El patrono de las causas imposibles es
también el nombre de uno de los barrios más peligrosos en Piedras Negras, donde
en los años de mayor violencia, la frontera coahuilense fue disputada por el
crimen. La vida cotidiana era un riesgo y llegar al día siguiente, un logro
El nombre. El barrio se llama
así por la capilla en honor a San Judas Tadeo, el patrón de las causas
imposibles.
Por: Jesús Peña
Fotos: Luis Castrejón/Jesús Peña/Orlando
Sifuentes/Cortesía
Edición: Nazul Aramayo
Diseño: Édgar de la Garza
Dicen que el que entraba en
este barrio ya no salía.
Que salía con las patas por
delante.
Me platica una doña en las
inmediaciones de la calle Licenciado Verdad, del barrio San Judas Tadeo, en
Piedras Negras.
Y yo me pregunto si no fue
mucho arriesgue haber venido hasta acá, si venir hasta acá no fue como tocarle
los güevos al toro.
Ni modo.
Es mediodía, el calor a
madres, y mientras me adentro en el barrio de viejas casas bajas estilo
americano, con tejado y yarda, recuerdo la advertencia que me hizo un taxista
veterano antes de dejarme en la esquina: “tenga cuidado, porque todavía hay
malandros aquí”.
Voy caminando y conforme camino siento que los pelos se me ponen de
punta y la sangre me baja hasta los talones.
No es para menos.
He oído decir de este barrio,
que fue la cuna de los altos mandos Zetas en la Región Norte de Coahuila, que
aquí nacieron y vivieron los cabecillas de “la maña” y que el barrio de San
Judas Tadeo, en la colonia Mundo Nuevo de Piedras Negras, fue un barrio pesado.
Ya hace un año que estuve aquí
por primera vez, cuando vine a la colonia Mundo Nuevo, sector al que pertenece
el San Judas, para recoger algunas historias sobre desaparecidos que, dicho sea
de paso, abundan en esta frontera.
Entonces los pobladores me
contaban de cuando la delincuencia anduvo recio en el barrio, que los malandros
pasaban en caravanas de camionetas y armaban balaceras.
“No. Era un desmadre, con
perdón de la palabra, era un despapaye, un ir y venir de camionetas y carros, y
los muchachos se sentían, uta, nombre olvídese, con poder de hacer y deshacer”.
Me contó otra vecina, una
tarde que charlábamos en el atrio de la capilla a la que el barrio debe su
nombre y de la cual hablaré más adelante.
Avanzo frente a una hilera de
descoloridas viviendas zanconas y angostas que, según me cuentan los habitantes
del San Judas, eran los cuartos de la antigua zona de tolerancia de Piedras
Negras, que estuvo aquí hasta los años sesenta cuando la Mundo Nuevo empezó a
crecer.
De pronto me vienen a la
cabeza las palabras de un pastor evangélico, encargado de un centro de
rehabilitación para adictos en Piedras Negras, que entrevisté, por larga
distancia, meses antes de venir aquí.
Mandaban limpiar el barrio (para la
fiesta de San Judas Tadeo), cerraban las calles... Se ponía muy bonito porque
se llenaba de gente”.
HABITANTE DEL BARRIO.
2008-2013 época de más violencia
Cuando en la capilla de San Judas
se oficiaban de cuatro a cinco misas
de difunto a la semana,
sobre todo de jóvenes ejecutados.
“La vida en el barrio este
era muy precaria, hogares destruidos, disfuncionales. Mirábamos cómo los niños
estaban descuidados, el papá y la mamá drogándose. Había prostitución en todo
eso, se sentía mucha tristeza y había mucha inseguridad”.
A la hora de la comida, las
calles del barrio San Judas están calladas, estáticas, vacías.
Sólo veo pasar a hombres en
bicicletas con canastillas que no dicen buenas tardes, pero que miran con una
mirada que inquieta.
