Nueva York.- Llámelo Tenancingo corp, una multinacional
mexicana que va en ascenso: contra toda adversidad, sus dueños
—originarios de Tlaxcala— han prosperado a medio continente de
distancia, al norte de Estados Unidos, en un mundo predominantemente
blanco y anglosajón que parecería inconquistable, pero en el que hoy son
líderes de mercado por su eficiencia, creatividad y mano de hierro a la
hora de hacer negocios. Sus ganancias se tasan en millones de dólares,
buena parte de los cuales han decidido reinvertir en su pueblo natal,
Tenancingo.
Hasta ahí, parecerían un ejemplo de tesón ante la adversidad, quizá hasta una historia de éxito de mexicanos en el extranjero.
El problema es que los accionistas de esa empresa son padrotes. Y su éxito se basa en la trata de personas. Se sustenta en la esclavitud de decenas, quizá cientos de mujeres mexicanas raptadas en el altiplano de México y después sometidas a condiciones atroces de explotación sexual. Pese a encontrarse a más de cuatro mil kilómetros de Tlaxcala, las mafias de proxenetas de Tenancingo han convertido la esquina noreste de Estados Unidos en su principal bastión internacional, fundando lucrativos prostíbulos en Queens, casas de citas en Nueva Jersey y bares topless en Nueva York en los que se mantiene bajo estado de esclavitud sexual a decenas de víctimas.
Una investigación de MILENIO, basada en testimonios de padrotes detenidos en la cárcel, así como en documentos judiciales y entrevistas con funcionarios diplomáticos, activistas y agencias de seguridad estadunidenses, permite dar una idea del exitoso ascenso internacional de las mafias tlaxcaltecas, que han logrado sobreponerse a las dificultades logísticas y culturales de operar en el extranjero hasta convertirse en algunas de las más poderosas y prolíficas redes de tratantes de la región noreste de Estados Unidos.
De acuerdo con testimonios de ex tratantes a los que tuvo acceso este diario, su expansión ha sido tal que incluso han industrializado sus procesos, creando cadenas interestatales de distribución de mujeres en condición de prostitución bajo el concepto de "entregas a domicilio" en entidades tan distantes entre sí como Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Maryland y Connecticut a las que diariamente salen vehículos conducidos por choferes que reparten seres humanos para cumplir pedidos telefónicos, como si se tratase de pizzas. El servicio es de 24 horas, los 365 días del año y se cobra por tarifas: entre más lejos, más caro.
Uno de esos choferes accedió a contar su historia.
"Yo era como un prostíbulo móvil. Iba a Long Island, a Queens, a Staten Island. En Manhattan trabajaba de noche, porque la mayoría de los paisanos que necesitan mujeres trabajan en restaurantes, tiendas, cafeterías y salen tarde", confió Rodrigo, un ex tratante de personas que por años trabajó para estas mafias. Operó como chofer/guardaespaldas de mujeres a las que se prostituían en distintos puntos del área metropolitana neoyorquina, la más grande de todo Estados Unidos.
En el argot local era conocido como un delivrero, por el inglés delivery o entrega, aunque él prefiere el de batman por eso de que siempre llevaba un bat de aluminio para romper piernas a quienes no pagaban. Su especialidad eran Manhattan y Queens, donde daba decenas de servicios a la semana. La rutina era siempre la misma: recoger a la mujer en un punto de entrega, generalmente un McDonalds en la 103, en el barrio de Corona. Luego, manejar hasta una casa, a un departamento o a una traila, donde a veces la "trabajadora" tendría relaciones con hasta 20 personas.
"Yo estaba ahí para asegurarme que todo saliera bien", me dijo este hombre, detenido por la PGR en 2011, mientras se encontraba en México. De su experiencia se desprende un atisbo privilegiado al submundo de la trata de mexicanas en el noreste estadunidense. Por ejemplo, detalló que dentro de las organizaciones tlaxcaltecas existen diferentes eslabones: el tope, los padrotes; luego los libreros, hombres que calculan cuánto debe generar cada chica. Después los delivreros y, más abajo, los cadeneros, encargados de la seguridad de los prostíbulos. Al fondo de la pirámide yacen los tarjeteros, sobre quienes recae la tarea de promover en la calle —al grito de "chicas, chicas, chicas"— a las mujeres.
