martes, 30 de septiembre de 2014

RELATOS Y LEYENDAS: EL NIÑO FIDENCIO


Hace varios años fui a Espinazo, en el municipio de Mina, N.L., para estar presente en las peregrinaciones dedicadas al Niño Fidencio, un curandero que se hizo a la fama allá por los años 30 del siglo XX. Luego de hablar con algunos organizadores, me permitieron presenciar una sesión «espiritista», durante la cual una médium, o «cajita», estaba haciendo curaciones a varias personas que habían llegado ex profeso.  Fuente: Homero Adame

En un momento dado, la «cajita» se dirigió a mí y me pidió que le preguntase todo lo que quisiera saber. Así lo hice. Rato después, otras personas me aseguraron que fue el mismo Niño Fidencio, manifestado en esa «cajita» quien respondió a mis preguntas. De este modo, se dio una especie de entrevista con Ana María, la «cajita» y la transcribo aquí, dejando en claro que no es una leyenda propiamente dicha, sino un testimonio.

“Desde los cuatro años empecé a curar. Sufría de ataques y miraba cosas, pero sólo las cosas buenas. Era huérfana y vivía en casa de unos tíos. Si salía a la calle, siempre me perdía, por lo que ellos siempre estaban preocupados por mí. Tuve muchas etapas en mi vida, no tuve una vida fácil; fue muy dura. Por ejemplo, hubo un tiempo de niña que cualquier comida me hacía daño, por lo que solamente podía comer zanahoria, lechuga y una papa al día. Así duré todo un año.

Entonces mi piel se empezó a ponerse como de cartón y me puse muy mala. Pero así como con muchas otras enfermedades horribles que sufrí, ésa se me quitó de repente. Duraba como tres meses enferma, sin poderme levantar de la cama y ya ni los médicos me daban muchas esperanzas, pero como le digo, de repente me curaba. Andaba bien por un tiempo y luego me enfermaba de otra cosa. Cuando estaba bien, mis tíos me llevaban a la iglesia pero siempre me ‘iba’. Sí, mi mente se iba y no reaccionaba sino hasta tiempo después.

Luego, ya de grande, me metieron a un convento, pero duré muy poco, pues las monjas no me quisieron ahí. Ellas me dijeron que mi misión estaba en el mundo, que yo tenía el don de curar gente y que era mejor que saliera para cumplir con lo mío. No me dio tristeza ni nada. Al salir del convento me encontré con una piedra redonda llena de guirnaldas. Me le quedé mirando fijamente y vi un camino lleno de flores donde al final había una figura que no supe qué era. Ya no volví a la casa de mis tíos, me fui a vivir sola y pasé mucha pobreza y al poco tiempo me casé.

Un día alguien me habló del Niño Fidencio y me mostró una fotografía de él, y supe que ése era mi camino. Vine aquí a Espinazo y de inmediato me convertí en cajita. En el Pirulito recibí el bautizo. Ahora atiendo a muchísimas personas allá en San Luis, que vienen a verme de muchas partes. Y le voy a decir una cosa, algunos médicos de San Luis me han pedido que atienda a ciertos pacientes que ya están desahuciados por la ciencia, y en la fe fidencista han encontrado alivio a sus pesares”.

—¿Qué es el Pirulito? –pregunté.

—Padrinito, el Pirulito es un lugar sagrado porque ahí se me apareció mi padre tres veces, me habló y me dio el poder de curación –respondió el Niño Fidencio a través de Ana María, la «cajita».

—¿Entonces antes de que llegara el Niño Fidencio aquí a Espinazo no era curandero todavía?

—No, mi padre me dio el don en el Pirulito.

—¿Cómo aprendió el Niño Fidencio a curar?

—Mi padre me habló, me dio el poder, y luego las plantas mismas me enseñaron sus propiedades; también el agua me enseñó cómo utilizarla para curar a mis enfermos.

—Hay otros lugares especiales o mágicos aquí en Espinazo?

—Sí, padrinito, son lugares sagrados que tienen un poder especial para curar. «La Dicha» es un lugar en el cerro donde yo tenía leprosos, ahí los curaba y alimentaba hasta que sanaban, pero ya casi no lo uso porque la lepra ya ha desaparecido. En «El Corral» atendía a los enfermos mentales, que eran muchos. Unas «cajitas» todavía van allá cuando llegan enfermos mentales y ahí los curo. Hay otros dos lugares mágicos, «Puerto Blanco» y «La Gavia», que ya han quedado vedados porque ahora hay cajitas que prefieren estar en lugares donde hay monedas, donde puedan sacar dinero de un paciente.

Mi deseo es que me arreglen «La Gavia» y el «Puerto Blanco» y que se haga un grupo de trabajo armónico para que todo este lugar vuelva a ser de luz como siempre fue cuando yo vivía aquí en la tierra.

—¿Había algún otro lugar especial para el Niño Fidencio?

—Sí, el «Cerro Campana» era mí centro de oración. Me sentaba en una piedra y ahí entregaba mis sufrimientos al Padre Santísimo.

—¿Cómo se definen a las «cajitas»?

—Las «cajitas» son las portadoras de mi voz, ella hablan por mí o, mejor, mi espíritu habla a través de ellas. Cuando sale el sol se ven muchos rayos. Cada «cajita» es como un rayo de luz, pero no todas lo tienen.

Unas son charlatanes que han venido a aprovecharse de la fe para hacer dinero, otras son charlatanes negros que hacen puros males.

Ya no hay unidad entre las «cajitas», es una pena. La orden que dejé es que mis «cajitas» no cobren por los trabajos que hago, pues primero es la buena acción y luego la comisión. Mucha gente trae regalos de agradecimiento, y son bien recibidos, pero lo único que pido es que todos me traigan velas, para dar luz al mundo.

Casi para finalizar esta «entrevista», la voz del Niño Fidencio, a través de Ana María, me dijo: “Quiero que escribas un libro y hables de la verdad de mi movimiento. Aquí no hay secreto, mis madrinitas y padrinitos se abren a la gente y les explican lo que hacen, porque así lo quiero yo. Mi padre me ha ordenado que divulgue la verdad, es por eso que la verdad no debe ser un secreto escondido.”

Espinazo es una pequeña comunidad en el municipio de Mina, Nuevo León, que colinda con el estado de Coahuila en una región muy desértica y despoblada.

Dicha comunidad creció en territorios de una hacienda ganadera cuando se estableció una estación de ferrocarril entre Saltillo y Piedras Negras.

La fama de este lugar surgió gracias a José Fidencio Constantino Síntora, mejor conocido como el Niño Fidencio, cuyos conocimientos de herbolaria y sanación llegaron a oídos de Plutarco Elías Calles, quien era el Presidente de México en 1927 y fue a ver a este curandero debido a un problema que traía. A partir de entonces, y como agradecimiento del Presidente, la prensa de aquel tiempo se dedicó a hablar de las curaciones milagrosas del Niño Fidencio, haciendo que Espinazo se convirtiera en un centro de peregrinaje y curación.

También llamado “Manobile”, el niño Fidencio falleció en 1938 y el personaje se convirtió en leyenda, pues sus seguidores afirman que obra milagros a través de los sanadores o “cajitas”, quienes son como médiums que trabajan y curan con el espíritu del Niño Fidencio.


(ZOCALO/ Relatos y Leyendas/ 30/09/2014 - 08:00 AM)

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