Paro delante de una casa de
ladrillo con puerta de mosquitero y me da culo tocar, no vaya a ser, pienso,
que me tope con alguien indeseable.
En este barrio no sabe uno
con quién se va a topar.
La gente del San Judas me ha
contado que aquí viven todavía los familiares de los altos mandos Zetas,
algunos de ellos encarcelados en prisiones de máxima seguridad; otros, muertos.
“Cenizas quedan, pero andan
más calmaos, ya no está como antes”, me dijo una ñora de por allí.
La del barrio San Judas Tadeo
es una de esas historias que no vienen en los libros de texto ni en las guías
turísticas de México.
Para enterarse de la historia
de este Barrio hay que primero recorrer sus calles, con sus tiendas de
abarrotes en cada esquina y su capilla, la de San Judas Tadeo, tocar puertas,
tocar puertas, tocar puertas, platicar con gentes.
Ir y mirar, como diría el
gurú del periodismo narrativo latinoamericano, Martín Caparrós.
Estoy aquí, en las entrañas
del barrio San Judas, y me da culo.
Y eso que no es la primera
vez que vengo acá.
He visitado este barrio al
menos cuatro ocasiones en el último
año y he salido vivo, pero aun así no
puedo evitar, vaya a saber por qué, sentir culo.
Un diccionario geográfico
diría esto del Barrio de San Judas Tadeo: que está ubicado en la colonia Mundo
Nuevo, al norte de Piedras Negras, y delimitado por las calles Galeana,
Anáhuac, Libertad y Talamantes, muy cerca del río Bravo.
Recuerdo que cierta mañana,
amanecí recorriendo el barrio acompañado de un periodista nigropetense que me
llevó hasta unas ruinas plantadas a los bordes de una pendiente asfaltada, que
desembocaba en la ribera.
Eran, me dijo, las casas que
los viejos narcotraficantes habían hecho construir para almacenar la droga y
pasarla a Estados Unidos, aprovechando la proximidad con el Bravo.
“O sea, que esto hacía que
ahí vivieran muchos pateros (traficantes de personas), muchos puchadores, que
pasaban la droga a Estados Unidos por el río”.
Me dice muy lejos de acá, en
su despacho de paredes albas y muebles relucientes, un funcionario de la otrora
PGJE que a cambio de la entrevista me pide guardar su identidad.
Entonces eran otros tiempos.
Los tiempos en que el
narcotráfico era visto por le gente de Piedras Negras como un trabajo normal, y
los narcos como parte de la comunidad de familias.
“En las ciudades fronterizas,
como Piedras Negras, el narco es parte de la idiosincrasia”, me dice el
funcionario.
Hasta que en 2005 llegaron
los Zetas, el cártel más sanguinario del
mundo, mataron o desplazaron a los viejos narcotraficantes, se hicieron
con el control de la plaza y las cosas en el barrio de San Judas Tadeo se
pusieron feas.
EL PATRONO DE LAS CAUSAS IMPOSIBLES
¿Ironía? San Judas Tadeo, uno
de los 12 apóstoles y además primo hermano de Jesús, dedicó su vida a
evangelizar pueblos, pero en el barrio que lleva su nombre floreció, durante la
época de mayor violencia en México, el narcotráfico
Este barrio era muy conflictivo, era
donde generalmente ocurrían más sucesos violentos. Había lesiones, riñas,
homicidios”.
EX MINISTERIO PÚBLICO, DE PIEDRAS
NEGRAS.
Verbenas
Cada 28 de octubre, el barrio
era cerrado para festejar
el día de San Judas Tadeo.
El dinero del crimen organizado
participaba en estas celebraciones.
“Ahí está el meollo, que de
repente se desató el narcomenudeo y todo eso, tienditas por aquí tienditas, por
allá y se fue haciendo grande. Hubo muchos muertos a causa de eso, a lo mejor
se quisieron arrepentir, pero demasiado tarde. Cuando entras en una secta de
ésas ya es de por vida, te quedas o te quedas, si no, pos ya sabes”.
