Apatzingán,
Michoacán.- Gonzalo Alfonso Castillo Sáenz tiene 16 años y lleva tres
operaciones. Desde el 7 de enero pasado su vida dio un vuelco luego de recibir
un disparo en el estómago: Sobreviví de milagro a la matanza, porque eso no fue
enfrentamiento como sigue diciendo el gobierno, fue una matanza de los
federales.
Gonzalo
es uno de los heridos de las dos matanzas cometidas presuntamente por un
comando de la Policía Federal, la primera el 6 de enero frente a la presidencia
municipal y la segunda al día siguiente en la avenida Constitución, donde
fueron ejecutadas 16 personas, versión que ha sido refutada por el gobierno.
Está
sentado y tiene una mirada profundamente triste. Su recuperación ha sido lenta
y dolorosa. Se levanta y muestra una cicatriz vertical que le cruza el
estómago. Sandra, su madre, le ayuda a levantar la camiseta: Lo más difícil es
esto, dice en entrevista con La Jornada.
Se
refiere a una colostomía que no le permite volver a la normalidad. La bala que
recibió Gonzalo le perforó el intestino y necesita una nueva operación para
reconectar sus órganos: Todo lo que come cae en esta bolsa. Ahorita estamos
batallando, porque la caja de las bolsas cuesta 900 pesos, con 10 piezas, y le
cambiamos la bolsa cada dos o tres días. Empeñé mi casa. Hemos pagado más de
100 mil pesos en medicinas y el gobierno nomás viene, nos entrevista y no nos
ayuda en nada. Ahorita nos urgen las bolsas y todo. Él tiene que alimentarse
bien, porque, si no, no lo pueden volver a operar en julio.
Gonzalo
pesaba 80 kilos y ahora sólo 52. Muestra la cabeza, donde tiene dos heridas de
las esquirlas de bala. Una lesión más en la pierna derecha, por donde salió la
bala que le perforó el estómago y que le acaba de cicatrizar: Además no miro
nada con el ojo derecho, apenas ayer me saqué un pedazo de plomo de la
asentadera izquierda. Me dolió mucho pero me aguanté.
LAS BALAS
Aquel
7 de enero estaba cortando limón en un rancho cuando les avisaron que había
habido una matanza en la plaza principal de Apatzingán, frente al palacio
municipal. Se subió a una camioneta pick up blanca Ram y con otros amigos se
dirigieron al lugar de los hechos para auxiliar a sus compañeros, la mayoría
campesinos dedicados a la pisca de limón.
Eran
como las 7:45 de la mañana y en el cruce de la avenida Constitución y Plutarco
Elías Calles un comando de la Policía Federal los recibió a balazos: Lo primero
que sentí fue una bala que me rozó por la cabeza. Aquí están las cicatrices. En
ese momento no supe qué hacer. Me aturdí y me tiré al suelo. Fue allí donde me
entró la bala en el estómago.
Gonzalo
se estaba desangrando debajo de la camioneta junto a otros heridos: Ellos se
fueron acercando y nos ayudaron, yo estaba tirado lleno de sangre. No sabía qué
hacer, porque si me paraba me mataban; yo sabía que me iban a rematar, así como
estaban ejecutando a los demás.
Fue
testigo de cómo los federales, al llegar al vehículo donde viajaban una docena
de hombres, la mayoría adolescentes y menores de edad, algunos heridos y otros
ya muertos por las balas, bajaron a un sobreviviente: “¡Bájate, hijo de tu puta
madre! –le dijeron– ¡Ya te cargó la chingada!
Con
la mirada triste por el recuerdo del episodio más traumático de su vida, añade:
Luego lo hincaron y le metieron un tiro. Fue allí donde perdí el conocimiento y
me desperté en el hospital, con mucho dolor en la pierna, en el estómago y la
cabeza entumida.
Con
voz firme, añade: Fue una matanza. El gobierno dice que fue un enfrentamiento,
pero de qué; nosotros llevábamos palos, no llevábamos ni una arma. Yo lo único
que pido es que castiguen a los federales que nos hicieron esto.
Agrega:
Yo trabajaba en la pisca de limón y en la ordeña de vacas en un rancho. Pero ya
no puedo. Si me arrimó a un animal allí se me infectan las heridas. ¿Luego qué
voy a hacer? Me mochan la pata.
LOS HERIDOS
Noé
Ramírez confirma la versión de Gonzalo: Nosotros íbamos en son de paz a
auxiliar a los compañeros heridos. Le gritamos a los federales que no
dispararan, pero ellos nos contestaron con fuego. Y yo me tiré al suelo y me
metí entre las llantas y lo que Dios diga.
A
los pocos minutos, seis balazos le entraron en el cuerpo: Además recibí 12
esquirlas. No miro con el ojo izquierdo porque me entró una esquirla. Me
rozaron en la cabeza y en la cara. Y cuando dejaron de tirar llegó un federal y
me arrastró, luego me puso un pie en el brazo derecho y después en la cabeza.
