
liberar los registros relacionados con la controvertida práctica del FBI de que
sus agentes se hagan pasar como periodistas. Este litigio continúa en la
actualidad. Los funcionarios en la sede del FBI en Las Vegas declinaron hacer
comentarios para este artículo.
Traducido por Graciela González
(EJE CENTRAL/ TREVOR AARONSON | THE INTERCEPT/ 18 DE
AGOSTO DE 2018)
No hay comentarios:
Publicar un comentario