¿Y las agencias de seguridad? Según su testimonio no les es fácil penetrar en el mundo hermético de los tenancinguenses. "Cuando me detenía un policía no pasaba nada. Deben de tener pruebas muy convincentes de que uno es tratante y nunca me encontraron nada", expuso Rodrigo.
—¿Cuántas empresas de delivery hay en Queens, donde tú operaste?
—Como unas 80.
Rodrigo, cuya identidad verdadera se mantiene bajo reserva debido a las amenazas de muerte que pesan en su contra, está actualmente recluido en una prisión de máxima seguridad federal mexicana purgando una sentencia de 15 años. "Los padrotes de Tlaxcala son los que mueven todos los hilos en Nueva York y Nueva Jersey. Nada más cruzas el túnel de Manhattan a Queens y ya estás en territorio tlaxcalteca. Ay de ti si te ven trabajando sin su permiso", dijo.
—¿Todas las chicas eran mexicanas?
—Casi 90 por ciento.
—¿Y todos los padrotes eran de Tlaxcala?
—Todos.
"Es como si estas redes criminales de Tlaxcala hubieran trasplantado un poco de México a Estados Unidos", consideró Avaloy Lanning, integrante de la organización no gubernamental Safe Horizons, dedicada al rescate de víctimas de trata de personas de origen extranjero en la zona metropolitana de Nueva York y Nueva Jersey. "Actúan como actuarían en México, aterrando y explotando a comunidades enteras de migrantes (...) A veces cuando recibimos a víctimas mexicanas y nos dicen que son de Puebla o de esa región, casi ya sabemos lo que nos van a decir: que fueron explotadas y traídas a Estados Unidos con engaños".
La confirmación de la expansión tlaxcalteca y del creciente número de mexicanas atrapadas por organizaciones de Tenancingo viene de información obtenida en distintas áreas. "En los últimos años he tenido quizá unos cinco casos vinculados a víctimas mexicanas", dijo a este diario Tela Muñoz, especialista en atención a víctimas del Buró Federal de Investigaciones (FBI) en Nueva Jersey.
"Sabemos que varias organizaciones de Tlaxcala están en la zona", añadió la sub fiscal especializada en trata de personas de Nueva Jersey, Tracy Thompson. De acuerdo con Safe Horizon, 90% de las víctimas que atienden sus especialistas son de habla hispana y buena parte de ellas provienen de México. En los refugios neoyorquinos de la ONG Restore, "la mayoría de las mujeres que llegan son mexicanas. Diría que tres cuartas partes", añadió Diego Traverso, documentalista chileno que ha colaborado con la agrupación.
De acuerdo con cifras del consulado de México en Nueva York, tan solo en 2013 se detectaron 16 casos de mexicanas que habían sido víctimas de trata sexual en la región. Dos terceras partes provenían del altiplano: funcionarios de protección consular pudieron establecer que 31 por ciento eran originarias de Tlaxcala mientras que otro 31 por ciento era de Puebla, otro de los puntos de donde vienen muchas de las mujeres que caen en poder de organizaciones de Tenancingo.
Y esa es una cifra negra porque muchos no se atreven a denunciar debido a que son indocumentados. "El problema es que tienen temor de acercarse al consulado. La verdad es que es un fenómeno que no siempre se denuncia y que para el consulado es difícil atender a menos que haya una denuncia formal", dijo Sandra Fuentes-Beráin, cónsul de México en Nueva York.
El símil de empresa es deliberado: casi como si se tratara de una multinacional particularmente eficiente, los padrotes tlaxcaltecas han seguido el manual de cualquier compañía que busca echar raíces fuera de su patria. Primero, detectaron la existencia de un mercado (acudieron a ciudades como Yonkers o Union City en las que predominan migrantes solteros o sin familia y donde, por ende, puede haber demanda de sexoservicios); después, alentaron la demanda, repartiendo tarjetas conocidas como "chica cards" en las que se promueve sexo a domicilio. Más tarde, fundaron cadenas de distribución "importando" mujeres desde México tanto legal como ilegalmente. Y, por supuesto, después aprendieron a repatriar sus ganancias vía giro postal o cable.
