Badiraguato
no llega a los cuatro mil habitantes, pero es fundamental para entender
la génesis del narcotráfico en México. En ese municipio sinaloense no
sólo nació Joaquín Guzmán Loera, sino también Rafael Caro Quintero y los
hermanos Beltrán Leyva, entre otros capos. Sitio de barreras
infranqueables y de enormes paradojas, la localidad serrana vuelve a
ofrecer claves del México actual. Hoy, el alcalde está conmocionado por
la detención de El Chapo
y pide que no se fragmente el Cártel de Sinaloa, mientras que la madre
del capo se muestra resignada y considera que es el tiempo de la ley.
BADIRAGUATO, Sin. (Proceso).-
Su salud decayó un poco, su mirada es triste. Se nota que ha llorado,
pero también se le ve resignada. Habla poco de Joaquín, su hijo: “A él
ya lo tiene la ley, ahora le toca rendir cuentas”, dice doña Consuelo
Loera, y pide a Dios por él.
Días antes de la detención la señora participaba en los eventos y festejos de la comunidad. Hoy sólo recibe algunas visitas en su casa. Las invita a comer.
El
sábado 22 de febrero una de sus nueras le dio la noticia: hacía unas
horas Joaquín había sido detenido por la Marina, en el condominio
Miramar, de Mazatlán, junto a las hijas que tuvo con Emma Coronel
Aispuro (Proceso No. 1604). Así acababan 13 años de clandestinidad.
Con
el paso de los días se fue enterando que la Procuraduría General de la
República (PGR) había girado ocho órdenes de aprehensión contra su hijo;
que tiene 66 denuncias penales; que un juez lo absolvió de narcotráfico
y que la Procuraduría de Sinaloa no tiene antecedentes ni
investigaciones penales en contra de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera.
Robusta,
cara redonda, piel blanca y facciones suaves –que se llevan con su
trato cordial– a doña Consuelo se le ve vigorosa a sus 85 años de edad.
Para caminar se ayuda de un bastón o una andadera. Tampoco se perciben
mayores achaques por la diabetes que la aqueja desde hace tiempo.
Vive
en el poblado La Tuna, municipio de Badiraguato, en donde el que no se
apellida Guzmán se apellida Loera. La localidad está ubicada en pleno
Triángulo Dorado del narcotráfico. Es difícil llegar. La carretera y las
brechas que conectan la cabecera municipal con La Tuna están protegidas
por halcones en motocicleta. Celosos de su deber, miran con
recelo a los visitantes, los persiguen con los ojos. Todos traen radio.
Si llevan armas apenas se les nota, tal vez la cacha de una escuadra que
de pronto asoma bajo la camisa.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1948, ya en circulación)
/ 1 de marzo de 2014)
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