Cuenta
que en ese momento le dijo: ¡Hasta aquí llegaste, hijo de tu puta madre! En ese
momento se encomendó a Dios porque pensaba que iba a morir: “Pero se acercó
otro federal y le dijo: ‘Déjalo, hay gente en la azotea grabando, luego va a
ser homicidio’. Y se retiraron. Luego llegaron unas ambulancias y los federales
las regresaron. Yo escuché que uno dijo: ‘Regrésense. Están todos muertos’”.
Con
el último aliento que le quedaba de vida, pudo ver a sus compañeros heridos,
incluido Gonzalo: Los dos movíamos los brazos pidiéndoles ayuda. Pero no nos
hacían caso. Luego, al rato llegó Protección Civil y ellos sí se metieron a pie
donde estábamos nosotros. Y en eso los federales se tomaron fotos con nosotros
como si nos estuvieran auxiliando, pero en realidad era mentira. Algunos
murieron desangrados.
Noé
es campesino, se dedica a la pisca de aguacate y limón, y lleva lentes oscuros
incluso durante la noche por las secuelas de las balas que le afectaron la
vista. Viste pantalón de mezclilla, camisa azul marino y usa una gorra de
beisbol. Y muestra con detalle las cicatrices de sus heridas.
Recuerda
cómo vio que los federales iban rematando gente: Al que venía conmigo,
Alejandro Aguirre Alcalá, incluso lo acomodaron después de matarlo, yo vi cómo
le dispararon en la cabeza y luego lo pusieron al pie de la camioneta; al otro,
Miguel Madrigal, quien iba con su familia, también se le arrimaron porque
estaba herido y le dispararon de cerca para rematarlo. Yo me hice el muerto,
pero luego con el dolor que tenía por las balas me moví y pasó lo que ya le
conté.
Noé
recibió una bala en el hombro izquierdo que le rompió un hueso; otra le entró
en el mismo costado, dos más en la pierna derecha, otra en la pantorrilla
derecha y una en la planta del pie derecho, más rozones de esquirlas en varias
partes del cuerpo.
De
hecho, cuando me entraron las balas no sentía nada, sólo caliente caliente,
pero después me empezó a doler mucho. Estuve como 40 o 50 minutos desangrándome.
Los federales querían que nos muriéramos.
Cuando
Protección Civil los auxilió fue llevado al hospital: Un federal fue con el
doctor y le dijo que me diera algo para que me muriera, que me envenenara. El
doctor se negó. Y lo que hizo fue alertar a mi familia para que estuviesen más
pendientes de mí, porque los federales me querían matar porque fui testigo. A
ellos no les convenía que yo sobreviviera, porque sabían que iba a declarar
todo lo que vi.
Noé
lleva cinco operaciones. Su familia se ha gastado 250 mil pesos. Una de esas
cirugías se la iba a hacer en un hospital de Guadalajara, pero el médico exigió
un resumen de los hechos por parte de la Procuraduría General de la República
(PGR) y la dependencia se negó a entregarlo: Cómo son impactos de bala, el
hospital necesitaba ese documento, pero el licenciado de la PGR me dijo que no
tenía autorizado darme nada y al final me tuve que operar aquí en Apatzingán.
SÓLO LA ONU LO ENTREVISTÓ
A
pesar de ser un testigo de las presuntas ejecuciones extrajudiciales cometidas
por elementos de la Policía Federal, la PGR nunca le tomó declaración. Tampoco
ha recibido apoyo económico o sicológico ni se acercó ninguna dependencia de
atención a víctimas, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos o la Comisión
Ejecutiva de Atención a Víctimas, para ofrecerle medidas cautelares, sólo el
Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos lo entrevistó.
El
doctor que me atendió me dijo que no se explicaba cómo no había muerto. Fue un
milagro. Tengo una bala alojada todavía aquí en el costado que incluso me pasó
rozando el corazón y el doctor dijo que era más peligroso sacarla y me la dejó.
Dios es muy grande, todavía no me ocupaba allá.
Noé
se emociona hasta las lágrimas. Ha sufrido las secuelas de las operaciones y no
ha recibido terapia sicológica. Las pesadillas no le permiten conciliar bien el
sueño: El doctor dice que necesito terapias, pero no tengo recursos. Ya debo
bastante dinero.
–Para
ti, ¿qué representan los federales que participaron en Apatzingán?
–Son
unos delincuentes. En vez de protegernos, nos hicieron daño. El mismo Estado
nos hace daño, en vez de protegernos. Ellos deben ser juzgados y castigados por
los crímenes que cometieron. Por eso estoy dando la cara.
(ZOCALO/
La Jornada/ 14/06/2015 - 12:22 PM)
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