El meollo, me dice una
antigua lugareña del barrio, a la que abordé en la calle cuando iba pasando por
la capilla de San Judas.
En las calles del barrio la
gente habla por lo bajo de un tal “Celso”, de un mentado “Metro” y de “El
Enano”, los altos jefes Zetas de la Región Norte de Coahuila, que nacieron y
vivieron aquí.
El barrio de San Judas los
vio crecer.
Eran plebes tranquilos.
“No sé cómo empezaron a
contactarse con esa gente”.
Me confió una mujer en una de
mis primeras expediciones al barrio, que aquel atardecer encontré sosegado,
imperturbable, mansito, mansito como un cordero.
En el barrio San Judas, como
en los barrios de otras grandes ciudades
norteñas, Saltillo, por ejemplo, “la maña” comenzó a reclutar a los chavales de
las pandillas para usarlos como sus espías a sueldo en las esquinas (halcones)
o vigilantes en las tienditas o puntos de vente de drogas (focas).
Otros andaban en bicicletas
repartiendo, vendiendo loquera por las calles.
La malandrada andaba recio en
el barrio.
Y nadie decía ni hacia nada.
“Este barrio era muy
conflictivo, era donde generalmente ocurrían más sucesos violentos. Había
lesiones, riñas, homicidios”.
Me dijo un ex ministerio
público, que trabajó en Piedras Negras durante la época de mayor violencia
(2008–2013).
La última campanada de la
misa vespertina en la iglesia de la Virgen del Carmen, de Piedras Negras, y el
sacerdote Iván de Jesús Colunga López me cuenta que estaba recién ordenado
cuando lo enviaron a pastorear la grey de la capilla de San Judas
Tadeo, en la colonia Mundo
Nuevo.
A este joven clérigo le tocó
vivir los peores momentos de la guerra contra el narco y celebrar cuatro o
cinco misas semanales de difunto, a veces ante tres o cuatro cuerpos de
ejecutados en balaceras, la mayoría críos de 14 años.
Era 2012.
“Eso era lo que uno veía
desde acá. Me daba mucha tristeza.
Cuando había una misa de
cuerpo presente, nunca desaprovechaba la oportunidad para decirles ‘tengan
cuidado, muchachos, si alguien anda, vean las consecuencias. Dios no quiere
esto, este no es su plan para ustedes’”.
Cuando había una misa de cuerpo
presente, nunca desaprovechaba la oportunidad para decirles ‘tengan cuidado,
muchachos, si alguien anda, vean las consecuencias. Dios no quiere esto’”.
IVÁN DE JESÚS COLUNGA LÓPEZ, EXSACERDOTE
DE LA CAPILLA.
¿Tranquilo?
Los días de
mayor violencia
han pasado, pero en el barrio aún
continúa siendo pesado,
dicen autoridades y vecinos de la zona.
¿Cómo es la gente del barrio?
“Muy pueblo, quizá por todo
lo que ha vivido, por todo lo que le ha tocado sufrir, pero es una gente muy
cálida, muy cariñosa, muy expresiva, los que se acercan y los que no,
respetuosos de la religión”.
Una tarde que la muchedumbre
caminaba en peregrinación con el Santo, por el vecindario se desató una
balacera.
Inmediatamente todos
empezaron a correr y a meterse en las casas de sus vecinos.
Entre los feligreses venían
niños.
“Fue muy impresionante”,
cuenta el padre Iván.
En la esquina de las calles
Victoria y Licenciado Verdad se levanta, austera y cuadrada, la capilla de San
Judas Tadeo, la capilla del barrio.
Son las 5:00 de una tarde
otoñal y la iglesia está sola.
Estoy sentado frente al
altar, en una de las bancas de lustrosa madera, recordando la plática que tuve
con una de las fundadoras del templo.
