Buenos días, gracias a WOLA y
al Instituto Wilson Center por habernos invitado a charlar con ustedes. Me
hubiera gustado estar aquí por otra razón y no porque en nuestro país se está
matando a los periodistas como si fuera ya una consigna del poder público y del
crimen organizado. Y menos porque hace 44 días asesinaron a mi compañero Javier
Valdez, uno de los fundadores de Ríodoce, un esfuerzo periodístico que, desde
su nacimiento, tomó como causas la verdad, las libertades, la democracia, la
justicia social, la lucha contra la corrupción, los derechos humanos…
Estamos haciendo periodismo
en la cuna del narcotráfico. En Sinaloa nacieron los más poderosos
narcotraficantes de nuestro país y desde ahí han extendido sus redes criminales
por todo el mundo y principalmente en la Unión Americana. Por esa razón
teníamos que cubrirlo, investigar las causas de su expansión y su poder de
penetración. Sobre todo por eso, porque en vez de ser reducido por los
gobiernos, se ha convertido en un fenómeno cada día más profundo y más amplio,
que ha corrompido todas las estructuras de la sociedad, la economía, la
política, los gobiernos, la cultura, la Iglesia…
Me han preguntado mucho si
nos han amenazado y siempre dije que el narcotráfico es, en sí mismo, una
amenaza. Y no solo para los periodistas; también para la sociedad en su
conjunto. No hay mujeres ni hombres a salvo de sus manotazos criminales. Ni las
instituciones pueden sentirse libres y, por el contrario, parecen secuestradas
por este imperio que lo pervierte todo.
Pero en estas condiciones y
en este contexto hemos tenido que trabajar durante 15 años. Teniendo cada
semana que cargar con las sombras intimidantes que emanan de los Zambada, los
Caro, los Beltrán Leyva, los Guzmán, los Dámaso, los Carrillo, Cázares, los Esparragoza.
Los mismos apellidos que se han apoderado de las redes de distribución de
drogas en buena parte del territorio norteamericano para que las drogas lleguen
puntualmente a los barrios y a las mansiones de Chicago, San Francisco, Nueva
York, Washington.
No se puede hacer periodismo
en Sinaloa sin tocar el tema del narcotráfico, aun con los riesgos que implica.
Por eso, desde que decidimos darle cobertura, trazamos líneas editoriales con
el fin de proteger nuestra integridad. En primer lugar, no confundir el trabajo
periodístico con el trabajo policiaco. Sabemos que las líneas que dividen ambas
disciplinas son muy delgadas y por lo tanto peligrosas. Pero así navegamos este
barquito de papel durante casi tres lustros, en medio de acechanzas cotidianas,
sin más protección que nuestra capacidad de percibir peligros hasta donde nos
es posible, investigando, publicando, retrocediendo, esperando…
No somos enemigos de los
narcotraficantes, porque el narcotráfico no es una causa para nosotros. Y
siempre que hemos publicado sobre el tema es porque hemos considerado que hay
un interés público.
Sobre todo hemos puesto
atención a las relaciones del narcotráfico con el poder político. Eso, para
nosotros, es de la mayor trascendencia, porque no puede explicarse el
crecimiento del fenómeno sin el cobijo y la protección de los gobiernos. De los
municipales, de los estatales, del gobierno federal a través de sus distintas
dependencias, que incluyen, se ha demostrado hasta la saciedad, a instituciones
como la Procuraduría General de la República, las áreas de inteligencia, el
Ejército Mexicano y la propia Armada de México.
Y eso es tal vez lo que hace
más peligroso el ejercicio periodístico en nuestras regiones: la narcopolítica,
esa perversión criminal de los políticos que echan mano del dinero sucio del
narcotráfico para escalar posiciones administrativas y de elección popular. Y
que más tarde se traduce no solo en impunidad para sus tropelías y en el
control de las policías para su protección, sino ahora también en el saqueo de
los recursos públicos a través de contratos ilegales, porque buena parte de las
ganancias son invertidas en empresas de seguridad, inmobiliarias, de la
construcción, de tecnología, restaurantera…
En Sinaloa acaban de asesinar
a un ex regidor de Culiacán que era cuñado de un narcotraficante y, por lo
tanto, más influyente que cualquier otro en el Municipio. Y en San Diego,
California, la policía aduanal detuvo la semana pasada a una ex diputada que ha
sido acusada en una corte de este país por conspiración para el tráfico de
drogas. Y la lista puede ser inmensa. El gobernador anterior, Mario López
Valdez, pactó con el cártel de Sinaloa. Eso lo dijimos una y otra vez, pero
nunca nadie, ni el gobierno federal, lo investigó.
Y entonces esa impunidad con
que se desarrollan las relaciones entre las bandas del narcotráfico y la clase
política hacen que los periodistas trabajemos en el desamparo, porque quienes
tienen la obligación de protegernos son parte del problema.
En palabras de Javier Valdez,
“los periodistas estamos rodeados”, rodeados por el crimen organizado, rodeados
por gobernantes corruptos y coludidos con el hampa; y rodeados por una sociedad
indiferente que no comprende todavía que la voz de un periodista honrado es su
propia voz.
¿Hacia dónde voltear entonces
si tenemos como vecino el mercado de las drogas más apetecible para las fauces
de nuestros señores del narco?
Respecto al crimen de Javier
Valdez recibimos con aprecio las expresiones de solidaridad del secretario de
Estado de este país, Rex Tillerson, y también la preocupación manifestada por
la embajadora Renata Jacobson. Pero necesitamos algo más de ustedes. Y no solo
los periodistas; la sociedad entera demanda del gobierno norteamericano que
ponga un alto al tráfico ilegal de armas a México. Y que si funcionarios de
este país incurrieron en algún delito sean castigados.
Si no lo hacen por nuestros
muertos —agregó—, háganlo por los suyos: por la memoria del agente aduanal
Brian Terry, asesinado en diciembre de 2010 con un arma del expediente criminal
llamado “Rápido y Furioso”. Y por la memoria del agente del ICE Jaime Zapata,
asesinado en México en febrero de 2011,
también con un fusil que fue adquirido en el marco de esa operación frustrada.
La lucha contra la impunidad
empieza en México, llevando a juicio a quienes matan a un periodista como
Javier Valdez; pero hay mucho por hacer también en Los Estados Unidos, para que
proyectos como el Gunrunner y operaciones como Rápido y Furioso no existan más.
Muchas gracias.
(RIODOCE/ REDACCION/ 3 JULIO, 2017)
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