"Uno de los padrotes que detuvimos el año pasado era de Tenancingo y nos dijo que estaba construyendo en su pueblo un restaurante con el dinero que generaba mediante la explotación de mujeres en Lakewood y Trenton", dijo B. Christensen, investigador encubierto de la Unidad Antitrata de la policía de Nueva Jersey. "Nos dijo que también había comprado varias casas".
Ese padrote es José El Chato Cruz Romero Flores, a quien las autoridades de Nueva Jersey acusan de haber controlado por media década una red de prostíbulos en ciudades de pequeño y mediano tamaño en el estado. Y tiene alcurnia: forma parte de los Flores, una de las familias más prolíficas de padrotes en Tenancingo.
Como parte de la Operación sin Fronteras, llevada a cabo en julio de 2013, agentes encubiertos descubrieron que Romero Flores había fundado una célula dedicada a llevar mexicanas bajo engaños a Nueva Jersey, donde se les prometía trabajo como nanas o empleadas de limpieza y después se prostituía.
"Algunas tenían que dar servicio hasta 40 clientes al día a 30 dólares la relación", informó la oficina del fiscal estatal de Nueva Jersey.
Lo anterior permite establecer cómo el negocio de la trata en Nueva York y Nueva Jersey puede ser altamente lucrativo. De acuerdo con documentos judiciales registrados ante la corte federal de Manhattan, una sola mujer puede ser obligada a mantener relaciones sexuales con hasta 200 clientes por semana. Un cálculo elevado apuntaría a que puede "producir" hasta 288 mil dólares al año.
Una revisión de documentos judiciales estatales y federales permite establecer que en la última década al menos cinco células de padrotes tlaxcaltecas han sido desarticuladas en Nueva York y Nueva Jersey. La más reciente llegó a su fin el 7 de febrero pasado, cuando tres primos originarios de Tenancingo —Benito López Pérez, Anastasio Romero Pérez y José Barrientos Pérez— fueron sentenciados a entre 10 y 18 años de prisión en una corte federal en Brooklyn.
Su sentencia les fue leída en una emotiva audiencia judicial en la que sus víctimas recordaron la forma en la que fueron explotadas durante años. Carmen, una de las mexicanas que fue rescatada por autoridades federales de uno de sus prostíbulos, resumió lo que fue su vida en el lapso en el que estuvo bajo cautiverio.
Comenzó a ser prostituida a los 14 años. "Desde el día que llegué a Nueva York hasta el día en que escapé, Benito me obligó a trabajar siete días a la semana. Yo solo era mercancía para él y para sus socios. Sus clientes me trataban como un animal", dijo.
Hasta ahí, parecerían un ejemplo de tesón ante la adversidad, quizá hasta una historia de éxito de mexicanos en el extranjero.
El problema es que los accionistas de esa empresa son padrotes. Y su éxito se basa en la trata de personas. Se sustenta en la esclavitud de decenas, quizá cientos de mujeres mexicanas raptadas en el altiplano de México y después sometidas a condiciones atroces de explotación sexual. Pese a encontrarse a más de cuatro mil kilómetros de Tlaxcala, las mafias de proxenetas de Tenancingo han convertido la esquina noreste de Estados Unidos en su principal bastión internacional, fundando lucrativos prostíbulos en Queens, casas de citas en Nueva Jersey y bares topless en Nueva York en los que se mantiene bajo estado de esclavitud sexual a decenas de víctimas.
Una investigación de MILENIO, basada en testimonios de padrotes detenidos en la cárcel, así como en documentos judiciales y entrevistas con funcionarios diplomáticos, activistas y agencias de seguridad estadunidenses, permite dar una idea del exitoso ascenso internacional de las mafias tlaxcaltecas, que han logrado sobreponerse a las dificultades logísticas y culturales de operar en el extranjero hasta convertirse en algunas de las más poderosas y prolíficas redes de tratantes de la región noreste de Estados Unidos.
De acuerdo con testimonios de ex tratantes a los que tuvo acceso este diario, su expansión ha sido tal que incluso han industrializado sus procesos, creando cadenas interestatales de distribución de mujeres en condición de prostitución bajo el concepto de "entregas a domicilio" en entidades tan distantes entre sí como Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Maryland y Connecticut a las que diariamente salen vehículos conducidos por choferes que reparten seres humanos para cumplir pedidos telefónicos, como si se tratase de pizzas. El servicio es de 24 horas, los 365 días del año y se cobra por tarifas: entre más lejos, más caro.
