Ningún presidente mexicano en
los tiempos modernos ha llegado al gobierno con el respaldo obtenido por López
Obrador en la elección del domingo.
Si los datos del conteo
rápido se confirman en los cómputos distritales, tendrá 53.4 por ciento de los
votos totales.
Es cierto que de 1982 hacia
atrás los candidatos del PRI ganaban con porcentajes superiores, pero se
trataba de un sistema político virtualmente sin competencia.
El otro fenómeno inédito es
que ganó en casi todas partes. De las 32 entidades del país, ganó en 31
estados. Sólo quedó en segundo lugar en Guanajuato.
Lo generalizado de su triunfo
también le permitirá, casi con seguridad, obtener la mayoría absoluta en las
dos cámaras del Congreso, lo que es inesperado.
Cálculos difundidos de Pauta
Política para Bloomberg indican que, con el avance del PREP puede estimarse que
los partidos que respaldaron a AMLO obtengan 309 diputados, lo que equivale a
62 por ciento de la Cámara y 69 senadores, equivalentes a 54 por ciento del
Senado.
Es decir, si los legisladores
del PES y del PT continúan votando con Morena, esta coalición podría pasar
cuantas leyes mandara AMLO al Poder Legislativo. No tendría necesidad de hacer
alianzas.
Y si la pretensión fuera
realizar reformas constitucionales, en el Legislativo le faltarían 22 diputados
y 16 senadores.
No es difícil que, para temas
específicos, pudiera obtener respaldo de otras fuerzas políticas.
Claro, para procesar una
reforma constitucional se requiere además que ésta sea aprobada en 17 congresos
locales.
Faltan todavía suficientes
datos para determinar la conformación de los 29 congresos locales que fueron
renovados. En las cinco entidades en las que logró ganar las gubernaturas,
también tuvo mayoría en el Congreso. Y, por el apoyo recibido, no es improbable
que logre mayoría absoluta en otros 11 congresos, aun sin tener la gubernatura.
Es decir, es probable que
AMLO tampoco tuviera muchas dificultades para lograr la aprobación de reformas
constitucionales.
En términos de concentración
de poder, no habíamos visto esta conformación desde la década de los 80 en el
siglo pasado.
¿Cómo se lograría establecer
un adecuado esquema de pesos y contrapesos?
Todo indica que la única
manera sería como en el pasado: con una sociedad actuante.
Las organizaciones de la
sociedad civil, los órganos autónomos del Estado, los organismos empresariales,
los medios, los organismos internacionales, los mercados, quizá no nos hemos
dado cuenta aún de que nos cayó de golpe una enorme responsabilidad: ser el
contrapeso de ese enorme poder.
Hasta ahora se ha visto una
actitud abierta del candidato ganador y los principales integrantes de su
equipo, pero ya aquí y allá, entre algunos personajes menores cercanos a él,
han aparecido arranques de autoritarismo y exclusión.
Los pesos y contrapesos en el
sistema político se crearon para no depender de las cualidades y buena voluntad
de quien gobierna.
Si el Congreso ya no va a
poder cumplir con esa función, en esa tarea tendrá que ser reemplazado por la
propia sociedad, como lo fue por décadas antes de que el sistema político
mexicano se abriera realmente a la competencia.
La tarea no es sencilla, pero
más vale que, como sociedad, la asumamos, y que el nuevo gobierno reconozca el
valor de ser cuestionado, aunque le incomode.
(ELFINANCIERO /ENRIQUE QUINTANA /03/07/2018 - 8:02)
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