En
la salida a Bahía Kino suena la cumbia guapachosa, entre el trajín de
apresuradas muchachas que reparten gafetes, agua; sudorosas y felices van de
aquí para allá, tropezando con hombres y mujeres de amplia sonrisa, preludio de
carcajadas difícilmente contenidas.
Hay
palmadas en las espaldas que son como aletear de alas por todo el local donde
se llevará a cabo la reunión del Consejo Político Estatal del PRI, el que
reinaugura la época del partido en el gobierno en Sonora. Saludos a la
distancia, gritos familiares, euforia de chascarrillos y besos tronadores con
abrazos quebranta costillas.
Es
la fiesta.
Largas
filas de automóviles de toda clase forman sobre el bulevar García Morales para
atiborrar un estacionamiento que resulta insuficiente y el camellón frente al
local de eventos La Cascada sirve para acomodar en él cientos de carros frente
a la mirada complaciente de los agentes de tránsito que batallan para dar
fluidez al tráfico por esa vía; para detenerlo cuando deben cruzar los priistas
de a pie, que también llegan sudorosos y felices.
De
dos en dos, de diez en diez comienzan a llegar desde las nueve de la mañana.
Nadie se quiere perder la oportunidad de reencontrarse con los
correligionarios, amigos, familiares y conocidos a quienes en algunos casos, no
veían desde hace años, acaso cuando se despidieron con un abrazo, pero no como
los que hoy resuenan festivos por todos lados, sino con uno que olía a funeral
y lamento.
Es
el priismo que ha vuelto por sus fueros, a reivindicar en los rituales de la
concentración masiva, el discurso premonitorio, la arenga encendida, su
condición de primera fuerza política; de partido hecho gobierno de nueva
cuenta, después de seis años de incertidumbres y zozobras de esas que sólo se
experimentan cuando se vive fuera del presupuesto, es decir, en el error, como
bien diría César Garizurieta, mejor conocido como El Tlacuache.
La
convocatoria es para mil 250 delegados que vendrían a ratificar, no a mano
alzada, sino por el sofisticado método del aplauso de pie, la candidatura única
de Manlio Fabio Beltrones Rivera como nuevo presidente nacional del PRI, y de
Carolina Monroy del Mazo como Secretaria General.
Pero
llegaron más, muchos más: alcaldes y diputados locales y federales electos y en
funciones; candidatos perdedores pero apuntados para lo que sigue, porque si
algo se ha venido a ratificar también allí es que no hay victorias eternas ni
derrotas para siempre.
Desde
el sur llegan Ricardo Bours Castelo, que acompaña al dirigente estatal Alfonso
Elías Serrano; Faustino Félix Escalante y Faustino Félix Chávez; Abel Murrieta,
Adrián Manjarrez, Próspero Ibarra, Rogelio Díaz Brown, Gabriel Baldenebro;
Onésimo Mariscales, Otto Claussen y muchos otros personajes clave del desenlace
electoral de la jornada 2015.
Desde
el norte, el ex alcalde de Nogales Lorenzo de la Fuente y quien fuera su
secretario del Ayuntamiento Demetrio Infantópulos; también el actual alcalde
fronterizo, Ramón Guzmán Muñoz; el derrotado Vicente ‘El Mijito’ Terán, que vio
caer su imperio en la pasada elección y que llegó acompañado de su esposa e
hija, todos perdedores en la región de Agua Prieta.
De
Hermosillo ni se diga. Eran los más festivos: Ulises Cristópulos, Iris Sánchez,
David Palafox, Kitty Gutiérrez y desde luego, el que encabezó la recuperación
de la capital de Sonora para el PRI, Manuel Ignacio Acosta Gutiérrez, El
Maloro, pero que a la vez resultó ganador de la rifa del tigre, considerando el
deplorable estado en que recibirá no sólo las finanzas municipales, sino una
ciudad más ‘greñuda’ que aquella a la que aludió en su momento el ex gobernador
Samuel Ocaña García.
Imposible
mencionar a todos, porque se ocuparía un despacho especial para ello. Pero allí
estaban los de hoy y los de antes. La vieja guardia que ocupaba la primera fila
del auditorio, como parte de ese ritual de culto a los veteranos de guerra:
Horacio Valenzuela, Héctor Molina, Armando López Nogales, Manuel Robles
Linares, Roberto Sánchez Cerezo, Héctor Cáñez, Miguel Ángel Murillo, Rubén Díaz
Vega…
Desde
luego, algunos de los coequiperos de la gobernadora electa, Claudia Pavlovich,
que llegó puntual a la cita y avanzó, dejándose querer, repartiendo besos,
abrazos y saludos a pasto, algo que le sale muy espontáneo en estos días y la
humaniza, la vuelve una más entre la fiesta, aunque es obvio que se trata de la
invitada especial.
Beltrones
no llegó, pero estuvo presente en una semblanza proyectada en video, y en todos
los discursos.
La
propia gobernadora electa le agradeció al que será el nuevo dirigente nacional
de su partido, “su ayuda para recuperar Sonora”, lo que desató los aplausos
entre la concurrencia.
El
discurso de Claudia, duro. Sonora ya se cansó de la impunidad y la corrupción,
dijo. Y haré lo que tenga qué hacer para que esto acabe, sentenció.
El
evento, ritual clásico del PRI vencedor. Fue, por todos lados, una fiesta.
A
unos cuantos kilómetros de allí, el funeral.
Los
equipos de entrega-recepción sostenían encuentros para revisar las cuentas que
dejan los que ya se van, y que a todas luces aparecen mochas.
En
la transmisión de esos encuentros está la contraparte de la fiesta. Los rostros
son de funeral. Los silencios ominosos, las miradas que se pierden en cualquier
parte; los movimientos nerviosos de las manos, la sensación de que no quieren
estar ahí, pero ahí están, tratando de explicar el desastre, de convencer de
que no es tan grave.
Ese
ambiente que se puede cortar con un cuchillo, de tan denso. Esa convicción de
que se entregan cuentas que posteriormente serán cuadradas con la realidad y de
allí pueden salir los clavos con que se termine de cerrar el ataúd de un
gobierno que quiso hacer de la palabra ‘nuevo’ un emblema de alternancia para
un futuro mejor, pero terminó atascado en lo ‘viejo’ de las prácticas más
deleznables del ejercicio de las políticas públicas: la corrupción, el cinismo,
la arrogancia, la tranza y el agandalle; el nepotismo y el tráfico de
influencias, pero sobre todo, la ineptitud, la incapacidad administrativa y
política.
En
la salida a Bahía Kino, la fiesta; en palacio de Gobierno, los preparativos del
funeral. Las labores de embalsamamiento de un cadáver que ya olía bastante mal
incluso cuando le quedaba vida.
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(DOSSIER
POLITICO/Arturo Soto Munguía /2015-08-19)
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