Uno de esos choferes accedió a contar su historia.
"Yo era como un prostíbulo móvil. Iba a Long Island, a Queens, a Staten Island. En Manhattan trabajaba de noche, porque la mayoría de los paisanos que necesitan mujeres trabajan en restaurantes, tiendas, cafeterías y salen tarde", confió Rodrigo, un ex tratante de personas que por años trabajó para estas mafias. Operó como chofer/guardaespaldas de mujeres a las que se prostituían en distintos puntos del área metropolitana neoyorquina, la más grande de todo Estados Unidos.
En el argot local era conocido como un delivrero, por el inglés delivery o entrega, aunque él prefiere el de batman por eso de que siempre llevaba un bat de aluminio para romper piernas a quienes no pagaban. Su especialidad eran Manhattan y Queens, donde daba decenas de servicios a la semana. La rutina era siempre la misma: recoger a la mujer en un punto de entrega, generalmente un McDonalds en la 103, en el barrio de Corona. Luego, manejar hasta una casa, a un departamento o a una traila, donde a veces la "trabajadora" tendría relaciones con hasta 20 personas.
"Yo estaba ahí para asegurarme que todo saliera bien", me dijo este hombre, detenido por la PGR en 2011, mientras se encontraba en México. De su experiencia se desprende un atisbo privilegiado al submundo de la trata de mexicanas en el noreste estadunidense. Por ejemplo, detalló que dentro de las organizaciones tlaxcaltecas existen diferentes eslabones: el tope, los padrotes; luego los libreros, hombres que calculan cuánto debe generar cada chica. Después los delivreros y, más abajo, los cadeneros, encargados de la seguridad de los prostíbulos. Al fondo de la pirámide yacen los tarjeteros, sobre quienes recae la tarea de promover en la calle —al grito de "chicas, chicas, chicas"— a las mujeres.
¿Y las agencias de seguridad? Según su testimonio no les es fácil penetrar en el mundo hermético de los tenancinguenses. "Cuando me detenía un policía no pasaba nada. Deben de tener pruebas muy convincentes de que uno es tratante y nunca me encontraron nada", expuso Rodrigo.
—¿Cuántas empresas de delivery hay en Queens, donde tú operaste?
—Como unas 80.
Rodrigo, cuya identidad verdadera se mantiene bajo reserva debido a las amenazas de muerte que pesan en su contra, está actualmente recluido en una prisión de máxima seguridad federal mexicana purgando una sentencia de 15 años. "Los padrotes de Tlaxcala son los que mueven todos los hilos en Nueva York y Nueva Jersey. Nada más cruzas el túnel de Manhattan a Queens y ya estás en territorio tlaxcalteca. Ay de ti si te ven trabajando sin su permiso", dijo.
—¿Todas las chicas eran mexicanas?
—Casi 90 por ciento.
—¿Y todos los padrotes eran de Tlaxcala?
—Todos.
"Es como si estas redes criminales de Tlaxcala hubieran trasplantado un poco de México a Estados Unidos", consideró Avaloy Lanning, integrante de la organización no gubernamental Safe Horizons, dedicada al rescate de víctimas de trata de personas de origen extranjero en la zona metropolitana de Nueva York y Nueva Jersey. "Actúan como actuarían en México, aterrando y explotando a comunidades enteras de migrantes (...) A veces cuando recibimos a víctimas mexicanas y nos dicen que son de Puebla o de esa región, casi ya sabemos lo que nos van a decir: que fueron explotadas y traídas a Estados Unidos con engaños".
La confirmación de la expansión tlaxcalteca y del creciente número de mexicanas atrapadas por organizaciones de Tenancingo viene de información obtenida en distintas áreas. "En los últimos años he tenido quizá unos cinco casos vinculados a víctimas mexicanas", dijo a este diario Tela Muñoz, especialista en atención a víctimas del Buró Federal de Investigaciones (FBI) en Nueva Jersey.
"Sabemos que varias organizaciones de Tlaxcala están en la zona", añadió la sub fiscal especializada en trata de personas de Nueva Jersey, Tracy Thompson. De acuerdo con Safe Horizon, 90% de las víctimas que atienden sus especialistas son de habla hispana y buena parte de ellas provienen de México. En los refugios neoyorquinos de la ONG Restore, "la mayoría de las mujeres que llegan son mexicanas. Diría que tres cuartas partes", añadió Diego Traverso, documentalista chileno que ha colaborado con la agrupación.