Fue el 25 junio de 2016, en la misa que celebró la
comunidad de San Judas a las afueras del Cereso de Piedras Negras, para rogar
por el eterno descanso de las víctimas de la masacre acaecida en 2012.
El barrio necesitaba una
parroquia.
Para sacar dinero los vecinos
se organizaron, hicieron kermeses y loterías.
Cuando el templo se terminó,
alguien les preguntó a quién querían dedicarlo y San Judas Tadeo, el patrón de
las causas imposibles y difíciles, ganó por unanimidad.
Corría la década de los
ochenta.
Me contó la señora:
“Anteriormente el barrio era
un antro de vicio y era necesario recuperar a las personas, que ya no siguieran
anidando ahí vándalos ni delincuentes… El barrio San Judas Tadeo ha pregonado
bastante su creencia y su fe, por los milagros que ha hecho el santo aquí”.
Rumbo al crepúsculo, doña
Lupita, una vecina de la calle de Libertad, me cuenta lo agradecida que está
con San Judas Tadeo, porque aunque su hermano no sanó de cáncer, tampoco tuvo
una muerte fea, horrenda.
“Yo le pedí mucho a él,
bastante le pedí, pero es como dicen: ‘cuando Dios no quiere, santos no
pueden’. Yo sí soy creyente de él”.
Bajo un árbol que da mucha
sombra, en el atrio de la capilla, contemplo el enorme cuadro con la imagen de
San Judas que, según me platica la gente del barrio, los malandros hicieron
pintar en una de las paredes.
NO ES UN SANTO DEL NARCOTRÁFICO
Contradicción Aunque la devoción a San Judas Tadeo se
extiende en muchas personas envueltas en actividades delictivas, la imagen del
santo es de la Iglesia católica, que critica a quienes obran mal en nombre de
algo sagrado.
En
las ciudades fronterizas, como Piedras Negras, el narco es parte de la
idiosincrasia”.
EXFUNCIONARIO,
DE LA PGJE DE PIEDRAS NEGRAS.
Pero eso no fue todo lo que
hicieron.
Los lugareños del Barrio
todavía se emocionan cuando narran los fiestones que, para celebrar el 28 de
octubre, día de San Judas Tadeo, organizaba y patrocinaba “Metro”, un ex agente
de tránsito metido a narcotraficante y devoto ferviente del santo.
Entonces el barrio se
transformaba en una eterna fiesta, en una feria que duraba casi una semana y
donde había comida hasta llenar, juegos mecánicos y conjuntos musicales, todo
cortesía del narco.
“La gente iba a oir música,
comía, llevaba a sus niños para que se subieran a los juegos, pero todo esto
era afuera de la iglesia”, dice el padre Iván de Jesús Colunga López,
exministro de la capilla de San Judas.
¿Usted conocía a los
malandros?
“Honestamente no los ubicaba.
Me decían los mismos familiares de esas personas que ‘sí, andan en la fiesta’.
Yo ubicaba a la gente que iba todas las semanas a la iglesia, que era muy
practicante. Nunca hubo una relación”.
En la fiesta del barrio de
San Judas tocaron Míster Chivo, Chicos de Barrio, Reyes Locos, Zaaz, La Tropa
Estrella, entre otras agrupaciones pagadas por los Zetas.
Gente vino a la fiesta de
todas partes.
“Mandaban limpiar el barrio,
cerraban las calles... Se ponía muy bonito porque se llenaba de gente”.
Suelta fascinada una doñita
que vive a unos pasos de la capilla.
Se nota que añora esos
tiempos.
La víspera de los festejos,
“Metro” hacía reparar la capilla y llenar el altar de flores.
¿Los narcos asistían a la
fiesta?, le pregunto a otra vecina del barrio, “sí, luego se les veía por ahí”,
responde.
El cura Iván de Jesús Colunga
López, ex pastor del templo de San Judas, me está contando del mal rato que
pasó la vez que un piquete de policías, soldados y marinos llegaron al barrio y
rodearon la iglesia en plena fiesta patronal.
