miércoles, 19 de agosto de 2015

LA FIESTA Y EL FUNERAL


En la salida a Bahía Kino suena la cumbia guapachosa, entre el trajín de apresuradas muchachas que reparten gafetes, agua; sudorosas y felices van de aquí para allá, tropezando con hombres y mujeres de amplia sonrisa, preludio de carcajadas difícilmente contenidas.

Hay palmadas en las espaldas que son como aletear de alas por todo el local donde se llevará a cabo la reunión del Consejo Político Estatal del PRI, el que reinaugura la época del partido en el gobierno en Sonora. Saludos a la distancia, gritos familiares, euforia de chascarrillos y besos tronadores con abrazos quebranta costillas.

Es la fiesta.

Largas filas de automóviles de toda clase forman sobre el bulevar García Morales para atiborrar un estacionamiento que resulta insuficiente y el camellón frente al local de eventos La Cascada sirve para acomodar en él cientos de carros frente a la mirada complaciente de los agentes de tránsito que batallan para dar fluidez al tráfico por esa vía; para detenerlo cuando deben cruzar los priistas de a pie, que también llegan sudorosos y felices.

De dos en dos, de diez en diez comienzan a llegar desde las nueve de la mañana. Nadie se quiere perder la oportunidad de reencontrarse con los correligionarios, amigos, familiares y conocidos a quienes en algunos casos, no veían desde hace años, acaso cuando se despidieron con un abrazo, pero no como los que hoy resuenan festivos por todos lados, sino con uno que olía a funeral y lamento.

Es el priismo que ha vuelto por sus fueros, a reivindicar en los rituales de la concentración masiva, el discurso premonitorio, la arenga encendida, su condición de primera fuerza política; de partido hecho gobierno de nueva cuenta, después de seis años de incertidumbres y zozobras de esas que sólo se experimentan cuando se vive fuera del presupuesto, es decir, en el error, como bien diría César Garizurieta, mejor conocido como El Tlacuache.
La convocatoria es para mil 250 delegados que vendrían a ratificar, no a mano alzada, sino por el sofisticado método del aplauso de pie, la candidatura única de Manlio Fabio Beltrones Rivera como nuevo presidente nacional del PRI, y de Carolina Monroy del Mazo como Secretaria General.

Pero llegaron más, muchos más: alcaldes y diputados locales y federales electos y en funciones; candidatos perdedores pero apuntados para lo que sigue, porque si algo se ha venido a ratificar también allí es que no hay victorias eternas ni derrotas para siempre.

Desde el sur llegan Ricardo Bours Castelo, que acompaña al dirigente estatal Alfonso Elías Serrano; Faustino Félix Escalante y Faustino Félix Chávez; Abel Murrieta, Adrián Manjarrez, Próspero Ibarra, Rogelio Díaz Brown, Gabriel Baldenebro; Onésimo Mariscales, Otto Claussen y muchos otros personajes clave del desenlace electoral de la jornada 2015.

Desde el norte, el ex alcalde de Nogales Lorenzo de la Fuente y quien fuera su secretario del Ayuntamiento Demetrio Infantópulos; también el actual alcalde fronterizo, Ramón Guzmán Muñoz; el derrotado Vicente ‘El Mijito’ Terán, que vio caer su imperio en la pasada elección y que llegó acompañado de su esposa e hija, todos perdedores en la región de Agua Prieta.

De Hermosillo ni se diga. Eran los más festivos: Ulises Cristópulos, Iris Sánchez, David Palafox, Kitty Gutiérrez y desde luego, el que encabezó la recuperación de la capital de Sonora para el PRI, Manuel Ignacio Acosta Gutiérrez, El Maloro, pero que a la vez resultó ganador de la rifa del tigre, considerando el deplorable estado en que recibirá no sólo las finanzas municipales, sino una ciudad más ‘greñuda’ que aquella a la que aludió en su momento el ex gobernador Samuel Ocaña García.

Imposible mencionar a todos, porque se ocuparía un despacho especial para ello. Pero allí estaban los de hoy y los de antes. La vieja guardia que ocupaba la primera fila del auditorio, como parte de ese ritual de culto a los veteranos de guerra: Horacio Valenzuela, Héctor Molina, Armando López Nogales, Manuel Robles Linares, Roberto Sánchez Cerezo, Héctor Cáñez, Miguel Ángel Murillo, Rubén Díaz Vega…

Desde luego, algunos de los coequiperos de la gobernadora electa, Claudia Pavlovich, que llegó puntual a la cita y avanzó, dejándose querer, repartiendo besos, abrazos y saludos a pasto, algo que le sale muy espontáneo en estos días y la humaniza, la vuelve una más entre la fiesta, aunque es obvio que se trata de la invitada especial.

Beltrones no llegó, pero estuvo presente en una semblanza proyectada en video, y en todos los discursos.

La propia gobernadora electa le agradeció al que será el nuevo dirigente nacional de su partido, “su ayuda para recuperar Sonora”, lo que desató los aplausos entre la concurrencia.

El discurso de Claudia, duro. Sonora ya se cansó de la impunidad y la corrupción, dijo. Y haré lo que tenga qué hacer para que esto acabe, sentenció.

El evento, ritual clásico del PRI vencedor. Fue, por todos lados, una fiesta.

A unos cuantos kilómetros de allí, el funeral.

Los equipos de entrega-recepción sostenían encuentros para revisar las cuentas que dejan los que ya se van, y que a todas luces aparecen mochas.

En la transmisión de esos encuentros está la contraparte de la fiesta. Los rostros son de funeral. Los silencios ominosos, las miradas que se pierden en cualquier parte; los movimientos nerviosos de las manos, la sensación de que no quieren estar ahí, pero ahí están, tratando de explicar el desastre, de convencer de que no es tan grave.

Ese ambiente que se puede cortar con un cuchillo, de tan denso. Esa convicción de que se entregan cuentas que posteriormente serán cuadradas con la realidad y de allí pueden salir los clavos con que se termine de cerrar el ataúd de un gobierno que quiso hacer de la palabra ‘nuevo’ un emblema de alternancia para un futuro mejor, pero terminó atascado en lo ‘viejo’ de las prácticas más deleznables del ejercicio de las políticas públicas: la corrupción, el cinismo, la arrogancia, la tranza y el agandalle; el nepotismo y el tráfico de influencias, pero sobre todo, la ineptitud, la incapacidad administrativa y política.

En la salida a Bahía Kino, la fiesta; en palacio de Gobierno, los preparativos del funeral. Las labores de embalsamamiento de un cadáver que ya olía bastante mal incluso cuando le quedaba vida.

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(DOSSIER POLITICO/Arturo Soto Munguía /2015-08-19)

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