De acuerdo con cifras del consulado de México en Nueva York, tan solo en 2013 se detectaron 16 casos de mexicanas que habían sido víctimas de trata sexual en la región. Dos terceras partes provenían del altiplano: funcionarios de protección consular pudieron establecer que 31 por ciento eran originarias de Tlaxcala mientras que otro 31 por ciento era de Puebla, otro de los puntos de donde vienen muchas de las mujeres que caen en poder de organizaciones de Tenancingo.
Y esa es una cifra negra porque muchos no se atreven a denunciar debido a que son indocumentados. "El problema es que tienen temor de acercarse al consulado. La verdad es que es un fenómeno que no siempre se denuncia y que para el consulado es difícil atender a menos que haya una denuncia formal", dijo Sandra Fuentes-Beráin, cónsul de México en Nueva York.
El símil de empresa es deliberado: casi como si se tratara de una multinacional particularmente eficiente, los padrotes tlaxcaltecas han seguido el manual de cualquier compañía que busca echar raíces fuera de su patria. Primero, detectaron la existencia de un mercado (acudieron a ciudades como Yonkers o Union City en las que predominan migrantes solteros o sin familia y donde, por ende, puede haber demanda de sexoservicios); después, alentaron la demanda, repartiendo tarjetas conocidas como "chica cards" en las que se promueve sexo a domicilio. Más tarde, fundaron cadenas de distribución "importando" mujeres desde México tanto legal como ilegalmente. Y, por supuesto, después aprendieron a repatriar sus ganancias vía giro postal o cable.
"Uno de los padrotes que detuvimos el año pasado era de Tenancingo y nos dijo que estaba construyendo en su pueblo un restaurante con el dinero que generaba mediante la explotación de mujeres en Lakewood y Trenton", dijo B. Christensen, investigador encubierto de la Unidad Antitrata de la policía de Nueva Jersey. "Nos dijo que también había comprado varias casas".
Ese padrote es José El Chato Cruz Romero Flores, a quien las autoridades de Nueva Jersey acusan de haber controlado por media década una red de prostíbulos en ciudades de pequeño y mediano tamaño en el estado. Y tiene alcurnia: forma parte de los Flores, una de las familias más prolíficas de padrotes en Tenancingo.
Como parte de la Operación sin Fronteras, llevada a cabo en julio de 2013, agentes encubiertos descubrieron que Romero Flores había fundado una célula dedicada a llevar mexicanas bajo engaños a Nueva Jersey, donde se les prometía trabajo como nanas o empleadas de limpieza y después se prostituía.
"Algunas tenían que dar servicio hasta 40 clientes al día a 30 dólares la relación", informó la oficina del fiscal estatal de Nueva Jersey.
Lo anterior permite establecer cómo el negocio de la trata en Nueva York y Nueva Jersey puede ser altamente lucrativo. De acuerdo con documentos judiciales registrados ante la corte federal de Manhattan, una sola mujer puede ser obligada a mantener relaciones sexuales con hasta 200 clientes por semana. Un cálculo elevado apuntaría a que puede "producir" hasta 288 mil dólares al año.
Una revisión de documentos judiciales estatales y federales permite establecer que en la última década al menos cinco células de padrotes tlaxcaltecas han sido desarticuladas en Nueva York y Nueva Jersey. La más reciente llegó a su fin el 7 de febrero pasado, cuando tres primos originarios de Tenancingo —Benito López Pérez, Anastasio Romero Pérez y José Barrientos Pérez— fueron sentenciados a entre 10 y 18 años de prisión en una corte federal en Brooklyn.
Su sentencia les fue leída en una emotiva audiencia judicial en la que sus víctimas recordaron la forma en la que fueron explotadas durante años. Carmen, una de las mexicanas que fue rescatada por autoridades federales de uno de sus prostíbulos, resumió lo que fue su vida en el lapso en el que estuvo bajo cautiverio.
Comenzó a ser prostituida a los 14 años. "Desde el día que llegué a Nueva York hasta el día en que escapé, Benito me obligó a trabajar siete días a la semana. Yo solo era mercancía para él y para sus socios. Sus clientes me trataban como un animal", dijo.
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