A la gente le dio culo.
“En lugar de sentirse segura
tenía miedo de que hubiera un enfrentamiento entre la Policía, el Ejército y la
Marina con la delincuencia organizada. Fue muy tenso estar en la fiesta con la
gente ahí, yo honestamente con mucha tensión, muy nervioso porque no sabíamos
qué iba a pasar. Ahí es cuando dices, ‘pues… ¿suspendo la fiesta o le damos pa
delante?’”.
Me pregunto ¿qué pensará San
Judas de todo esto?, y evoco un pasaje de la vida del apóstol, que leí en uno
de esos libros que se venden en las tiendas de artículos religiosos, en el que,
predicando, Tadeo presenció el festejo dedicado al dios Bel, en la capital de
Edesa.
¿Y USTED QUÉ LE PIDE?
Que nos pongas muchos bienhechores en nuestro camino para
poder arreglar tu capilla, dijo una vecina del barrio.
Judas miró cómo las calles
principales se iban llenando de gente, había túnicas y tocados coloridos, la
música sonaba a gran distancia. Una procesión de jóvenes llevaban antorchas
mientras otros conducían a un enorme toro blanco adornado con flores, entre columnas
de gente que portaba grandes platones con comida, fruta, bebida: los alimentos
de Bel.
Grupos de músicos sonaban sus
instrumentos y danzantes contorsionaban sus cuerpos frenéticamente.
Judas Tadeo estaba aterrado.
Una mañana en su cubículo del
área de Investigación, le pregunto a Fancesco Gervasi, profesor de tiempo
completo de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAdeC,
especialista en Sociología de las Religiones, si es verdad que San Judas Tadeo
es el santo de los narcotraficantes.
“No creo que exista un santo
típico del narcotráfico. San Judas Tadeo además está aceptado por la Iglesia
católica. Que coincidan dos elementos, que por ejemplo en un barrio sean muy
devotos y al mismo tiempo haya muchos narcotraficantes, no es que signifique
que sea la religión de los narcotraficantes.
“Casi no hay investigaciones
que se enfoquen en lo que opinan los narcos. Es decir, ¿cuál es la religión de
los narcos?, y entiendo por qué, es peligroso hacer una investigación. Sería
interesante preguntarles, pero digo, no es algo que a mí me gustaría hacer”.
Pienso que a mí tampoco.
Casi es la hora del novenario
en los días previos a la fiesta de San Judas Tadeo, el padre Roberto Carlos
Camps Castañeda, rector de esta iglesia en Saltillo, está sentado detrás de su
escritorio en la oficina parroquial, y yo quiero saber por qué esa devoción de
los malandros al abogado de los casos desesperados y de las grandes
necesidades.
“No me cabe en la cabeza cómo
las personas puedan relacionar algo tan santo con una manera de actuar que se
contrapone con el Evangelio. Si la persona no es un hombre o una mujer de bien,
entonces quien está ayudando no es Dios, porque Dios no puede ayudar a alguien
que quiere lanzar una flecha contra su semejante.
“Quien está ayudando, en ese
caso, pos es un ángel caído, disfrazado de San Judas Tadeo, y de alguna manera
la persona le está vendiendo su vida a ese ángel caído. El mayor de todos:
Satanás, por supuesto. Recordemos que la manera en que Satanás se involucra en
la vida de las personas es por medio de la confusión, haciendo ver que las
cosas malas son buenas.
Utilizar las imágenes para
conseguir con ellas un bien, propiciando un mal. A lo mejor puede recibir un
favor, pero ese favor no lo recibe de Dios. San Judas no se va a prestar a esos
manejos”.
De vuelta en el barrio se me
ocurre que es una ironía su nombre, cuando San Judas Tadeo, uno de los 12
apóstoles y además primo hermano de Jesús, era un buenazo que se la vivía yendo
por los pueblos sanando enfermos, expulsando demonios, domando fieras y
convirtiendo al cristianismo a ciudades completas, por obra y gracia del
Espíritu Santo.
La
vida en el barrio este era muy precaria, hogares destruidos, disfuncionales.
Mirábamos cómo los niños estaban descuidados, el papá y la mamá drogándose.
Había mucha prostitución en todo eso”.
PASTOR
EVANGÉLICO, ENCARGADO DE UN CENTRO DE REHABILITACIÓN.
PARA TODOS
Afuera de la capilla, los
malandros mandaron pintar un enorme cuadro con la imagen de San Judas.
No es todo lo que hicieron:
lo festejaron con comida, juegos y grupos musicales
Había pasado su infancia al
lado de Jesús y asistido con él a la sinagoga.
Fue pastor y luego aprendiz
de carpintero, bajo la supervisión del Nazareno.
De grande abandonó a su mujer
y a sus tres hijos pequeños, para seguir al Maestro.
Y murió como un mártir,
apaleado y decapitado, por la causa de Jesucristo.
De repente, todo aquel rumor
de las fiestas del barrio San Judas Tadeo se apagó.
El barrio se calmó.
“‘Metro’ está preso, parece
que en México; al ‘Enano’ lo mataron y Celso… no sé”.
Me dice otra vecina del
barrio sólo hasta que accedo a apagar el grabador y a no revelar su nombre.
¿Siguen las fiestas en el San
Judas?
“Vienen los matachines,
vienen los mariachis, hay kermés. Se hace en pequeño”.
Faltando unos días para la
festividad de San Judas, estoy de nuevo en la iglesia con una de las señoras
del comité que se encarga de recaudar dinero para las obras del templo.
La mujer me está señalando
los daños que ocasionaron, en los muros y el techo de la parroquia, las últimas
lluvias del verano.
Dice que a ellas les ha
tocado la lucha titánica de limpiar la mala imagen que tenía este lugar.
“De hecho, mucha gente se
había retirado de la fiesta por miedo, pero ahorita, gracias a Dios, hemos
limpiado esa imagen mala y el año pasado hubo muchísima gente”.
¿Qué le pide a San Judas?
“Ay, San Juditas, pos… que
nos pongas muchos bienhechores en nuestro camino para poder arreglar tu
capilla”.
Dejo la iglesia y la enfilo
por Licenciado Verdad hacia la salida del barrio.
A media cuadra veo a un
hombre de playera naranja que está
tumbado en la acera.
Mi mira.
Tiene un radio en la mano y
junto una bicicleta.
“Adelante, adelante”, oigo
que dice por el radio y me viene como un vahído.
Titubeo.
No sé qué hacer, si seguir
por la misma ruta o regresar a la capilla.
Doy media vuelta hacia la
parroquia.
Oigo que alguien se aproxima
por detrás de mí.
Miro de reojo.
Es el hombre del radio,
montado en su bicicleta con canastilla.
“Buenas tardes”, dice cuando
pasa a mi lado.
Le contesto el saludo y
camino más aprisa.
Estoy temblando.
En mi mente resuena el eco de
las palabras que me dijo un policía de Fuerza Coahuila la mañana que platicamos
sobre el San Judas:
“Quedan los achichincles.
Andan vendiendo mota”.
El hombre se mete a una
tienda de abarrotes.
Y a mí se me hace largo el
camino para llegar hasta la puerta de la iglesia.
Sudo frio.
Por fin entro en el templo
dando tumbos y le pido un milagro a San Judas Tadeo.
Otra vez salí vivo del
barrio…
EPÍLOGO
La tarde del domingo 21 de
octubre, mientras escribía este reportaje, dos hombres fueron ejecutados, con
el tiro de gracia, en calles de la colonia Mundo Nuevo, muy cerca del barrio
San Judas y a la par que se efectuaba la Reunión Estatal de Seguridad.
(VANGUARDIA / JESUS PEÑA/ SÁBADO, OCTUBRE 28, 2017 -
22:48)
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